EL TESTAMENTO VITAL SOLO ES EFICAZ CON UNA ESTRECHA RELACIí“N CLíNICA David C. Thomasma Las voluntades anticipadas o testamento vital obligarán a los médicos a mejorar la relación con el paciente porque “sólo alcanzan toda su virtualidad cuando existe una verdadera confianza con el médico”. Así lo ha explicado David C. Thomasma, …
EL TESTAMENTO VITAL SOLO ES EFICAZ CON UNA ESTRECHA RELACIí“N CLíNICA
David C. Thomasma
Las voluntades anticipadas o testamento vital obligarán a los médicos a mejorar la relación con el paciente porque “sólo alcanzan toda su virtualidad cuando existe una verdadera confianza con el médico”. Así lo ha explicado David C. Thomasma, que cuenta con la experiencia de treinta años de aplicación de directivas anticipadas en Estados Unidos y la autoridad de ser uno de los pioneros de la bioética en ese país.
Thomasma, que ayer impartió una conferencia en el Colegio de Médicos de Madrid patrocinada por la compañía farmacéutica Juste, señala que, después de treinta años de desarrollo de las voluntades anticipadas, “sólo el 10 por ciento de los pacientes utiliza voluntades anticipadas”. El motivo es que su implantación no es posible sin una mejora paralela de la relación clínica: “El paciente no quiere hablar de la muerte: tiende instintivamente a negarla. Sólo cuando llega a un determinado nivel de confianza con su médico, cuando la relación pasa a un nivel superior, cabe abordar la cuestión y entonces es posible realmente comentar con él qué medios no quiere que se pongan llegado el momento”.
En Estados Unidos -y cabe pensar que en España también ocurre- “el paciente no quiere incluir un documento de voluntades anticipadas en su historia clínica si el día que va a operarse es prácticamente la primera vez que ve al médico que ha de aplicarla”.
Por eso, cuando falta el requisito previo de una relación arraigada, las voluntades anticipadas, que teóricamente están llamadas a que la gestión de la muerte no recaiga exclusivamente sobre el médico, generan nuevos problemas éticos al profesional.
Según Thomasma, “el médico está obligado en todo momento a interpretar la voluntad real del paciente. Quien firma por escrito su negativa a que le pongan un respirador quizá está pensando en que la eventualidad de un cáncer. Pero, ¿y si ingresa por un accidente de tráfico y el respirador puede salvarle la vida empleándolo unos pocos días? ¿Qué debe hacer el médico entonces? Quizá la buena praxis le indique que debe poner el respirador pero tema la reacción de la familia ante un documento explícito en sentido contrarios
Criterios prácticos
Thomasma es partidario de este instrumento sobre todo porque la muerte sigue siendo mayoritariamente hospitalaria -“el cuarenta por ciento del presupuesto sanitario se gasta en los tres últimos meses de vida y el gasto sanitario de Estados Unidos supera al presupuesto total de Italia”-, pero recomienda a los médicos usarlos siempre bajo el prisma “del respeto a la dignidad y los valores de la persona. Es sensato, por ejemplo, retrasar su aplicación con pacientes que ingresan por Urgencias: dejar pasar unos días hasta que la situación clínica se clarifique y haya tiempo para un examen sosegado de la voluntad del paciente”.
En este sentido, recuerda que “la Medicina tiene tres aspectos: el técnico, el de la relación médico-paciente y el comunitario, es decir, el que tiene en cuenta a la familia y a la sociedad. Muchas veces, las decisiones médicas se toman por razones que no son estrictamente técnicas, pues el fin real de la medicina es contribuir a una vida humana mejor y ésta es una cuestión moral”.
‘Nueva’beneficencia
Este experto considera que en los próximos años se producirá un resurgir del principio de beneficencia, desplazado en la actualidad por la insistencia en la autonomía.
“Se trata de una beneficencia que no es patemalismo. No es decidir por el paciente en virtud de la presunta superioridad del criterio médico, sino decidir con el paciente; sus valores son bien conocidos por el profesional y el paciente le atribuye una cierta capacidad de gestión sobre ellos. Esta idea está obteniendo cada vez más aceptación en Estados Unidos precisamente porque entraña una relación mucho más intensa entre paciente y médico, un compromiso, basado en la confianza, para la gestión de los valores y la toma conjunta de decisiones”.
Thomasma habla con “la perspectiva de futuro que da conocer el pasado”, pues puso en marcha su primer progama de bioética seis años antes de la redaccion del Informe Belmont.
David Thomasma, que en la actualidad es catedrático de] Instituto Neiswanger de Bioética y Política Sanitaria de la Universidad de Loyola, en Chicago, considera que “uno de los denominadores comunes de la bioética en los países occidentales es la presión a que se ve sometida la Medicina por parte de agentes externos”.
En su opinión, los factores económicos y los políticos son los que ejercen mayor influencia. “La legalización de la eutanasia en Holanda es una prueba de que la toma de decisiones en la asistencia ha pasado de las manos de los médicos a las de los políticos”. En Estados Unidos es conocida “la presión que supone el recorte de gastos”, común a países con distinto sistema sanitario, y en el que el debate público ha sido sustituido por un debate parlamentario imperfecto: “Un partido defiende a las aseguradoras y otro a los pacientes, pero ignorando a aquéllas”, se lamenta.
Otra muestra es la carrera en la elonación terapéutica. “En mi opinión, es mejor el uso de células madre adultas que las embrionarias, pero una vez más la reflexión ética se ve desplazada por la urgencia económica. El poder de la competencia continua se traduce en la decisión final: No podemos pararnos porque Francia se nos adelanta en la investigación”.
La industria sanitaria y farmacéutica supone el 12 por ciento del producto interior bruto estadounidense, una fuerza que se vuelve a veces arrolladora: “En el New York Times vemos anuncios de clínicas de reproducción que venden embriones de niños rubios y recientemente han saltado casos de tráfico internacional de órganos y tejidos que mueven millones y se articulan a través de organizaciones que teóricamente carecen de ánimo de lucro”. ¿La solución? “Un debate público real, no sesgado, con agentes de todos los ámbitos”.
(Diario Médico, 25.V.2001)