¿Está favoreciendo la Iglesia católica la extensión del Sida? Personas o instituciones pertenecientes a la Iglesia están atendiendo al 26,7% de todos los enfermos que hay en el mundo. Se trata, posiblemente, de la institución a nivel internacional que más está haciendo en el caso del Sida. Pero, ¿su negativa al …
¿Está favoreciendo la Iglesia católica la extensión del Sida? Personas o instituciones pertenecientes a la Iglesia están atendiendo al 26,7% de todos los enfermos que hay en el mundo. Se trata, posiblemente, de la institución a nivel internacional que más está haciendo en el caso del Sida.
Pero, ¿su negativa al uso del preservativo, puede estar impidiendo el control de la epidemia? Es muy discutible que la simple difusión del preservativo sea capaz de contener la enfermedad. De hecho, los datos (diciembre 2005) hablan de que en los últimos 5 años, el Sida entre heterosexuales ha crecido un 112 % en Europa. Por otra parte en Europa se usa con mucha frecuencia este dispositivo, por tanto no es tan claro que la difusión del preservativo, por sí misma, evite el Sida.
Por este motivo, en 1996 los organismos oficiales internacionales propusieron una estrategia contra el Sida, que fue designada con las siglas ABC: abstinencia en los jóvenes, fidelidad de los adultos, preservativos si lo anterior no funciona, pero advirtiendo que pueden fallar. En los países donde se ha aplicado está funcionando. En concreto Uganda, a diferencia de otros países africanos, ha conseguido en diez años bajar la tasa de infectados del 15% al 5%. Otros países africanos como Costa de Marfil, están siguiendo sus huellas.
A finales de 2004, ha aparecido un manifiesto internacional, publicado en The Lancet (2004-11-27), reclamando la aplicación de la estrategia ABC. Al consenso se han adherido 140 personalidades de 36 países, africanos en buena parte. Entre ellas, 50 son del ámbito universitario, 20 de entidades religiosas (como el arzobispo anglicano Desmond Tutu, de Suráfrica) y cinco de organismos de la ONU, como la OMS o el Fondo de Población. Hay también políticos, entre ellos el presidente de Uganda, Yoweri Museveni, y directivos de programas nacionales para la lucha contra el sida. Sin embargo en muchos países, entre ellos España, sólo se habla del condón.
¿A qué se debe esta reticencia para hablar de abstinencia o fidelidad?
El motivo quizá hay que buscarlo no tanto en la eficacia o no de esta funda, cuanto en la adopción cultural de una concreta postura sobre qué es el hombre, y el papel que la sexualidad desempeña en su vida.
Se puede hablar, aunque sea simplificando bastante, de dos posturas. La primera podríamos definirla como “sexo seguro”, la segunda como “sexo y amor”
Por “sexo seguro” se entiende en negativo que el sexo no debe transmitir enfermedades ni producir embarazos. En sentido positivo, que el sexo es una actividad de placer que se lleva a cabo con el propio cuerpo o con el de otras personas. Todo vale con tal que se obtenga la finalidad buscada. El “sexo seguro” no se plantea el amor, ni la procreación, que quedan para otro tipo de decisiones.
“Sexo y amor”, defiende que la actividad sexual en el caso del hombre es una actividad de la persona total. Las relaciones entre personas solo es ético llevarlas a cabo en el marco del amor. Por tanto también la actividad sexual debe llevarse a cabo en el amor a esa persona: no se puede la puede utilizar usando su cuerpo sin amarla. La expresión del amor en el sexo capacita para transmitir la vida humana.
Se trata, insisto de dos posturas antropológicas. La Iglesia entiende que la segunda es la que más se ajusta a la verdad natural sobre el hombre según la Palabra Revelada. Por ello enseña que el ejercicio moral de la sexualidad sólo puede darse en el marco matrimonial, y que el acto conyugal debe ser unitivo para los cónyuges y abierto a la procreación.
En este marco de conyugalidad la Iglesia rechaza como inmorales los preservativos, y cualesquiera métodos anticonceptivos. Lo importante desde el punto de vista moral no es tanto el artilugio que se utilice, cuanto la decisión de los cónyuges de impedir las posibles consecuencias procreativas del acto.
Visto esto es más fácil entender la postura de la Iglesia respecto a la epidemia del sida: para atajarla el camino es vivir bien la sexualidad. Es decir, abstenerse de las relaciones conyugales mientras no se sea cónyuge, y llevarlas a cabo siendo fiel a la pareja con la que se ha casado.
Este camino no es tan malo. Hay un caso muy significativo. En Tailandia y las Filipinas los primeros casos de VIH/SIDA se remontan a 1984. En Tailandia había 112 casos en 1987 y en las Filipinas, 135. Onusida preveía para el año 2000, unos 80.000 casos en cada país. Las cifras han sido muy distintas. En el 2003, había 750.000 casos en Tailandia donde el programa de 100% de uso de preservativos ha tenido, En Filipinas tan sólo había 1.935 casos en las Filipinas. En este país se había dado una tasa relativamente baja de uso del preservativo por parte de la gente en general, una firme oposición por parte de la Iglesia, y un buen número de líderes gubernamentales contrarios al programa de preservativos y a la promiscuidad sexual.
Pero entonces, ¿qué dice la Iglesia a los que prefieren practicar una sexualidad donde mediante el adulterio, el intercambio frecuente de parejas, las relaciones homosexuales, o cualquier otro tipo de actividad sexual con el sólo horizonte del placer? ¿Les prohíbe la Iglesia el preservativo?
La Iglesia lo único que les dice es que cambien de conducta y que vivan una sexualidad unida al amor fiel y a la transmisión de la vida. Si, en cambio, prefieren continuar con su elección, la Iglesia no tiene por qué decirles cómo evitar los hijos que deben evitar, o como no contagiarse de lo que no se quieran contagiar. Evidentemente si no se evitasen estos hijos, o se produjese irresponsablemente un contagio, todo esto haría que el mal moral aumentase.
Lo que no se puede pedir a la Iglesia -que defiende la relación matrimonial como camino para la felicidad del hombre y para el bienestar social-, es que diga que se puede violar, o ser un adúltero, o llevar a cabo actos homosexuales, o “el buen rollito”, siempre que se hagan con preservativo.