Con gran afluencia de medios de comunicación se presentó el pasado 23 de agosto (2006) el trabajo del grupo de Robert Lanza (Klimanskaya et al. Nature DOI: 10.1038/nature 05142; 2006), en el que refieren que habían sido capaces de desarrollar, a partir de un blastómero extraído de un embrión …
Con gran afluencia de medios de comunicación se presentó el pasado 23 de agosto (2006) el trabajo del grupo de Robert Lanza (Klimanskaya et al. Nature DOI: 10.1038/nature 05142; 2006), en el que refieren que habían sido capaces de desarrollar, a partir de un blastómero extraído de un embrión de 8 células, una línea de células madre embrionarias útiles para experimentaciones biomédicas.
El trabajo ha suscitado grandes expectativas éticas, pues al parecer puede ser ésta una posibilidad para generar células madre embrionarias humanas sin tener que destruir los embriones de los que se obtienen. Tal fue el eco mediático, que la compañía que dirige Lanza, la Advanced Cell Technologies (ACT) en Worcester, Massachussets, en 10 horas aumentó 5 veces el precio de sus acciones (Nature 6-IX-2006; doi: 10.1038/443012a).
Sin embarg, no todo es tan ético en las experiencias de Lanza como se había hecho ver. En primer lugar hay que tener en cuenta que el equipo de Lanza, para realizar sus experiencias, extrajo obtenido 91 células de 16 embriones, que posteriormente fueron destruidos. De estas células solamente consiguieron dos líneas de células madre embrionarias, que sobrevivieron ocho meses y de las cuales pudieron obtener células de diferentes tejidos.
Como se cita en Nature (DOI: 10.1038/442858b, 23-VIII-2006) “en el experimento, los embriones fueron desguazados célula a célula”, lo que introduce en esta práctica una dificultad ética insalvable. Esta dificultad ya fue reconocida por la propia revista Nature, pues a los “pocos minutos de haberse publicado el trabajo, la oficina de prensa de Nature corrigió lo publicado en el artículo, afirmando que en las experiencias de Lanza se habían destruido algunos embriones. Pero además, dos días después, en una segunda nota dejaba claro que todos los embriones habían sido destruidos”. Por estos fallos, Philip Campbell, editor jefe de Nature, pidió disculpas públicas (Nature doi: 10.1038/443012a).
De todas formas, Lanza y su equipo arguyen que la mayoría de los embriones sobreviven a la extracción de una célula, como ocurre en el diagnóstico genético preimplantacional. Sin embargo, como se cita en el trabajo de Naure anteriormente referido las cosas no son tan claras pues “otros grupos han intentado un camino similar, pero sin lograr hasta ahora éxito”.
Es decir, se puede afirmar que la técnica tiene indudables dificultades éticas (Nature 437; 1076, 2005), pués además de lo anteriormente comentado, al quitar una célula a un embrión de pocos días disminuyen las posibilidades de que se pueda implantar con normalidad en el útero de su madre, o que su desarrollo se realice con normalidad o que existan problemas de salud en los niños nacidos tras este procedimiento.
Incluso otros autores estiman que el blastómero que se extrae del embrión de 8 a 10 células, tiene la capacidad potencial de que a partir de él se pueda desarrollar un nuevo embrión, por lo que destruirlo no sería éticamente aceptable.
Según Tom Murray, presidente del prestigioso “Hastings Center”, “ninguno de los métodos propuestos para obtener células madre embrionarias, satisface todas las críticas que se les puedan hacer”.
Además de las dificultades éticas anteriormente comentadas, otra limitación técnica que tiene el método de Lanza es su baja eficiencia, solamente de alrededor del 2 %, es decir “mucho menor de lo que en principio se esperaba” (Nature 26-IX-2006; doi: 10.1038/443012a).