La eutanasia activa está prohibida en Suiza. Pero, bajo la ley suiza, una persona con una enfermedad terminal que quiera morir puede recibir las drogas necesarias para ello, aunque las debe ingerir voluntariamente.
Ginebra/Zúrich.- La organización suiza Dignitas es controvertida desde hace años por posibilitar suicidios asistidos, aunque siempre lo hace en el marco de la ley.
Sin embargo, un informe reciente de la televisión suiza sobre la asistencia al suicidio de dos alemanes hallados en un estacionamiento de un bosque en la población de Maur, cerca de Zúrich, desató una ola de indignación.
Los dos hombres, de 50 y 65 años, provenían de los estados alemanes a Baviera y Baden-Wurtemberg, en el sur del país. La eutanasia activa está prohibida en Suiza.
Pero, bajo la ley suiza, una persona con una enfermedad terminal que quiera morir puede recibir las drogas necesarias para ello, aunque las debe ingerir voluntariamente.
Bruno Sauter, alcalde de Maur, una localidad de 9.000 habitantes, calificó de “despiadada y de mal gusto” las muertes en el coche. No es la primera vez que Sauter se las tiene que ver con la eutanasia. En su región vive el fundador de Dignitas, Ludwig Minelli.
El hombre, hoy de 75 años, al parecer ya ayudó en una ocasión a morir en su coche a una alemana. Y lo hizo delante de su casa. Al menos así lo informó estos días el diario “Blick”.
“Ahora Dignitas fue demasiado lejos”, se quejó un parlamentario suizo en declaraciones a la radio y anunció que propondrá nuevas iniciativas contra lo que ya se conoce como “turismo de la muerte”.
Minelli rechazó las acusaciones en un comunicado: Las actuales dificultades que tiene Dignitas se remontan a “las prohibiciones ilegales de algunos consejos municipales” de algunas comunidades en los alrededores de Zúrich, señaló. “Mientras tanto, Dignitas no tiene ninguna otra opción que ofrecerle a los miembros, que quieren acabar con su vida, hacerlo en un hotel suizo”.
Y si alguien prefiere el auto a una habitación de hotel, la organización debe aceptarlo. La muerte en un estacionamiento también es criticada por Urs Gerber, dueño de una funeraria, que admite que en este negocio se suelen experimentan situaciones extrañas.
Sin embargo, lo de sacar un cadáver de un coche y recostarlo en el suelo le parecen “condiciones indignas”. A muchos les parece muy probable que lo que Minelli quería hacer era provocar.
Después de todo, en las últimas semanas Dignitas apareció bastante en los medios porque cada vez más comunidades de los alrededores de Zúrich se niegan a dar el permiso para las llamadas “habitaciones de la muerte” en viviendas de alquiler.
Hasta esas habitaciones el jefe de Dignitas llevaba a sus clientes y les suministraba el cóctel letal, que luego debían ingerir ellos mismos, sabiendo perfectamente lo que estaban haciendo.
En muchas zonas residenciales, sin embargo, hubo protestas porque constantemente se veían ambulancias o coches fúnebres. Finalmente, Dignitas se trasladó a zonas industriales.
Pero también allí hubo una fuerte resistencia. Entonces, la organización optó por los hoteles. Pero sus propietarios pidieron a Minelli que les evitara ese mal trago. Por lo tanto, ahora le toca a los estacionamientos. Sauter quiere evitar que esos hechos se repitan en su comunidad con la ayuda de ciudadanos alertas. Para el fiscal del Estado, Jürg Vollenweider, no hay ninguna posibilidad de impedir un suicidio de ese tipo en un lugar público.
“Quien quiera morir en la naturaleza o en su coche, lógicamente lo puede hacer”, dijo al respecto. En ese sentido, la ley es muy precisa. Y Minelli lo sabe. Para los defensores de la eutanasia, las organizaciones de suicidio asistido son necesarias porque ayudan a las personas que ante la falta de perspectivas de sanación sólo quieren morir con dignidad.
Los críticos piden que las organizaciones reciban permisos oficiales, que se establezcan “estándares de calidad” y que su actuación sea controlada.
Los que apoyan una mayor vigilancia argumentan en base a informes que señalan que los pacientes de Dignitas se ven expuestos a largos sufrimientos, porque la droga que se les suministra no actúa correctamente. En una de sus pocas declaraciones, Minelli rechazó en una carta el “Neue Zürcher Zeitung” estas acusaciones.
Pero admitió que en algunos casos extraordinarios -”en nuestra experiencia, por ejemplo, uno en varios cientos”- pasa más tiempo hasta que se produce la muerte y no hay una razón concreta para ello.
El diario escribió al respecto que para los expertos esta argumentación es difícil de seguir.
Hans Muralt, director comercial de la organización de ayuda al suicidio Exit en Zúrich, dijo al diario que a él no le consta que alguien haya sufrido en tantos años de actividad. Pero justamente por este tipo de declaraciones algunos analistas consideran absolutamente necesario que exista un mayor control.