¿Qué experimenta un feto? Entrevista con el Dr. Carlo Bellieni

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¿Qué experimenta un feto? ¿Cuáles son sus derechos? ¿Qué dice la ciencia al respecto? ¿Es la fecundación artificial verdaderamente inocua? Son cuestiones que ha abordado el doctor Bellieni sobre la base de una profunda y precisa documentación cientí­fica en el libro «L”™alba dell”™io: dolore, memoria, desiderio, sogno del feto» –«El …

¿Qué experimenta un feto? ¿Cuáles son sus derechos? ¿Qué dice la ciencia al respecto? ¿Es la fecundación artificial verdaderamente inocua? Son cuestiones que ha abordado el doctor Bellieni sobre la base de una profunda y precisa documentación cientí­fica en el libro «L”™alba dell”™io: dolore, memoria, desiderio, sogno del feto» –«El amanecer del yo: dolor, memoria, deseo, sueño del feto»– (Editorial SEF).

El doctor Bellieni lleva años ocupado en la investigación del dolor del feto y del neonato con su trabajo en el departamento de Terapia Intensiva Neonatal del Policlí­nico Universitario «Le Scotte» de Siena (Italia).

–¿El feto siente dolor?

–Dr. Carlo Bellieni: Ciertamente sí­. No sólo siente dolor, sino que su percepción parece ser más profunda que la de un niño mayor. Lo sabemos porque faltan en la vida fetal muchas de las «estrategias» que sin embargo se encargan tras el nacimiento de no sentir el dolor. Sin embargo, ya desde la mitad de la gestación los estí­mulos dolorosos han abierto todas sus ví­as para ser percibidos.

–¿Así­ que el feto es ya un pequeño paciente?

–Dr. Carlo Bellieni: En efecto. Los neonatólogos modernos tienen el privilegio de atender justamente a los fetos. Los tenemos entre las manos: a veces tienen el peso de una manzana; algunos son poco mayores que una mano. Han nacido prematuramente y durante meses deberán permanecer en sofisticadas incubadoras, atendidos y controlados 24 horas al dí­a con instrumentos de alta tecnologí­a.

Y a ninguno de los que les atiende se le ocurre poner en duda que sean nuestros pacientes, que sean personas. A veces son tan pequeños que nuestros esfuerzos son inútiles. Mueren. Y nosotros sólo podemos, junto a los padres, bautizarlos.

Y todos demuestran una vitalidad inesperada por la edad y las dimensiones. Hoy sabemos que el feto dentro del útero materno percibe olores y sabores. Oye los sonidos. Los recuerda después del nacimiento.

Desde luego sabemos que el feto, desde las 30 semanas de gestación, es capaz de soñar. Todas estas caracterí­sticas permiten apreciar las dimensiones humanas. Este paciente en los últimos años ha sido objeto de investigación para garantizarle la salud desde el útero materno.

–¿Puede darnos algún ejemplo de a qué se refiere cuando dice que el feto es una persona?

–Dr. Carlo Bellieni: En cuanto nace, el niño muestra de forma cientí­ficamente demostrada que reconoce la voz de su madre y la distingue de la voz de un extraño. ¿Dónde ha aprendido esa voz más que en el seno materno?

Existen también pruebas directas. Por ejemplo, registramos cómo varí­an los movimientos y la frecuencia cardiaca del feto si le transmitimos sonidos imprevistos a través de la pared uterina. Y vemos que primero se sobresalta, después se acostumbra, igual que hacemos nosotros como oí­mos algo que nos interesa.


En realidad la evidencia cientí­fica es inmensa. No se comprende cómo alguien pueda pensar que «se hace» persona en cierto punto, tal vez al salir del útero. Realmente en el nacimiento, desde el punto de vista fí­sico, se cambia verdaderamente poco: entra aire en los pulmones, se interrumpe la llegada de sangre desde la placenta, cambia el tipo de circulación de la sangre en el corazón y poco más.

Como a menudo digo, sólo la fe ciega en artes mágicas o alguna extraña divinidad puede hacer pensar que exista un salto de calidad «humana» en un determinado momento, no ciertamente la ciencia.

–Entonces la afirmación según la cual la vida humana comienza con el nacimiento es menos cientí­fica que la que sostiene que está ligada al momento de la concepción.

–Dr. Carlo Bellieni: ¡Sin duda! Cuando se unen los patrimonios genéticos del óvulo y del espermatozoide comienza un proceso que es único e irrepetible justamente porque nadie en el mundo tiene un ADN igual al de esa pequeña célula fecundada. Tampoco sus padres. Por lo tanto es absurdo decir que el feto es propiedad de la madre (o del padre).

Hace algunos dí­as hablaba a chicas de enseñanza superior y les decí­a: «Si hoy volvéis a casa y vuestro papá os dice que hagáis algo porque sois “suyas”, porque sois “un derecho suyo”, ¿qué pensáis? Que vuestro papá no se encuentra bien. Pues actualmente os están enseñando esto: que el hijo es un derecho de los padres, una “elección” de los padres».

–¿No es así­?

–Dr. Carlo Bellieni: ¡No faltarí­a más! Precisamente estudiando al niño prematuro, al feto, se constata que la dignidad humana no se adquiere con la mayorí­a de edad, o con el nacimiento o con el peso; si no serí­an humanos sólo los guapos, ricos o poderosos.

El respeto hacia estos pequeños niños tan frágiles es inmediato y nos enseña que su valor (nuestro valor) no depende de cosas contingentes: depende sólo de ser, y formar parte de aquel nivel de la naturaleza que se llama humanidad.

Es fácil, para poder actuar sobre alguien, quitarle el estatus de persona; pero no debemos permitirlo.

–Pero con la fecundación artificial muchas familias parecen hallar la tranquilidad de un hijo…

–Dr. Carlo Bellieni: Podemos desear a estos padres todas las satisfacciones posibles. En cualquier caso no debemos olvidar que la fecundación «in vitro» pone en entredicho la supervivencia de muchos embriones.

Ni debemos olvidar que los riesgos no son tan pocos. La fecundación «in vitro» puede determinar problemas para la madre: salió en el 2001 un bello libro de una periodista francesa de «France 2» titulado «Un niño, pero no a toda costa», en el que se relata sus experiencias en este campo.

También acaba de salir otro libro del psiquiatra francés Benoist Bayle, «El embrión en la camilla. Psicopatologí­a de la reproducción humana», en el que explica los riesgos psiquiátricos de estas prácticas.

Pero basta con leer la literatura cientí­fica. Es sorprendente todo lo que es ignorada. La fecundación «in vitro» conlleva el riesgo de la plurigemelaridad y de la prematuridad. Y estos son riesgos para la salud del niño que nace. También otros trabajos, publicados en el 2002, muestran que estos riesgos existen aunque sea implantado un solo embrión.

–¿Qué se podrí­a decir en conclusión?

–Dr. Carlo Bellieni: Que existen paradojas. De hecho, en el extranjero las cosas van de otra forma. En Francia existe una «Defensora de la Infancia» elegida por el Parlamento: Claire Brisset, una famosa periodista.

Ella, precisamente en interés de los niños concebidos de esta forma, ha pedido una moratoria para la técnica de fecundación denominada «ICSI» por la que se introduce en el óvulo todo el espermatozoide con una minúscula aguja.

–¿Puede explicar a qué paradojas se refiere?

–Dr. Carlo Bellieni: En primer lugar, el hecho que todos recordamos: las prohibiciones de comer carne bovina por temor a la encefalitis espongiforme. ¿Y cuántos han sido los casos de personas culpables? Sin embargo, las autoridades sanitarias han adoptado con razón criterios de precaución.

En cuanto a estas prácticas de fecundación, sabemos cuáles son los riesgos para la salud del que es concebido y de la mujer. ¿Es justo correrlos? ¿Es justo hacérselos correr a los propios hijos? ¿O es más justa una actitud de prudencia?

Además querrí­a que se dijera «basta» a una actitud anticientí­fica que considera la vida prenatal como una vida de segunda clase. Y la paradoja es que en cambio se acusa a la Iglesia de retrasar el progreso. En realidad la Iglesia tiene una actitud de tutela de la salud.

Desearí­a recordar que la fecundación «in vitro» fue inventada por un sacerdote: el abad Lazzaro Spallanzani, hace 300 años. Uní­a el semen y el óvulo de rana «in vitro» y obtení­a los renacuajos. Usaba el esperma de perro para fecundar artificialmente a la perrita. Fue un precursor. Fue un cientí­fico. Sabí­a qué se puede hacer al animal y qué se puede hacer en cambio al hombre.

Publicado en Zenit

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