Una de las mayores incógnitas sobre las células madre hematopoyéticas ha sido aclarada por una investigación que se publica hoy en Science. Estas células pluripotenciales habían demostrado su capacidad de diferenciarse en células cardiacas, hepáticas y nerviosas, entre otras, si bien los hallazgos resultaban controvertidos al plantearse si las células …
Una de las mayores incógnitas sobre las células madre hematopoyéticas ha sido aclarada por una investigación que se publica hoy en Science. Estas células pluripotenciales habían demostrado su capacidad de diferenciarse en células cardiacas, hepáticas y nerviosas, entre otras, si bien los hallazgos resultaban controvertidos al plantearse si las células madre hematopoyéticas cambiaban o no su perfil genético para convertirse en los nuevos tipos.
Investigaciones previas habían evidenciado que las células de médula ósea sencillamente se fusionaban con las células de otros órganos sin adoptar en realidad una nueva identidad. Sin embargo, la revista Science publica un estudio firmado por el equipo de Robert Harris y Diane Krause, de la Universidad de Yale, en New Haven, que demuestra que las células de médula ósea de ratones se integran en el tejido murino sin fusionarse.
Los investigadores identificaron las células no fusionadas procedentes de la médula ósea del donante en el pulmón, la piel y el tejido hepático de los animales receptores. No obstante, apuntan en sus conclusiones que la ausencia de fusión no significa necesariamente que las células del donante asuman la identidad de las receptoras.
En rojo, células madre hepáticas que expresan el cromosoma Y. |
Diseño de la experiencia
El experimento consistió en el trasplante de células de médula ósea de un ratón macho que portaba los genes de la proteína verde flourescente mejorada (EGFP) y de la beta-galactosidasa en animales hembra diseñados para expresar en todas sus células la Cre-recombinasa, una enzima que se vislumbra en verde cuando entra en contacto con la EGFP. Su razonamiento fue que si las células del donante se fusionaban con las del hospedador expresarían la EGFP y se marcarían con fluorescencia.
Entre dos y tres meses después del trasplante, los científicos sacrificaron a los animales y analizaron sus tejidos, buscando las células que portaran un cromosoma Y, que indicara que habían surgido a partir de células hematopoyéticas.
En el pulmón, el hígado y la piel se encontró que entre el 0,05 y el 0,1 por ciento de las células portaban un cromosoma Y y un gen expresado por las células epiteliales, indicador de que no eran células sanguíneas. Ninguna irradiaba verde con la EGFP, lo que evidencia, en opinión de Harris, que las células sanguíneas se convierten en epiteliales sin fusionarse.