Los CEAS son instituciones, que por ley deben existir en los centro sanitarios, con el fin de fomentar la formación bioética de las personas que trabajan en esos centros, y asesorar, tanto a los pacientes como a los profesionales, en la toma de decisiones sobre aplicación o no de las terapias posibles. En ningún caso tienen una misión de control sobre el personal sanitario, ni mucho menos de sustitución en las decisiones médicas que tanto estos como los pacientes o sus representantes deben tomar.
Por su propia constitución se trata de lugares de debate, en los que se procura que estén presentes profesionales diversos, que tengan que ver con la forma en la que las personas humanas enfocamos los temas de salud, de enfermedad y de muerte. Son, por ello, colectivos multidisciplinares que trabajan usando como herramienta el diálogo que siempre es fecundo al tratarse de personas con distintas especializaciones profesionales. Al final se ofrece un asesoramiento en el que se recoge razonadamente el fruto de ese debate.
De entrada se puede comprender que una persona especialista en Bioética tiene perfectamente definido su papel en estos comités. No importa que sea sacerdote, negro, blanco, inmigrante o mujer. Su presencia se justifica por sus conocimientos éticos, y por el beneficio que aporta a estos comités y a los pacientes.
Sin embargo, el caso parece que se refiere a sacerdotes que puedan participar, en cuanto tales, en esas instituciones. Puede ocurrir que no tengan conocimientos especiales de bioética. Su presencia entonces, ¿sería contraproducente? En absoluto, por dos motivos.
El primero es que las religiones, sean las que sean, tienen una larga tradición de humanidad. Los sacerdotes, pastores, brahmanes, etc., han acompañado durante milenios a sus hermanos los hombres a afrontar los problemas del sufrimiento, de la vida, y de la muerte. Por ello se trata de personas expertas en el conocimiento del corazón humano y de las decisiones que éste toma. Siempre se podrá encontrar personas concretas no han sido fieles a esta misión, pero la realidad de los siglos esta ahí para quien quiera verla. Por tanto, sus aportaciones pueden aportar luz a la hora de tratar los asuntos referentes a estos temas.
Evidentemente no se trata de primar a una religión u otra, sino de aplicar el sentido común y el conocimiento del tipo de sentimientos religiosos que tiene la mayoría de los pacientes.
En segundo lugar, la objeción de que pueda carecer de la preparación específica para ese tipo de comités, hay que decir que eso es lo que ocurre con casi todos los miembros que forman parte de ellos. Lo que suele pasar, y de hecho es lo que se ha dado en Canarias, es que algunas personas más formadas en Bioética, van constituyendo una especie de núcleo que impulsa la formación del resto de miembros del comité. Evidentemente los sacerdotes, en cuanto tales, no tiene esta formación específica y deben estar dispuestos a formarse y a dedicar el tiempo necesario para ello, como cualquier otro profesional que trabaja en los centros sanitarios.
Como hecho anecdótico citar que el Dr. Karen Lebacqz, pastor ordenado en la United Church of Christ , fue miembro de la National Commission for the Protection of Human Subjects, que elaboró el Informe Belmont (1978), que fue uno de los principales focos de desarrollo de la moderna Bioética. A este informe se debe la elaboración de los cuatro principios de la Bioética, hoy día herramienta de trabajo en todos los Comités de Ética Asistencial.
Publicado en Canarias7, 5/05/2008