Juan A. Gómez Rubí, í‰tica en medicina crítica. Ed. Triacastela, 2002 Se ha dicho que escribir un libro mejora el mundo. Escribir un buen libro lo mejora más. A pesar de la caducidad inherente a toda obra humana, lo escrito permanece y hace que las ideas, los hechos y los casos …
Juan A. Gómez Rubí, í‰tica en medicina crítica. Ed. Triacastela, 2002
Se ha dicho que escribir un libro mejora el mundo. Escribir un buen libro lo mejora más. A pesar de la caducidad inherente a toda obra humana, lo escrito permanece y hace que las ideas, los hechos y los casos allí contenidos y elaborados con estudio y esfuerzo, pasen a ser patrimonio de otros, como un regalo esencial. Basta leer el prólogo, la introducción y el epílogo de la obra “í‰tica en medicina crítica” del Dr. Juan A. Gómez Rubí, para constatar esta realidad.
A su vez, abordar el tema ético en la medicina crítica, necesariamente conlleva vacíos e interrogantes. En las sociedades permisivas, como las que no está tocando vivir, las situaciones límites son problemáticas porque ha faltado la coherencia anterior. Por eso el libro del Dr. Gómez Rubí es positivo y enriquecedor, aunque algunos de sus planteamientos puedan, o deban recibir, una fundamentación complementaria, que mejoraría sus aportaciones. Esto no es negativo, es la humildad intelectual, adecuada al buen profesional que descubre una y otra vez que no todos lo sabemos todo, y que todo lo sabemos entre todos. Desde estas perspectivas he realizado la recensión de “í‰tica en medicina crítica”.
El primer capítulo es de índole histórico-técnica. Describe la evolución de la medicina crítica de acuerdo con el progreso de la técnica. Desde la ética es relevante las observaciones que realiza en las páginas cuarenta y seis-cuarenta y ocho, donde detecta la mala pasada que juega en el ámbito sanitario la fascinación por la tecnología, pues lleva a infravalorar los datos obtenidos por la anamnesis y el examen físico tradicional, lo que redunda en un deterioro de la relación humana. La tecnología, afirma, ha dejado de ser controlada por los médicos, y se ha transformado en un fin de la asistencia en vez de un medio controlado por los médicos.
En el segundo capítulo trata de “Las eras de la medicina clínica”, es decir, de la relación médico-paciente. Expone cuatro etapas fundamentales, en las que se detecta su formación en la bioética principlista de corte utilitarista. Es muy interesante su exposición, pero queda sesgada y excesivamente simplificada. Es cierto que un gran público aboga por la búsqueda de nuevos valores éticos y bioéticos, olvidando que el ethos no es un proyecto más de investigación, sino un paradigma práctico, lo evidente que impregna nuestra acción de modo atemático.
Es fundamental el capítulo tercero, que titula “La práctica de la medicina crítica: método clínico y bioético”. Es un tema pendiente en la bioética acertar con el protocolo de la toma de decisiones, quizás, porque es una de mis líneas de investigación, valoro el esfuerzo de investigación, de exposición y de claridad realizado por el Dr. Gómez Rubí, que aporta distintas posibilidades ante la acción biosanitaria.
Trata el capítulo cuarto sobre el “Diagnóstico de la muerte”, y discierne en las distintas categorías del final de la vida: muerte biológica, muerte clínica, muerte encefálica y muerte neocortical. Hay un cuadro esclarecedor acerca del origen, el diagnóstico y el pronóstico de cada una de estas situaciones, Lástima que, al tratar de aplicar la bioética, se ciña excesivamente a los principios utilizados por la ética principlista que, a todas luces, y estoy segura que también para el autor, resultan insuficientes.
Podría afirmarse que el capítulo quinto es muy honesto (valga la redundancia, porque todo el libro lo es) al plantear las luces y sombras de la reanimación cardiopulmonar en la muerte clínica.
En el capítulo seis se explicitan “Las situaciones que bordean la muerte: coma, estado vegetativo permanente y síndrome de cautiverio”. Es de agradecer la claridad y el rigor, fruto de su valía profesional, con la que el Dr. Gómez Rubí explica médicamente estas situaciones. A su vez, aborda los dilemas o conflictos éticos que se producen y acude para dar orientaciones a la bibliografía procedente del mundo anglosajón, falta pues una visión más completa, incluso recurriendo simplemente a la dignidad y trascendencia de la persona humana.
Clarificador el capítulo siete en el que tras explicar la nutrición artificial, se exponen las situaciones que conllevan problemas éticos en los que deja abiertos una serie de interrogantes que exigen en la actualidad un estudio profundo a nivel científico, junto con el respeto de las convicciones del paciente.
El título del capítulo ocho es acerca de “Los derechos del paciente crítico”, es decir la introducción de la biojurídica en el ámbito sanitario. La exposición es clásica en orden a la bioética principlista en la que el autor, vuelvo a repetir, es un experto. Y que se completa con el capítulo nueve acerca de “Los conflictos de justicia en el paciente crítico”, y con el capítulo diez sobre “Conflictos al final de la vida”. En esta última lección, algo que también ocurre en otras, el autor va ejemplificando a través de retazos de historias clínicas las situaciones que se plantean, terminado con un serio interrogante ¿hacia donde camina el final de la vida?. En mi opinión, falta ahí un paso más profundo para si no aceptar, al menos exponer porque hay muchos que así lo ven y lo viven, que la vida es sagrada y merece un total respeto desde su inicio hasta su ocaso natural.
Pero vuelvo al principio, escribir un buen libro mejora al mundo.
Gloria María Tomás y Garrido