Hace unas semanas saltó a los medios de comunicación la noticia de que la sangre del cordón umbilical de doña Leonor ha sido llevada a un banco en Tucson (Arizona) . ¿Por qué ha saltado esta noticia varios meses después de que ocurriera? No es temerario apuntar que ha aflorado …
En cualquier caso el debate está ahí, entre la admisión o no de bancos privados.
La historia se origina porque a fecha de hoy se han dado más de 6.000 trasplantes de células madre del cordón umbilical en todo el mundo a pesar de que los organismos públicos españoles han prestado poca atención a estos bancos. En España se ha hecho excesivo hincapié en dedicar dinero a la investigación con células madre embrionarias, valorando en poco las posibles terapias con células madre adultas, como es el caso de las del cordón.
Un ejemplo es la Ley de Reproducción humana asistida, recientemente aprobada en el Congreso y en trámite en el Senado, que en vez de promocionar estos bancos, propone introducir la producción y selección de embriones que sean compatibles para llevar a cabo estos trasplantes –los conocidos como bebé-medicamento-.
Mientras tanto ha crecido la oferta de la iniciativa privada que ha visto la posibilidad del mercado para ofrecer almacenar este material biológico a disposición de su dueño, de sus familiares, o también de terceros.
Cuando estas empresas han llegado a España han sido bien vistas por los que ya estaban enviando la sangre de los cordones al extranjero. En cambio han sido repudiadas por los que asemejan este uso al que se hace con los trasplantes de órganos.
Me parece que es importante recordar que en el caso de donantes de órganos, el que dispone de ellos lo hace porque es su dueño. Incluso en el caso de personas que fallecen, no se puede pensar que su cuerpo queda en propiedad de toda la sociedad. Sus órganos deben ser utilizados según lo hubiese dispuesto en vida, o lo decidan los que representan su voluntad. Si estamos ante personas vivas, es evidente, que cualquiera puede ser donante de órganos a la persona que quiera, habitualmente un familiar o alguien querido. Si es post mortem, puede donarlos en general, y entonces se utilizan los protocolos de acceso a trasplantes que siguen criterios de equidad entre los pacientes que quieren acceder a ellos.
Por tanto parece claro que en el caso del cordón umbilical, también pertenece al niño que nace, y, en su representación, pueden disponer de él los padres, o tutores legítimos. Que lo pueda guardar para futuros autotrasplantes, o para trasplantes a familiares, no parece que tenga ninguna dificultad. Por tanto que pueda acudir a bancos privados, o que la sociedad arbitre medios para ofrecer esta posibilidad, no parece injusto.
Los bancos públicos ofrecen este material biológico en forma anónima, a las personas que lo necesiten y cuyo trasplante puede tener posibilidades de éxito. En este caso es cuando hay que aplicar la equidad para que no haya discriminación en el uso de estos recursos.
Qué duda cabe que los padres también pueden donar los cordones umbilicales a bancos públicos para su disposición general. Lo que siempre habrá que evitar es el tráfico mercantil con estos elementos, tanto para el donante como para el paciente que los vaya a utilizar.
Sin duda sería muy conveniente fomentar desde los organismos públicos la donación de cordones umbilicales en el momento del parto. Para ello habría que hacer campañas explicando sus beneficios, y arbitrar los medios técnicos para que se pueda llevar a cabo su recogida y almacenamiento –en estos momentos sólo tenemos capacidad para recoger el 15% de ellos-. Por poner un ejemplo, en 2004 el Congreso de los Estados Unidos destinó 20 millones de dólares con el fin de subsidiar la recogida e investigación de sangre del cordón umbilical.
César Nombela, presidente del Comité Asesor de Ética para la Investigación Científica y Tecnológica, recomendó esta opción frente a la selección de embriones, porque este camino “no plantea ninguna objeción”. “Un proceso de selección embrionaria éticamente es muy discutible porque elimina embriones”, subrayó. Frente a estos problemas, la conservación de células de cordón umbilical “no tiene ninguna reserva ética. Son “una reserva personalizada, específica de la persona y con características que podría hacerlas además útiles para personas con las que podrían ser compatibles”