Amsterdam Hace siete años, el doctor Wolss Winkel recibió la petición de matar a alguien. Una mañana que nunca olvidará una paciente de 77 años que se estaba muriendo de cáncer le pidió que la matara. En el aspecto puramente legal sabía que podía hacerlo, ya que, aunque la eutanasia todavía no …
Amsterdam
Hace siete años, el doctor Wolss Winkel recibió la petición de matar a alguien. Una mañana que nunca olvidará una paciente de 77 años que se estaba muriendo de cáncer le pidió que la matara.
En el aspecto puramente legal sabía que podía hacerlo, ya que, aunque la eutanasia todavía no había sido oficialmente despenalizada en Holanda -lo que ocurrió hace dos semanas-, en la práctica sí se aplicaba. Una serie de disposiciones jurídicas en la década de 1980 hacía casi imposible que las acusaciones ganaran los casos de eutanasia, y en las pocas ocasiones en las que los médicos eran acusados, las sentencias se suspendían. La Asociación Médica Holandesa había aprobado públicamente la eutanasia, que ya entonces era habitual. Todo lo que determinaba la aplicación a su paciente era su voluntad de aceptar la petición.
No podía matar a su paciente; se supone que los médicos están para curar, no para matar y, como cristiano, pensaba que poner en sus manos la potestad de Dios estaba mal. Pocos días después, su paciente murió de forma natural.
Pero la mayor parte de los holandeses han alcanzado una conclusión diferente; más del 80 por ciento están a favor de la “eutanasia voluntaria”, según las últimas encuestas. El Parlamento holandés acaba de aprobar una medida que despenaliza completamente la eutanasia y el suicidio asistido por un médico. Holanda se ha convertido en el primer país democrático en el mundo en permitir, legalmente, que los médicos maten a sus pacientes.
Y puede que ya estén acostumbrados a hacerlo. De los 130.000 holandeses que murieron en 1990, unos 11.800 recibieron la muerte de manos de sus médicos, según un informe de 1991 elaborado por el fiscal general del Tribunal Supremo de Holanda (el único completo que existe sobre esta práctica del que dispone el Gobierno holandés). Algunas de estas muertes son los clásicos casos que citan los defensores del derecho a morir: un enfermo terminal, agonizante que pide morir con dignidad”.
Pero muchos no lo son. Hasta 5.981 personas -una media de 16 diarias- murieron a manos de sus médicos sin su consentimiento, de acuerdo con el citado informe. Y en estas cifras no están incluidos algunos otros grupos que mueren involuntariamente: niños incapacitados, niños con enfermedades terminales y enfermos mentales. Alrededor del 8 por ciento de los niños que mueren en Holanda lo hacen a manos de sus médicos, según un estudio de 1997 publicado en The Lancet. Un ejemplo es el del doctor Henk Prins, que mató, con el consentimiento de sus padres, a una niña de tres días de edad con espina bífida y una herida abierta en la base de la columna. Prins nunca intentó tratar la herida, según Wesley J. Smith, autor del libro Cultura de la muerte.
Ahora, muchos ancianos temen a los hospitales holandeses. Más del 10 por ciento de los ciudadanos mayores que han respondido a una reciente encuesta que no mencionaba la eutanasia manifestaron voluntariamente su temor a ser asesinados por sus médicos sin su consentimiento. Un grupo de ancianos incluso ha elaborado tarjetas que llevan consigo y que advierten que su portador se opone a la eutanasia.
¿Qué hace que los holandeses se sientan cómodos con esta práctica? Un factor es que sus médicos también se sienten cómodos con ella. “Los holandeses han llegado tan lejos porque desde el principio tienen a la profesión médica de su lado”, decía Derek Humphrey, fundador de la Sociedad Hemlock pro-derecho a morir, en una entrevista al Globe and Mail, de Canadá, en septiembre pasado. “Hasta que tengamos una parte importante de la profesión médica de nuestra parte, en Canadá no llegaremos muy lejos”.
Algunos sugieren que los médicos holandeses tienen una mayor inclinación natural hacia la eutanasia. Pero eso parece improbable. Al contrario de lo que ocurrió con los médicos del resto de países ocupados por los nazis, los médicos holandeses nunca participaron ni recomendaron ni un solo caso de eutanasia durante la II Guerra Mundial, según un artículo publicado en The New England Journal of Medicine en 1949. Incluso se desobedecían las órdenes nazis de no tratar a los ancianos o a aquéllos con pocas posibilidades de recuperación. “Sólo ha hecho falta una generación para transformar un crimen de guerra en un acto de compasión”, afirmó el ensayista Malcolm Muggeridge.
¿Cómo han cambiado tan drásticamente en tan poco tiempo? El camino hacia la cultura de la muerte empezó cuando los médicos aprendieron a pensar como contables. A medida que ha ido creciendo el coste de la medicina en Holanda, los médicos han sido aleccionados y sermoneados acerca de los costes crecientes de la sanidad. En muchos hospitales se colocaron carteles que indicaban cuánto costaban a los contribuyentes los tratamientos de los ancianos. El resultado fue una creciente presión social sobre los médicos.
Con esta presión, incluso los casos de eutanasia voluntaria pueden no ser voluntarios. A esto hay que añadir el descenso del 33 por ciento en los suicidios entre la tercera edad al tiempo que ha crecido en un porcentaje similar el número de eutanasias en el mismo grupo durante las últimas dos décadas.
Las restricciones profesionales a la eutanasia se dejaron de lado. Pocos colegios médicos de naciones desarrolladas exigen el juramento hipocrático. Los estándares profesionales de las facultades médicas también han cambiado. Casi todas las grandes escuelas ofrecen una clase de bioética en la que la eutanasia se considera, al menos, como una cuestión abierta. La Asociación Holandesa de Pediatría emitió unas directrices para quitar la vida a recién nacidos en 1993; la Sociedad Holandesa de Farmacología envía un libro a los nuevos licenciados que incluye fórmulas para elaborar líquidos para aplicar la eutanasia.
Finalmente, los débiles políticos entran en juego. No hay ningún gran partido que se oponga inequívocamente a la eutanasia, ni siquiera el de centro-derecha demócrata-cristiano, que ha alternado en el poder durante casi todo el tiempo desde la guerra.
Los médicos holandeses son libres para hacer este tipo de ofertas. Todas las barreras legales y profesionales contra la eutanasia se han demolido, a menudo gracias a los propios médicos. La eutanasia empezó con los médicos y sólo el despertar de su conciencia podría pararla ahora.
(Editorial, The Wall Street Journal, 25.IV.2001)