Nunca podré congratularme de los logros que hayan necesitado para ser alcanzado manipular seres humanos, que en muchas ocasiones no han merecido ni el respeto que hoy se reclama para los animales de experimentación. Por ello, no puedo sentirme identificado con una investigación científica que para su consecución ha requerido …
1. No hay ninguna duda que para la consecución de estas líneas celulares se han destruido vidas humanas embrionarias. En este caso concreto, según declaración de los propios responsables de la investigación, a este mismo periódico, se crearon más de 40 blastocistos (embriones humanos viables de entre 60 y 100 células) de los que solo se obtuvieron dos líneas celulares útiles, luego los otros 38 se desecharon sin haber llegado a dar ninguna línea celular, aunque indudablemente, todos los embriones obtenidos se destruyeron. Pero además, para obtener estos 40 blastocistos, con toda seguridad se partió de un número superior de embriones humanos congelados, por lo que sin ninguna duda nos estaremos acercando a los 100 a 200 embriones destruidos, cifra acorde con la opinión de la gran mayoría de los científicos, que sostienen que es necesario este número aproximado de embriones para conseguir una sola línea celular útil.
2. Las experiencias se han presentado como directamente dirigidas a tratar enfermedades graves hoy día incurables. Nada más alejado de la realidad. Aduciré sólo dos razones.
a) Para curar a un paciente que padece una grave enfermedad, degenerativa o traumática, hay que partir de células de ese mismo paciente, para evitar problemas de rechazo inmunológico, por lo que habría que crear, por transferencia nuclear somática, la denominada clonación terapéutica, un embrión clónico del propio paciente, para de él extraer las células madre embrionarias que después habría que cultivar adecuadamente para generar las células del tejido lesionado de ese paciente, útiles para el trasplante celular. Consecuentemente, a partir de células madre de embriones congelados sobrantes de fecundación in vitro, se pueden realizar experiencias biológicas básicas, con toda probabilidad importantes, que a la larga es posible que pudieran servir para dar luz a alguno de los múltiples problemas existentes alrededor de graves enfermedades ahora incurables, pero nunca ser utilizadas directamente para tratar a un enfermo. Por tanto, no parece ético apoyar estas investigaciones aduciendo que son ineludiblemente necesarias para curar graves enfermedades, cuando se sabe que ello no es posible. Estas son experiencias biomédicas básicas, por lo que sus autores tendrían que tener el coraje ético de presentarlas así, defendiendo que las realizan porque las consideran de tal interés, que a su juicio, el bien que con ellas se va a conseguir es muy superior al mal que supone destruir decenas de vidas humanas embrionarias. Después cada uno que juzgue lo que le parezca más adecuado.
b) Pero adicionalmente a todo lo anterior, es opinión unánime de los más destacados investigadores en este campo, que la posibilidad de poder aplicar células madre adultas, para tratar algunas de esas graves enfermedades que comentamos, no se podrá realizar antes de cinco o diez años. Sobre la posibilidad de poder utilizar células madres embrionarias con fines curativos, nadie se ha atrevido ni siquiera a pronunciarse. De entre las múltiples declaraciones que hay en este sentido, sólo voy a referirme a las de Juan Carlos Izpisúa, propuesto precisamente para dirigir el Centro Nacional que va a coordinar este tipo de experiencias, quien recientemente manifestaba que “es lamentable escuchar a determinadas personas que con las investigaciones con células madre embrionarias se van a curar enfermedades como la diabetes, el párkinson o el alzhéimer. Esto es jugar con el sentimiento humano y generar falsas esperanzas entre estos pacientes, sus familias y amigos”. Difícilmente se puede decir más, con menos palabras, por la que se quiere sea la máxima autoridad en nuestro país para coordinar este tipo de experiencias. Por ello, no parece de recibo utilizar el dolor de los pacientes, abriéndoles infundadas esperanzas de curación, para apoyar unas investigaciones que, hoy por hoy, solamente tienen una finalidad científica.
3. Otro aspecto que hay que considerar es la afirmación de que los que no apoyan la utilización de embriones humanos para obtener células madre, están frenando las posibilidades de curación de un gran número de pacientes. Nada más alejado de la realidad.
a) La posibilidad más inmediata para la puesta en práctica de la terapia celular pasa ineludiblemente por el uso de células madre adultas, incluso más, por la estimulación de las células madre del propio paciente. En relación con ello, son muchos los protocolos clínico-experimentales en marcha. Como botón de muestra recordaré que el pasado día 16 de junio, se reunieron en el Departamento de Cardiología del Hospital Monte Sinaí de Nueva York, que dirige el Dr. Valentín Fuster, algunos de los más destacados responsables de líneas clínico-experimentales dirigidas a tratar el infarto de miocardio con células madre adultas. Se presentaron de 30 a 40 protocolos experimentales que ya están en desarrollo en todo el mundo. Entre ellos alguno español. Sin embargo, los expertos reunidos en Nueva York mostraron su opinión unánime de que, a pesar de los grandes avances realizados en este campo, aún se tardará no menos de cinco años para que esta realidad experimental sea una verdadera posibilidad de tratamiento para estos enfermos. Y ello naturalmente utilizando células madre adultas, no embrionarias.
b) Finalmente, no hay que olvidar que, hoy por hoy, no está solucionado el problema de la teratogenicidad (producción de tumores) de las células madre embrionarias, pues se sabe que en no menos de un 30 % de las ocasiones se producen tumores cuando estas se trasplantan, un riesgo que las hace absolutamente inservibles para uso clínico.
4. Finalmente, con independencia de la valoración ética que estas experiencias merecen, es indudable que, en el momento actual, no es fácil asegurar su legalidad. En efecto, la ley que debe regular la utilización de embriones congelados sobrantes de fecundación in vitro para experiencias biomédicas fue aprobada por el Parlamento el pasado 23 de noviembre; pero para su aplicación definitiva debía redactarse un reglamento que regulase, entre otras cosas, las condiciones por las que los padres biológicos de los embriones deberían autorizar su uso, reglamento que todavía no ha visto la luz, por lo que en el momento actual no existe una legislación específica que regule en España este tipo de experiencias. Pero, además, los mismos responsables de estas investigaciones, han manifestado que estas se iniciaron hace dos años y medio. Es decir, empezaron mucho antes de que se aprobara la ley. Además, la ley que se comenta admite la utilización de embriones no viables para experiencias biomédicas, pero en ningún caso revitalizar embriones descongelados, circunstancia que no se cumple en las experiencias a que nos estamos refiriendo, pues dichos embriones fueron descongelados y después cultivados hasta la fase de blastocisto, es decir hasta desarrollar un embrión viable si se le hubiera implantado. Por ello, es difícil garantizar que estas experiencias se hayan desarrollado dentro de un marco legal. De todas formas, no es que no crea necesario que cualquier experimentación se desarrolle dentro de la legalidad, pero aún creo más importante que se realice dentro de un marco ético correcto, pues hay acciones que, aun siendo legales, no son éticamente admisibles, como puede ser todo lo actualmente relacionado con la despenalización de la práctica del aborto en España.
Por ello, a mi juicio, las experiencias que estamos comentando, no solamente son éticamente inadmisibles, sino también, con toda probabilidad, ilegales, algo que los responsables de las mismas y los que institucionalmente las apoyan deberían tener muy en cuenta.