La Iglesia y los transplantes de órganos animales a seres humanos(1-dic-2001)

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Una promesa que podrí­a ayudar a remediar la carencia actualROMA, 1 diciembre 2001 (ZENIT.org).-¿Aprueba la Iglesia el transplante de órganos animales a seres humanos? El 26 de septiembre, la Academia Pontificia para la Vida ha respondido con un “sí­” con reservas.La Academia ha publicado un estudio sobre algunas consideraciones cientí­ficas …


Una promesa que podrí­a ayudar a remediar la carencia actual

ROMA, 1 diciembre 2001 (ZENIT.org).-¿Aprueba la Iglesia el transplante de órganos animales a seres humanos? El 26 de septiembre, la Academia Pontificia para la Vida ha respondido con un “sí­” con reservas.

La Academia ha publicado un estudio sobre algunas consideraciones cientí­ficas y éticas en relación con la posibilidad de los «xenotrasplantes» ““término que se usa cuando se habla de transplantes entre especies.

El aumento de las listas de espera para los transplantes de órganos está sometiendo a una mayor presión a las autoridades médicas para que encuentren soluciones. Hasta ahora, las campañas para aumentar las donaciones de órganos han tenido solamente un éxito limitado.

Los xenotrasplantes están todaví­a dando sus primeros pasos. En Estados Unidos, hace pocos años, un niño nacido con un corazón malformado sobrevivió durante un corto periodo de tiempo con un corazón de babuino. En la Universidad de Pittsburgh, un par de hombres recibieron hí­gados de babuinos; estos pacientes vivieron algunas semanas.

Hay mayores problemas médicos por superar, principalmente el rechazo por el sistema inmunológico y el peligro de infecciones por el cruce de especies. La ingenierí­a genética está intentando sortear el primer problema a través de modificar cerdos genéticamente de manera que los órganos que se extraigan de ellos tengan algunos genes humanos.

Luego está el tema de las infecciones. Las opiniones difieren sobre si transplantar órganos animales a seres humanos podrí­a dar como resultado una epidemia de un virus animal en la especie humana.

Poco después de la aparición del documento vaticano, el New York Times del 2 de octubre publicó un debate sobre la posibilidad de transplantar órganos de cerdos a seres humanos.

Jonathan S. Allan, de la Southwest Foundation for Biomedical Research, explicó que las células animales eran usadas en varios procesos. Los investigadores están inyectando células fetales de cerdo en cerebros de paciente con mal de Parkinson, enfermedad de Huntington, epilepsia y apoplejí­a.

Allan, que se opone al procedimiento con transplantes de especies distintas, indicaba que algunos cientí­ficos están incómodos con los procesos, dada la falta de información sobre si los virus se pueden transmitir de los cerdos a los humanos. Algunos investigadores piensan que la epidemia del Sida comenzó cuando el VIH saltó de un mono a un humano, por lo que la posibilidad de problemas existe.

Como alternativa, Allan propone desarrollar mejor órganos artificiales, o buscar formas para regenerar nuestros propios órganos.

Al otro lado de la cuestión, el Dr. David K. Cooper, especialista en inmunologí­a en el Massachussetts General Hospital, expuso el grave déficit de donantes de órganos. Unas 50.000 de las 70.000 personas que en Estados Unidos están esperando transplantes no los conseguirán este año.

Además, continuaba Cooper, la calidad de los órganos de cerdos donantes será con seguridad mucho mejor que la de los provenientes de cadáveres humanos. “Un cerebro lesionado y un cerebro muerto pueden sobrecargar los demás órganos, especialmente el corazón”, explicaba.

En cuanto a la cuestión de las infecciones, Cooper es optimista en que los peligros pueden ser evitados.

Implicaciones éticas
La primera parte del documento publicado por la Pontificia Academia para la Vida presenta un resumen de los aspectos cientí­ficos de los xenotrasplantes. La segunda parte continúa examinando algunas implicaciones antropológicas y éticas.

Tres cuestiones se identifican al inicio de la segunda cuestión: si es lí­cito para un hombre intervenir en la creación por medio de los transplantes cruzados entre especies, las implicaciones éticas de usar a los animales de esta manera, y el posible impacto para la identidad humana de aquellos que reciben partes de animales.

En cuanto a la primera cuestión, los autores se refieren a la historia de la creación como se relata en el Génesis, en el que existe una clara jerarquí­a en la creación, con la persona humana situada en la cúspide de todos los seres creados.

Esto no da derecho a los humanos para abusar de las demás criaturas de una manera caprichosa. Esto significa por lo demás que hay un orden natural in el que nos es lí­cito hacer uso de lo se ha creado para ayudarnos en nuestras vidas, explica la Academia.

Sobre la segunda cuestión, el documento admite que los animales tienen un valor que deberí­amos reconocer y respetar. Al mismo tiempo, Dios los has colocado a nuestro servicio. Al usar los animales como una fuente de órganos no se contraviene el orden de la creación, afirma la Academia. Por el contrario, es un uso razonable del poder que Dios nos ha dado sobre la creación.

El documento señala que algunas personas consideran hoy en dí­a que los humanos y los animales poseen igual grado de dignidad. El uso de animales, afirman, constituye una clase de tiraní­a.

La Academia señala que el hombre fue creado a imagen de Dios y es por ello que la persona humana tiene una dignidad superior a la de las demás criaturas. Sacrificar las vidas de animales para proveer órganos a los humanos es lí­cito, pues satisface un bien legí­timo humano.

Sobre la tercera cuestión, la identidad humana de quienes reciben los xenotrasplantes, la Academia hace notar que este tema es complejo, tanto cientí­fica como filosóficamente.

No todos los órganos expresan nuestra identidad humana de la misma manera, afirma el documento. Algunos órganos, como el cerebro o los órganos reproductivos, tienen un fuerte valor personal, y no serí­a lí­cito utilizar transplantes animales. Otros juegan un papel más funcional, y su sustitución por órganos animales no presenta ningún problema.

Otras cuestiones
La Academia Pontificia pone de relieve algunas otras cuestiones éticas relacionadas con los xenotrasplantes.

Riesgos para la salud. Deberí­a hacerse una cuidadosa evaluación tanto del grado de riesgo como del nivel de daños que puede resultar de los xenotrasplantes. Deberí­amos evitar los extremos de una total oposición a los experimentos, o ir hacia delante sin las suficientes precauciones.

Cambios genéticos en los animales. Al introducir genes humanos en animales, se espera superar el rechazo de los órganos transplantados. Esto es moralmente aceptable, según la Academia, siempre que la identidad genética de los animales no sea destruida. Se deberí­a también tener cuidado para evitar consecuencias indeseables para el medio ambiente.

Consentimiento con información. Antes de proceder con el transplante de órganos animales, al paciente humano se le deberí­a informar ampliamente de los factores que entran en juego.

Fondos. Algunos cuestionan el alto coste de los xenotrasplantes. La Academia considera que el uso de tales fondos es justificado, dado que las vidas de los pacientes están en juego.

Patentes. Sobre si se deberí­a permitir a las compañí­as sacar patentes de órganos animales genéticamente modificados para los trasplantes, la Academia concluye que la respuesta definitiva está más allá del objeto del documento. El documento afirma, de todas maneras, que toda persona deberí­a tener acceso a la atención médica que necesite, sin discriminación u obstáculos creados por los costes de los tratamientos a desarrollar.

Juan Pablo II, en su discurso al 18º Congreso Internacional de la Sociedad de Transplante, el 29 de agosto del 2000, hizo referencia a los transplantes de órganos animales.

Mencionó lo que Pí­o XII dijo en 1956. Pí­o XII afirmó que el órgano transplantado no deberí­a dañar la integridad de la identidad psicológica o genética de la persona receptora. Además, la evidencia deberí­a mostrar que el transplante tiene posibilidad de éxito y que el paciente no deberí­a ser expuesto a un riesgo excesivo, indicaba Pí­o XII.

El debate sobre esta cuestión muestra la apertura de la Iglesia al progreso cientí­fico ““siempre y cuando se oriente hacia el bien integral de la persona humana.

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