RESUMEN
En este trabajo examino aspectos filosóficos del transhumanismo, en particular en lo que se refiere a su antropología filosófica y la filosofía de la tecnología que se halla implicada en esta. Me enfoco en la ingeniería genética y la “evolución dirigida”, una narrativa central en la promoción de un futuro “posthumano” que –según el transhu- manismo– traerá beneficios en gran escala para la humanidad. Argumento que el trans-humanismo avanza una teoría deliberativa de los valores en un contexto que favorece la lógica de mercado para la comercialización y distribución de los bienes prometidos por la reprogenética. Esta teoría deliberativa, a su vez, se basa en una visión antropológica con fuertes raíces humanistas. Argumento que esta estrategia del transhumanismo nos lleva a profundas contradicciones, dado que la lógica individualista-mercantilista no conlleva lógicamente a un beneficio global en lo que concierne a la “naturaleza” humana.
1. EL TRANSHUMANISMO Y SUS IDEAS PELIGROSAS
En el lejano año 2004, los editores de Foreign Policy invitaron a ocho intelectuales de renombre internacional a que nominen la idea que, al parecer de cada uno de ellos, representaba la mayor amenaza para el bienestar de la humanidad. La elección de Francis Fukuyama (el pensador neoconservador famoso por su malograda tesis sobre el “Fin de la Historia”) fue el transhumanismo, el cual describe como “un extraño movimiento de liberación” que busca “nada menos que liberar a la raza humana de sus limitaciones biológicas”. Fukuyama afirma, con razón, que, aunque gran parte del transhumanismo es difícil de tomar en serio, sus principios centrales se encuentran “implícitos en gran parte de la agenda de investigación de la biomedicina contemporánea”. Me propongo aquí investigar estos principios, rastreando sus raíces históricas, e indagar sobre la metafísica que subyace a la retórica y el discurso de la visión transhumanista de la biomedicina, la ingeniería genética y la biotecnología contemporáneas.
¿Qué es el transhumanismo?
Aunque sus raíces se remontan a la Ilustración y el humanismo secular racional, el transhumanismo nació durante el apogeo del tecnolibertarismo de la década de 1980. Como escribe James Hughes, expresidente de la World Transhumanist Association, el transhumanismo es un producto de “la cultura blanca, masculina, opulenta del Internet estadounidense; y su perspectiva política general siempre ha sido una versión militante del liberalismo típico de esa cultura” (2002). Para quienes no lo recuerden, en la década de 1990 esta cultura, nucleada alrededor de Silicon Valley y de la revista Wired, desarrolló un híbrido entre la doctrina neoliberal del libre mercado y la teoría de las redes. Internet nos liberaría de las jerarquías políticas, instaurando una democracia liberal en la que un orden emergente surgiría del caótico bullicio de las decisiones individuales de agentes libres y racionales. La noción de que la política ha muerto, y de que el estado ha sido declarado superfluo en el régimen de la economía de mercado, sería inmortalizada a principios de esta década en el eslogan de la campaña presidencial de Bill Clinton: “It’s the economy, stupid”. Esta ideología anarcocapitalista, conocida como “ciberutopianismo”, fue el motor detrás del desarrollo de tecnologías como Google y Windows, y del crecimiento exponencial de la industria informática durante esos años. Su exagerado optimismo también fue una de las causas del colapso de la burbuja punto-com a principios de nuestro siglo. Pese a su retórica contracultural y revolucionaria, la filosofía de este movimiento es netamente conservadora. Esto se debe en gran parte a su adherencia al determinismo tecnológico: para cambiar la sociedad, basta introducir nuevas tecnologías; no hace falta una transformación institucional, cultural, económica o de las estructuras de poder. Obviamente, en esta ideología, el técnico (en este caso, el empresario, programador, desarrollador de software o analista de sistemas) es la persona más importante del mundo: el motor y diseñador del cambio global. Este hecho también explica en parte por qué esta ideología ha sobrevivido a la crisis financiera mundial: de acuerdo con esta, el desarrollo tecnológico es una esfera independiente que continuará avanzando más allá de los vaivenes que sufran los otros “sistemas”.
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