Bioética y participación social

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Muchas personas suelen poner el comienzo de la Bioética en 1970-1971 cuando Van Renssealer Potter (1911-2001) acuña el término en un artí­culo “Bioética: la Ciencia de la Supervivencia”, y sobre todo en su conocido libro: “Bioetica: un Puente hacia el Futuro”.

Sin negar este hecho, ni la realidad del impulso que dio Potter al nacimiento de esta nueva ciencia, a otros muchos nos gusta recordar un hecho que ocurrió diez años antes, en 1960.

En la ciudad de Seattle, el doctor Belding Screibner acababa de encontrar la forma de llevar a cabo diálisis repetidas mediante un sencillo ingenio: una conexión y una cánula intravenosa. Se creaba así­ el primer centro de diálisis en Seattle, pero aparecí­a la necesidad de hacer una selección de los enfermos que pudieran acceder a esta técnica. Como pronto se hizo evidente, muchas personas requerí­an tratamiento y no todas podí­an ser atendidas. La solución fue encomendar la delicada selección a un grupo de personas, muchos de ellos no médicos, quienes juzgarí­an en base “a antecedentes no clí­nicos”.

La importancia de la creación de este comité me parece trascendental porque por primera vez la decisión sale del núcleo paciente-médico e interviene de una forma decisiva la sociedad.

Desde entonces otros muchos hechos han reclamado esta intervención. Actualmente parece clara la necesidad de la presencia de la sociedad en la decisión acerca de la investigación, desarrollo y uso de las nuevas biotecnologí­as. ¿Cómo articular esta intervención? De una forma breve podrí­amos responder diciendo: con conocimiento y responsabilidad.

Es necesario saber mí­nimamente de qué se trata a la hora de decidir, para poder hacer lo con responsabilidad. No se trata ciertamente de ser experto ni dedicarse a la investigación cientí­fica, porque precisamente se trata de que intervenga la sociedad, pero sí­ tener algunas nociones de lo que se está haciendo. Para ello en ocasiones hemos reclamado un esfuerzo por parte de los cientí­ficos para divulgar sus investigaciones, y hay que agradecer el esfuerzo que muchos de ellos hacen por dar a conocer de manera asequible a los profanos el avance del conocimiento cientí­fico.

Pero ese esfuerzo de los cientí­ficos no basta. La sociedad, las personas que formamos la sociedad, debemos poner también de nuestra parte para adquirir esos conocimientos. Recientemente hemos asistido a espectáculos poco aleccionadores de intentos de manipulación de la opinión pública para optar por unas técnicas médicas u otras como si se tratase de apuntarse a una bandera polí­tica, o de un simple hecho de recolección de firmas. Es poco ético actuar de esa forma tan superficial.

La bioética se caracteriza, ciertamente, por la participación de una gran variedad de disciplinas en la toma de decisiones. La pluralidad social está convocada a participar precisamente desde esa pluralidad. Los médicos, pero también los abogados, los quí­micos, los padres y madres de familia, los filósofos, los agricultores,”¦ los diversos miembros que conforman la sociedad están llamados desde su saber a participar en la toma de decisiones bioéticas. Pero debe ser desde su saber aplicado al problema del que se trate en cada momento.

La participación lleva consigo la responsabilidad de lo que ocurra después, y por eso es imprescindible un cierto esfuerzo por enterarse de por dónde van los problemas que afectan a la supervivencia y a la calidad de la vida humana. En estos momentos temas como las células madres, el agua, o los transgénicos, por poner unos ejemplos, no pueden ser despachados con una opinión carente de fundamento.

Un modo especial de participación en decisiones bioéticas se da a través de los comités éticos. Esta es una figura que reclama toda la legislación referente a la investigación, desarrollo y aplicación de nuevas tecnologí­as, pero que sólo con un empeño social importante se puede desarrollar.

En esta lí­nea caben muchas iniciativas sociales. Baste reseñar para terminar, la reciente puesta en marcha del Master de Bioética de Canarias que acaba de comenzar avalado por las dos universidades canarias, y que ha sido subvencionado por el Servicio Canario de Salud. En él participan profesionales de diversas ramas: medicina, enfermerí­a, filosofí­a, ingenierí­a, psicologí­a, derecho”¦ Esta iniciativa, como otras muchas que pueden surgir, supone un cierto esfuerzo para las personas que participan en ella, pero hace que nuestra sociedad avance hacia un mundo más ético y por tanto más feliz.

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