Hermanos para curar (F.J. Ramiro)

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Eugenia, de 42 años, y Salvador, de 44, han iniciado en Bélgica el tratamiento para tener un hijo y curar –con un trasplante- la médula ósea de Virginia, de tres años, que sufre una enfermedad genética hereditaria. “Moralmente, necesito tener la tranquilidad de haber hecho todo lo que tenía que …

Eugenia, de 42 años, y Salvador, de 44, han iniciado en Bélgica el tratamiento para tener un hijo y curar –con un trasplante- la médula ósea de Virginia, de tres años, que sufre una enfermedad genética hereditaria. “Moralmente, necesito tener la tranquilidad de haber hecho todo lo que tenía que hacer por mi hija. Si pasara algo, no quisiera quedarme con esta pena en el corazón”, comenta Eugenia.

Tocamos hoy un tema difícil por su fuerte carga emotiva para cualquiera. Si la enfermedad, en general, produce desconcierto y sufrimiento en el paciente y en los que le acompañan, cuando se trata de niños el sufrimiento de los padres es todavía mayor.

Y aquí ya aparece una primera cuestión: la capacidad de asumir el dolor y la enfermedad. Tema espinoso, por el gran valor que da nuestra sociedad a la salud perfecta. Sin embargo, estamos ante una cuestión ética. La vida real está hecha de una mezcla de salud y enfermedad, de gozo y sufrimiento.

Es evidente que una de las ventajas del progreso consiste en la posibilidad de terapias que permiten curar muchas enfermedades y evitar muchos dolores. Sin embargo, pretender gozar de salud plena siempre, es salirse de la realidad, y, por tanto, no vivir éticamente.

Se puede luchar contra el dolor, pero no dejar de contar con él. Cuando falla este equilibrio entre la lucha y la aceptación, es fácil perder el sentido de la vida, y a veces el equilibrio psíquico.

Si Eugenia y Salvador van hacia Bélgica, José, de 45 años, y Ángela, de 40, vuelven de allí, porque no les ha ido bien. Ángela ha pasado por ocho ciclos de hiperovulación. Con esos óvulos se han engendrado artificialmente cerca de 70 embriones, que, tras ser analizados, se han reducido a dos que fueran compatibles para el trasplante a su hermana. En ninguno de los casos los embarazos salieron adelante cuando se implantaron esos embriones a Ángela. 70 embriones humanos se quedaron en el camino.

La cuestión ética no es sencilla, pero conviene hacer una cierta reflexión sobre ella porque, aunque son escasos los sitios donde se ha legislado recientemente –sólo Inglaterra y Bélgica-, sin embargo el gobierno español ha mostrado su voluntad de que haya un debate social, y, quizá, legislar sobre este asunto en la primavera próxima.

En primer lugar hay que señalar la escasa eficacia que está demostrando esta técnica. En los dos últimos años se tienen noticia de apenas cuatro casos que han resultado exitosos. Sin embargo, se han creado muchas expectativas a familias con niños enfermos lo cual no es correcto. Los padres pueden estar dispuestos a hacer todo el esfuerzo necesario, pero tienen derecho a conocer las posibilidades reales de éxito, para que no se sientan culpables de lo que no puedan conseguir.

Convendría tener en cuenta también técnicas alternativas. Cada vez se están desarrollando más los bancos de sangre de cordones umbilicales, y en la medida en que crezcan tendremos más posibilidad de encontrar donantes compatibles. De hecho hasta el 2004, se han llevado a cabo más de 2000 trasplantes con sangre procedente de estos bancos.

En segundo lugar hay que tener en cuenta la dignidad del niño que es concebido para obtener un trasplante. No solo a nivel teórico: “nunca trates a un ser humano únicamente como un medio, dice Kant, sino siempre como un fin” A nivel práctico, ese chico o esa chica cuando sean mayores, siempre podrán pensar que han llegado a la existencia para ser utilizados para otros. Es más, si no hubiesen sido compatibles se les habría destruido.

Por último ¿se pueden utilizar técnicas en las que se destruyen tantos embriones que, además en muchos casos, están sanos?

Es bueno que haya un debate social en el que se tengan en cuenta los sentimientos, pero también las razones, y los datos reales.

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