El término eutanasia no solo es capaz de suscitar todo tipo de debates, sino que inmediatamente produce la confusión entre los que participan en ellos. El recurso a su significado etimológico, buena-muerte, no suele resolver nada. Si además algún erudito menciona sus diversas adjetivaciones: directa, indirecta, activa, pasiva, ortotanasia, distanasia… … El término eutanasia no solo es capaz de suscitar todo tipo de debates, sino que inmediatamente produce la confusión entre los que participan en ellos. El recurso a su significado etimológico, buena-muerte, no suele resolver nada. Si además algún erudito menciona sus diversas adjetivaciones: directa, indirecta, activa, pasiva, ortotanasia, distanasia… entonces la salida del laberinto es imposible.
De ahí la importancia de la Declaración sobre el final de la vida (11 de enero de 2002) con la que nos regaló la Organización Médica Colegial Española y la Sociedad de Cuidados paliativos. En ella se precisa que “entendemos que el concepto de eutanasia debe incluir exclusivamente la acción u omisión, directa e intencionada, encaminada a provocar la muerte de una persona que padece una enfermedad avanzada o terminal, a petición expresa y reiterada de ésta.” Nótese la importancia que tiene la intención de provocar la muerte, para que se pueda hablar verdaderamente de eutanasia.
Por otra parte la técnica médica ha avanzado notablemente y se pueden encontrar medidas para sacar adelante a personas, o para mantener o prolongar su vida durante bastante tiempo. La contrapartida es que, en ocasiones, las medidas que se adoptan pueden resultar muy duras para el propio paciente. ¿Es necesario prolongar el tiempo de vida a cualquier precio?
La ética médica y la bioética enmarcan estas situaciones dentro del concepto de limitación del esfuerzo terapéutico. Éticamente es bueno limitar las medidas que se toman para mantener la vida, no sólo cuando se trata de medidas fútiles, sino también cuando resultan excesivamente onerosas o desproporcionadas para la situación del paciente concreto.
Es muy importante hacer esta distinción entre eutanasia y limitación del esfuerzo terapéutico. Se trata de la diferencia entre intención de provocar la muerte y admisión de nuestra limitación ante la enfermedad.
Cuando se habla de eutanasia, o de suicidio asistido, estamos planteando acabar intencional y materialmente con la vida de una persona. Pienso que la sociedad no debe admitir nunca esta posibilidad. Hay acciones que la sociedad no puede llevar a cabo, aunque algunos de sus individuos lo deseen. Las leyes deben considerar siempre la protección de la vida de las personas, como uno de los pilares más importantes de nuestra cultura. Renunciar a la protección incondicionada de la vida humana, significa iniciar otro tipo de sociedad y de cultura, en el que la protección de la vida humana ya no es incondicional sino que está sometida a las leyes, y, en ese sentido, a la voluntad de otros. Pienso que sería una gran pérdida para nuestra confianza en los demás, y más en concreto con los médicos, y también con los legisladores.
A diferencia de la eutanasia, la limitación del esfuerzo terapéutico, no pretende acabar con la vida de nadie. Se plantea qué hacer ante el progreso de determinada enfermedad. Dispone de determinadas terapias, ¿debe aplicar unas u otras? Es cierto que algunos casos parecen sencillos: no se puede dejar morir por falta de alimentación o de hidratación. Pero otras medidas son muchos más complejas. El problema no es sólo de técnica médica, sino de prudencia, de respeto a la autonomía del paciente, de posibilidades económicas, de situación anímica del enfermo y de otros muchos factores. Habrá que estudiar cada caso desde el punto de vista de la ciencia médica, para dar a conocer al paciente –o en el caso de incapacidad y de ausencia de declaraciones de últimas voluntades, a sus representantes– las diversas posibilidades, para que pueda tomar la decisión de recurrir a unas u otras, o a ninguna.
Inmaculada Echevarría es una enferma de distrofia muscular, que a lo largo de los últimos años ha visto como ha ido perdiendo movilidad, hasta el punto de que le haya sido imposible respirar y se le practicase una traqueotomía instalándole un respirador mecánico. Su voz se ha alzado en estos días pasados, manifestando su desesperación y su deseo de acabar la vida.
¿Está pidiendo que se le aplique un acto de eutanasia? Las noticias sobre lo que dice esta persona son confusas. Visto con los datos que tenemos, no parece que se trate necesariamente de un caso de eutanasia. Si está pidiendo que se le mate, entonces sí. Pero si lo que pide es que se le quite el respirador porque no lo aguanta más, podríamos estar ante un caso de limitación del esfuerzo terapéutico por aplicar una medida que física y psicológicamente puede ser muy dura. Si quitándole el respirador, con una sedación previa para que no sufriera, su cuerpo no respondiese y muriese, la causa de su muerte sería la distrofia muscular que tiene, pero no que se la haya matado.