OFERTA Y DEMANDA: BEBí‰S A LA CARTA ¿Regresa el eugenismo? CHICAGO, 9 marzo 2002 (ZENIT.org).- Los bebés de diseño están convirtiéndose en un hecho. Se combinan las técnicas de fertilización artificial con estudios genéticos de selección de embriones antes de su implantación para que el bebé responda a las características deseadas. En …
OFERTA Y DEMANDA: BEBí‰S A LA CARTA
¿Regresa el eugenismo?
CHICAGO, 9 marzo 2002 (ZENIT.org).- Los bebés de diseño están convirtiéndose en un hecho.
Se combinan las técnicas de fertilización artificial con estudios genéticos de selección de embriones antes de su implantación para que el bebé responda a las características deseadas. En muchos casos los padres desean evitar la enfermedad de su prole. Pero en el proceso se sacrifican muchas vidas inocentes: embriones considerados como no aptos para sobrevivir.
Un par de casos recientes han generado varios titulares en la prensa mundial. En los Estados Unidos, unos doctores de Chicago se han servido de investigaciones genéticas para seleccionar un embrión para una mujer que sufre de un defecto genético que causa la aparición temprana de la enfermedad de Alzheimer. El niño nació hace 17 meses, pero la noticia apareció hace tres semanas.
Mientras que algunos han saludado la noticia como una forma de salvar al bebé de su problema, otros han expresado su preocupación sobre lo que esto significa para el futuro. “El camino que estamos siguiendo nos llevará pronto a que ningún niño sea considerado suficientemente bueno”, afirmaba Barbara Katz Rothman, una socióloga de la Universidad de Nueva York. “Esto sólo aumentará el sentido de culpa y responsabilidad de las mujeres”, informaba el Washington Post el 27 de febrero.
Los estudios sobre preimplantación se pueden aplicar a muchas enfermedades. Según informaba el Post, no sólo se usan para eliminar embriones con defectos que lleven a enfermedades en la infancia. También se usan para cultivar embriones con genes a bajo riesgo de enfermedades o que se contraerán en etapas tardías de la vida del nacido.
Unos días antes, en Gran Bretaña, estalló la controversia sobre la decisión de la Human Fertilization and Embryology Authority (HFEA) de dar el visto bueno para la creación de un nuevo bebé para los padres de un chico que sufre de un desorden genético.
Shahana y Raj Hashmi pidieron permiso para usar la investigación genética y la fertilización in vitro para crear un bebé cuyos tejidos pudieran servir a los de su hijo, Zain, informaba el Times de Londres el 23 de febrero. Zain sufre de una rara discapacidad sanguínea, talasemia mayor, una enfermedad potencialmente fatal. Un transplante de médula podría salvarlo, pero la búsqueda de un donante adecuado ha sido infructuosa. Cuando el bebé nazca, se guardarán las células estaminales de la sangre del cordón umbilical y serán usadas para tratar a Zain. Si esto falla, se volverá a considerar la posibilidad del transplante de médula.
Un portavoz de la diócesis católica de Leeds, donde vive la pareja, afirmaba: “El uso del cordón umbilical o de sus células, tras el nacimiento del niño, no es motivo de problema. Sin embargo, la naturaleza artificial de la concepción del niño podría causar dificultades para los teólogos católicos desde el momento en que no se adecua a la enseñanza de la Iglesia sobre transmisión de la vida humana”, informaba el periódico The Telegraph, el 23 de febrero.
Jack Scarisbrick, director nacional de Life, afirmaba: “í‰sta es una actitud consumista para los niños. Uno entiende la situación de los padres, pero nos debemos atener a nuestros principios en estas circunstancias difíciles”.
La indicación del HFEA, el pasado diciembre, según la cual daría permiso para la creación de niños de diseño, suscitó las críticas de Lord Winston. El profesor de investigación sobre fertilidad, en el Imperial College de Londres, ha ayudado a desarrollar la técnica de diagnosis genética de pre-implantación.
Escribiendo en el Times el 15 de diciembre, comentaba que el niño “deberá su vida al amor de sus padres por el hermano mayor. Y puede que se sienta, en su momento, extremadamente culpable si el tratamiento falla, o si la cirugía que se requiere para un transplante de células estaminales no funciona”.
Lord Winston también explicaba que la diagnosis genética con muestras de tejido es extremadamente difícil y actualmente no tiene más de un 2% a un 3% de probabilidades de éxito. Observaba que “el problema real es que, con el tiempo, puede ser que rebajemos nuestra propia humanidad”.
Días antes de que saliera la noticia del caso de los Hashmi, nació una niña en el Reino Unido con la esperanza de que sus células pudieran salvar a su hermano mayor de una recaída de leucemia. La madre se sometió al tratamiento en Estados Unidos, dado que por aquella época todavía estaba prohibida esta práctica en Gran Bretaña, informaba el Guardian del 16 de febrero.
Los padres de la niña tienen un hijo de cinco años recuperándose de leucemia tras la quimioterapia. Si sufre una recaída en los próximos años, puede que requiera un transplante de médula.
La madre se sometió al tratamiento IVF y los embriones fueron investigados genéticamente para asegurarse de que uno de ellos, el implantado, tuviera genes que garantizaran la compatibilidad del transplante.
Embriones rechazados
Otro caso reciente es el de Colleen Convery en Estados Unidos. Según el Boston Globe del 11 de diciembre, la mujer no quería que su bebé sufriera la misma suerte que sus tres hermanos. Todos ellos murieron a causa de la distrofia muscular de Duchenne, una enfermedad que causa pérdida de masa muscular y que normalmente mata a sus víctimas en los 30 años que siguen al nacimiento. Especialistas en fertilidad, en el Brigham and Women’s Hospital de Boston, fertilizaron los óvulos y, basándose en el resultado de los cromosomas sexuales de los embriones, seleccionaron para implantarlos en el útero de Convery solamente a las hembras.
Más de 700 bebés sanos han nacido en todo el mundo después de experimentar este procedimiento, según el International Working Group on Pre-implantation Genetics, informaba el Boston Globe.
El uso del procedimiento para seleccionar el sexo está causando preocupación. “En última instancia, la selección del género reforzará la discriminación del género”, afirmaba Evelyne Shuster, una moralista de medicina de la universidad de Pennsylvania y antiguo miembro del comité ético de la American Society for Reproductive Medicine. Shuster afirmaba que esto es ciertamente verdadero en los países “donde los principales problemas en derechos humanos son la desigualdad y la discriminación”.
¿El destino en nuestros genes?
Algunos temen que una aplicación aún más amplia de la selección de embriones refuerce una mentalidad basada en el determinismo genético. Larry R. Churchill, profesor de medicina social y co-director del Center for Health Ethics and Policy en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, tocó este tema en un artículo de la entrega de noviembre de la revista The World and I.
Churchill observaba que la creencia fundamental del determinismo genético es que nosotros somos nuestros genes, “que nuestras actitudes, acciones, características, o estado de salud se hallan fijados de alguna forma fundamental y penetrante en nuestra disposición genética”.
Pero este “pensamiento simplista sobre cómo explicar las enfermedades” corre el riesgo de desviar “nuestra atención de las contribuciones decisivas de los factores medioambientales y sociales tanto en el campo médico como social”, escribía. El peligro subyacente, comentaba Churchill, es que “el determinismo genético use la cobertura biológica para promover el prejuicio, la estigmatización y la subyugación cultural. Y está teniendo éxito porque parece que confirma nuestros prejuicios sobre aquello que tendemos a calificar como defectuoso o inferior”.
Esto podría llevarnos a una nueva forma de eugenismo, observaba Garland E. Allen, un historiador de la ciencia en la Universidad de Washington, en San Luis, Missouri. Escribiendo el 5 de octubre en la revista Science, Allen hacía notar cómo el aumento del gasto en cuidados sanitarios y una intolerancia de la imperfección cada vez mayor nos están llevando “a aceptar una línea de fondo, el análisis de coste-beneficio aplicado a la vida humana”.
¿Qué ocurrirá, preguntaba Allen, si una organización de asistencia sanitaria exige una investigación en el útero y se niega dar cobertura a al nacimiento de un niño o a su cuidado sanitario por ser supuestamente “defectuoso”? “Si la eugenesia significa tomar decisiones reproductivas basándose principalmente en su coste social, entonces significa que hemos emprendido ese camino”, concluía.
Considerar a dónde lleva ese camino puede dar escalofríos.