La biotecnologí­a en el inicio de la vida humana y su transparencia del misterio del hombre y de Dios (Dr. F.J. Ramiro)

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keywords: persona humana, Dios, reproducción asistida, proyecto genoma humano, pgh   Parece que no serí­a adecuado citar el nombre de Dios cuando nos reunimos para hablar de bioética. El motivo de  esta forma de pensar se apoya, dicho de una forma simple,  en dos  razones. 1. Se piensa que la Iglesia Católica …


keywords: persona humana, Dios, reproducción asistida, proyecto genoma humano, pgh


Parece que no serí­a adecuado citar el nombre de Dios cuando nos reunimos para hablar de bioética. El motivo de  esta forma de pensar se apoya, dicho de una forma simple,  en dos  razones.

1. Se piensa que la Iglesia Católica es una institución cuya fundamentación está más allá de la razón y que por tanto sus argumentaciones no pueden entrar en un debate que quiere ser racional como es el debate bioético. A este argumento hay que contestar que aunque es cierto el origen sobrenatural de la Iglesia ““para quien la acepta, o todo será una falsedad para quien no la acepta-, también es cierto que en las declaraciones que ha hecho la Iglesia Católica sobre temas referentes a cuestiones bioéticas su argumentación ha seguido principios y razones de nivel estrictamente racional, sin acudir normalmente a argumentos de fe o sobrenaturales. [1] Por tanto serí­a más interesante escuchar los argumentos que da y valorarlos por el valor de verdad racional que se pueda encontrar en ellos que adoptar una actitud de no escucha.

2. Se defiende todaví­a la afirmación de “la muerte de Dios”. Por parte de unos se concibe la secularización de la sociedad como la afirmación de que la realidad de Dios  debe quedar al margen en el tratamiento de cualquier cuestión que afecte a esta sociedad secularizada. La autonomí­a total en el planteamiento ético efectivamente lleva a un cierre a la posibilidad de otra instancia distinta de uno mismo como  origen de eticidad.
En otros casos, partiendo de la realidad del pluralismo que se da en la sociedad, podrí­a parecer que aquello que no es aceptado por todos no debe entrar en consideración. [2] Estamos ante un planteamiento de la bioética como herramienta exclusivamente de “decisión making”, olvidando la fundamentación de la ética y su papel en la bioética. [3]

Junto  a este planteamiento en el plano teórico, la realidad nos muestra que   cualquier hombre experimenta en diversos  momentos de su vida la necesidad de encontrar un referente a su presencia hoy y ahora en la existencia, y una explicación a su deseo de perdurabilidad. No se trata de una cuestión teórica que le sea indiferente resolver de una forma u otra porque afecta al sentido de la propia vida. La cuestión del espí­ritu no es ajena a la sabidurí­a sobre la vida  No se trata de un problema que el hombre tenga que simplemente  resolver, sino de un misterio en el que se va a mover [4] mientras dure su paso por el tiempo. El hombre no puede sustraerse al misterio que envuelve su vida y por tanto o se aventura en ese misterio y esa aventura le lleva directamente al diálogo con Dios, o  cierra  los ojos a él y acepta la falta de sentido en los aspectos más importantes de su existencia.

Advirtamos en este punto  que no estamos hablando del Dios revelado, del Dios del que habla  la Iglesia Católica,  sino que nos estamos refiriendo a ese Dios del que nos habla cada hombre, o que nos lo niega, pero sin que le deje indiferente la cuestión. Nos estamos refiriendo a nosotros mismos cuando miramos hacia nuestro interior y a las respuestas que nos damos, sobre el misterio en el que se haya inmerso nuestra aparición a la vida  y sobre el misterio que envuelve nuestra temporalidad. Y eso mucho antes incluso de poder teorizar sobre esos pensamientos.

Por ello la ética, que es la ciencia práctica para alcanzar la felicidad, debe dar una respuesta, o más bien debe caminar explicando este misterio o, en todo caso, buscando razones para negarlo. De cualquier modo  se debe afirmar que no es ajeno a la ética  la respuesta a la presencia de Dios en la vida humana.

Si esto es así­, ¿cómo sustraerse a la consideración del misterio de Dios en el razonamiento bioético que por su misma esencia es ético? De aquí­ que lí­cita y necesariamente debamos preguntarnos ¿Está afectando el desarrollo cientí­fico-biológico a la visión que el hombre contemporáneo tiene de Dios?

Pienso que es obvia la respuesta afirmativa a esta pregunta aunque el desarrollo de la explicación en todos sus aspectos sobrepasarí­a  ampliamente el campo de esta comunicación. Es fácil comprobar que la atribución por mucho tiempo de un origen directamente divino a fenómenos cuya causalidad es explicada posteriormente con argumentos fí­sico-quí­micos, ha supuesto, al menos en un primer momento, un oscurecimiento del camino para rastrear la presencia de Dios en la naturaleza. El desengaño que produce esta situación, y, en otros casos, la euforia al encontrar una explicación cientí­fica a lo que antes se escapaba del conocimiento humano, ha llevado de hecho a la creencia de que el hombre serí­a capaz de sustituir a esa realidad llamada Dios como explicación de toda la realidad existente,  por su propia capacidad de conocimiento. Podemos entender, pues, que en el momento actual,  la divulgación de los avances de la biologí­a y la implantación de determinadas biotecnologí­as pueda ofuscar la visión de Dios a los ojos del hombre contemporáneo..

Nuestra comunicación se va a centrar en comentar cómo pueden estar influyendo los progresos que se están dando en los campos de la aplicación de la biotecnologí­a a los  comienzos de la vida humana. En concreto nos fijaremos en el Proyecto Genoma Humano ““por agrupar bajo un nombre a los diversos proyectos que trabajan en el entorno del genoma-, y en las diversas técnicas de fecundación artificial.

Sin ninguna duda el comienzo de la vida del hombre es un campo principal del propio misterio de la vida humana. Por tanto es adecuada su observación para conocer  la incidencia que tiene su diverso tratamiento biomédico en  el esclarecimiento o el ocultamiento del misterio. Nos interesa ya señalar que siendo estos dos campos realidades que están suponiendo un positivo avance en el conocimiento del comienzo y la organización de la vida humana, sin embargo su  relación con la comprensión del misterio del hombre no es del mismo signo, como trataremos de demostrar.

Una cuestión previa de carácter epistemológico: el valor de verdad no se encuentra sólo en el conocimiento experimental, o positivo. Podemos expresarlo  con un ejemplo: Si leemos El Principito, de Saint-Exupéry, es muy fácil que descubramos la necesidad que tiene el hombre de la amistad para ser feliz. Si mediante sondas somos capaces de descubrir la ausencia en el ADN de tres bases nitrogenadas que producen la inserción de la fenilalalina en la posición 508 de un polipéptido, tenemos un conocimiento de un gen que provoca la fibrosis cí­stica. ¿Cuál de los dos conocimientos es más “importante” para la vida del hombre? ¿Cuál de los dos conocimientos es más “real”? Pienso que para la mayorí­a de las personas es evidente que da más conocimiento verdadero, objetivo y cierto sobre esa realidad que llamamos hombre, la primera de las lecturas que el segundo experimento.

 

Quiero expresar con esto que doy por supuesto que junto al conocimiento de tipo experimental, hay otro modo de conocer  que nos permite un acceso a la realidad  y que es  un  conocimiento verdadero, aunque no sea completo o total, de la realidad. Este conocimiento se debe llevar a cabo mediante la profundización en la realidad que llamamos “este hombre”. Y que el nivel de realidad al que accede el conocimiento no se queda en la cota de lo sensible sino que es capaz de alcanzar lo que llamarí­amos realidades espirituales: amor, libertad, sentido…

Dicho en negativo. Me parece que no es posible admitir como válidas explicaciones como  “hasta hace poco confiábamos en la compañí­a del espí­ritu, más o menos emancipado de la carne, pero el espí­ritu, tal como ha demostrado la ciencia, no es sino una bioquí­mica segregada por el laboratorio del cuerpo… La misma cultura psicológica de antaño se ha convertido en una cultura fí­sica. Los ejercicios espirituales se han convertido en los ejercicios gimnásticos de ahora, y desde el yoga al respiracionismo todas las prácticas de transformación de la psique tienen por objetivo el cuerpo”. [5] Esta forma de explicar la realidad no sólo peca de superficial, sino que trae como consecuencia asfixiar al hombre en su propia materialidad, incapaz de entender su propio misterio, y resolviéndolo por el simple procedimiento de darle una realidad ilusoria o negarlo.

El pensamiento actual ha adquirido unos conocimientos sobre qué significa ser persona  y que aunque aquí­ no vayamos a desarrollar [6] , sí­ que queremos citar al menos en algunos aspectos que hacen referencia a nuestro tema:

  1. El hombre toma conciencia de quién es él en su relación con los otros
  2. Estos otros no son primariamente los animales ni las plantas, sino los que llamamos personas. Se conoce a sí­ mismo como persona en su relación con otras personas. En esta comprensión entra ciertamente la mirada que tiende a su corporalidad en la que se asemeja a esos otros animales o plantas, pero también tiene la conciencia de que su cuerpo es él, forma parte de su ser personal.
  3. En este punto el hombre se encuentra ante una puerta de paso obligatorio: tal como vea, tal como se comunique con los demás, se verá a sí­ mismo, se valorará a si mismo. No queremos decir que cada hombre se encuentra igualado a los otros en cuanto a su inteligencia, o a su fuerza, o a su belleza, o a otros aspectos en los que hay un más y un menos, porque son cualidades que se tienen. Nos referimos a que aquello que el hombre valore como esencial en los demás, es lo que valorará en él mismo como esencial. Si valora lo que tienen, se comprenderá a sí­ mismo según lo que tenga, y el tener más le hará sentirse superior y en ese sentido dedicar todas sus fuerzas a tener más. Como consecuencia cuando vea que no tiene se valorará en poco o en nada. Si lo que valora como fundamental es el sólo hecho de ser persona, siempre tendrá un respeto a cualquier otro y al mismo tiempo una comprensión valiosa de sí­ mismo.
  4. Establecido el binomio yo-tú, como una complementariedad, o como un diálogo de comunión, no como un enfrentamiento, es posible llegar a descubrir ““fenomenológica u ontológicamente- cómo ese yo que somos cada uno, no puede alcanzar su plenitud sin el Tú que llamamos Dios. Este Tú es descubierto como realidad personal desde nuestra propia realidad personal, como el único tú que puede dar plenitud al deseo de comunicación personal.

Aplicación a nuestra cuestión

El Genoma Humano

El estudio de la fundamentación de las caracterí­sticas de cada ser vivo tiene dos pioneros aceptados por todo el mundo: el prior Mendel que tuvo el mérito de ser el primer biólogo matemático cuando se propuso en 1857 estudiar de una manera cientí­fica las variaciones en la herencia, y Ch. Darwin que en 1859 publicarí­a Sobre el origen de las especies [7] .  Empezaba en esos años una aventura cientí­fica hacia el descubrimiento de las causas de los diferentes rasgos de los seres vivos, que culminarí­a ““aunque sólo sea parcialmente- en los diversos proyectos de secuenciación del ADN de diversos animales y del hombre [8] . Las noticias sobre el éxito del Proyecto Genoma Humano son muy recientes, el pasado 25 de junio del 2000 Bill Clinton y Tony Blair, junto a los cientí­ficos Ccraig Venter y Francis Collins, anunciaban que se habí­a logrado el primer objetivo de secuenciar el ADN. Desde ese hito, el trabajo ha continuado y cada dí­a se anuncian nuevos descubrimientos.

En una primera consideración puede parecer que los avances en la secuenciación del ADN podrí­an oscurecer la idea de presencia de Dios en el origen del hombre. En efecto se puede tener la impresión de que el hombre pasa a dominar un nuevo campo en su propia realización, campo en el que “ya no hace falta acudir a la explicación divina”. En mi opinión eso no es así­. Si miramos con atención lo que se está produciendo es un avance en el conocimiento cientí­fico (positivo) del funcionamiento del cuerpo humano. El desentrañamiento de la organización de los nucleótidos de las cadenas de los cromosomas, y su relación con la producción de determinados aminoácidos que controlan las caracterí­sticas somáticas de cada hombre, no es más que un avance en el descubrimiento de las interioridades del cuerpo en cuanto tal. Médica y técnicamente este conocimiento es muy importante porque permitirá actuar de una forma más cientí­fica en la prevención o curación de enfermedades al conocer su origen fí­sico-quí­mico exacto. Se está iniciando el camino del conocimiento realmente cientí­fico de la genética. Al mismo tiempo se empiezan a descubrir  algunas de las posibilidades que esta biotecnologí­a proporcionará, aunque también hay un desbordamiento de la imaginación sobre las posibilidades reales actuales.

Ciertamente la complejidad, el desarrollo técnico que manifiestan y su espectacularidad tienen el peligro de ocupar todo la atención de la sociedad, y pueden quedar  como encubiertos otros aspectos de la persona humana. Es el peligro bien conocido del reduccionismo biologicista. Cuando se razona con este prejuicio el aumento de los conocimientos biológicos puede parecer que amplí­a el conocimiento de lo que el hombre es en sí­. Sin embargo habrí­a que matizar que lo que se está ampliando es el conocimiento de una aspecto de lo que el hombre es, pero los otros aspectos continúan quedando fuera de ese ámbito de conocimiento. Por poner un ejemplo, un mejor conocimiento de la secuenciación del genoma está ayudando a conocer lo que algunos  llaman la sexualidad genética, y por tanto se está conociendo mejor, o se podrá conocer mejor, la influencia de los aspectos biológicos en la conducta sexual humana.  Pero es evidente que en la vivencia de su propia  sexualidad que cada persona  tiene y desarrolla se hacen presentes otros factores: amor, donación, fidelidad, ternura …, de los que la persona es consciente, y que afectan a otros campos de su realidad que van más allá del biológico.

Ahora bien sólo quien tome una actitud precientí­fica  de que toda la conducta humana se puede explicar desde los genes [9] podrá concluir que su mejor conocimiento abarca a la totalidad del conocimiento de lo que es el ser humano.

Los descubrimientos sobre el genoma más bien nos están haciendo dos tipos de afirmaciones:

  1. Tan iguales y tan diferentes. Tenemos tanto genómicamente en común con los animales y sin embargo en la realidad que observamos somos muy diferentes. La realidad de la comunicación, de la cultura, de la ciencia están ante nuestros ojos, y al mismo tiempo también la realidad de la similitud material. Es difí­cil no acudir a una  realidad espiritual en el hombre como origen de esta diferencia [10] . Realidad que al no poder tener su origen en la materia por su diferencia esencial, nos hablarí­a de un Espí­ritu que intervendrí­a en la aparición de cada hombre en la existencia.
  2. La realidad básica material está formada por elementos simples que sin embargo poseen un altí­simo grado de organización lo cual les permite tener un gran  contenido de información para transmitir mediante códigos que son interpretados. Ahora bien ese proceso “tan inteligente aunque inconsciente”, que por otra parte se enfrenta a la fuerza general de la naturaleza que tiende al caos, al desorden, ¿no nos habla de una Causa primera organizadora?

  En este sentido nos parece que los avances en el conocimiento del genoma o del proteoma pueden ser ocasión para que los hombres reflexionen sobre el misterio de su existencia concreta y se vean conducidos a penetrar en el misterio de Dios.

Reproducción asistida

¿Cómo se plantea en estos momentos la llegada de un hombre al mundo?

La inmensa mayorí­a vienen de una forma que podrí­amos llamar normal. Son muy escasos en proporción ““no en número- las vidas humanas concebidas de forma artificial. Sin embargo es esta forma la que más aparece en los medios de comunicación y produce la imagen de que pueda ser la habitual. Analicemos las dos formas.

Hay un modo que hemos  llamado normal. Un hombre y una mujer se aman y se entregan mutuamente. La entrega se traduce también en la unión de sus cuerpos que en el acto conyugal les funde en uno y que da origen a la transmisión de la vida.

Contemplado en su realidad dinámica esta afirmación tiene muchos aspectos, es: elección, libertad, compromiso, sensibilidad, afectividad, pasión, amor. Pero si la contemplamos en su conjunto  aparece como la expresión omnicomprehensiva del amor de dos seres humanos complementarios que tiene ““o al menos puede tener- como fruto un nuevo ser humano. Es muy importante tener en cuenta que la aparición de esta nueva vida se da con ocasión, y como origen, en un acto de amor y de entrega de seres humanos. Este clima de presencia del amor, afecta por supuesto a la nueva criatura que viene en ese clima a la existencia, pero afecta también a los padres porque les da una primera noción de la exacta relación que tiene con ellos la nueva criatura. No es suya en sentido posesivo, sino que es fruto de su amor. Viene a la existencia con ocasión de su amor. Lo cual por otra parte hace que ya desde el primer momento, desde el momento de su concepción, el hombre sea tratado de una forma digna: aparece en un clima de amor. Podrí­a haber sido más o menos deseado por sus padres, pero incluso en el caso de que no lo hubiera sido, su presencia manifiesta la realidad de su amor.

Se podrá objetar que aquí­ suponemos unos aspectos en el acto conyugal que quizá a veces no se dan. Es cierto. A veces el acto conyugal es una mentira porque es un acto cuya verdad manifestada no existe. A lo mejor sólo se origina por la pasión, o por la violencia, o por el comercio. Pero que eso sea así­ no desdice de la verdad objetiva del acto. Si fruto de esta relación un hombre viene a la existencia, lo hará de una forma verdadera en cuanto a la realidad objetiva del  acto, aunque quizá los padres no hayan actuado interiormente de acuerdo con lo que exteriormente estaban manifestando. Podrí­amos decir que es un engaño que queda en los padres pero que no pasa a la nueva criatura.

El otro modo en el que un hombre viene a la existencia es mediante las llamadas técnicas reproductivas. Sustancialmente la mayorí­a de estas técnicas [11] lo que llevan a cabo es la fabricación de una vida humana. Bien se trate de la  INSEMINACION (introducción de espermatozoides en las trompas), la GIFT (obtención de los gametos y transferencia a las trompas), la FIVET (obtención de los gametos y fecundación para su posterior implantación en el útero), o la CLONACION (enucleación del ovocito e inclusión del núcleo de una célula de un adulto), se trata, en la mente y en las técnicas de los profesionales de la medicina que intervienen, de la producción de un individuo.

En concreto se procuran unos materiales para utilizar, los gametos, y en otros casos una célula, que son manipulados con el objeto de obtener el embrión. De hecho el origen de estos materiales cada vez es más indiferente, pueden ser de una pareja, pueden venir de uno de los miembros de la pareja a cuya mujer se implantará después el embrión, y de alguien totalmente desconocido. Pueden tener ambos gametos un origen totalmente anónimo. Pueden ser implantados en la pareja origen o en alguien que se alquile. Por otra parte la fecundación puede hacerse de un individuo o de varios, se puede implantar uno y los demás congelarse o utilizarlos para la investigación o para la obtención de diversos productos.

Nos encontramos pues con unas situaciones que aunque no son homogéneas todas comparten dos aspectos: una intención común: la obtención de una vida humana, y unos actos que consisten en producir un hombre y que no tienen otro significado. Ambos aspectos dañan de modo distinto pero real a la dignidad del nuevo hombre que viene a la existencia [12] .

En la práctica  estas técnicas biológicas han producido un deslizamiento en el trato del origen de la vida humana que ha salido del ámbito que se consideraba del amor ““de Dios, y de sus padres-. Podrí­amos decir que se ha pasado de un menor conocimiento de los mecanismos de la fecundación, pero con una admiración por el hombre que vení­a a la existencia, ya que se consideraba la vida como un regalo de Dios -lo cual manifestaba la conciencia de que ese hombre era algo más que materia, era también espí­ritu-, a una situación en la que se domina más la técnica de la fecundación [13] , y la vida que surge se  ve  como fruto de la propia técnica.

Por otra parte aunque en ocasiones hay que reconocer que en algunas parejas hay un fuerte deseo de tener hijos que les lleva incluso a grandes sacrificios, no se puede hablar propiamente de que se muevan por amor al hijo, puesto que éste aún no existe. Junto a esta realidad hay que admitir también que es frecuente encontrarnos con la situación de  que en el origen de estas nuevas vidas está el interés cientí­fico, y a veces los negocios de la  industria biosanitaria [14] .

Podrí­amos decir que se ha pasado de un menor conocimiento de los mecanismos de la fecundación, pero con una admiración por el hombre que vení­a a la existencia, ya que se consideraba la vida como un regalo de Dios -lo cual manifestaba la conciencia de que ese hombre era algo más que materia, era también espí­ritu-, a una situación en la que se domina más la técnica de la fecundación [15] , pero en la que se ha perdido la capacidad de admirarse por la vida que surge ya que se la ve  como fruto de la propia técnica. Sólo así­ se entiende, a mi parecer, la minusvaloración progresiva que se está haciendo del embrión, hasta el punto de querer considerarlo como “materia de experimentación” [16] . Las discusiones que en estos momento se tienen no suelen ser sobre la naturaleza del embrión, sino sobre legislación para su utilización. Se ha olvidado incluso un sabio principio de actuación que es la prudencia que deberí­a llevar a que en caso de duda de que los embriones fuesen o no personas no nos arriesgásemos a destruir personas.

 

Es cierto que la investigación biomédica es muy importante y siempre conlleva algunos riesgos, pero estos riesgos que uno puede asumir libremente, no se puede pretender que los asuman los demás sin ser consultados.

Desde aquí­ podemos plantearnos, ¿alguien piensa que el hombre puede tratar así­ el nacimiento de otros hombres y no quedar él mismo dañado? Ciertamente el hombre se está dañando a sí­ mismo porque está acostumbrándose a no considerar a otros hombres, simplemente porque son muy pequeños o porque no tienen capacidad de comunicarse. Esto es muy peligroso ya que puede generar situaciones de violencia con los que no tienen posibilidad de defenderse [17] . Pero además, respecto al tema que nos ocupa, este comportamiento oscurece la capacidad de visión de lo no tangible, de lo no material, de lo espiritual, de la realidad de misterio que es la persona humana.  Por eso se dificulta también la capacidad para captar el misterio de Dios presente en el hombre.

Nos parece que un tratamiento de estas técnicas como si fuesen medios neutros respecto al hombre es un error. Ciertamente para la investigación con animales, o el mejoramiento de las diversas especies, el uso de estas técnicas carece normalmente de una eticidad especí­fica. Pero en nuestro caso la presencia del hombre no ya como agente de la acción sino como sujeto de ella cambia el panorama, y pasa a darle todo un entorno y unas consecuencias muy distintas al caso de su uso con los animales. El hombre no es un animal junto a un espí­ritu sino un animal espiritual. El ser corporal tiene consecuencias en su espiritualidad, pero también la suidad de su corporalidad hace que cualquier tratamiento de ésta para ser analizado bioéticamente exija una visión completa sobre su realidad.

Francisco José Ramiro Garcí­a

julio 2001



[1] Por citar sólo el último documento de Juan Pablo II, Carta Apostólica Novo Millenio ineunte,del 6 de enero de 2001, :” el servicio al hombre nos obliga a proclamar, oportuna e importunamente, que cuantos se valen de las nuevas potencialidades de la ciencia, especialmente en el terreno de las biotecnologí­as, nunca han de ignorar las exigencias fundamentales de la ética, apelando tal vez a una discutible solidaridad que acaba por discriminar entre vida y vida, con el desprecio de la dignidad propia de cada ser humano. Para la eficacia del testimonio cristiano, especialmente en estos campos delicados y controvertidos, es importante hacer un gran esfuerzo para explicar adecuadamente los motivos de las posiciones de la Iglesia, subrayando sobre todo que no se trata de imponer a los no creyentes una perspectiva de fe, sino de interpretar y defender los valores radicados en la naturaleza misma del ser humano.” (n. 51)

[2] Cfr. p.e., D. Gracia, Fundamentos de Bioética,  Madrid (1989), en la introducción.

[3] J.M. Barrio, en La Bioética, entre la resolución de conflictos y la relación de Ayuda, en CB , XI:43, 2000, pp. 291-300

[4] “El problema es algo que se encuentra, que obstaculiza el camino. Se halla enteramente ante mí­. En cambio, el misterio es algo en lo que me hallo comprometido, a cuya esencia pertenece, por consiguiente, el no estar enteramente ante mi” G. Marcel, Ser y tener, Guadarrama, Madrid, 1969, p. 124

[5] Verdú, en El Paí­s, 30 dic 2000

[6] Ver p.e.. M. Nedoncéll,, La réciprocité des consciences, Paris (1942), G. Marcel, Diario Meafí­sico, Madrid (1969), J.-M. Grevillot, Las grandes corrientes del pensamiento contemporáneo: existencialismo, marxinmo, personalismo cristiano, Madrd (1973), J. Marí­as, Antropologí­a metafí­sica, Madrid (1983) M. Buber,  Yo y tú, Madrid, 1993

[7] Es sorprendente que, frente a lo que muchas veces se supone, el darwinismo fue mucho más una teorí­a que una explicación cientí­fica. Es más los avances cientí­ficos son los que han llevado a hacer sucesivos replanteamientos dando lugar a varias explicaciones “neo-darwinistas”. Popper escribió refiriéndose al darwinismo: “Esta teorí­a es inestimable. No alcanzo a ver cómo sin ella podrí­a haber aumentado nuestro conocimiento del modo en que lo ha hecho desde Darwin… ; aunque sea metafí­sica, arroja un raudal de luz sobre investigaciones muy concretas y muy prácticas…” (citado por M.Artigas, Karl Popper: Búsqueda sin término. Madrid 1979, p. 157

[8] Una buena descripción de esta “aventura” viene descrita en Thomas F. Lee, El Proyecto Genoma Humano, 2 ed. Barcelona, 2000.

[9]   Ver la excelente crí­tica que a estos planteamientos antropológicos hace J.L. Ruiz de la Peña, en La antropologí­a y la tentación biologista, en Communio, VI/84, p.508-518, también Las nuevas antropologí­as. Un reto a la teologí­a, Santander 1983

[10] Otra explicación que se da buscando no acudir a una causa externa a la naturaleza a la misma naturaleza es el “emergentismo”: serí­an capacidades que emergerí­an de la materia. Pero nadie ha dado una explicación sobre cómo es este proceso. Ver con más detalle: M. Artigas, El hombre a la luz de la Ciencia, Madrid 1992, pp. 95 ss.

[11] Conviene matizar que hay algún método que se suele incluir entre estas técnicas, en concreto el DIRGAT, y también alguna forma de realizar la GIFT, que podrí­an recibir la consideración de ayudas a la concepción, más que técnicas de concepción artificial. Es conocida la discusión actual en teologí­a moral sobre la aplicación del término ayuda en la Donum vitae.  Ver mi libro Técnicas de asistencia a la reproducción humana: valoración ética, Bilbao 2000.  En este caso estos métodos no se enmarcarí­an dentro de las afirmaciones que hacemos a continuación.

[12] Se nos podrá poner dos objeciones a esta afirmación:

1.      Que puede haber intenciones amorosas. Es decir que puede haber progenitores que acudan a las técnicas de reproducción artificial  por amor.  Nos parece que no se puede confundir el instinto maternal con el amor, aunque el primero pueda ser muy fuerte e incluso desinteresado. Entre otras razones se hace muy difí­cil hablar de amor al hijo, cuando todaví­a no existe propiamente ese hijo. Quizá se  podrí­a hablar de deseo de expansionar el propio amor. Quizá en este sentido el P. GAFO (p.e. en 10 palabras clave en Bioética, Estella 1997), defiende la bondad de la fecundación homóloga, frente a la enseñanza católica de la Instrucción “˜Donum vitae”™ (22-II-1987). Sin embargo incluso con esta intención los actos que se llevan a cabo irí­an  encaminados únicamente a la producción de un hombre, y no vemos cómo puedan ser justificados por los deseos buenos de los progenitores. No encontrarí­amos ante el principio paulino de “no hagamos el mal para que vengan cosas buenas” (cfr. Rom. 3, 8).

2.      Que lo que se produce no es un hombre sino un “conglomerado de células”. Ciertamente esto implica la discusión sobre el estatuto del embrión. No es éste el sitio para entrar en esta discusión, pero a mí­ me parece bastante claro: desde la fecundación tenemos vida humana y consecuentemente persona humana. La primera afirmación es biológica, la segunda filosófica, pero ambas se implican. El motivo en negativo se apoya en que, si no es en el momento de la fecundación que es cuando empieza a haber una unidad que se autodirige para desarrollarse y que tiene todas las caracterí­sticas de la especie humana, todas las demás razones que se arguyen me parece que son momentos que se señalan artificialmente y que, aunque se refieran a hitos importantes del desarrollo, no son más que eso, hitos, pero no principios fundantes (ver el estudio de los diversos principios, que hace M. Domingo Gutiérrez, El resultado de la fecundación: comienzo de la vida humana, en El inicio de la vida, Madrid 1999). Si se siguiese  esta elección discrecional se podrí­a llegar como hace P. SINGER, a retrasar un perí­odo de 28 dí­as después del nacimiento el derecho a la vida (citado por E. Iáñez en Ingenierí­a genética y Reproducción humana: algunos interrogantes éticos en torno a sus potencialidades eugenésicas, en Almogaren, junio-1999, n. 24) . En positivo me parecen muy claras las palabras de J. Botella Llusiá, La primera semana de vida, en El inicio de la vida, Madrid 1999: “Hay una cosa que como biólogo u objetivamente, por mi propio conocimiento, sí­ que puedo afirmar: el concebido, único o múltiple, persona o no, es ya desde el momento mismo de la fusión de los gametos una vida humana” (pp. 218-219)

[13] Se conocen mejor las técnicas de fecundación, pero se ha frenado de forma notable el estudio de las causas de la fecundidad y de la esterilidad, porque, por así­ decir, ya se pueden obtener los niños por otros métodos.

[14] No es exagerada esta afirmación. Como caso reciente recuérdese la argumentación del Presidente B. Clinton, aprobando la asignación de fondos públicos para experimentar con embriones, que se apoyaba en la necesidad de que esta industria no quedara retrasada en EEUU respecto a otros paí­ses. Más recientemente si observamos las discusión que tiene lugar en Alemania, nos encontramos con un razonamiento similar por parte del canciller Schoroí«der  para defender la producción de embriones destinados a la investigación.

[15] Se conocen mejor las técnicas de fecundación, pero se ha frenado de forma notable el estudio de las causas de la fecundidad y de la esterilidad, porque, por así­ decir, ya se pueden obtener los niños por otros métodos.

[16] A este respecto se puede observar, por ejemplo, la evolución en el uso del término “pre-embrión”. Un término desconocido en la literatura cientí­fica pero que  se extiende  con el Informe Warnock de 1984, emitido por el “Comité de Investigación sobre Fertilización y Embriologí­a Humanas”.. El Comité declaró abiertamente que este lí­mite de tiempo fue un compromiso totalmente arbitrario adoptado “con objeto de mitigar la ansiedad pública” y conceder a los cientí­ficos todo el tiempo posible para la investigación embrionaria. Su uso no se origina porque haya cambiado la realidad, sino porque ha cambiado el modo en el que se quiere tratar esa realidad. De hecho es muy difí­cil encontrar su aplicación a casos distintos del hombre.

[17] No es superfluo aquí­ mencionar, no sólo el aumento del aborto, sino también las voces que se están levantando a favor de legislaciones defensoras de la eutanasia, y las noticias que llegan casos de eutanasia, así­ como el aumento del racismo y la xenofobia.

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