En la práctica médica pediátrica, se presenta el caso de menores de 18 años con disforia de género o con discordancia de género, caracterizadas por una incongruencia entre el sexo biológico y el género sentido. De esta manera, se ofrece la posibilidad médica y jurídica de iniciar un tratamiento de afirmación de género en niños y adolescentes. Aunque el tratamiento indicado para lograr dicho objetivo ha sido avalado por algunas asociaciones científicas, también ha sido objeto de serios cuestionamientos por la posible irreversibilidad de los procedimientos que se realizan en el cuerpo del menor. Por este motivo, si bien la ley le reconoce cierta autonomía al menor para tomar la decisión de iniciar un tratamiento de afirmación de género, la falta de madurez para entender y asumir la información que se le brinda podría llegar a cuestionar la validez del consentimiento informado.
Introducción
En los últimos años, en algunos países como Estados Unidos, Canadá e Inglaterra, han venido en aumento los diagnósticos de menores de 18 años con disforia de género, en la cual se presenta una incongruencia entre el sexo biológico y el género sentido. La recomendación de la Endocrine Society (ES) y de la World Professional Association for Transgender Health (WPATH) para esta disforia es el tratamiento de afirmación de género que, siguiendo el Protocolo Holandés, consiste en suministrar a los menores supresores de la pubertad cuando han llegado al estadio Tanner 2 (alrededor de los 12 años), hormonas del sexo contrario cuando han cumplido 16 años y realizar una cirugía de reasignación de sexo a partir de los 18 años en la que se les extirpan sus órganos reproductivos. Aunque el tratamiento indicado ha sido avalado por algunas asociaciones médicas, también ha sido objeto de serios cuestionamientos por su falta de evidencia científica y por la posible irreversibilidad de los procedimientos que se realizan en los cuerpos de los menores. Asimismo, se cuestiona la falta de rigor en el diagnóstico, lo que podría explicar el aumento en los casos, ya que gran parte de los médicos que tratan la disforia de género emplean el modelo “gender-affirming care”, en el que los menores son quienes se auto-diagnostican y el médico confirma lo que el menor le manifiesta.
A lo anterior se suma la falta de madurez del menor de 18 años para entender y asumir la información que se le brinda sobre los resultados de este tratamiento. Aunque a un menor con disforia de género se le brinde toda la información necesaria sobre los posibles riesgos y consecuencias irreversibles del procedimiento médico, se discute si, debido a la inmadurez propia de su edad, es realmente capaz de comprender y aceptar dichos resultados por el resto de su vida.
Como es sabido, se considera menor a quien no ha alcanzado la mayoría de edad legal, es decir, la edad en la que los individuos asumen el control y la responsabilidad sobre sus acciones y decisiones, terminando así la potestad legal de sus padres o tutores sobre ellos. Si bien en los distintos países no se establece la misma mayoría de edad legal, gran parte de estos coinciden en determinarla entre los 18 y los 21 años.