La noticia de la detención de los principales responsables de cuatro clínicas abortistas catalanas supone un punto de inflexión en el tratamiento social del aborto.
¿Qué ha cambiado en este último mes? No lo ha hecho la legislación, pues desde el 5 de julio de 1985, en que fue aprobada la Ley Orgánica de interrupción del embarazo, no se ha producido legislación posterior. Tampoco han cambiado los delitos. En los últimos diez años se ha acudido al supuesto de “evitar un grave peligro para la vida o la salud física o psíquica de la embarazada” entre un 96 y un 97 % de los abortos que se han realizado cada año. Si tenemos en cuenta que éste es el único supuesto que permite saltarse el límite de edad a la actuación contra el feto, se puede deducir fácilmente que estamos ante un fraude de ley. En efecto, según una sentencia del Tribunal Constitucional (53/1985, de 11 de abril), el riesgo para la salud de la madre tiene que ser tan grave que corra en peligro su vida (física o psíquica), y que sólo interrumpiendo el embarazo se salve la vida de esta mujer. Bajo esta luz se comprende que el recurso a este supuesto implica en la inmensa mayoría de los casos un dolo contra la ley de despenalización del aborto.
También en estos años han cambiado los partidos en el gobierno, pero la actuación de la autoridad pública ha sido la misma. Por tanto no se puede achacar a un partido u otro la actuación de la policía o de los jueces.
Tampoco se puede decir que hasta ahora no se hubiesen puesto denuncias. Los hechos origen de las actuales detenciones han aparecido en la televisión en el Reino Unido, Holanda y Dinamarca, y fueron denunciados en 2004 y 2006, sin que hubiese respuesta adecuada en las fuerzas de orden público.
La novedad de la situación actual estriba en la percepción social de lo que es realmente el aborto. Tras un período de revindaciones femeninas ante el abandono en el que se podía sentir la mujer embarazada, se ha pasado a tomar en consideración también lo que el aborto supone para el feto. Los eslóganes del tipo “nosotras parimos, nosotras decidimos” están quedando obsoletos –aunque estos días se hayan vuelto a alzar en el Parlamento gallego-, ante los descubrimientos que ha hecho la policía en las clínicas abortivas.
Nadie puede sustraerse al horror de la imagen de las trituradoras de fetos conectadas al desagüe, ni al estupor al escuchar –en las cintas grabadas por el magistrado- como el personal de estas empresas frivoliza con el número de “rompecocos” –perforar el cráneo del bebé- que han hecho cada día.
Durante estos años se había considerado de mal gusto hablar de la realidad concreta del aborto y no se podían emitir imágenes de lo que estaba ocurriendo. Cuando los medios de comunicación han sido capaces de llegar hasta los rincones más íntimos de la tragedia humana, sin embargo los abortos continuaban siendo un tema tabú. Poco se ha difundido de las desdichas que ha producido el aborto en tantas mujeres, afirmando sólo que el aborto era un signo de libertad. Ahora vemos que dentro de esa libertad se esconde mucho sufrimiento para las madres y para los bebés.
El punto de inflexión en este tema consiste en esta apertura de la sociedad a la verdad de los hechos. Estamos en un buen momento para tomarnos en serio este problema, en mi opinión mucho más importante que el del cambio que se está produciendo en el clima, y destinar esfuerzos de educación, de legislación y de recursos económicos a resolverlo.