Alfonso Gómez-Lobo

2.4k
VIEWS

 

iImagen activa

Una vida demasiado corta para un hombre tan grande. ¿O un hombre demasiado grande para esta vida? Murió Alfonso Gómez-Lobo, uno de los mayores filósofos chilenos contemporáneos, cuyo currículo se encuentra en la web y su obra en cualquier biblioteca del mundo. Pero su entusiasmo, su optimismo, su entrega, dejaremos de verla – por un tiempo

Enseñó en Georgetown por más de 30 años. Junto a su mujer, Jimena Echeñique, soñaban con volver a Chile tras su jubilación. Lo harían definitivamente este primero de enero: Murió el 31 de diciembre en Washington D.C.  Pero luchó hasta el último día, como si su convicción junto a la de Jimena – con quien estuvo más de 50 años casados pero seguían siendo “novios”; como el ejemplo más vivo de hacerse ‘uno’ con el amado – pudiera doblar la mano a un diagnóstico implacable.

Lo conocí en 1997 poco antes de Navidad. No nos habíamos visto más de cuatro veces. Mi familia insistía en que yo viniera a Chile, pero finalmente ellos tuvieron que ir. Económicamente una locura. Alfonso llegó un día con las llaves de su casa y de su auto: “Para ustedes; cuanto tiempo necesiten”. ¿Hay generosidad más grande que entregar la intimidad a unos desconocidos? Su argumento jamás lo olvidaré: “Como estudiantes jóvenes, en Alemania, con la Jime no teníamos nada, pero mucha gente nos ayudó. Ahí decidimos que devolveríamos la mano. Quizás no a ellos mismos, pero a quién lo necesitara. Por favor, no me digas que no”.

Alfonso tuvo una vida ejemplar y una muerte igualmente heroica. Un académico brillante y un profesor entregado a sus alumnos: Siempre tenía tiempo, siempre contestó los mails, organizaba seminarios extra-curriculares para los más interesados. Su último libro, Morality and the Human Goods (traducido al español por editorial Océano, 2006), lo dedicó a ellos: “A todos mis alumnos, los de antes, los de ahora, los que vendrán”. Fue un cristiano valiente. Se empezó a dedicar a la bioética, a la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, en un país donde la cultura empuja con fuerza en la dirección opuesta. Pero él buscó y encontró argumentos racionales con premisas muy básicas e incuestionables, que no dejaban fuera a ninguna corriente religiosa o intelectual, para construir desde ahí, en un ‘diálogo socrático’, una argumentación lógica irrefutable. Aquella en la que él siempre creyó: el valor infinito de cada ser humano.

Más de un año sabiendo que en cualquier momento moría, pero siempre sereno, sonriente, proyectándose al futuro. En su última visita a Chile, en junio, transmitía una entereza que costaba creer que iba a morir, que pasaba semanas sin fuerzas para ponerse de pie. Pero apenas recobraba algo de energía (por una semana, hasta la próxima sesión), contestaba mails, ayudaba a la edición de sus últimos libros, invitaba a gente a su casa… Y era el hombre con la misma alegría, vitalidad, optimista, lleno de ideas, comprensivo, paciente. No quiso cambiar. Su coherencia de vida – que él sin duda afirmaría que se la debe a la fortaleza de su esposa – llegó hasta sus últimos respiros.

Sabiendo que agonizaba y que no alcanzaría a recibir el libro-homenaje en el que participaron algunos amigos, se le quiso entregar al menos las pruebas de imprenta, para que supiera del cariño que tantos le tenían. Él dictó una carta a Jimena, que refleja su grandeza de espíritu, su humildad, su ejemplo de vida y, más aún, su ejemplo de muerte:

 “El día en que se suponía debía recibir el libro (9 de diciembre) fue el día en el que sentí el mayor dolor físico de toda mi vida. Simplemente fui incapaz de levantarme. Pero no fue un día triste. Sabía que Jimena recibiría en mi nombre este lindo regalo, que simboliza tanto el estudio como la amistad.

Quisiera también agradecer a quienes habrían querido contribuir, pero no pudieron. Ese es el motivo de esta carta.

He querido ser un instrumento durante toda mi vida. Una vida dedicada al estudio es una vida es una vida en la que uno se hace instrumento para que tantos otros puedan entender textos filosóficos, filológicos y teológicos de mayor complejidad.

Muchas gracias, como dije, a cada uno de ustedes. En este momento de mi existencia física no soy capaz de expresarme mejor.

Que los mayores bienes y la felicidad los acompañen por el resto de sus vidas”

Mis palabras podrían parecer una apología. Pero no lo son. Cualquier persona que haya tenido la suerte de conocer a Alfonso sabe que no lo es. Muchos de sus sueños truncados en el último minuto. Y no perdió la esperanza, la fuerza, la coherencia de lo que fue toda su vida. Su muerte, a ojos humanos, resulta incomprensible. Pero la lógica de Dios es otra. Él ya la entiende, aunque nosotros, no. Es muy posible que existan muchas otras personas que reúnan en sí tantas virtudes como Alfonso Gómez-Lobo; yo no he encontrado a otra. Pero para mí, como tengo la certeza de que es igual para todos los que lo conocimos, será para siempre un modelo de entrega, de académico, de marido, de cristiano, de coherencia, de valentía, y de un amigo verdadero. Un hombre bueno.

María Alejandra Carrasco

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Masterclass Sexo, Género y Transgénero

Lunes 31 de marzo. Pulsa en la imagen para más info

Curso de Iniciación a la Bioética

Podrás hacerlo a tu ritmo

Mi Manual de Bioética

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies