El gobierno de Irlanda no logra redefinir el matrimonio

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La constitución de Irlanda fue redactada en 1937. Su lenguaje refleja la época y utiliza terminología que podría sonar condescendiente, sexista o arcaica para los oídos modernos.

El artículo 42 hace referencia a “los deberes” de la mujer en el hogar, dando a entender que los hombres no actúan en la esfera doméstica

El mismo artículo continúa diciendo que las “madres” no deben ser obligadas a abandonar el hogar “por necesidad económica”, lo que algunos confunden con inferir que el lugar de la mujer es el hogar.

El impacto de estas expresiones en la legislación actual ha sido neutral o positivo. El artículo 42 se invocó con éxito para garantizar el apoyo financiero a las madres que, por las circunstancias, perdieron al sostén de la familia.

El referéndum de la semana pasada para cambiar el status quo constitucional no era sobre el lenguaje anticuado. El lenguaje ofrecía un pretexto para borrar distinciones significativas en la vida familiar.

Merece la pena mencionar que el preámbulo de la Constitución sigue afirmando que:

Toda autoridad del Estado proviene de… la Santísima Trinidad”.

A nuestros laicistas cruzados tampoco les gusta esta frase. Sin embargo, no interfiere con su programa de deconstrucción social, así que la ignoran.

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, se invitó al electorado irlandés a aprobar dos cambios:

  1. Una era eliminar la referencia a las mujeres y las madres y sustituirla con una afirmación de todos los  “cuidado” dentro de las familias.
  2. La segunda propuesta era eliminar el reconocimiento especial que la Constitución otorga a “la familia basada en el matrimonio” ampliándolo a todas las familias “basadas en relaciones duraderas”.

Las encuestas dos semanas antes del referéndum sugerían que las enmiendas serían aprobadas por una mayoría muy cómoda.

Luego hubo una intervención de un sector inesperado.

Michael McDowell, un distinguido abogado y ex Ministro de Justicia que ahora ocupa un puesto en la Cámara Alta, entró en escena. Al igual que otros parlamentarios, tenía dudas, especialmente sobre el término “duradero”.

Propuso una cláusula que daría al gobierno de turno poder para definir qué eran las “relaciones duraderas”. Como todos los ajustes propuestos con las enmiendas, fue ignorado. El gobierno impulsó la legislación necesaria para celebrar los referendos con la mayor celeridad posible y prácticamente sin escrutinio.

Incluso en retrospectiva, la obstinación del gobierno parecía extraña. Se puede comenzar a detectar que lo que parecía una absurda intransigencia y una temeridad política tenía una siniestra deliberación.

Cualquier condicionalidad en torno a “duradero” significaba que el estatus especial del matrimonio se mantenía de alguna manera porque el matrimonio es privilegiado desde el momento en que las dos partes firman el contrato civil.

Este argumento se utilizó para defender el matrimonio homosexual en 2015, irónicamente por las mismas personas que están detrás de los últimos referendos.

No cabe duda de que el objetivo del referéndum era eliminar las distinciones entre uniones matrimoniales y no matrimoniales. Así que no, la campaña del gobierno no trataba de modernizar y actualizar.

Fue una cruzada para destruir el matrimonio tradicional. 

Hemos despertado. Me sentí orgulloso de nuestro país el pasado sábado, cuando rechazamos ambos referendos por amplias mayorías. Fue un triunfo para el pensamiento crítico. Y fue extraordinario si se tiene en cuenta que no había habido una verdadera campaña por el No y que todos los partidos políticos (con excepción de Aontu, un nuevo partido) junto con el Consejo Nacional de Mujeres, financiada con fondos públicos, abogaban por el voto del Sí.

Muchos creen que intentaron persuadir a las personas de que eliminar el reconocimiento del valor único del papel de la madre ayudaría a todos aquellos que “cuidan” a otros dentro de las familias. Al igual que intentaron persuadir de que el estatus especial del matrimonio perjudicaba a los padres solteros.

Intentaron persuadir a las personas de que no habría consecuencias no deseadas. La presidenta de la Comisión Electoral, la jueza Maria Baker, dijo que la poligamia (y el poliamor) sería imposible porque la poligamia era un delito en Irlanda. Pero no señaló que no sería un delito contra las “relaciones duraderas”.

Esas garantías simplistas no prosperaron, en gran parte gracias a Michael McDowell.

Los burócratas progresistas no pudieron responder a las preguntas fundamentales. Lo que se obtuvo fueron palabrerías, evasión, grandilocuencia moral y ataques ad hominem. En poco más de una semana, el terreno electoral cambió radicalmente.

Al verse a la defensiva, el gobierno jugó desesperadamente la trillada carta del “alarmismo”, pero Falló.

En la campaña de 2015 para enmendar la constitución para permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo, los opositores afirmaron que cambiar la definición de matrimonio conduciría a la maternidad subrogada. Se tachó de alarmismo.

Ocho años después, la gestación subrogada se ha normalizado. El gobierno, a pesar de la prohibición de la subrogación comercial, está elaborando una legislación para registrar a las parejas, o incluso a individuos, como padres de bebés nacidos de madres sustitutas en países pobres.

Se trata de una consecuencia directa de permitir a las personas casarse y “fundar una familia”, “independientemente de su sexo”.

Durante el referéndum sobre el aborto de 2018, los opositores afirmaron que las cifras de abortos aumentarían. Esto fue ridiculizado como alarmismo.

El gobierno insistió en que los abortos disminuirían gracias a las salvaguardias, incluido un período de espera de tres días. Desde entonces ha ido desmantelando las salvaguardias. Los abortos han aumentado año tras año.

Una y otra vez, los “alarmistas” tenían razón.

Los políticos ahora se están enfrentando unos a otros en un juego de culpas y criticando a quienes los eligieron. Pero los votantes están empezando tardíamente a atar cabos. Ven cómo la sociedad continúa desmoronándose a medida que una legislación liberalizadora y que elimina las distinciones aplasta las nociones de lo que son los hombres, las mujeres, la paternidad, el matrimonio y la familia.

Este gigante ideológico se detuvo estrepitosamente el sábado pasado. El gobierno y seguidores, en particular el Consejo Nacional de la Mujer, querían sacar a las madres y a las mujeres de la Constitución como regalo del Día de las Madres y dificultarles el cuidado de sus hijos en casa.

Ahora se dan cuenta de que no somos los Yes women y Yes men por los que nos tomaban.

Publicada en Bioedge por Margaret Hickey | 13 de marzo de 2024 | Ireland’s government fails to redefine marriage

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