Las células madres de la médula ósea reparan el corazón infartado del ratón.

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Las ‘células madre’ de la médula ósea reparan el corazón infartado del ratónLos cientí­ficos prevén iniciar en tres años los ensayos clí­nicos con pacientes humanos Cientí­ficos del Medical College de Nueva York y del Proyecto Genoma público han logrado, en ratones de laboratorio, reparar hasta un 68% del tejido cardiaco destruido …

Las ‘células madre’ de la médula ósea reparan el corazón infartado del ratón

Los cientí­ficos prevén iniciar en tres años los ensayos clí­nicos con pacientes humanos


Cientí­ficos del Medical College de Nueva York y del Proyecto Genoma público han logrado, en ratones de laboratorio, reparar hasta un 68% del tejido cardiaco destruido por un infarto. La técnica consiste en inyectar directamente en el corazón dañado células madre tomadas de la médula ósea. El nuevo entorno induce a estas células a formar tejido cardiaco nuevo, con músculos y vasos sanguí­neos indistinguibles de los normales. ‘No veo una sola razón por la que esta técnica pudiera fallar en seres humanos’, declaró ayer a este diario el jefe del equipo, Piero Anversa.

Anversa reconoce que ‘falta bastante trabajo que hacer antes de aplicar la técnica a pacientes humanos’, pero su previsión es empezar los ensayos clí­nicos de aquí­ a tres años.

La médula ósea, abundante en todos los huesos alargados, como el fémur y el húmero, contiene células madre, células indiferenciadas capaces de formar diversos tipos de tejido adulto. Las células madre de la médula ósea se encargan normalmente de reponer los glóbulos rojos y blancos de la sangre, que mueren a millones cada dí­a.

Pero los cientí­ficos dirigidos por Anversa, del Medical College de Nueva York, han mostrado ahora que las células madre de la médula ósea pueden escaparse con facilidad de su destino natural. Y para ello no es necesario manipular sus genes, ni comprender el mecanismo necesario para reprogramarlas. Basta inyectarlas directamente en el corazón de un ratón, dañado previamente por un infarto, para que se dejen influir por sus nuevas vecinas, se crean que son parte de un corazón en desarrollo y empiecen a fabricar tejidos cardiacos sin complejos.

Anversa reconoce que la reparación sólo funcionó en 12 de los 30 ratones infartados en los que probó el método, pero atribuye los fallos a las dificultades técnicas que implica implantar células en el corazón del ratón, que se caracteriza por un vertiginoso ritmo de 600 latidos por minuto. Los resultados se presentarán en la revista Nature el próximo 5 de abril.

Sin embriones

La fuente más eficaz de células madre son los embriones de pocos dí­as, tanto en ratones como en humanos. Pero el uso de embriones humanos es una fuente interminable de polémicas, rechazos éticos y trabas legales. Todos estos problemas desaparecerí­an si las células madre pudieran obtenerse de tejidos adultos como la médula ósea.

‘Las células madre de adultos son una alternativa realista a las embrionarias’, asegura Anversa. ‘Y la transformación de células de la médula ósea en células cardiacas no es un suceso excepcional; sabemos que las células madre de la médula ósea se pueden diferenciar en tejido de hí­gado, de cerebro o de músculo estriado’.

La mitad del equipo cientí­fico pertenece al Instituto Nacional para la Investigación del Genoma Humano (NHGRI), es decir, la parte pública del proyecto genoma dirigida por Francis Collins. El propio Collins prestó ayer su apoyo al trabajo: ‘La aparente habilidad de las células madre adultas para reconstruir el corazón revela la muy notable flexibilidad de la naturaleza para luchar contra la enfermedad’.

Las células madre de la médula ósea no se limitan a generar tejido cardiaco de forma descontrolada. Los investigadores han comprobado que proliferan ordenadamente y construyen patrones normales de tipos celulares: los miocitos que forman el músculo cardiaco y las células endoteliales y de músculo liso que constituyen los vasos sanguí­neos del corazón.

Las partes del corazón derivadas de las células madre también tienen activados los genes que normalmente están activos en los tejidos cardiacos vulgares, incluidos los genes responsables de que las células se interconecten y se intercambien las señales eléctricas que permiten al corazón latir de forma coordinada. Todo ello explica el resultado más importante: que el corazón dañado recupera gran parte de su función perdida.

 


Un órgano rejuvenecido

El trabajo que se publicará en Nature el jueves próximo relata, en el gélido y soporí­fero estilo tí­pico de la prosa cientí­fica: ‘Los miocitos eran pequeños y mostraban miofibrillas parcialmente alineadas, asemejándose a células fetales o neonatales’. Es decir, que las zonas reparadas del corazón no sólo funcionan como nuevas, sino que son nuevas en el más profundo de los sentidos biológicos. Sus células se parecen a las de un feto en desarrollo, o a las de un recién nacido, más que a las de un adulto. Este rejuvenecimiento parcial del cuerpo es, en parte, un proceso natural. La razón que llevó a Piero Anversa a plantearse este experimento es que, al menos en ciertos modelos animales, se ha observado que, cuando un órgano resulta dañado, las células madre situadas en órganos distantes son capaces a veces de detectarlo y migrar a través de la sangre hasta el órgano afectado, donde tienden a transformarse en los tipos celulares de sus nuevas vecinas. Estos fenómenos, que revelan una sorprendente plasticidad de los tejidos adultos, han ido revelándose en los últimos dos o tres años, y aún es pronto para saber cuál es su alcance real en el ser humano. En cualquier caso, los corazones que han sufrido un infarto se suelen reponer muy mal por sí­ solos, y trasplantarles células de médula ósea del propio paciente puede llegar a ser una ayuda vital.

El Paí­s, 31/03/2001, JAVIER SAMPEDRO | Madrid

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