Unnatural Selection: Choosing Boys Over Girls, and the Consequences of a World Full of Men, Mara Hvistendahl
en Amazon
Parte I: Derribando mitos sobre el aborto selectivo en función del sexo
NUEVA YORK, 12 de agosto de 2011 (C-FAM) Una noche, en 1978, un alumno del programa de obstetricia más prestigioso de Delhi acudió a su primer parto. Inmediatamente después, vio saltar, desde la habitación del hospital, un gato con una «cosa… empapada en sangre, destrozada» en la boca. Como si nada, los doctores y las enfermeras continuaron asistiendo más abortos que nacimientos, varios, a los seis o siete meses de embarazo. Cuando el estudiante finalmente preguntó a una enfermera por qué no se trataba con más cuidado al bebé abortado, ella respondió tajantemente: «Porque era una niña».
Tales descripciones impregnan el primer libro de la periodista Mara Hvistendahl, titulado Unnatural Selection: Choosing Boys Over Girls and the Consequences of a World Full of Men (Selección no natural: elegir niños en vez de niñas, y las consecuencias de un mundo lleno de hombres).
Faltan más de 160 millones de mujeres sólo en Asia debido al aborto selectivo en función del sexo, número superior al de todas las mujeres que actualmente viven en Estados Unidos. La proporción de niños respecto de las niñas ha llegado a cifras aún más inconcebibles, y Hvistendahl busca comprender por qué.
Sus conclusiones se oponen a la opinión general. Comienza refutando la idea de que la selección en función del sexo es una cuestión de pobreza. Son los ricos (como los hospitales más prestigiosos de Delhi y su clientela) quienes inician la práctica, mientras que la población general, lamentablemente, sigue su ejemplo. El negocio boutique de la fertilización in vitro en Los Ángeles es el último episodio de esta crisis.
A pesar de lo que comúnmente se dice, la preferencia por los hijos varones, en sí, no es la principal causa. Más bien, el incremento del aborto y del control de la fertilidad en países con prácticas culturales diversas (desde Azerbaiyán hasta China) son el hilo conductor.
Hvistendahl recurre a la historia del control de la población de Matthew Connelly elaborada en 2008 para demostrar cómo los partidarios del control demográfico vieron beneficios múltiples en la selección del número de madres potenciales. En uno de sus ejemplos, rastrea esmeradamente el dinero, la tecnología médica y las ideas maltusianas llevadas desde occidente hacia la India, donde el Ejército y médicos de elite respaldados por el Gobierno las inculcaron al resto de los médicos de la nación. La Fundación Rockefeller, la Federación Internacional de Planificación de la Familia, el Population Councily, principalmente, la Fundación Ford, invirtieron en la propagación de la selección en función del sexo.
Aunque estas instituciones liberales tienen la mayor parte de la culpa, Hvistendahl también acusa a la clase dirigente de la República. William Draper, General del Ejército estadounidense, quien amerita un capítulo completo, consideró la diseminación del aborto como un modo de evitar que Japón y China resurgieran militarmente tras la Segunda Guerra Mundial. Draper vio que había muy poco tiempo para un «esfuerzo educacional sostenido» sobre planificación familiar y se dio cuenta de que el aborto era más práctico, de todas formas: era más fácil para los operarios detectar una mujer embarazada que una que esté considerando concebir. Draper luego fundó la Population Action International, organización internacional que promueve e investiga sobre el aborto.
La escasez de mujeres casaderas ha disminuido, no mejorado, la condición de la mujer: la compra de novias, con poco o sin consentimiento, abunda. Hvistendahl incluye desgarradoras entrevistas a muchachas secuestradas en sus primeros años de adolescencia y obligadas a mantener relaciones sexuales con diecisiete hombres por día, durante tres meses, para ser iniciadas en la prostitución.
El último mito que Hvistendahl derriba es el reclamo de las feministas, quienes dicen defender a las mujeres de tales abusos. Por el contrario, ella descubre una conspiración de silencio. El tema de la próxima edición de Friday Fax es el análisis minucioso que realiza la autora respecto del papel del Fondo de Población en esta crisis.
Parte II: ¿Cuán «cómplice» es la ONU en la crisis de aborto selectivo de Asia?
Un nuevo libro irritó a los partidarios del aborto por la medida en la que el Fondo de Población de la ONU es responsable de la falta de más de 160 millones de niñas en Asia, abortadas en la búsqueda de hijos varones.
La obra de Mara Hvistendahl, Unnatural Selection: Choosing Boys Over Girls and the Consequences of a World Full of Men (Selección no natural: elegir niños en vez de niñas, y las consecuencias de un mundo lleno de hombres), es «uno de los libros más consecuentes jamás escritos en la campaña contra el aborto», según una crítica del periódico The Wall Street Journal. Las acreditaciones académicas del libro fueron reforzadas por un evento a sala llena con la presencia del demógrafo Nicholas Eberstadt en el American Enterprise Institute de Washington.
Mientras que los conservadores aclaman los adelantos en la investigación que presenta el libro, los colegas progresistas de Hvistendahl debaten sobre sus hallazgos. La crítica del periódico liberal The Guardian suscitó una escueta carta del Fondo de Población que condena la conclusión de Hvistendahl, la cual sostiene que dicho organismo y organizaciones feministas hicieron poco para poner freno a la práctica. En la misiva, el Fondo reclama méritos por persuadir a los chinos en 1994 para que declararan ilegal la selección en función del sexo.
No obstante, esa ley hizo poco. El aborto selectivo persiste, a pesar de que hubo una prohibición similar en la India, que dio como resultado proporciones extremadamente desequilibradas entre los sexos en el momento del nacimiento. Normalmente, hay alrededor de 105 hombres por cada 100 mujeres nacidas, pero, en la actualidad, China declara que hay 120 niños cada 100 niñas, lo cual ha conducido al tráfico para la prostitución y a la extensión de la compra de novias.
En su respuesta a la carta del Fondo de Población, Hvistendahl evade el conflicto directo con el organismo y, en su lugar, critica el comentario de The Guardian diciendo que induce a los lectores a pensar erróneamente que ella había demostrado la complicidad directa del Fondo de Población en la política de un niño por familia que exacerba el aborto selectivo en función del sexo. «Hay una diferencia entre financiar abiertamente una injusticia e ignorar la injusticia una vez que esta ocurre», argumenta. Puede que los lectores no estén convencidos de ello.
Hvistendahl demuestra con habilidad que a pesar de que el Fondo de Población (o UNFPA, por sus siglas en inglés) promociona la misión de luchar contra la discriminación de género, el organismo deliberadamente se abstiene de tomar una postura sobre el aborto selectivo en función del sexo. Sus funcionarios le dijeron en privado que esto se debe a que ellos están «en un aprieto» ya que, según lo expresó un demógrafo que trabaja para el Fondo, «el derecho a abortar sigue siendo el “asunto prioritario” del UNFPA».
«¿Cómo conservar este rótulo de la discriminación y al mismo tiempo hablar sobre el acceso al aborto seguro?», le dijo un funcionario del UNFPA, «Ha sido un inmenso desafío para nosotros… Estamos caminando en la cuerda floja».
Directivos internos del Fondo de Población dicen a los funcionarios que transfieran la culpa y que hagan hincapié en «las mujeres cuyos maridos las golpean o las amenazan con el divorcio si no producen un heredero». Un folleto ordena a los activistas que «eviten el lenguaje que responsabiliza a la madre… ella tiene muy poco control sobre la decisión… la elección en ausencia de autonomía no es elección».
Hvistendahl cita un memorándum interno del personal de 2010 que advierte a los funcionarios nacionales del Fondo de Población que se mantengan al margen de la declaración de la ONU sobre las mujeres elaborada en Beijing (1995), la cual condena «el infanticidio femenino y la selección prenatal del sexo» y que eviten relacionar la práctica con los derechos humanos.
Tan pronto como reconozcan cuántas mujeres se someten a numerosos abortos para conseguir un niño, le dijo un sociólogo canadiense, «el Vaticano será el primero en exclamar: “¡Prohíban el aborto, hagan que el aborto sea ilegal!”».
«El temor a la palabra con “a”», concluye Hvistendahl, ha «inmovilizado a la misma gente que debería estar gritando la opresión».
Traducido por Luciana María Palazzo de Castellano