Una mujer francesa recibe el primer trasplante de cara

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Una francesa de 38 años a quien un perro desfiguró el rostro hasta el punto de arrancarle la nariz, el mentón y los labios, tiene desde el lunes un nuevo rostro. Un trasplante parcial de cara, el primero que se lleva a cabo en el mundo, y que ha constituido …

Una francesa de 38 años a quien un perro desfiguró el rostro hasta el punto de arrancarle la nariz, el mentón y los labios, tiene desde el lunes un nuevo rostro. Un trasplante parcial de cara, el primero que se lleva a cabo en el mundo, y que ha constituido todo un éxito ha obrado el milagro. La operación fue dirigida el pasado lunes por el doctor Jean–Michel Dubernard, el primero en transplantar una mano en 1998 y el primero en llevar a cabo un doble injerto de manos y antebrazos en 2000, según ha informado el propio doctor.

En la controvertida operación el equipo médico injertó tejidos, músculos, arterias y venas de otra persona con muerte cerebral, cuyos familiares habían dado previamente su consentimiento, en la cara destrozada de la paciente. Al ser un trasplante parcial, la paciente tendrá ahora un rostro híbrido, no exactamente igual al de su donante ni al que tenía antes de ser atacada por el perro.

Hasta ahora se han realizado trasplantes de cuero cabelludo y de orejas, aunque esta es la primera vez que se realiza un trasplante conjunto de nariz y boca, dos de las partes del cuerpo que representan mayores dificultades para los cirujanos en una intervención de este tipo. El diario francés Le Point, que recoge la noticia, destaca que la operación entraña graves riesgos médicos y cita un posible problema de rechazo y las complicaciones de toda operación preo también, más a largo plazo, la posibilidad de que el paciente sufra problemas de tipo psicológico.

Debate ético

La operación ha suscitado además un intenso debate ético. Hoy por hoy, el donante ha de ser una persona viva. Iain Hutchison, cirujano facial del Hospital de Londres, citado por la web de BBC apunta que los parientes del donante -presumiblemente una persona con muerte cerebral mantenida con vida de forma artificial- deben decidir si se le extraen los tejidos faciales antes de desconectarlo….Y hay una posibilidad de que después éste vuelva a respirar por sus propios medios”.

Stephen Wigmor, del comité ético de la Sociedad de Transplantes Británica, enumera en declaraciones a BBC otros riesgos. En primer lugar no se sabe como evolucionará ese rostro trasplantado con el transcurso del tiempo. En segundo lugar, la piel trasplantada genera un grave problema de rechazo del sistema inmune y habrá que suministrar inmunosupresores durante un largo periodo de tiempo. Y además no está claro, según él, hasta que punto el paciente no quedará mucho peor si falla el trasplante.

Precisamente esas objeciones éticas, los problemas psicológicos y la alta probabilidad de un fallo técnico en una operación tan novedosa ha impedido que se de apruebe este procedimiento en el Reino Unido. La operación duró cinco horas y se realizó en el hospital de Amiens, al norte del país. Las autoridades sanitarias francesas dieron luz verde a la operación el pasado mes de agosto. El paciente será trasladado luego a otro establecimiento hospitalario para recibir tratamiento complementario.

Un mal precedente

Al margen del posible rechazo que pueda generar el nuevo rostro en el cuerpo de la paciente, la mente humana también juega un papel determinante en el éxito o fracaso del trasplante. El último precedente no es muy alentador. Clint Hallam, receptor del primer trasplante de mano del mundo realizado en 1998 por el mismo equipo médico responsable de este último, quedó manco de nuevo en 2001, esta vez por voluntad propia. El primer año de convivencia con el nuevo miembro fue satisfactorio para Hallam, pero después generó un grave rechazo físico y psicológico hacia el. “Mi cuerpo y mi mente están hartos de esta mano y ahora soy yo el que la rechaza”, aseguró. Los médicos que se la habían injertado rechazon su petición alegando motivos legales. En 2001 encontró a un cirujano en Londres que hizo realidad su deseo.

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