El 19 de octubre pasado, la 33ª Conferencia General de la UNESCO aprobó definitivamente la «Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos». Un documento sin duda importante, elaborado durante dos años por el Comité Internacional de Bioética y el Comité Intergubernamental de Bioética, ambos de la UNESCO. El padre Gonzalo … El 19 de octubre pasado, la 33ª Conferencia General de la UNESCO aprobó definitivamente la «Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos». Un documento sin duda importante, elaborado durante dos años por el Comité Internacional de Bioética y el Comité Intergubernamental de Bioética, ambos de la UNESCO.
El padre Gonzalo Miranda, L.C., decano de la Facultad de Bioética del Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum» de Roma, ha participado en algunas fases de la elaboración de la Declaración, en calidad de delegado de la Santa Sede.
En esta entrevista concedida a Zenit analiza los aspectos más destacados de este documento.
–¿Cuál puede ser el significado de la aprobación de esta Declaración?
–Miranda: Ante todo, se confirma la importancia universal de la Bioética y de los temas y problemas estudiados por esta disciplina nacida hace 35 años. Universal en el sentido de que nos afectan a todos (médicos y biólogos, pero también políticos y legisladores, periodistas, sacerdotes, etc. y a la sociedad en general). Universal también en cuanto que hoy día estos problemas son percibidos y estudiados en todas las áreas geográficas y culturales del mundo. La globalización galopante ha contribuido sin duda a este fenómeno.
La Declaración, por su misma naturaleza, no es un documento vinculante para los Estados. Pero pretende ejercer un influjo importante en las legislaciones de los países y en las decisiones y comportamientos de todas las personas implicadas en los problemas de Bioética.
La UNESCO desea ser una agencia líder mundial en este campo, y lo dice explícita y claramente. He podido constatar cómo los representantes de muchos gobiernos, sobre todo de los países en vías de desarrollo piden a la UNESCO que les ayude a orientarse en los temas de Bioética y a difundir esta disciplina en sus naciones, colaborando, por ejemplo, para la creación de sus comités nacionales de Bioética. No faltan quienes ven en todo ello el peligro de que se instaure una especie de gobierno ético mundial.
–¿Cuál ha sido la participación de la Santa Sede en estos trabajos?
–Miranda: Como usted sabe, la Santa Sede tiene un Observador Permanente ante la UNESCO, en París. Actualmente es monseñor Francesco Follo quien cubre este puesto, de manera muy digna y eficaz. Se me invitó a participar en los trabajos de elaboración de la Declaración; primero para que expusiera la visión católica de la Bioética, en agosto del año pasado; y este año en la reunión de los expertos representantes de los gobiernos, en junio, y ahora en la Conferencia General.
Como observador, podía tomar la palabra, aunque no participar en las decisiones. También era interesante poder hablar informalmente con los delegados de los gobiernos, intercambiando impresiones, escuchando y proponiendo.
He podido notar un profundo aprecio por la Santa Sede y un grande interés por el pensamiento de la Iglesia en muchos delegados y expertos.
–¿Qué juicio global le merece la Declaración que acaba de ser aprobada?
–Miranda: Creo que es importante que la Declaración sea estudiada atenta y libremente por parte de quienes se dedican a la Bioética, de forma que se vayan captando sus instancias, el significado de los principios que propone, las posibles consecuencias de su influjo en el mundo, etc. No me parece que se pueda hacer un juicio ponderado sin pasar por ese análisis y ese debate.
De cualquier modo, pienso que la Declaración es en general aceptable, e incluso buena en algunos puntos. Desde luego, representa el fruto de una negociación y un esfuerzo de consenso entre visiones e intereses contrapuestos. Precisamente por ello no aparecen en el texto, ni por asomo, temas como la protección de los seres humanos no nacidos o el estatuto del embrión humano. Mucho menos hay un intento de ponerse de acuerdo sobre lo que se entiende por persona, dignidad humana, etc.
Como usted sabrá, al inicio se manejaba el título de «Declaración de Normas Universales de Bioética», y había una lista larga de problemas específicos de Bioética que la Declaración debería afrontar. Luego se vio más conveniente quedarse en principios generales, y quitar el término «normas» del título de la Declaración. Se decidió también al final introducir la expresión «derechos humanos», con lo que se subraya la plataforma sobre la que se basan los principios propuestos por la Declaración.
–¿Cuáles fueron los puntos más controvertidos en la elaboración del texto?
–Miranda: Hubo varios, muy interesantes. En la reunión de junio, en la que los expertos representantes de los gobiernos tenían que revisar el texto preparado por los comités de bioética de la UNESCO, se logró dialogar y ceder en aras del consenso sobre algunos de estos puntos más conflictivos, mejorando sin duda el texto.
Por ejemplo, algunos países pidieron que se introdujera el principio del derecho a la vida humana. Otros decían que sus gobiernos no podían aceptarlo (un delegado me dijo que no era posible porque en su país había sido legalizada la «clonación terapéutica»). Después de muchos intentos, tras haber consultado algunos delegados con sus respectivos gobiernos, se aceptó que en la sección sobre los objetivos de la Declaración se dijera, hablando de los derechos humanos: «asegurando el respeto de la vida de los seres humanos». Como dije en la reunión, era un poco chusco que una declaración de bioética, elaborada por seres humanos, se olvidara de proponer el principio del derecho a la vida de los seres humanos. Pero al menos quedó consignado entre los objetivos de la Declaración.
Por otro lado, el borrador introducía –al hablar de la distribución de los beneficios de la medicina– el tema de la «salud reproductiva», que, como se sabe, incluye prácticas problemáticas desde el punto de vista ético, como la anticoncepción, la esterilización y hasta el aborto. Algunos propusieron que se dijera más genéricamente «salud de las mujeres y los niños». La verdad es que, como dije a los delegados (y bastantes concordaban), se trataba de la introducción de un problema muy concreto y específico, cuando se había concordado que la Declaración se mantuviera a nivel de principios generales. Además, en bastantes países no son legales algunas de esas prácticas incluidas de hecho en la expresión discutida. Se terminó por adoptar la fórmula más genérica, aunque algunos delegados pidieron que constara en las actas de la reunión su preferencia por incluir el tema de la «salud reproductiva».
–Si miramos al futuro…
–Miranda: si miramos al futuro, creo que esta Declaración ejercerá cierto influjo en el mundo, posiblemente mayor en las zonas en las que la Bioética no ha echado todavía fuertes raíces. Fueron sobre todo los representantes de esos países quienes ponderaron la importancia de la UNESCO en este campo. En cambio, varios delegados de países desarrollados puntualizaron que en sus naciones la Declaración será aplicada de acuerdo con sus leyes nacionales. Anotación significativa sobre todo si se tiene en cuenta que, como decía antes, ya se sabe que la Declaración, por su misma naturaleza, no es legalmente vinculante.
Por otra parte, algunos auspiciaron que la UNESCO afronte algunos de los temas que no pudieron ser incluidos en la Declaración. Podríamos ver en los próximos años la publicación de documentos de la UNESCO sobre temas de Bioética muy complejos, delicados y controvertidos.
Comienzan a correr voces, además, sobre la posible elaboración de una Convención de Bioética de la UNESCO. En la recién terminada Conferencia General se ha aprobado una Convención sobre la Diversidad Cultural, sobre la base de una precedente Declaración. Las convenciones son legalmente vinculantes.
Habrá que seguir muy atentamente todo este proceso, y colaborar en la profundización y difusión de los temas de Bioética, en todo el mundo. La Iglesia católica tiene mucho que decir, y dice mucho.