Josef Seifert, What is Life. The Originality, Irreducibility and Value of Life

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Josef Seifert, What is Life. The Originality, Irreducibility and Value of Life. Value Inquiry Books Series, Rodopi, Amsterdam 1997, 163 pgs Recensión amplia: Es de sobra conocido que los filósofos antiguos se esforzaron por mostrar que la filosofí­a, a diferencia de las ciencias particulares, constituye un saber integral, no reducido a determinados …

Josef Seifert, What is Life. The Originality, Irreducibility and Value of Life. Value Inquiry Books Series, Rodopi, Amsterdam 1997, 163 pgs

Recensión amplia:

Es de sobra conocido que los filósofos antiguos se esforzaron por mostrar que la filosofí­a, a diferencia de las ciencias particulares, constituye un saber integral, no reducido a determinados aspectos de la realidad, sino abierto a la totalidad de ella. En gran medida, ésta es la concepción de la filosofí­a que todos hemos aprendido en los libros de textos cuando nos hemos iniciado en esta disciplina. Sin embargo, a nadie se le escapa que en estos últimos tiempos la filosofí­a se ha convertido en un saber altamente especializado. Los “žmetafí­sicos” se dedican a su campo, los “žlógicos” al suyo, los “žéticos” a su esfera de problemas especí­ficamente morales, etc. Ciertamente, serí­a presuntuoso por parte de un filósofo pretender que “žsabe de todo”. Sin embargo, es realmente difí­cil encontrar hoy dí­a un pensador que, de alguna forma, aspire a la integralidad del saber filosófico a la que los griegos se referí­an y que, sin querer presentarse como alguien que domina todos los aspectos de la realidad, es capaz, sin embargo, de ofrecer una palabra clarificadora sobre la relevancia filosófica de las más diversas cuestiones. Una excepción a esta regla la constituye Josef Seifert, rector de la Academia Internacional de Filosofí­a en el Principado de Liechtenstein. Los intereses filosóficos de Seifert no se reducen a cuestiones especí­ficamente técnicas como las abordadas en sus libros sobre la objetividad del conocimiento, la motivación de la acción moral, el estatuto ontológico de la persona, el argumento ontológico de la existencia de Dios, etc. sino que se extienden también a todos aquellos ámbitos en los que el filósofo tiene algo que decir. Un ejemplo de ello es su más reciente libro sobre la originalidad, irreductibilidad y valor de la vida.

El origen de esta obra se remonta a un proyecto de investigación financiado por el Fondo Nacional Suizo de Investigación y dirigido por el propio Seifert en el que participaron algunos investigadores de la institución de la que Seifert es rector. Asimismo, gran parte de las reflexiones contenidas en esta obra tienen su origen en las sesiones cientí­ficas de la Academia Pontificia de la Vida, de la cual Seifert es miembro.

El tí­tulo del libro deja desde el principio suficientemente claro cuál es el objetivo de su autor, a saber, plantearse la cuestión que subyace a todo problema bioético, esto es, ¿qué es la vida? La respuesta de Seifert a esta pregunta podrí­a resumirse del siguiente modo: la vida posee una originalidad irreductible a cualquier otro fenómeno y que hace que posea un valor especí­fico. Dicha tesis se artí­cula, a su vez, en cuatro afirmaciones que intentan probarse a lo largo del libro: (1) la vida es un dato último abierto al análisis filosófico e irreductible a la realidad fí­sica. Por consiguiente, todas las explicaciones materialistas de dicho fenómeno son falsas; (2) toda vida presupone un “žalma” (entelechia); (3) el concepto de vida es análogo y el acceso más directo a la vida en su irreductibilidad es obtenido a través de la conciencia y (4) toda vida posee un valor objetivo e intrí­nseco que requiere ser respetado y que hace que la vida posea una dignidad inviolable. La vida y la vida personal son “žperfecciones puras”, esto es, poseer vida (personal) es absolutamente mejor que no poseerla.

Seifert parte en sus análisis del reconocimiento del la influencia del libro de Erwin Schrí¶dinger acerca del problema de la vida sí­ como del significado de las investigaciones de Watson y Crick acerca del genoma humano. Sin embargo, la respuesta que Schrí¶dinger ofrece a la pregunta que da tí­tulo a su libro fue una respuesta inadecuada en virtud de su reduccionismo. Junto con el gran descubrimiento de la novedad representada por la vida se encuentra un intento de reducir la vida a leyes de la fí­sica y de la naturaleza inanimada. Esto mostrarí­a, según Seifert, que el “žéxito” de los descubrimientos cientí­ficos de un determinado autor y su grado de aceptación en el mundo cientí­fico no garantizan la verdad de las tesis e interpretaciones filosóficas de los datos empí­ricos. El reduccionismo y las carencias del análisis filosófico del libro de Schrí¶dinger han de ser superados por un retorno propiamente filosófico a la “žcosa en sí­ misma” que es la vida.

En el capí­tulo primero de su libro, Seifert oferce un análisis de los diversos significados de “žvida” a la par que presenta una breve discusión acerca de la diferencia metodológica entre filosofí­a y ciencias empí­ricas. Para ello parte del estudio de los términos griegos bios y zoee. Como es sabido, bios se refiere a la vida orgánica de las plantas y también de los animales y seres humanos mientras que zoee alude a todos los tipos de vida. Nuestro autor utiliza el primer vocablo para referirse a la vida biológica de los organismos en cuanto inseparable del cuerpo. Al mismo tiempo, ambos términos se refieren a la actualidad y dinamismo que sólo los seres reales pueden poseer. Ninguna ficción, ningún objeto irreal o abstracto, ningún objeto puramente intencional pueden poseer vida. En este sentido, una caracterí­stica esencial del ser vivo es su ser autónomo. Por eso, solamente una filosofí­a realista que reconoce la trascendencia de la persona en el conocimiento puede dar suficientemente cuenta del fenómeno de la vida.

¿Existe, junto a la autonomí­a ontológica, alguna otra caracterí­stica de la vida en todas sus formas? Una respuesta clásica a esta pregunta es afirmar, como hicieron, por ejemplo, Platón y Aristóteles, que la capacidad de automovimiento es uno de los rasgos más caracterí­sticos de la vida. Esta capacidad de automovimiento alcanzarí­a su culminación en la libertad. La libertad aparece así­ como una capacidad de autodeterminación que da lugar a un “žmovimiento” cuyo origen está en el propio sujeto y no fuera de él. Sin embargo, un detallado análisis de las distintas posiciones que han insistido en esta capacidad de automovimiento como nota distintiva de la vida lleva a Seifert a la conclusión de que la vida vegetativa de las plantas, la vida sensitiva de los animales y la vida “žintelectiva” de los seres humanos no puede reducirse a automovimiento. En este sentido, la vida “žintelectiva” incluye muchas formas de experiencias afectivas y emociones que no son en sentido estricto libres. Además, considerar el conocimiento como un automovimiento o una suerte de sí­ntesis activa espontánea significa malentender en qué consiste propiamente la vida cognoscitiva. Como apunta Seifert, el conocimiento se caracteriza por una “žtranscendencia receptiva”, por una toma de conciencia de los objetos y estados de cosas que existen con independencia del acto de conocer.

Pero cabrí­a preguntarse si la vida es reducible a otras caracterí­sticas diferentes del automovimiento. Seifert piensa que esto no es posible en virtud del carácter de dato último que posee la vida. La vida no puede ser definida exhaustivamente por medio de otras propiedades. Esta afirmación central de la obra que nos ocupa no viene dada por una suerte de escepticismo larvado ni por una falta de confianza en la capacidad intelectiva del ser humano, sino por “žla originalidad y la simplicidad irreductible que son caracterí­sticas de todos los primeros principios y perfecciones puras así­ como de otras muchas esencias”. Esta indefinibilidad por algo diferente de sí­ mismo no es equivalente a incognoscibilidad. El ser humano es capaz, pues, de conocer las caracterí­sticas de dichas esencias y de llegar a definiciones esenciales “žno reductoras”. La vida constituye uno de esos datos últimos que no pueden ser definidos por otra cosa diferente de sí­ mismos. El capí­tulo segundo de What is Life? está dedicado a un análisis de la vida biológica en cuanto fenómeno originario. Como hemos puesto de relieve con anterioridad, a pesar de la indefinibilidad en términos de otra cosa de la vida, es posible analizar sus rasgos más importantes mediante una definición esencial de ella; una definición esencial que intentará delimitar la esencia “žvida” de otro tipo de esencias mediante la puesta de relieve de sus rasgos esenciales, caracterí­sticas, relaciones, etc.

Este carácter de “žfenómeno originario” que posee la vida lleva a Seifert a analizar ésta en términos de un “žtrascendental”, en el sentido medieval del término, y de una perfección pura, esto es como algo que es absolutamente mejor poseer que no poseer. A ello le sigue un repaso de las formas y fenómenos diferentes de la vida (la vida puramente biológica de las plantas, la vida sensitiva de los animales, la vida de los seres humanos, la vida de los espí­ritus puros y la vida del Ser absoluto). Todo ello muestra el carácter analógico del término “žvida”, conclusión esta que es reforzada al considerar los diferentes fenómenos de la vida como los procesos celulares, la vida biológica de los organismos, etc.

La siguiente pregunta que Seifert plantea en su libro es la del modo de acceso al dato irreductible de la vida. Nuestro autor piensa que son dos: por un lado, la combinación de la experiencia inmediata de datos asociados con la vida y un conocimiento prefilosófico de los principios que subyacen a estos fenómenos (la vida es observada por medio de efectos y apariencias en los que se manifiesta a sí­ misma) y, por otro lado, el acceso directo a la vida consciente en el cogito. En el cogito nuestra propia vida se da inmediatamente a nuestra experiencia e intelecto como aquello que constituye nuestro ser mismo.

Todas estas consideraciones de Seifert ponen de relieve, a mi juicio, uno de los puntos más interesantes de su obra, a saber, lo fructí­fero del diálogo entre filosofí­a y ciencias naturales en lo que se refiere al problema de la esencia de la vida. En este orden de cosas, hay ciertas preguntas a las cuales las ciencias naturales no pueden responder. Es el caso no solamente de la pregunta fundamental “ž¿qué es la vida?”, sino también de preguntas como, por ejemplo, la que se refiere a la posibilidad de explicar el fenómeno de la vida en términos de meros sistemas fí­sicos. Estas preguntas son, en sentido, propio de carácter filosófico. Más tarde me referiré de nuevo a este punto.

Ahora bien, toda filosofí­a que intente responder a preguntas como ¿qué es la vida? o ¿qué es la vida humana? permanece incompleta hasta que no se plantee el problema más profundo de la esencia de la vida humana: ¿tiene ésta valor? Y si es así­, ¿cuál es la raí­z de su dignidad y valor? A nadie se le escapa que nos hallamos ante una pregunta fundamental que cobra una especial importancia en nuestros dí­as en los que desgraciadamente asistimos a tantas violaciones de dicha dignidad.

Seifert muestra cómo la dignidad constituye un tipo especial de valor de las personas. Por ello, le parece necesario ofrecer una discusión previa acerca de la noción misma de valor. Partiendo de la consideración del valor como “žimportancia positiva” se nos ofrece una triple clasificación de ésta categorí­a que sigue la ordenación propuesta por Dietrich von Hildebrand en su í‰tica ente lo subjetivamente satisfactorio, el bien objetivo para la persona y el valor intrí­nseco o valor en sentido propio. Evidentemente, cuando hablamos de la dignidad de la vida humana nos referimos a un valor objetivo e intrí­nseco. Esta dignidad es inseparable de la condición personal y, a su vez, la condición personal es inseparable de la dignidad. Esta dignidad apunta a una “žexcelencia de valor” que hace que cualquier acción que la viole sea un intrinsice Malum. El análisis de la dignidad humana pone de relieve cómo ésta posee cuatro raí­ces o fuentes que, a la vez, fundan derechos humanos de órdenes diferentes. Así­, la esencia, el ser y la sustancia de la persona se nos presenta como la primera y más fundamental de estas raí­ces de la dignidad humana. Toda persona por el simple hecho de ser persona posee un valor y dignidad inalienables. Esta dignidad no reside en el nivel de los actos y accidentes, sino en el nivel de la esencia y de la naturaleza sustancial de la persona. En otras palabras, la realidad de la existencia individual, de la unicidad y no sustitubilidad de la persona en cuanto sujeto dotado de una naturaleza racional es una condición de la dignidad humana. La segunda fuente de la dignidad humana procede de la conciencia y de la actualización consciente de la condición de persona. En esta raí­z de la dignidad se fundan derechos humanos como la libertad de expresión y de movimiento, el derecho a la educación, etc. Cuando hablamos de “ždignidad moral” de una persona aludimos a un tercer fundamento o raí­z de la dignidad. Se trata de la dignidad como resultado sólo de las “žbuenas actualizaciones” de la persona a través del amor a la verdad, la justicia, etc. Este nivel de la dignidad es más una conquista que una posesión y depende del buen uso de la libertad. La maldad puede hacer que una persona pierda esta dignidad. Es evidente que la dignidad moral de un San Francisco de Así­s es muy superior a la dignidad moral de un Hitler. Por consiguiente, este nivel de la dignidad humana admite grados innumerables. El análisis de la cuarta raí­z de la dignidad humana constituye, a mi jucio, uno de los aspectos más interesantes dele libro de Seifert, puesto que representa la profundización de aspectos mencionados en trabajos anteriores. Esta nueva dimensión de la dignidad personal procede de ciertas relaciones extrí­nsecas y dones individuales diversos que no toda persona posee. Cada persona que posee estos dones no los posee en la misma medida.

Esto no excluye que esta cuarta fuente de la dignidad pueda proceder tambien de ciertos dones extrí­nsecos concedidos a la persona como ““ en el caso de la persona religiosa ““ “žser objeto de la misericordia divina” o “žser redimido por Cristo”. Pero también pueden ser dones inmanentes a las personas como, por ejemplo, la belleza, la inteligencia, el encanto, etc. También pueden ser dones recibidos por relaciones con otras personas como la dignidad especial recibida al ser amado por otra persona. También puede proceder esta dignidad de cargos o funciones ejercidas en la sociedad, por ejemplo, la dignidad de un juez.

El libro de Seifert se cierra con un interesante capí­tulo que tiene la forma de una serie de preguntas y respuestas que intentan formular algunas objeciones e interrogantes que las tesis defendidas en esta obra pueden plantear a los cientí­ficos. Uno de los puntos mencionados hace referencia justamente a una de las cuestiones latentes en todo el libro, a saber, la autonomí­a de la filosofí­a y de la ciencia con respecto al problema de la vida. Ciertamente, la filosofí­a y la ciencia son disciplinas autónomas en el sentido en que sus metódos, sus objetos formales y sus fines son diferentes. Precisamente por esto, los filósofos deben guardarse de intentar solucionar problemas cientí­ficos con métodos filosóficos y los cientí­ficos problemas filosóficos con sus métodos. Así­ ha habido a lo largo de la historia cientí­ficos que han extraidos conclusiones filosóficas que en modo alguno se siguen de sus teorí­as cientí­ficas. Sin embargo, esta autonomí­a entre ciencia y filosofí­a no implica un divorcio completo entre los métodos e investicaciones de ambas disciplinas. Así­, por ejemplo, los biólogos suponen categorí­as filosóficas como realidad, existencia, prueba, argumento, leyes lógicas, materia, espacio, tiempo, indeterminancón, determinismo, finalidad, etc. cuya esencia no pueden explorar con sus métodos porque se trata de objetos del análisis filosófico. Igualmente el filósofo también puede “žaprovecharse” de la ciencia. Muchas cuestiones filosóficas son planteadas por la ciencia al filósofo.

Alguien podrí­a incluso plantearse si la oposición, presentada en este libro, entre reduccionismo o antireduccionismo a la hora de interpretar el problema de la vida es es una oposición completa o si, por el contrario, hay un término medio entre ambas posiciones. A esta posible objeción se refiere Seifert insistiendo en que cualquier forma de explicación que no haga justicia a fenómeno y a las esencias de las cosas y que al mismo tiempo es ofrecida como una explicación suficiente de estos datos es una explicación reduccionista. En el caso concreto del problema de la vida se requieren toda una serie de nuevas categorí­as (sustancia, materia, accidente, etc.) de las cuales la ciencia no puede dar cuenta suficientemente si no entra en diálogo con la filosofí­a.

En resumen, desde el respeto a la ya mencionada autonomí­a de la ciencia y de la filosofí­a, el problema de la vida se le presenta a Seifert como un problema interdisciplinar. Dicho enfoque interdisciplinar tiene como fin último abrir las perspectivas de los lí­mites de las disciplinas propias adoptando una comprensión más amplia del fenómeno de la vida. La vida, pues, se nos aparece como un fenómeno irreductible a cualquier otra realidad y cuya comprensión requiere los esfuerzos no solamente del cientí­fico, sino también del filósofo. Cualquier intento de explicar este fenómeno desde una perspectiva exclusivamente biológica o fí­sica no hace justicia a la originalidad e irreductibilidad de la esencia de la vida.

Mariano Crespo
Academia Internacional de Filosofí­a de Liechtenstein.

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