Entender la afectividad

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Entender bien cómo surgen las emociones y los sentimientos positivos y negativos en cada persona y cómo influyen en el funcionamiento psíquico global y en la conducta, permite conocer cómo es la propia personalidad, si es sana o enferma.

Para conocer el funcionamiento afectivo hay que desarrollar la capacidad de introspección, que es el hábito de preguntarse cómo me siento en este momento, cómo se llama el afecto que siento, qué intensidad tiene, qué lo ha provocado, si es proporcionado y adecuado a la causa que lo produce y cómo está influyendo en mi funcionamiento mental y en mi comportamiento actual.

Cuando se tiene un buen conocimiento de la propia afectividad es más fácil poder utilizarla en armonía y equilibrio con la razón y la voluntad, para evitar conflictos y tener más energía para superar las dificultades que surgen en el camino que lleva a la felicidad propia y para hacer felices a los seres queridos.

MUESTRA DE CONTENIDO

ÍNDICE

1. Introducción
2. Contexto sociocultural actual
3. El pensamiento: racional y lógico
4. La afectividad: irracional y emocional
5. Entender el mundo afectivo propio: lenguaje de la afectividad
6. El lenguaje de las emociones básicas
7. El lenguaje de algunos sentimientos
8. Entender el mundo afectivo de los demás: empatía
9. Enseñar a los demás a entender su afectividad
10. Entender la afectividad para poder dominarla: autocontrol
11. El objetivo final: el equilibrio psicológico
12. Epílogo
13. Bibliografía

El corazón tiene razones que la razón no entiende»Blas Pascal. «Pensées» (1669)

1. INTRODUCCIÓN

La famosa frase del filósofo, matemático y escritor Blas Pascal arriba citada es la mejor introducción de este libro, que trata de ayudar a entender con la cabeza las razones del corazón (sinónimo de afectividad).

Entender las razones de algo es conocer la lógica de su funcionamiento. En este libro se explica brevemente como funciona la afectividad a fin de poder utilizarla bien. La afectividad no es lógica, sino emocional. Cuando una persona utiliza bien algo que le interesa siente una enorme satisfacción y es feliz, pues la felicidad es consecuencia de hacer el bien con libertad. El bien lo conocemos por la razón, pero la actuación libre depende de la voluntad.

Para hacer el bien hay que saber hacerlo. Para eso se precisa conocer el uso de las «herramientas» empleadas para realizarlo, y la afectividad es una de las más importantes. Conocer el funcionamiento de la afectividad, las «razones» que determinan su modo de funcionar, permite saber como funciona el hombre, que es el ser capaz de hacer el mayor bien y el mayor mal que pueden hacer los seres que existen sobre la tierra.

Conocer el funcionamiento de la afectividad permite hacer un buen uso de ella, esto es, utilizarla para hacer el bien, lo que equivale a utilizarla en positivo, a tener habitualmente emociones y sentimientos positivos, que son los afectos que permiten a la persona ser racional y libre. Por el contrario, los afectos negativos reducen la racionalidad y la libertad, y lo hacen en proporción a su propia intensidad.

La ira, el miedo, la tristeza, la vergüenza son emociones negativas porque son desagradables y rechazadas por el sujeto, aunque tengan un sentido o finalidad natural que se estudiará más adelante. En cambio, la alegría, la tranquilidad, la seguridad, la confianza son emociones positivas porque hacen agradable la vida y son deseadas por el sujeto.

La afectividad interactúa con la razón y la voluntad. Según el signo de los afectos, la interacción será positiva o negativa. Las emociones negativas interfieren con el funcionamiento de la voluntad, mientras que las positivas permiten que actúe libremente. Además, las emociones positivas mueven a la razón a pensar cosas positivas y buenas; las negativas, a pensar cosas negativas y malas.

Nadie hace el mal porque juzgue que es lo que debe hacer y lo quiera hacer libremente. La mala conducta de una persona suele estar motivada por una situación afectiva negativa (miedo, ira, vergüenza, tristeza, aburrimiento, frustración, soledad, etc.), que se alivia pasajeramente con el afecto positivo que produce el mal comportamiento (violencia, mentira, huida, placer).

Por esta razón, el educador o el terapeuta, cuando trata de ayudar a una persona que se comporta mal, ha de investigar primero qué afectos negativos son los que han impulsado a esa mala conducta y la causa de ellos, para hacérselos ver al sujeto y así motivarle a controlar su afectividad, para que sea positiva y pueda comportarse bien. En esa tarea de ayuda a los demás a comportarse bien y puedan así ser buenos y felices, no basta con decirles que se han comportado mal y que no deben volver a hacerlo: hay que decirles porqué lo han hecho, y como pueden evitar en su origen el impulso a hacerlo de nuevo, y así arrancar la raíz del mal comportamiento.

12. EPÍLOGO

En la historia de la humanidad hay épocas en las que se resalta una capacidad humana por encima de las otras. En unas es la razón la exaltada y a esa época se denomina racionalista, en otras se resalta la voluntad y se habla de voluntarismo, y en otras se resalta la afectividad y se habla de romanticismo.

Vivimos en una época en la que se resalta a la persona y se habla del personalismo. En esta época se da importancia a la personalidad que se define como el modo de percibir, pensar, sentir y actuar habitual de cada persona. En la psicología de la personalidad, una rama de la psicología nacida y desarrollada en el sigo XX, que es heredera la teoría temperamental de Hipócrates-Galeno y de la caracterología francesa, se considera que un elemento clave de la personalidad es la manera de funcionar de la afectividad. Por otra parte, durante el siglo XX la psiquiatría puso de manifiesto que las enfermedades mentales más frecuentes y que más habían aumentado eran los trastornos de la afectividad: la depresión y los trastornos de ansiedad (relacionados con el miedo).

La relevancia de la afectividad en el modo de ser de las personas y su importancia para vivir una vida sana y feliz son las ideas principales que están detrás de este libro, que intenta ayudar al lector a entender y controlar una facultad, la afectividad, de relevancia semejante a la que poseen la razón y la voluntad.

Este libro es divulgativo, no es un manual de psicología de la afectividad. Por eso se ha intentado que fuese ameno, sencillo e interesante para motivar al lector a seguir leyendo sobre la afectividad, a prestar más atención a sus afectos y a tratar de entenderlos, y, finalmente, a conocer sus causas y sus consecuencias en su propia vida diaria y en la de las personas con las que convive.

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