Los fines de la Medicina. El establecimiento de unas prioridades nuevas

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Presentación

Hace unos diez años (noviembre-diciembre 1996), el prestigioso centro de investigación en bioética, The Hastings Center, de Nueva York, convocó a un equipo de estudiosos internacionales  con el objetivo de emprender un ambicioso estudio sobre los fines de la medicina. La hipótesis de trabajo que motivaba el encuentro era poco discutible: el progreso de la ciencia médica y la biotecnología y el aumento de las necesidades humanas unido a la escasez de recursos para satisfacerlas habían producido un cambio radical que obligaba a pensar de nuevo si entendemos la medicina en sus justos términos. La concepción tradicional de la medicina y los fines derivados de ella responden a unos retos que no son exactamente los nuestros. La ciencia y la técnica tienen unos límites que hay que ir determinando a medida que las circunstancias en que vivimos se transforman.

Precisamente, porque hoy la ciencia médica es más potente, hay que plantearse seriamente la pregunta de si debe hacer todo lo que técnicamente puede hacer, si el objetivo de recuperar la salud y evitar la muerte no es ya demasiado simple o irreal. Puesto que la condición humana es inseparable de la enfermedad, el dolor, el sufrimiento y, por fin, la muerte, una práctica médica adecuada a dicha condición ha de empezar por aceptar la finitud humana y enseñar o ayudar a vivir en ella.

Los fines de la medicina, el documento que elaboró el grupo de investigadores del Hastings Center, y que ahora traducimos al castellano, es un intento de desmitificar la medicina, a fin de que el ejercicio de la misma constituya efectivamente un progreso para la humanidad. Para ello, será preciso que la medicina se conciba a sí misma como una actividad que está al servicio de todos, lo que implica que ha de enfrentarse a decisiones complejas y difíciles, muchas veces, trágicas. La medicina está al servicio de todos y no sólo de los ricos ni de las enfermedades minoritarias. Ha de estar motivada no por el orgullo profesional, sino por el beneficio del paciente. Tiene que procurar ser fiel a sí misma y mantenerse como algo viable y sostenible, no dejarse arrastrar por un desarrollo tecnológico imparable.

Las sociedades también han cambiado y solicitan de la medicina servicios que eran impensables e inauditos hace no muchos años. Pero no todas las demandas sociales, o de los sectores más poderosos de la sociedad, merecen ser atendidas por igual. Ninguna ciencia, y la medicina no es una excepción, debe ser puesta al servicio de fines intrínsecamente malos. La medicina no puede
emplearse en usos moralmente inaceptables, como la tortura o la pena de muerte.

Ha de tener cuidado de no utilizar a los seres humanos para sus propios fines y sin recabar su consentimiento. Ha de ser cauta a propósito de ilusorias mejoras de la naturaleza humana. Ha de impedírsele utilizar nuevos conocimientos, como los genéticos, para estigmatizar a las personas. Al tiempo que hay que excluir la utilización de la medicina para fines incorrectos, nos damos cuenta de que otros objetivos, como la planificación familiar o la reducción del dolor y el sufrimiento, han podido beneficiarse de las innovaciones médicas y tecnológicas. Pero las novedades se introducen con dificultad, y muchos de dichos objetivos son, en estos momentos, parte de un debate social que parece no tener fin. Las diferencias culturales, religiosas, ideológicas, hacen que el tratamiento de la enfermedad y las opciones sobre el nacimiento y la muerte no puedan ser contempladas ni discutidas con neutralidad, sino desde puntos de vista marcados por creencias y sentimientos muy arraigados y profundamente discrepantes. El mismo documento sobre Los fines de la medicina
no se vio libre, tanto en el proceso de discusión como en la redacción final, de los votos particulares de algunos de los investigadores que no pudieron comulgar con todas las ideas vertidas en el mismo. Al final del texto, se expresan las opiniones de tales voces discordantes con puntos concretos del informe. La novedad fundamental del texto que traducimos es haber podido formular unas nuevas prioridades en la práctica de la medicina. Los fines de la medicina, a finales del siglo XX, deben ser algo más que la curación de la enfermedad y el alargamiento de la vida. Han de poner un énfasis especial en aspectos como la prevención de las enfermedades, la paliación del dolor y el sufrimiento, han de situar al mismo nivel el curar y el cuidar, y advertir contra la tentación de prolongar la vida indebidamente.

Si tales metas significan una cierta desmitificación de la medicina es porque exigen de ella una cierta modestia. Redefinir la medicina en el sentido propuesto pasa inevitablemente por no cerrar los ojos ante los problemas sociales, políticos y éticos que provoca un uso inadecuado y una concepción equivocada de la misma. A medida que la capacidad de curación de enfermedades antes incurables se hace mayor, es importante que nos convenzamos de que el poder de la medicina no es absoluto. Su ámbito propio –se lee en el texto- “es el bien del cuerpo y de la mente, y no el bien completo de la persona, al que sólo puede contribuir como un factor más, e incluso en ese caso, únicamente en determinados aspectos de la vida”. La tendencia, evidente en las sociedades desarrolladas, a medicalizar todos los problemas debe ser corregida. Como también hay que entender que el debate de la sanidad no debe limitarse a un debate sobre los sistemas sanitarios. Además de los aspectos, económicos y políticos, importantísimos pero no únicos, existe la pregunta ineludible sobre los fines de la medicina. Qué hay que hacer y cómo hay que actuar para que la medicina no se traicione a sí misma, pues “una medicina que procura ser al mismo tiempo honorable, moderada, asequible, sostenible y equitativa debe reflexionar constantemente
sobre sus fines”.

Con la traducción de este documento, la Fundación Víctor Grífols i Lucas quiere poner de manifiesto la calidad y el valor de su contenido para los objetivos que articulan las actividades de la Fundación, así como favorecer y contribuir a su difusión entre todos aquellos que se mueven en la órbita de las llamadas “ciencias de la salud”. El ejercicio reflexivo sobre las propias prácticas no es un hábito de nuestro tiempo caracterizado por el pragmatismo y la rentabilidad económica, pero es una condición necesaria para poner el conocimiento al servicio de la sociedad y de las personas.

Victoria Camps
Presidenta

los fines de la medicina

Traducción y publicación:

Cuadernos de la Fundació Víctor Grífols i Lucas
LOS FINES DE LA MEDICINA – N.º 11 – (2004)
Edita: Fundació Víctor Grífols i Lucas
c/. Jesús i Maria, 6 – 08022 Barcelona

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