El año de las células iPS

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En su primer número de enero, la revista Nature Methods ( 1; 7, 2010) publica un especial sobre lo que los editores consideran el método científico más importante del 2009, asignándoselo a la técnica de reprogramación celular, con la que se consiguen células pluripotenciales inducidas (iPS) a partir de células somáticas (células adultas).

En pleno escándalo por el fraude de Woo Suk Hwang, el científico surcoreano que amañó experimentos para probar que podía clonar embriones humanos, otro científico japonés, Shinya Yamanaka, ultimaba en su laboratorio de la Universidad de Kioto unas investigaciones que conducían a un logro aún más revolucionario: células pluripotentes con casi todas las ventajas de las embrionarias y sin los inconvenientes de éstas.

El fiasco de Hwang todavía coleaba y Yamanaka no se atrevía a publicar el hallazgo de la reprogramación celular para inducir pluripotencialidad, así que hizo que uno de sus colaboradores lo repitiera antes de enviar el trabajo a las revistas científicas. En 2006 apareció en Cell su fórmula magistral con los cuatro genes reprogramadores murinos. Poco después hablaba con el investigador Konrad Hoechedlinger, recién aterrizado en la Universidad de Harvard, quien se ofreció a repetir el experimento del japonés. Hoechedlinger cuenta que utilizaron fibroblastos manipulados para expresar una proteína fluorescente verde en caso de que cierto gen clave de las células madre embrionarias se activase; al mirar por el microscopio y ver todas las colonias celulares verdes pensaron que se trataba de “ciencia ficción”. En noviembre de 2007, Yamanaka y James Thomson, de la Universidad de Winsconsin, publicaron dos trabajos independientes en los que empleaban fibroblastos humanos disponibles comercialmente para producir células iPS humanas. De inmediato apareció un tercer estudio, de George Daley, del Hospital Infantil de Boston, que repetía el experimento con fibroblastos de tejido humano fresco. La población general empezó a percatarse de que las células madre no tenían por qué ir asociadas a embriones. Terminaba el reinado de la oveja Dolly y la clonación.

Tres años después de que Yamanaka hiciera pública su estrategia para desarrollar células iPS, sigue siendo el hombre del año. En septiembre recibió el premio Lasker de Medicina Básica y ahora los editores de Nature Methods consideran que la inducción de pluripotencialidad merece considerarse el Método de 2009 y le dedican unas páginas especiales. “Veremos mucho más progreso en el campo de las células iPS que el que hemos visto con las células madre embrionarias”, predice William Stanford, del Centro de Ontario de Células iPS Humanas, un organismo del Ministerio de Investigación y Ciencia canadiense. La técnica
reprogramadora es sencilla y muchos científicos pueden asumirla, y eso favorece la suma de conocimientos. Por ejemplo, las iPS pueden aportar una mejor comprensión de las células cancerosas. Ambos tipos celulares comparten propiedades. Este año, cinco grupos científicos han publicado trabajos que mostraban que al inactivar el gen tumorsupresor p53 se disparaban las tasas reprogramadoras. “La conexión entre proliferación y reprogramación es muy importante. Y creo que se ha pasado de largo durante mucho tiempo”, asegura Rudolf Jaenisch, del Instituto Broad, en Cambridge (Massachusetts).

Pero el entusiasmo generado por las iPS es más palpable cuando se relacionan con enfermedades. Las líneas de células iPS obtenidas de fibroblastos de pacientes constituyen un modelo de estudio mejor que las biopsias, que proporcionan escasas células para repetidos análisis, y también superior que las que se pueden realizar con murinos. Este año, el grupo de Juan Carlos Izpisúa, del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona, ha conseguido corregir el defecto genético de células somáticas de pacientes con anemia de Fanconi para después reprogramarlas en células iPS sin la enfermedad, lo que constituye la prueba de concepto de que la reprogramación se puede emplear para obtener células sanas de un enfermo.

No obstante, hay limitaciones, sobre todo en enfermedades multifactoriales, como las cardiacas. Al margen de su empleo para el estudio de patologías, para un investigador las iPS son un filón: pueden convertirse en muchos tipos de células humanas. Sus límites, como apostilla Ron McKay, del Instituto Nacional de Enfermedades Neurológicas e Ictus, de Estados Unidos, están en los de la creatividad científica (Sonia Moreno. DM, 22-XII-2009)

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