Inmaculada Echevarría es una enferma de distrofia muscular que lleva postrada en cama 10 años en el Hospital de San Rafael de Granada. En octubre de 2006 manifestó públicamente su voluntad de terminar con esta situación. Desde entonces hemos asistido a numerosas reacciones que tomaban postura apoyando o rechazando la …
Inmaculada Echevarría es una enferma de distrofia muscular que lleva postrada en cama 10 años en el Hospital de San Rafael de Granada. En octubre de 2006 manifestó públicamente su voluntad de terminar con esta situación. Desde entonces hemos asistido a numerosas reacciones que tomaban postura apoyando o rechazando la petición de que se le retirase el respirador. Frecuentemente se ha tratado de grupos que pretendiendo que se legalice la eutanasia, o bien por miedo a que se lleve a cabo esta legalización, han alzado su voz, aunque en ocasiones con poca argumentación de sus posturas.
Desde el desconocimiento que produce la distancia –por ejemplo, ¿cuántos saben que esta mujer tuvo que dar en adopción a su hijo de ocho meses, cuando quedó viuda y sintió la amenaza de su enfermedad?, un hijo del que ha pasado veintidós años sin noticias-, y desde el respeto a la intimidad de cada persona, pienso que se puede intentar hacer algunas precisiones que ayude al conocimiento de la situación, y a la toma de decisiones que en un debate social libre, aborde estos casos.
Lo primero es recordar qué es la eutanasia. Aunque algunos distinguen diversos tipos de eutanasia, me parece que lo más claro es recoger lo que dicen la Organización Médica Colegial Española y la Sociedad de Cuidados paliativos. En su Declaración sobre el final de la vida (11 de enero de 2002), afirman que “entendemos que el concepto de eutanasia debe incluir exclusivamente la acción u omisión, directa e intencionada, encaminada a provocar la muerte de una persona que padece una enfermedad avanzada o terminal, a petición expresa y reiterada de ésta.” Por lo tanto, es muy importante definir si se le quita el respirador porque se quiere provocar su muerte, o no es esa la intención, aunque, como consecuencia de su enfermedad, posteriormente se produzca.
En estos momentos está recibiendo una terapia, para la que, seguramente, en su día dio su consentimiento, y que consiste en un aparato respirador, que, mediante un agujero en la tráquea, hace que sus pulmones funcionen. Ahora bien, desde el punto de vista de la técnica médica, el esfuerzo terapéutico, en ocasiones es fútil o desproporcionado, porque no sirve para nada, o para muy poco, en relación con el esfuerzo o gasto que origina. En otras ocasiones, puede convertirse en encarnizamiento, porque hace más daño de lo que cura. Esto es algo que el personal sanitario, en general, puede determinar objetivamente, y hablar de terapia proporcionada o desproporcionada. En el caso de que terapias desproporcionadas, se debe parar el esfuerzo terapéutico, como gasto inútil, y por respeto a la dignidad de la persona.
Pero hay otro aspecto de las terapias que es imprescindible considerar: cómo la ve el paciente. Podemos encontrarnos con una persona que una terapia proporcionada, la considere como no asumible –extraordinaria- para él, por el riesgo que supone, o el gasto, o las condiciones personales en las que se encuentra. Otro paciente, en este misma situación, puede decidir continuar con esa terapia, y en ese sentido hablar de terapia ordinaria. En cualquier caso es imprescindible que se facilite al paciente poder tomar una decisión con la suficiente información y en un clima sin presiones.
Cuando se habla de retirar el respirador mecánico, estamos en el caso de una terapia, que es proporcionada, al fin que se pretende: permitir la respiración y que la persona viva, lo que no podría hacer por su cuenta. Esa persona, sin embargo, ha pedido que se le retire, por considerar que en sus condiciones no es soportable. Se trata de una decisión muy importante por sus consecuencias, por eso, en mi opinión, no parece lógico que se pida al personal sanitario que lleve a cabo, sin más, esta decisión. El médico debe conocer los motivos de la petición, que podrá compartir o no, pero que si los considera de importancia debe acceder a la petición. Por el contrario si los considerase irrelevantes, no parece que deba prestarse a lo que para su conciencia sería prestar una ayuda al suicidio, y así debería informar a la paciente.
En el caso que estamos considerando, parece que se ha recurrido a los Comités de Ética adecuados, también que la paciente ha manifestado su voluntad de forma clara. La decisión que se tome debería quedar amparada por la confidencialidad de la relación médico paciente, y no utilizarse como elemento arrojadizo en pro o en contra de la eutanasia.