El episcopado francés, por boca de su presidente, se ha manifestado de acuerdo con los objetivos de una propuesta de ley sobre los derechos de los enfermos terminales, que será debatida el próximo otoño. La propuesta permite a los enfermos rechazar tratamientos cuando la muerte es inevitable La propuesta de ley … El episcopado francés, por boca de su presidente, se ha manifestado de acuerdo con los objetivos de una propuesta de ley sobre los derechos de los enfermos terminales, que será debatida el próximo otoño. La propuesta permite a los enfermos rechazar tratamientos cuando la muerte es inevitable
La propuesta de ley descarta cualquier legalización de la eutanasia. Deja a la voluntad del enfermo terminal el aceptar o rechazar los tratamientos médicos. Y, en el caso de que esté incapacitado para expresar su voluntad, el médico podrá decidir la supresión de tratamientos, después de hacer las consultas requeridas.
Fechado el 20 de septiembre, el texto del presidente de la Conferencia Episcopal, Mons. Jean-Pierre Picard, afirma que “la Iglesia católica está de acuerdo con los principales objetivos de la propuesta de ley en su forma actual”. Recuerda la doctrina católica de que el enfermo debe poder escoger personalmente y no sufrir las decisiones de otros; y que la renuncia a medios extraordinarios o desproporcionados con las posibilidades de curación no equivale al suicidio o a la eutanasia, sino que “traduce la aceptación de la condición humana ante la muerte”.
Esta renuncia no anula el deber de evitar toda acción que precipite deliberadamente la muerte, y la obligación de seguir proporcionando cuidados al enfermo. “Sería ciertamente inhumano ““escribe Mons. Picard”“ tratar de prolongar agonías. Cuando la muerte es inevitable a breve plazo, hay que dar una prioridad total a combatir el dolor y a acompañar al enfermo. Pero, en las otras situaciones, la interrupción del tratamiento es compatible con una vida más o menos prolongada, a condición de que se faciliten los cuidados necesarios. Puede ocurrir que un enfermo rehúse toda intervención, a excepción de los cuidados de confort. Los cuidadores tendrán que inclinarse ante la decisión del enfermo, después de haber dialogado a fondo con él. En los otros casos, convendrá mantener los cuidados corrientes, y especialmente tratar de alimentar al enfermo de la manera más apropiada o, al menos, de aportarle elementos nutritivos. Actuar de otro modo manifestaría desinterés hacia el enfermo o incluso un verdadero abandono”.
El texto pone en guardia contra ambigí¼edades que pudieran introducirse durante el debate parlamentario, de modo que “cada uno de los términos empleados deberá examinarse atentamente”.
Publicado en Aceprensa 124/04