Entre las técnicas de reproducción asistida, una de las que más está siendo utilizada es la inyección de esperma introcipoplasmático (ICSI), siglas derivadas de su denominación inglesa (intracytoplasmatic sperm inyection). En efecto, en Estados Unidos, durante 1998, la ICSI fue utilizada aproximadamente en el 40% de las veces de las …
Entre las técnicas de reproducción asistida, una de las que más está siendo utilizada es la inyección de esperma introcipoplasmático (ICSI), siglas derivadas de su denominación inglesa (intracytoplasmatic sperm inyection). En efecto, en Estados Unidos, durante 1998, la ICSI fue utilizada aproximadamente en el 40% de las veces de las 53.154 ocasiones en que se utilizó la reproducción asistida para obviar problemas de infertilidad de causa masculina (Lancet 357; 2068, 2001).
La ICSI consiste esencialmente en aislar un ovocito maduro y por técnicas de microinyección introducirle un único espermatozoide para su fecundación. Esta técnica se usa fundamentalmente cuando el varón tiene una concentración baja de espermatozoides en su esperma (oligoespermia). Con esta técnica el nivel de éxitos, es decir aquellos casos en los que se consiguió el nacimiento de un niño vivo, fue del 30% aproximadamente, bastante similar a otras técnicas de reproducción asistida (Centres for Disease Control and Prevention. Assisted Reproductive Technology Sucess Rates: National Summary and Fertility Clinic Reports. Atlanta: US Departament of Health and Human Services,1998, 12-30). Sin embargo, en tres recientes comunicaciones, se valoran los posibles efectos secundarios que sobre los recién nacidos puede tener la utilización de esta técnica. En uno de ellos, (Lancet 358; 1270, 2001) se indica que las anomalías congénitas fueron significativamente mayores (20,7%) en los niños concebidos a partir de espermas con pocos espermatozoides (oligoespérmicos), que en los que tenían otras indicaciones para practicar la ICSI (8,0%). Anomalías congénitas mayores se detectaron en el 6,6% de los concebidos a partir de espermas oligoespérmicos y solamente en el 2,3% cuando los espermas no eran oligoespérmicos. En general, se constata que los niños nacidos con defectos genitourinarios (hipospadias o criptorquidia) fue mayor en el grupo de los niños nacidos por ICSI (2,4%) que en un grupo de niños similar pero concebido por vía natural (0%). Por ello, los autores terminan afirmando la necesidad de realizar un cuidadoso diagnóstico de la causa de infertilidad en el varón para evitar la transmisión a sus hijos de defectos genéticos, cuando se utiliza la ICSI.
En otro artículo, también del Lancet (357; 2001, 2001), en el que se evalúa el mismo problema, no se encuentran diferencias entre los niños concebidos por ICSI o por un medio natural, en relación con alteraciones congénitas o del desarrollo. Sin embargo, en un tercer artículo (Lancet 357; 2068, 2001), se hace hincapié en que al utilizar la ICSI se están suprimiendo las barreras que la naturaleza ha dispuesto para que los espermatozoides que fecundan al óvulo sean los de mayor calidad. No hay que olvidar que de los aproximadamente 50 millones de espermatozoides por ml de esperma, sólo uno alcanza al óvulo y lo fecunda. Probablemente uno de los más robustos. De estos estudios parece deducirse que, independientemente de la eficacia de la técnica, alrededor de un 30%, hay que ser prudente en su utilización, especialmente en casos de oligoespermia, pues no está aún bien determinado el porcentaje de anomalías que pueden presentar los niños que lleguen a nacer, ni cómo evitar éstas.
PROVIDA PRESS Nº 91