Declaraciones de la profesora Claudia Navarini ROMA, martes, 25 mayo 2004 (ZENIT.org).- Un «lenguaje propagandístico» enmascara con la mentira y la desinformación el propósito abortivo de la «píldora del día después», afirma la doctora Claudia Navarini. Por este motivo, la profesora de la Facultad de Bioética del Ateneo Pontificio Regina …
Declaraciones de la profesora Claudia Navarini
ROMA, martes, 25 mayo 2004 (ZENIT.org).- Un «lenguaje propagandístico» enmascara con la mentira y la desinformación el propósito abortivo de la «píldora del día después», afirma la doctora Claudia Navarini.
Por este motivo, la profesora de la Facultad de Bioética del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma) considera en declaraciones a Zenit que las mujeres merecen que se les proporcione la «posibilidad de un verdadero consentimiento informado» sobre las consecuencias del fármaco.
La experta comenta de este modo la «sorprendente afirmación» que apareció el pasado 6 de mayo en medios como la CNN y la CBCNews haciéndose eco de Associated Press: «Si una mujer ya está embarazada, la píldora del día después no tiene efecto alguno».
Esa agencia de prensa informaba «en tono polémico» que la Administración para la Alimentación y los Medicamentos estadounidense («Food and Drug Administration», FDA) se había opuesto a la venta del fármaco sin prescripción médica, «afirmando que los riesgos ligados a su empleo eran tales que era imprudente confiarlos a la automedicación, considerando el gran porcentaje de utilización de menores (de edad inferior a los 16 años)», constató la profesora.
«Los partidarios del acceso libre –confirma– acusaron a la FDA de haberse plegado a las presiones políticas en perjuicio de las mujeres, para las cuales la contracepción de emergencia representaría una “segunda posibilidad” después de relaciones “no protegidas”, de relaciones con contracepción fracasada (por ejemplo, rotura del preservativo) o de violencia sexual. Además, dicen, sería una “formidable” ayuda en la prevención del aborto».
Unas observaciones que la doctora Navarini califica en el mejor de las hipótesis de «ingenuas», porque ya en los años “™60 se conocía el funcionamiento de la «contracepción postcoital», esto es, que una «administración masiva de «contraceptivos orales (estrógenos y/o progestínicos sintéticos) producía un aborto precoz».
«La moderna “píldora del día después” ha cambiado las dosis, los niveles de tolerancia, los tiempos del fármaco, pero no los principios de funcionamiento», unas hormonas con dos misiones: «detener la ovulación (efecto contraceptivo) e impedir la implantación del embrión (efecto abortivo)» –explica–. Para que esto ocurra es necesario que la mujer tome el fármaco dentro de las 72 horas desde la relación.
El efecto del fármaco –apunta la doctora Navarini– lo explica un estudio exhaustivo publicado en la revista «Anales de farmacoterapia» tras un minucioso examen de la literatura científica más acreditada sobre la cuestión entre 1966 y 2001 (Cf. «Postfertilization Effect of Hormonal Emergency Contraception», The Annals of Pharmacotherapy, 3/2002): «el riesgo de hacer el endometrio incapaz para la implantación es moderadamente alto en todas las fases del ciclo, preovulatoria, ovulatoria y postovulatoria».
Así que «si la relación “no segura” ha llevado a una concepción, la píldora provoca un aborto precocísimo e imperceptible obstaculizando la anidación del embrión en la pared del útero», denuncia la profesora.
Los autores del citado artículo afirman: «Sabemos que algunos médicos, genetistas o especialistas en ética han situado arbitrariamente el inicio de la vida humana después de la implantación, excluyendo la posibilidad del aborto preimplantatorio».
«No obstante –prosiguen–, conocemos la definición tradicional de embarazo: “el proceso gestacional constituido por el crecimiento y desarrollo en el cuerpo de la mujer de un nuevo individuo, desde la concepción hasta el nacimiento, a través de las fases embrionales y fetales”».
Igualmente recuerdan que «la concepción se define como “el inicio del embarazo, de ordinario identificado con el instante en que un espermatozoide penetra en un óvulo para formar un zigoto viable”».
Por esto «es necesario intervenir corrigiendo, ante todo, la información sobre la “píldora del día después”, dando mejores garantías a mujeres y adolescentes a las que el fármaco se les sugiere superficialmente como solución cómoda e indolora», alerta la doctora Navarini.
«O sea –añade–, hay que proporcionar la posibilidad de un verdadero consentimiento informado, ilustrando todas las consecuencias de la administración y ofreciendo un adecuado asesoramiento ético»
Igualmente, la experta opina que «hay que poner en guardia respecto a la posibilidad de acceder a la píldora del día después sin prescripción médica» –como ocurrirá en Canadá–, porque «facilitar el acceso representa un doble perjuicio» para la mujer y para el concebido.
Para las mujeres porque «se encaminan previsiblemente a un uso “regular” de la contracepción de emergencia, con los riesgos físicos y psíquicos a ella asociados y escasamente investigados», y para los «eventualmente concebidos» «porque tal “facilidad” no se traducirá en un menor número de abortos, como se quiere hacer creer, sino –con toda evidencia– en lo contrario, en un mayor número de microabortos».
Aunque la embriología hace tiempo que aclaró que el inicio de la vida humana no puede sino coincidir con el momento de la fecundación, «el propósito abortivo de la píldora del día después es constantemente negado con la mentira (“si una mujer ya está embarazada, la píldora del día después no tiene efecto alguno”), con la desinformación (“el embarazo –o sea la vida del concebido– comienza con la implantación”)», denuncia la doctora Navarini.
Así lo «enmascara» el «lenguaje propagandístico», «que se esmera ingeniosamente para construir los eufemismos más tranquilizadores», de forma que «interrupción del embarazo» se sitúa en lugar de «aborto», «producto de la concepción» sustituye al niño no nacido y «contracepción de emergencia» parece «menos inquietante que “fármaco abortígeno precoz”», concluye.