Conclusiones y Recomendaciones del Comité de expertos sobre Bioética y Clonación (1999)

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Conclusiones de esta Comisión creada en el marco de la Fundación para las Ciencias de la Salud, y que ponen de manifiesto los cambios que se han producido en breve tiempo.

   

 

 

 

COMPOSICION DEL COMITÉ DE EXPERTOS

  1. Presidente: Diego GRACIA GUILLÉN. Instituto de Bioética. Fundación de Ciencias de la Salud
  2. Carlos ALONSO BEDATE. Centro de Biología Molecular "Severo Ochoa"- CSIC. Facultad de Ciencias. Universidad Autónoma de Madrid
  3. Javier GAFO FERNÁNDEZ. Cátedra de Bioética. Facultad de Teología. Universidad Pontificia Comillas de Madrid
  4. Juan Ramón LACADENA CALERO. Cátedra de Genética. Facultad de Biología.. Universidad Complutense de Madrid
  5. José M. MATO DE LA PAZ. Departamento de Medicina. Universidad de Navarra. Fundación de Ciencias de la Salud
  6. Rafael PARDO AVELLANEDA. Instituto de Economía y Geografía – CSIC
  7. Gonzalo PARÍS VICENTE. Fundación de Ciencias de la Salud
  8. Eduardo ROLDÁN SCHUTH. Instituto de Bioquímica – CSIC. Facultad de Farmacia. Universidad Complutense de Madrid
  9. Carlos M. ROMEO CASABONA. Cátedra Interuniversitaria Fundación BBV – Diputación Foral de Bizkaia, de Derecho y Genoma Humano Universidades de Deusto y del País Vasco / EHU
  10. Manuel de SANTIAGO CORCHADO. Asociación Española de Bioética y Ética Médica (AEBI)

Asesor Internacional

  1. Héctor GROS ESPIELL. Comité Internacional de Bioética. UNESCO

Secretario

  1. Fco. Javier JÚDEZ GUTIÉRREZ. Instituto de Bioética. Fundación de Ciencias de la Salud
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INTRODUCCION

El objetivo de este Informe es analizar los problemas éticos de la clonación, en general, y en especial de la clonación en seres humanos. El espectacular desarrollo que las técnicas de clonación han experimentado en los últimos años, y las expectativas de todo tipo que han originado, exigen su análisis ponderado, evitando posturas poco reflexivas o apresuradas. Como cualquier otro procedimiento científico y técnico, la clonación puede utilizarse tanto en beneficio como en perjuicio de los seres humanos; de ahí la necesidad de que la reflexión sobre estos procedimientos vaya al paso del propio desarrollo de las técnicas, a fin de que no se produzcan desfases que pueden acabar resultando fatales.

El Instituto de Bioética de la Fundación de Ciencias de la Salud es una institución privada, surgida de la sociedad civil, con el objetivo de fomentar la reflexión sobre los problemas morales que generan los nuevos avances de la biomedicina. Con ese objetivo se constituyó, en enero de 1998, no grupo de estudio, denominado Comité de Expertos sobre Bioética y Clonación, que ha venido trabajando intensamente sobre el tema, desde entonces, hasta finales de mayo de 1999. El resultado de ese proceso de deliberación entre biólogos, médicos, bioeticistas, juristas y sociólogos ha sido el Informe sobre clonación, cuyas conclusiones y recomendaciones ofrecemos ahora a la consideración de la sociedad civil, del Estado y de la comunidad científica, en un intento de enriquecer el debate moral sobre estas cuestiones y fomentar el objetivo que nos ha guiado a todo lo largo de este proceso, esto es, la promoción de lo que hemos dado en llamar una cultura de la responsabilidad.

CONCLUSIONES

UNA HISTORIA COMPLEJA La idea de utilizar una técnica de transferencia de núcleos en embriología experimental se remonta al año 1938, cuando Spemann propuso esta técnica para estudiar el papel relativo que el núcleo y el citoplasma juegan en el control de los primeros momentos del desarrollo embrionario. Debieron de pasar muchos años hasta que la hipótesis de Spemann se verificara, por primera vez, en anfibios. Los resultados positivos obtenidos en anfibios, tanto con núcleos de células embrionarias no diferenciadas (1952) como de células diferenciadas (1960), estimularon las investigaciones posteriores en mamíferos de laboratorio (ratón) y de granja (oveja, vaca y cabra).

La historia de la clonación por transferencia de núcleo en mamíferos ha pasado alternativamente por épocas de luces y de sombras. Así, a pesar del aparente éxito inicial obtenido a principios de la década de los ochenta, con la obtención de ratones clónicos por transferencia de núcleos de células embrionarias no diferenciadas, los resultados negativos mostrados en investigaciones posteriores llevaron a asegurar a McGrath y Solter que "la clonación en mamíferos por simple transferencia nuclear es biológicamente imposible". No obstante, apenas unos años más tarde, se obtenían individuos clónicos por transferencia de núcleos de células embrionarias no diferenciadas en ganado ovino (1986) y vacuno (1987, 1994).

En 1996 se produjeron varios avances fundamentales en las técnicas empleadas en los trabajos sobre clonación: en primer lugar, se utilizaron, para la transferencia nuclear, células embrionarias indiferenciadas mantenidas en cultivo durante varios repicados celulares y, en segundo lugar, las células en cultivo fueron inducidas a un estado quiescente (G0) capaz de facilitar la reprogramación genética del núcleo. La aplicación de ambas técnicas en células diferenciadas llevó, al grupo que dirige el Dr. Ian Wilmut en el Rostin Institute de Edimburgo, a la comunicación pública, en 1997, del nacimiento de la oveja Dolly: el primer mamífero clonado a partir de una célula diferenciada adulta. El mismo grupo obtuvo, este mismo año de 1997, ovejas crónicas transgénicas a partir de Cibroblastos fetales.

En 1998, las técnicas de clonación en mamíferos quedaron validadas y ratificadas con la obtención, también a partir de células adultas, de ratones y bovinos clónicos. Por último, en 1999, se anunció la obtención de cabras clónicas, capaces de expresar en su leche antitrombina M humana, a partir de células somáticas fetales transgénicas. Con todo, fue el éxito obtenido en ratón -la especie biológica experimental modelo para el estudio del desarrollo en mamíferos- el que llevó al propio Dr. Solter, como representante cualificado de la comunidad científica, a decir "Dolly ya no está sola". Todo ello ha llevado a aceptar que la clonación puede ser técnicamente posible en la especie humana.

UNA TECNOLOGÍA EN VERTIGINOSO DESARROLLO

En el proceso de reproducción sexual, cada progenitor proporciona material genético para generar nuevos individuos que difieren genéticamente entre ellos y frente a sus progenitores. Por el contrario, la reproducción asexual, como es el caso de la clonación, conduce a una progenie con genes nucleares que son idénticos entre sí y que son también idénticos a los del progenitor. La reproducción sexual es la propia de la mayor parte de los organismos, a pesar de tener costes vinculados a la meiosis, costes de recombinación de genotipos y otros de búsqueda de pareja. Las ventajas de la reproducción sexual están relacionadas con la generación continua de variabilidad y la eliminación de mutaciones deletéreas. Estas ventajas son probablemente mayores que los costes, en vista de la predominancia del modo sexual de reproducción.

La concepción y el desarrollo de un nuevo individuo implica una larga serie de procesos que incluyen: la formación de los gametos masculino y femenino, la interacción de los gametos durante la Fecundación y la activación del desarrollo embrionario. La fecundación es el proceso a través del cual interactúan, se unen y se activan mutuamente los gametos masculino y femenino. Cuando por algún motivo no se produce la fecundación, en forma natural, es posible recurrir a la reproducción asistida.

La fecundación marca el comienzo del desarrollo embrionario. En el ser humano, y de forma genérica, desde que se completa la fecundación hasta que el organismo adquiere la forma característica del individuo adulto, se le denomina embrión; a partir de ese momento se le llama feto. En forma específica, hay dos maneras diferentes de calificar a las etapas iniciales del desarrollo embrionario: (a) en un caso se considera "embrión" a la entidad biológica que abarca todos los estadios del desarrollo hasta el inicio de la fase fetal, reservándose el término "embrión preimplantatorio" para designar a los embriones que se hallan en estadios anteriores a la implantación, y (b) en el otro, se llama a cada estadio embrionario por su nombre (2-células, mórula, blástula, etc.) y a la entidad biológica propia de los estadios previos al día 14 se la designa como "pre-embrión".

Los gemelos no idénticos (dicigóticos) son aquellos que resultan de la fecundación de dos (o más) óvulos por sendos espermatozoides. Los gemelos idénticos (monocigóticos) son aquellos que se producen por la partición del embrión en etapas tempranas del desarrollo.

Se denomina clon a un individuo o grupo de individuos de idéntica constitución genética nuclear, que procede de un único individuo mediante multiplicación asexual y que es fenotípicamente muy semejante al individuo del que deriva. Habitualmente se han agrupado dentro de la categoría de "clones" a individuos generados bien por partición de embriones, bien por transferencia de núcleos.

La obtención de gemelos en forma artificial, por partición de embriones, es un método de interés práctico en animales, aunque probablemente dejará de utilizarse ahora que empieza a ser posible realizar clonación mediante transferencia nuclear. La obtención artificial de gemelos humanos podría ser útil en los casos de mujeres que producen un bajo número de ovocitos, cuando se, someten a reproducción asistida.

La transferencia de núcleo en especies animales (ya sea de células embrionarias o fetales, o de individuos ya nacidos) ofrece posibilidades sin precedentes para multiplicar individuos excepcionales, para generar animales transgénicos (con una enorme variedad de oportunidades para producir fármacos de uso humano) y, tal vez, para conservar especies en peligro de extinción.

En seres humanos, la transferencia de núcleos de células provenientes de individuos ya nacidos podría aplicarse para usos reproductivos, tales como procurar descendencia a parejas infértiles que no pueden concebir por ningún otro medio y que prefieren no recurrir a la adopción o a la utilización de gametos o embriones donados, o para evitar la transmisión de enfermedades hereditarias. La transferencia de núcleos de individuos ya nacidos también podría tener importantes usos no reproductivos, como la generación de células que se usarán para reparar tejidos dañados.

UNA PERCEPCIÓN SOCIAL DIFERENCIADA

La tradición teórica conocida como "comprensión de la ciencia por el público" (scíentífic literacy), atribuye al grado de conocimiento o familiaridad con la ciencia el peso fundamental en la formación de las actitudes respecto a los actores (la comunidad científica) y las consecuencias del cambio científico-tecnológico. Este valiosísimo enfoque ha ganado en complejidad y riqueza en los últimos años, tanto en su componente analítico (dando más espacio al universo de los valores y las orientaciones generales), cuanto en su dimensión programática y práctica (ofreciendo fórmulas diversas para definir el papel de la sociedad en las políticas públicas y las regulaciones respecto a la ciencia y la tecnología). El conocimiento del perfil de la opinión pública respecto a aquellas áreas científicas con capacidad de alimentar controversias es, cada vez más, un elemento inexcusable de la torna de decisiones por parte de las agencias reguladores y de la toma de conciencia de la propia comunidad científica respecto a la sociedad, cuyo consentimiento a los avances de la ciencia no puede darse, sin más, por sentado.

En general, los avances científico-técnicos se abren paso, y llegan a integrarse en el subsuelo que sostiene nuestro complejo modo de vida, sin que medie debate o controversia significativa. Sin embargo, algunas áreas de la práctica científica, y su proyección social a través del cambio tecnológico, presentan un perfil potencialmente problemático, bien por afectar al modo de vida material (trabajadores desplazados) o por erosionar o modificar valores centrales, imágenes y señas de identidad de la especie, característicos de un determinado marco cultural. En estos casos, el avance científico pasa a primer plano del espacio perceptivo de la consciencia pública, lo que puede dar origen al debate, cuando no a fenómenos de resistencia.

La sociedad española se caracteriza hoy por un marcado optimismo respecto a las consecuencias globales del avance de la ciencia y la tecnología, optimismo compatible con las fuertes reservas que algunas aplicaciones de la biotecnología y, sobre todo, de la clonación, suscitan en la mayoría de los ciudadanos. No estamos, pues, ante un fenómeno de oposición anclado en actitudes románticas sobre las repercusiones negativas del cambio social asociado al progreso tecnológico y la racionalidad científica, sino ante actitudes diferenciadas surgidas sobre un fondo de consenso general acerca de los efectos beneficiosos de ese cambio.

La clonación suscita percepciones diferenciadas en los casos de su aplicación en animales y su posible extensión a seres humanos, con variabilidad significativa en el primero y práctica uniformidad actitudinal en el segundo. La primera de las situaciones divide a la población en tres subconjuntos: uno "a favor" (aunque no de manera entusiasta), otro "en contra" y un tercero "sin posición formada" (y/o 'definida’) hasta el momento. Es revelador de las dificultades para alcanzar un juicio evaluativo consciente del balance costes-beneficios asociados a la clonación en animales, el que el 27 por ciento de la población no conteste y otro 23 por ciento se muestre sin una posición definida. Con todo, las actitudes presentan estructura, no están compuestas de mera valoración inconexa. Las relaciones relativamente débiles entre los indicadores agregados de actitudes sobre las 'promesas' y las 'reservas' ante la clonación, sugieren que existe un espacio amplio para la ambivalencia: se quieren ciertos beneficios potenciales, pero, al tiempo, se rechazan otros posibles efectos indeseados.

Las actitudes más favorables ante la clonación en animales se presentan en los segmentos más jóvenes, los varones, la clase social alta y los niveles educativos superiores. No aparecen diferencias significativas en razón de profesar o no una religión, o en función de la autoubicación en una escala de ideología política. Hay otros factores relevantes para dar cuenta de la variabilidad en las posiciones ante este tipo de clonación: las variables cognitivas del elevado 'interés' e 'información' ante la ciencia, a que antes se hizo referencia, se corresponden con actitudes más favorables ante la clonación; quienes tienen una posición más favorable respecto a la ciencia en general, exhiben también una posición más positiva en lo que a la clonación se refiere y, por contra, quienes tienen una visión del papel de los seres humanos en la naturaleza incompatible con la actitud de dominio ante ésta, puntúan más bajo en el indicador de promesas de la clonación. Estos resultados sugieren, en primer lugar, que las variables puestas de manifiesto por la tradición de la scientific literacy son relevantes, es decir, que el conocimiento de la ciencia importa en la formación de las actitudes; y, en segundo lugar, que las actitudes generales ante la ciencia y la naturaleza también tienen un papel a la hora de explicar las actitudes específicas ante algunas áreas particulares como la que nos ocupa.

Las actitudes ante la clonación en animales se ven matizadas en presencia de situaciones específicas en las que pueden darse conflictos o, por contra, refuerzos de valores. El examen de dos situaciones diferentes es ilustrativo de la presencia latente (o subyacente) de dos principios diferenciados a la hora de enjuiciar la clonación de animales. Cuando el objetivo buscado es la (contribución a la) reparación de un "mal" (apreciado como tal por la gran mayoría), las posiciones se flexibilizan en la dirección positiva, como en el supuesto de clonar ejemplares de una especie animal en peligro de extinción. Cuando, por contra, lo que se busca es la obtención de un "bien" por medio de la clonación, como tener más ejemplares excepcionales (toros, caballos), la posición general es mayoritariamente negativa. Los datos sugieren que, en este contexto, el recurso a la ciencia y a la tecnología aparecen justificados cuando lo que se persigue es ayudar a restaurar un proceso "natural", en tanto que cuando el objetivo consiste en alterarlo, la utilización de la herramienta suscita más crítica que aprobación. En este sentido, puede afirmarse que la sensibilidad de la población de los países avanzados se encuentra más próxima a la cultura medioambiental característica del período de modernidad tardía, que a la cultura de la comunidad científica, todavía hoy muy dependiente de los principios y supuestos que dieron lugar a la emergencia y constitución de la modernidad.

Pocos son quienes albergan dudas acerca de la consecución de los conocimientos necesarios para hacer posible la clonación de humanos. Ese escenario futuro despierta, a la altura de 1999, un rechazo prácticamente general. Un rechazo que ocurre al tiempo que se observa una flexibilidad y posición a favor de otras cuestiones abiertas en principio a la controversia moral, como los trasplantes de órganos, la fecundación in vitro (no así ante la elección del sexo de los hijos), la eutanasia y la interrupción del embarazo (en general, aceptada en los casos de peligro para la salud de la madre o de malformaciones congénitas del feto). La única excepción que consigue desplazar las actitudes hacia la aceptación de la clonación es el supuesto de una pareja que se viera obligada a recurrir in extremis a esa vía para tener descendencia propia, en tanto que la posible clonación de individuos excepcionales (artistas, médicos, científicos) alcanza el mismo nivel de rechazo, pero expresado en forma más enérgica ("completo desacuerdo"). Hay otro supuesto concreto, el remediar la pérdida de un ser querido mediante su clonación, que también refuerza este rechazo: el 71 por ciento lo considera absolutamente inaceptable, frente al 60 por ciento en el caso general de la clonación de seres humanos.

La sociedad parece operar con un "mapa" cuyos elementos no están distribuidos aleatoriamente, sino que presentan estructura: ciertos dominios aparecen rotulados como "reservas" que deben quedar fuera de la manipulación con el concurso de las poderosas herramientas servidas por la ciencia y la técnica; en otros espacios, por el contrario, la intervención es bienvenida; y un tercer grupo está abierto a la discusión y al relajamiento controlado, caso a caso, de los criterios generales de reservas morales o culturales.

Junto a las reservas de carácter moral, que aparecen sobre todo en los casos de valores en conflicto, hay ansiedades derivadas de una percepción latente de riesgos graves en el medio o largo plazo. Esos temores siguen asociados hoy, simbólicamente, a la creación literaria de Frankenstein, símbolo de las consecuencias que puede provocar el científico, bienintencionado pero irresponsable, que trata de alterar radicalmente dominios fundamentales de la generación y término de la vida, cuyos elementos esenciales deberían quedar sometidos a su propia legalidad natural o a los designios del Creador. Esa figura de la constitución de la modernidad sigue con nosotros en el cambio de siglo, aunque es más obstáculo que ayuda para guiarnos en el complejo territorio de las opciones morales y las regulaciones abiertas por los avances de la biomedicina.

Las posiciones de la sociedad ante la clonación en seres humanos exhiben, como se ha dicho, una variabilidad muy baja: la convergencia en el rechazo es casi total. Sin embargo, como lo evidencia este Informe, cabe, en principio, una gama de posiciones bastante más amplia y matizada. Es claro que un factor limitador del espacio perceptivo de la opinión pública tiene que ver con la novedad de los avances realizados en la clonación de animales (y su impacto sobre la posible clonación de seres humanos). Seguramente puede debatirse si la noticia de la clonación de Dolly cogió por sorpresa (o no) al grueso de la comunidad científica, pero es claro que para el gran público, antes de ese anuncio, el fenómeno de la clonación estaba circunscrito al dominio de la ficción. En un brevísimo lapso de tiempo la sociedad ha visto cómo se suceden las noticias acerca de su realizabilidad, informaciones a las que concede la mayor credibilidad (pocos piensan que son quimeras de algún sector de la comunidad científica). La sociedad siente que dominios valiosos pueden verse irreversiblemente afectados pero, al tiempo, la información precisa con la que cuenta es sumamente escasa (le faltan incluso las nociones básicas de genética) y el propio aparato de nociones morales es seguramente bastante inespecífico y falto de afinamiento para esta situación. En ese contexto la reacción defensiva es seguramente el primer reflejo. Y posiblemente no fácil de modificar. No, al menos, hasta que tome forma un debate público alejado del sensacionalismo y en el que se haga notar la presencia de un sector informado o "atento" de la sociedad.

La clonación representa un caso típico de desfase cultural o cultural lag, esto es, de un avance científico al que las distintas esferas e instituciones sociales se van re-ajustando con mayor o menor retraso. Con independencia del peso científico que pueda atribuirse a los avances en clonación, caben pocas dudas de que afectan a un amplio y profundo dominio de valores, creencias y temores, entre los que se dan numerosas interconexiones. Pero sin perjuicio del amplio radio de esas consecuencias potenciales, y circunscribiéndonos al objeto de este capítulo de cartografía e interpretación de la opinión pública, es claro que el debate social no ha superado todavía la fase de despegue.

El espacio de la discusión está ocupado hoy por los grupos "creadores de opinión" (o para decirlo con el título de una obra sobre opinión pública, the influentials), que cuentan -o son capaces de dotarse- del conocimiento necesario para examinar los matices de las varias aplicaciones de la clonación de animales y su posible extensión al caso de los seres humanos. Incluso las posiciones detestables entre el segmento de "líderes de opinión" aparecen todavía poco diferenciadas y no excesivamente fundamentadas. Todavía no ha emergido el nivel siguiente y decisivo de la pirámide de la opinión pública característica de las áreas potencialmente controvertidas, nivel etiquetado en la literatura como "público atento" (público interesado e informado, dispuesto a involucrarse personalmente en actividades conducentes a generar una opinión), al que los formadores de opinión suelen dirigirse en primera instancia y, llegado el caso, movilizar para influir en los decisores o entes reguladores (cuando entre éstos hay divisiones). La emergencia de ese público -seguramente con posiciones más favorables respecto a algunas investigaciones o aplicaciones, rescatadas de la masa indiferenciado de aplicaciones objeto de reservas- sería el indicador de que hemos entrado en una segunda fase del debate que, en cascada, iría matizando o flexibilizando las posiciones del resto de la sociedad. Un proceso que, en todo caso, se podría ver frenado o acelerado por las posiciones de la comunidad científica y de las agencias reguladores.

UN RETO A LA REFLEXIÓN MORAL

La deliberación colectiva sobre los problemas morales no debe verse como el resultado de la fragmentación v el pluralismo de nuestras sociedades en materias de valores y creencias. La deliberación colectiva no es un mal menor qué se hace imprescindible en la práctica, pero que es a todas luces insuficiente desde el punto de vista teórico. Muy al contrario, este Comité piensa que la deliberación es una de las vías regias de la racionalidad moral, ya que las decisiones morales son siempre concretas y necesitan de un cuidadoso análisis, no sólo de los principios éticos implicados sino también de las circunstancias del caso y las consecuencias previsibles. Este análisis pormenorizado exige la convergencia de muchas perspectivas distintas, y sólo llegaría a ser perfecto si tuviera en cuenta a todos los afectados, directa o indirectamente, por la decisión. La mayor parte de las veces eso no es factible, pero este Comité ha hecho el esfuerzo de recopilar el mayor número de perspectivas posibles y tenerlas en cuenta en su proceso de deliberación. El riesgo de las decisiones morales es siempre el mismo: no tener suficientemente en cuenta los intereses de todos los afectados.

Otra creencia básica de este Comité es que los juicios morales encierran razones de muy distinto carácter. Hay, cuando menos, dos tipos de razones morales que, a lo largo de este documento, hemos denominado "de necesidad" y "de conveniencia". Se trata de una distinción fundamental, que la ética ha necesitado hacer siempre, desde sus mismos orígenes; de hecho se encuentra en los autores griegos, romanos y medievales, bajo formas distintas: "preceptos" y "consejos", "preceptos negativos" frente a "preceptos positivos", etc. En el mundo moderno esta distinción ha llevado a diferenciar los llamados "deberes perfectos" de los "Imperfectos" y, por tanto, aquellos cuyo cumplimiento puede exigirse por igual a todos los seres humanos de los que, por más que sean deberes, quedan a la gestión privada de los individuos y de los grupos sociales.

Pensamos que es frecuente confundir, en el uso de la argumentación ética, los dos niveles citados y hacer pasar por razones de necesidad las que sólo son de conveniencia. Éste es, quizá, uno de los defectos que hemos advertido con mayor frecuencia en la documentación revisada a lo largo del proceso de trabajo del Comité. Bastantes de los juicios emitidos y de las recomendaciones emanadas de grupos de estudio acaban confundiendo los niveles. El resultado es grave, porque cuando las razones son de necesidad es obvio que la prohibición moral debe ir seguida de una sanción jurídica estricta, que suele ser de tipo penal. Por el contrario, cuando las razones son de mera conveniencia, ese tipo de sanciones debería evitarse, a favor de regulaciones de tipo civil o administrativo, o de simples exhortaciones o consejos sin rango jurídico. Resulta significativa la falta de sensibilidad en relación con estas distinciones en parte de la documentación revisada.

Todo esto hace que nuestras recomendaciones tengan un carácter algo distinto del que ha presidido el trabajo de otras comisiones de ética e inspirado ciertas legislaciones nacionales e internacionales. Pensamos que eso es lo que puede hacer oportuna y útil nuestra contribución, que desearíamos pudiera servir de punto de partida para nuevos debates y ulteriores recomendaciones. De hecho, tenemos conciencia de que la velocidad del cambio científico y el propio desarrollo de la reflexión ética y jurídica exigirán, en un razonable plazo de tiempo, la revisión de las recomendaciones que ahora presentamos. Queremos hacer público nuestro compromiso de continuar, nosotros mismos, realizando esa labor de revisión a lo largo de los años venideros.

La clonación es un procedimiento que pone al ser humano, una vez más, frente a las preguntas últimas de la existencia. El asunto no es si la técnica es, en sí misma, buena o mala, sino cuáles son los objetivos que el ser humano quiere alcanzar con ella. El problema no es tanto de medios cuanto de fines. Lo que está aquí en juego es la moralidad de los fines de la vida humana. Si se colocara como fin último y aspiración máxima de nuestra vida el ser más altos o tener más fuerza física, no hay duda que la clonación acabaría utilizándose para lograrlo. Por el contrario, si lo que nos proponemos como fin es asumir nuestra condición de seres limitados, finitos, imperfectos, mortales, que pueden y deben reducir las contingencias negativas extremas de la vida humana, pero sin llegar al absurdo de querer anularlas; si la clonación se inscribiera dentro de un marco general de respeto al ser humano, a la vida y a la naturaleza, sin sucumbir a las fantasías irracionales de mundos completa y perpetuamente felices, de los que se haya desterrado definitivamente la enfermedad, el dolor y la muerte, entonces la clonación podría no ser, en casos excepcionales, completamente incompatible con la dignidad del ser humano. Por eso, la cuestión no es tanto qué rasgos nos gustaría a nosotros que tuviera un ser determinado, por ejemplo, nuestro hijo, sino cuáles son los que pudieran resultar compatibles con la dignidad del ser humano. Y si no sabemos contestar a esta pregunta de modo razonable, lo mejor que podemos hacer es respetar el actual estado de cosas. Cuando no se tienen razones suficientes para actuar, lo más prudente es la abstención, es decir, el respeto.

UN INSUFICIENTE DESARROLLO JURÍDICO

Es notable el desarrollo del derecho internacional en relación con los nuevos dilemas que plantean las ciencias biomédicas, en especial el de los instrumentos de protección de los derechos humanos que podrían verse involucrados con las aplicaciones de aquéllas. Se aprecia un desarrollo semejante de los derechos internos y es previsible que incluso el derecho constitucional se impregne de esta evolución. Estos fenómenos no son sino el reflejo de la necesidad de crear instrumentos jurídicos específicos en relación con los avances de las ciencias biomédicas.

A pesar de estas tendencias, es todavía patente la indefinición del estatuto jurídico del embrión humano. Hasta el presente, ese estatuto ha sido abordado por el derecho internacional muy escasamente y con pobres resultados, mientras que en los derechos internos se aprecian soluciones muy dispares. De este deseable estatuto jurídico del embrión se extraerían conclusiones muy valiosas para la clonación humana, tanto reproductiva como no reproductiva.

La ampliación de las posibilidades que ofrecen las técnicas de reproducción asistida ha generado, de forma paralela, una mayor preocupación por proteger los intereses de los futuros niños nacidos por medio de estas técnicas, incluida la clonación. La salvaguarda de estos intereses legitima a los poderes públicos para imponer restricciones al acceso a las técnicas de reproducción asistida.

La libertad de investigación ha tenido, al menos hasta el presente, cauces jurídicos adecuados de expresión, sin que la protección de los intereses individuales haya supuesto apreciables obstáculos para aquélla.

De forma llamativa, ha sido rápida la reacción de los organismos internacionales e instituciones nacionales en torno a la clonación humana reproductiva; aunque, por lo común, se han reflejado posiciones poco matizadas, y con pretensión de ser definitivas, respecto a las variadas formas y propósitos de la clonación reproductiva, incluso en los supuestos en los que ésta no pueda ser calificada como tal, en sentido estricto. Tales iniciativas no han dado lugar a la creación de barreras contra las técnicas de clonación no vinculadas con la reproducción humana.

Por lo general, se entiende que la clonación humana reproductiva puede comprometer el derecho del futuro ser a su propia identidad e irrepetibilidad genéticas y a que una voluntad ajena

predetermine el proceso vital futuro del ser clonado, si bien es cierto que no afectaría a la identidad personal del individuo clonado. Por otro lado, las necesidades que podrían atender las diversas variantes de la clonación reproductiva no afectan intereses vitales de los progenitores, pues se trata de tener descendencia, o de que ésta no padezca enfermedades transmitidas por sus padres, o de atender a determinados deseos reproductivos personales. Existen además otras posibilidades (diagnosticas, terapéuticas o preventivas de enfermedades) que, aunque pueden suscitar objeciones de diversa índole, son menos problemáticas y tampoco resultan tributarios de un rechazo absoluto.

El legislador español ha incurrido en graves defectos al plasmar la mayoría de los delitos relativos a la manipulación genética, ya en sí mismos tan complejos, con el consiguiente perjuicio para el principio de taxatividad y para la seguridad jurídica. El delito sobre clonación humana reproductiva que recoge el Código Penal español se mueve parcialmente en el ámbito prohibitivo del Protocolo al Convenio sobre Derechos Humanos y Biomedicina del Consejo de Europa y, desde una perspectiva político-criminal global, parece acertado. Sin embargo, es confusa su redacción y son numerosas las interpretaciones a que puede dar lugar, aunque la que le parece más correcta a este Comité es la que aprecia dos tipos delictivos diferenciados. El Comité entiende que es imprescindible acometer su reforma, aunque sólo fuera con el objetivo de restaurar la seguridad jurídica, tal como se sugiere en la sección de recomendaciones.

Las técnicas de clonación no vinculadas con la reproducción humana pueden enfrentarse con la prohibición, incluso como delito, de dar origen a embriones humanos con fines de investigación, experimentación, cosméticos o industriales. El derecho español es restrictivo al considerar delito la fecundación de óvulos humanos con cualquier fin distinto a la procreación humana.

Las técnicas de clonación aplicadas a animales, con cualquier propósito, no han dado lugar a prohibiciones específicas, a salvo de la protección general que suele otorgar la ley a los animales y las medidas de seguridad que suelen establecerse legalmente.

SOBRE LA HISTORIA DE LA CLONACIÓN

1. La historia de la clonación es un ejemplo paradigmático de cómo no deben hacerse afirmaciones categóricas en el campo de la ciencia. El conocimiento propio de las ciencias empíricas es siempre sintético o a posteriori y en él las proposiciones, sobre todo cuando se universalizan, van más allá de la base empírica que las sustenta. Esto hace que las afirmaciones tengan siempre un cierto carácter de provisionalidad. El inferir precipitadamente conclusiones a partir de los datos disponibles ha sido el origen de graves errores científicos y de retrasos muy importantes en el desarrollo de técnicas y en el progreso del conocimiento. Concretamente, las inferencias precipitadas han tenido un efecto negativo sobre el avance de las técnicas de clonación.

2. El desarrollo de la ciencia obedece a criterios no sólo lógicos sino mas bien históricos. Es por ello fundamental promover el estudio del desarrollo histórico de los problemas científicos, a fin de situar adecuadamente los descubrimientos en su contexto concreto, dentro del cual adquieren únicamente su verdadero sentido. Convertir los hechos científicos en datos intemporales y absolutos supone siempre ir más allá de los conocimientos disponibles y provoca, necesariamente, una manipulación de la verdad.

3. En ciencia o deben prevalecer los argumentos basados en el prestigio personal, en el poder o en la autoridad. Por más que merezcan cierto respeto, los argumentos de autoridad son subjetivos y deben jugar siempre un papel muy secundario frente a los argumentos basados en pruebas objetivas. Los argumentos de autoridad son especialmente perjudiciales cuando se utilizan para orientar la investigación por ciertos derroteros en perjuicio de otros. Algo similar cabe decir de los argumentos basados en el poder o en el prestigio personal.

4. Debe promoverse el debate público informado y la participación social en la definición e implementación de las políticas científicas. No puede seguir manteniéndose la tesis, común hasta hace algunas décadas, del carácter moralmente neutro del conjunto de la ciencia. El saber está asociado con la capacidad para tomar decisiones. Es necesario involucrar a la sociedad en el análisis de las prioridades y las consecuencias generadas por la investigación científica y el desarrollo tecnológico, a fin de que primen los intereses generales de la sociedad frente a los intereses particulares de sus promotores o, al menos, que estos últimos no lesionen gravemente los primeros.

SOBRE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA DE LA CLONACIÓN

5. Las técnicas que se agrupan bajo el concepto de clonación no deberían definirse como tales sobre la base de la similitud entre los individuos de la misma progenie, sino que debería tenerse en cuenta la similitud que existe entre progenie y progenitores. Esto permitiría distinguir la partición de embriones (gemelación artificial) de las técnicas de transferencia de núcleos. Entre estas últimas, se propone el uso del término paraclonación para la transferencia de núcleos de células embrionarias o fetales (es decir, de individuos no nacidos), y el término clonación verdadera para la técnica de transferencia de núcleos de células provenientes de individuos va nacidos.

6. Aplicadas a los animales, las técnicas de clonación pueden ser potencialmente beneficiosas tanto para evitar la desaparición de especies amenazadas como para la mejora genética de otras ya existentes. Entre las aplicaciones potenciales de estas técnicas están el rescate de especies biológicas extinguidas o en grave peligro de extinción, la selección de individuos poseedores de ciertas ventajas genéticas, la mejora de especies y la producción, en animales, de proteínas de valor farmacológico y terapéutico para los seres humanos.

7. La gemelación artificial ha sido ampliamente experimentada en animales, pero no se ha utilizado en seres humanos. Por lo tanto, y en caso de aplicarse en nuestra especie, se deberán realizar estudios apropiados antes de autorizar su uso. Tras la fase de experimentación animal, la gemelación artificial deberá someterse a las normas que rigen la investigación biomédica con seres humanos.

8. Las técnicas de transferencia de núcleos requieren más investigación, tanto básica como aplicada, a fin de mejorar su seguridad y eficacia. Entre otros aspectos, deberá estudiarse la interacción que se establece entre el óvulo "nodriza" y el núcleo transferido (reprogramación del núcleo), el envejecimiento celular y los motivos que llevan a las pérdidas pre- y peri-natales.

9. La clonación verdadera confines reproductivos podría interpretarse como una técnica no convencional de fecundación asistida. En efecto, su aplicación terapéutica fundamental podría ser, en el futuro, hacer posibles gestaciones que las otras técnicas de reproducción asistida no permitieran abordar.

10. En caso de autorizarse la utilización de las técnicas de clonación por transferencia de núcleos en humanos, deberán desarrollarse ensayos controlados antes de permitir su uso. La utilización de estas técnicas en seres humanos debe de hacerse, cuando menos, con todas las precauciones que marca la legislación. Esto obliga a desarrollar una amplia fase experimental que permita probar su seguridad y eficacia en seres humanos.

11. La clonación por transferencia de núcleos es una técnica potencialmente útil para el tratamiento de enfermedades mitocondriales. Antes, en cualquier caso, deberán evaluarse como alternativas: (a) el trasplante de mitocondrias o citoplasma provenientes de óvulos donados y (b) la transferencia de núcleos de ovocitos antes de la fecundación.

12. La utilización de las técnicas de clonación no reproductiva confines terapéuticos, por ejemplo para generar tejidos humanos para trasplante, deberá ponderarse frente a las nuevas tecnologías emergentes de obtención de células madre (stem) y diferenciación de las mismas in vitro. Ello se debe a que las técnicas de clonación pueden conducir a la generación de células con capacidad totipotente, mientras que las células madre conducen, en principio, a la generación de determinados linajes celulares.

SOBRE LA OPINIÓN PÚBLICA Y LA CLONACIÓN

13. Los poderes públicos y las instituciones privadas deben difundir información veraz y comprensible sobre todos aquellos avances científicos que generen inquietud y malestar en la sociedad. Esto es particularmente necesarios urgente en el caso de las aplicaciones biotecnológicas y mas en concreto en el de clonación, tanto en animales como en seres humanos. En el tránsito al siglo XXI, las aplicaciones biotecnológicas y la clonación integran, junto con la energía nuclear, el grupo de desarrollos científico-tecnológicos con mayor capacidad de alimentar controversia y, dadas algunas condiciones (papel de los medios de comunicación, existencia de grupos críticos organizados, división dentro de la comunidad científica), de generar oposición abierta o latente por parte del "público". En casi todos los países avanzados se viene desarrollando un significativo nivel de controversia respecto a la biotecnología y, más recientemente, respecto de la clonación (aunque hay que notar la posición en general más favorable de la sociedad norteamericana, caracterizada por lo que se ha calificado como "entusiasmo tecnológico"). Esa controversia dista de ser simple, ya que en la formación de las posiciones del público aparecen distintas líneas de fuerza, cuando menos las siguientes: la ausencia o no de conocimientos acerca de la biotecnología, las consideraciones de utilidad, las imágenes de riesgo y los criterios de carácter moral.

14. La comunidad científica y las agencias reguladoras tienen la especial responsabilidad en la creación de un clima de confianza por parte de un público cada vez más instruido, Los fenómenos de incertidumbre e incluso de resistencia no son mera función de ignorancia de la sociedad sino de preocupación genuina por las consecuencias de medio y largo plazo en áreas sensibles, afectando valores, prácticas y estructuras centrales, deriva o asociadas a todo avance científico mayor. La comunidad científica debe contribuir a que el debate se mueva en dirección de una mayor complejidad, diferenciación y flexibilización de las posiciones, ayudando a que tome forma un "público atento" a los temas de biotecnología y clonación. Tanto la comunidad científica como el poder regulador deberán sortear dificultades propias, heredadas de otro contexto en el que las relaciones entre expertos y entidades reguladores, y entre ambos y el público, estaban presididas por una completa asimetría de roles, imposible de mantener en las actuales condiciones de extensión de la democracia y de demandas de "voz" por parte del público. La comunidad investigadora tiene que reexaminar la rutina cultural de desentendimiento respecto a las consecuencias morales y sociales de su hacer, que no se corresponde con el grado de dependencia e infiltración del conocimiento científico -en plazos cada vez más cortos- en los más diversos planos de la sociedad del tránsito de siglo.

15. La sociedad puede, debe y quiere participar en la regulación de aquellos procedimientos y técnicas de gran repercusión en la vida individual y colectiva, presente y futura, de los seres humanos. Hay indicadores sugestivos de que la sociedad considera que esa responsabilidad no queda agotada por los mecanismos de delegación en las instituciones, públicas o privadas, que definen las políticas de investigación y desarrollo. Es necesario, pues, establecer nuevos cauces de participación de los ciudadanos, que salvaguarden, al mismo tiempo, el sutil entramado institucional posibilitador de la existencia misma de la ciencia, de su desarrollo, así como la aplicación de la racionalidad científica a la resolución de los complejos problemas en el horizonte del nuevo siglo. Ese reto conlleva, como primer prerrequisíto para su superación exitosa, una mejora significativa de la formación científica del público. Las asociaciones científicas, academias y centros de educación superior e investigación, tienen también que someter a escrutinio los supuestos, valores y códigos, expresos o tácitos, que siguen guiando la socialización de los jóvenes investigadores, pero que presentan deficiencias más o menos serias para guiar la conducción de la labor científica en el actual contexto. Éste se caracteriza por la presencia de una población más educada, menos acrítica acerca de los efectos del avance científico-tecnológico y mas decidida a hacer oír su voz en el diseño y la aplicación de las correspondientes políticas públicas. La comunidad científica se sigue acogiendo, mayoritariamente, a una visión caracterizada por: 1) la confianza firme en el progreso y en los beneficios asociados o derivables del avance del conocimiento científico, en el convencimiento de que cualquier efecto adverso del cambio científico-tecnológico podrá, antes o después, resolverse mediante la aplicación de nuevos avances; 2) una percepción de la naturaleza como espacio a controlar (cuando no a dominar); 3) una afirmación del principio del "neutralismo axiológico" no ya en la conducción de la investigación, sino respecto a los objetivos de las políticas científicas y las consecuencias sociales derivadas o asociadas a la investigación y 4) finalmente, una defensa del principio de autonomía respecto a la sociedad en la conducción de la investigación. Desde esta óptica (que, desde luego, admite matices importantes no recogidos en esa breve lista), la resistencia o las dudas respecto al progreso científico por parte de la sociedad o del público, son vistas como función de la ignorancia e, incluso, del abandono del ideal racionalista, una visión que favorece más las actitudes de estigmatización del público que las de fomento del diálogo informado con él. La sensibilidad del público, detestable en las sociedades avanzadas en el tránsito de siglo, se caracteriza por la ambivalencia y la aceptación condicionada de los resultados de la actividad científica, así como por una preocupación creciente ante la situación de la naturaleza y los procesos "naturales", tanto por los riesgos que su deterioro podría comportar para los humanos, cuanto por el sentimiento de que es un dominio valioso en sí mismo (y no sólo a preservar como medio para los fines de los humanos, algo que se comienza a conceder en primera instancia a ciertos animales). En modo alguno estamos, como han señalado los teóricos de la posmodernidad, ante un rechazo de la ciencia, ni ante un deslizamiento al relativismo de atribuir igual valor cognoscitivo -e incluso práctico- a la ciencia y a cualquier otra representación conceptual del mundo, como postulan los teóricos radicales de la "construcción social de la ciencia", sino ante incertidumbres, y ante la atribución de legitimidad condicionada a una construcción -como la ciencia- y un grupo profesional como el de los científicos, que sigue siendo percibido mayoritariamente con respeto y admiración. De este grupo, por lo mismo, se espera un papel más activo en informar, dialogar y explorar espacios de toma de decisiones conjuntamente con el público informado. Tales expectativas van unidas a una demanda latente de "voz" en aquellas decisiones y políticas relativas a la ciencia y la tecnología con potenciales impactos mayores en el modo de vida, la autoimagen de la especie, la actitud ante el mundo natural y el respeto de los valores centrales.

16. Cuando la influencia de la ciencia y de la técnica es tan enorme que puede comprometer el presente y el futuro de la vida humana, nuevos procedimientos de regulación y control, distintos de los clásicos, se hacen necesarios. No es suficiente con aplicar rigurosos estándares éticos y jurídicos en el desarrollo de la investigación científica, sino que se requiere también de la puesta en marcha de procedimientos que ensanchen la participación y deliberación de la sociedad, favoreciendo así la emergencia de vías más flexibles que las actuales para la legitimación de las decisiones públicas. La comunidad científica deberá dar pasos decididos para evidenciar que la investigación se realiza bajo el control de códigos éticos rigurosos y no meramente retóricas (mostrando así que, efectivamente, cuenta con mecanismos y principios eficaces de autorregulación) y, en paralelo, habrá de involucrarse en una relación de diálogo con el público. Hay también un amplio espa

Comments 1

  1. Muy bueno y tiene muy buen contexto

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