Yo, Eutanasia, y Suicidio asistido

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“Todo tiene su tiempo… tiempo de nacer, tiempo de morir…”   (Eclesiastés  3:1,2)

La vida y la muerte parecen cuestiones sensibles al principios del s. XXI.  Con anterioridad a las medicinas, los antibióticos,  los respiradores, la diálisis, la reanimación, las unidades de cuidados intensivos, las de cuidados paliativos, la tecnología médica, y otros, existía poco control en el proceso de morir.  Enfermedades que ahora se pueden tratar eran casi siempre fatales.  Al principio del siglo pasado, la expectativa de vida en España estaba en unos 35 años, en contraste con los 81 de la actualidad.[1]  Gran parte de este incremento en la esperanza de vida se debe a una mejora en las medidas sanitarias públicas, como las mejores condiciones de salubridad, una mayor calidad del agua potable, las vacunaciones y otros.  Pero lo que en realidad ha contribuido de forma significativa en este momento a la expectativa de vida y a la mejor calidad de la misma son los espectaculares avances que se han producido tanto en la tecnología médica como en las terapias específicas.[2]  De todas formas, “en este instante, 120.000 personas están encarando en España una muerte inminente”.[3]  Enfermos para los que no existe ninguna posibilidad de curación, ya que son enfermos terminales.  ¿Cómo se muere hoy?  ¿Está garantizada una muerte digna y sin sufrimiento a dichos pacientes?  ¿Es posible acortar la existencia cuando la agonía se vislumbra y percibe especialmente penosa?  ¿Se practica la eutanasia y el suicidio asistido de forma clandestina?[4]

 Así, rebrota, de nuevo, el tema de la eutanasia y el suicidio asistido, volviendo a estar de actualidad; máxime cuando la muerte está teniendo mucho protagonismo mediático (v.g.  Ramón Sampedro y la película “Mar Adentro”, Hospital de Leganés, y   -últimamente-  el caso de Inmaculada Echevarría).[5]  En este contexto inmediato, la ministra de Sanidad y Consumo, Elena Salgado, ha dicho que el Gobierno no tiene ninguna intención de emprender una reforma legal para despenalizar la eutanasia,[6] a pesar de que forma parte del programa electoral de PSOE; según la ministra, y otros miembros del ejecutivo, “ahora no es el momento…”[7]   De todas formas, el debate sigue abierto[8].  Las diferentes estadísticas parecen indicar actitudes a favor de la eutanasia y la muerte digna, incluido el suicidio asistido.[9]  No debe olvidarse la labor y posicionamiento claro de la Asociación Española del Derecho a Morir Dignamente (DMD).[10]  De la misma manera, no deben pasarse por alto diferentes declaraciones y recomendaciones como las del grupo de opinión del Observatorio de Bioética y Derecho de la Universitat de Barcelona,[11] la del Instituto Borja de Bioética[12] adscrito a la Universitat Ramón Llull de Barcelona, y la última propuesta del Comitè Consultiu de Bioètica de Catalunya,[13] presentado el pasado mes de octubre.[14]  Asimismo, no se puede desdeñar la posición de la Consellera de Salut de la Generalitat de Catalunya, Marina Geli, en la que aboga por despenalizar la eutanasia,[15] así como la del presidente del Colegio de Médicos de Barcelona, Miquel Bruguera, partidario de despenalizar la eutanasia en determinados supuestos[16]

Pero, bien.  Antes de entrar de lleno en el meollo de este trabajo, sería útil mencionar algunos presupuestos.  Por un lado, parece obvio   -de nuevo-   la gran cantidad de posicionamientos, comprensiones, disgresiones, en cuanto al término y al concepto de eutanasia[17].  Aunque se observan marcadas tendencias, lo cierto es que   -como cada situación y caso son y serán distintas-   no se puede encontrar una casuística que lo resuelva todo.

Así que esto nos aboca a tomar una postura[18]   -se piensa que dialogal-   con todo lo que uno lleva detrás.  El yo y sus circunstancias, que es y son los que van a permitir esa toma de posición, decidirá aunque esa propuesta sea   -como casi todo en la vida-   contingente.

Debido a lo anterior, y en ese contexto, subrayar que los seres humanos estamos dotados de una facultad moral que guía nuestros juicios intuitivos sobre el bien y el mal, y para emitirlos (seamos o no creyentes).  Los seres humanos estamos dotados de facultades psicológicas[19]  -como el lenguaje, las matemáticas y otras-   y también estamos dotados de una facultad moral que guía nuestros juicios intuitivos sobre el bien y el mal.[20]  Por lo tanto, lo que fue bueno para nuestros antepasados puede no serlo hoy.[21]  Pero las apreciaciones sobre el paisaje moral en transformación, no necesariamente tienen que proceder de la religión sino de la reflexión profunda sobre la humanidad y lo que se considera una vida apropiada.[22]  A este respecto, pues, es importante conocer el conjunto de intuiciones morales que permitan reflexionar sobre ellas y aceptarlas, o no, para buscar otras más adecuadas.  Y esto se puede   -y se debe-   hacer sin blasfemar, ya que es la naturaleza humana y no la de Dios en quien se origina la moralidad.[23]

Dicho esto, y asumiendo lo anterior, el esquema  a seguir en el presente trabajo surge de la  -una-   intuición del autor, y lo fundamenta en un esquema basado y presentado en el relato mítico del Génesis[24] desde el que se podría formular una antropología, intuitiva también, y no necesariamente teológica.[25]  Y esto, porque el autor se confiesa cristiano y no puede eludir ese “él y sus circunstancias, y comprensiones” en un asunto tan importante y trascendental como la vida y la muerte.  Por lo tanto, es muy difícil renunciar a una intuición bioética cristiana, aunque no obligatoriamente base su discurso relativo a la eutanasia u otros en el concepto de “santidad  e inviolabilidad de la vida”.[26]

Es muy importante afirmar[27] que el hecho de que la teología tenga como objeto fundamental la hermenéutica de la palabra de Dios    -la Biblia o Sagradas Escrituras-   no significa que carezca de elemento racional ya que sólo es posible desarrollarla desde la razón; aunque no exclusivamente desde la sola razón, sino también de la pasión, la intuición, y otros, a pesar de que el discurso teológico tenga dificultades de inculturación en una sociedad post-cristiana.[28]

Por lo tanto, se discrepa aquí de diferentes autores que proponen que la “bioética sólo puede ser aconfesional o laica”[29] o de que la “dignidad, producto humano, no se basa en teología o trascendencia humana”[30].  Y esto, aún entendiendo y aceptando que   -como se ha dicho-   la moralidad y otros se originan en el mismo ser humano.  De todas formas, y aún reconociendo también que el pensamiento religioso actual en prácticamente todas las confesiones cristianas suelen ir a remolque del pensamiento secular y laico, no es ello óbice para poder pensar, intuir, aportar, en el diálogo y el debate bioético contemporáneo[31]

Así pues, desde el relato poético del Génesis[32] podría observarse lo siguiente.

La vida y la muerte.  Es necesario reconocer que la muerte forma parte de la vida. Parece una perogrullada, pero la verdad es que no se está preparado para ella, ni queremos saber de ella[33].  No se habla de la muerte, ya que es de mal presagio.  Es mejor no pensar en ella, porque entristece.  No es bueno hablarles a  los niños de la muerte, y mucho menos que vivan la muerte de algún pariente desde la cercanía.  Todavía hoy    -en muchos ambientes y contextos-  la muerte y el morir son asuntos proscritos y tabúes. ¡Mejor ni nombrarla…!

Pero, ya que el nacer y el morir son las dos expresiones humanas más universales, había que hablar de la muerte con naturalidad, con normalidad: ¡nos va en ello la vida…!  Sólo los seres humanos tenemos conciencia de nuestra mortalidad entre todos los seres vivientes.  Quien asume su muerte conscientemente, vive de modo distinto; quien asume el momento de su muerte, tiene una actitud fundamental ante la vida.[34]

Así, como gestionamos nuestra vida, deberíamos tener la oportunidad de gestionar nuestra muerte.  Máxime, cuando ha pasado de ser una muerte “natural” a una muerte “médico-tecnológica”.[35]  Este contexto es el que debe permitir hablar de eutanasia y suicidio asistido.

Antes de proponer el esquema de trabajo, decir y aclarar qué se entiende por “Eutanasia” y por “Suicidio Asistido”.  Por “eutanasia” se enYtiende toda acción u omisión de un médico u otro personal sanitario bajo su supervisión, que causa de forma directa la muerte de una persona que padece una enfermedad incurable.  Por “suicidio asistido” se entiende la ayuda provista por un médico u otro personal bajo su supervisión, a una persona enferma quién se causa la muerte, tanto si aquél se limita a aconsejar y prescribir el medio (ayuda indirecta) como si lo acompaña en el momento de realizarlo; en el caso de que éste no pudiera hacerlo por limitaciones de carácter físico, se trata de cooperación necesaria (ayuda directa).[36]

Eutanasia y  “Yo”

Asumir y aceptar nuestra condición de mortales y vivir en conformidad con ella implica reconocer como inevitables esos momentos de la vida y admitir como propios esos sentimientos de pérdida.  Es admitir la vulnerabilidad inherente del ser humano.

 Y junto a esa asunción de vulnerabilidad se implícita y conlleva una antropología de “la-mi” libertad, “la-mi” autodeterminación, “la-mi” dignidad, de “la-mi” voluntad, de “la-mi” responsabilidad, de “la-mi” racionalidad, de “la-mi” emocionalidad,  de “la-mi” calidad de vida, de “los-mis” derechos y deberes como persona en y ante la vida, de “la-mi” ética personal, de la capacidad interior de decidir quién soy yo y qué hacer conmigo mismo ante la muerte.

 Eso afecta a la decisión sobre la disposición de la vida, la eutanasia y la actitud ante el auxilio al suicidio. 

Aquí se ve involucrado uno de los principios bioéticos fundamentales:  el principio de autonomía.  Dicho principio afirma que los individuos deben ser tratados como agentes libres e independientes, cuya libertad debe ser respetada.  Por lo tanto, ante cualquier situación médica relativa al caso, ese paciente    -ese ser humano-   debe ser correctamente informado de su situación clínica, dejando a la libertad de la persona la posibilidad de decidir sobre su propia vida.  Se entiende que este es un principio jerárquico que está por encima de los demás, ya que los otros   -entendidos positivamente-    pueden coadyuvar a este.

 

Eutanasia y  “Yo-tú”

Se entiende aquí esa relación “Yo-tú” en un contexto inmediato familiar, sea del tipo que sea, sin entrar en cuestiones como familia nuclear, ni cuestiones matrimoniales (hetero u homosexuales), ni cualquier otro esteriotipo social.

Difícilmente puede  encontrarse un ser humano absolutamente “solo”, aunque vivamos una sociedad occidental proclive a la soledad y aunque estemos más juntos y apiñados pero más solos.  A pesar de ello, siempre   -o casi siempre ya que, como en todo, hay excepciones-   hay algún “otro” al lado nuestro[37].  Por ello, cuando se habla de “familia”, no necesariamente se quiere significar consanguineidad  sino de relaciones afectivas significativas[38].  Ese “otro”, ante la muerte del “Yo”, va a experimentar ansiedad, fragilidad emocional, rabia, culpa, introversión, y otros sentimientos interiores.  Es complicado que una familia o un próximo   -“tú”-    que tenga que vivir una enfermedad que lleve a la muerte  de un ser cercano   -del “Yo”-   salga impoluto de esa experiencia.  Ese “tú” tendrá que prepararse para esa situación, habrá que convivir con ella, habrá que asumir la misma.

Es por ello que en esa relación “Yo-tú”, que exige tiempo para que exista, ese “Yo” haya podido compartir sus concepciones vitales ante la muerte.  De esa forma, ese “tú” podrá involucrarse en el proceso de la misma y tener capacidad de decidir   -si cabe-   a la luz de los intereses de el “Yo”   -que pueden ser multiformes y variables, desde lo emocional a lo pragmático, y puede cubrir un amplio abanico de intereses-   sobre el “tú”.

Aquí pueden verse involucrados los principios bioéticos de autonomía, ya mencionado, y el de justicia   -que será descrito después-   en una perspectiva de relación “Yo-tú”.

 

Eutanasia y  “Yo-nosotros-vosotros”

 

En este aspecto, el espectro abre.  El “Yo” se encarna en una situación y realidad social.  Somos seres gregarios, sociales, y vivimos en medio de una sociedad, sea esta del tipo que sea.  Y en este lugar   -para el asunto que nos corresponde-   entran en juego otras personas que representan a diferentes disciplinas que inciden y pueden llegar a ser actoras en cuanto a mi posicionamiento ante la muerte.  El médico, el filósofo, el bioeticista, el economista, el jurista, y otros, podrían participar y entrar en conflicto con el “Yo”.[39]

 Estos sectores sociales representados   -“nosotros-vosotros”-   deberían respetar las decisiones del “Yo” cuando este “Yo” está afrontando su hora final.  Sea que la haya previsto previamente o   -incluso-   en dicho momento. Así, la sociedad debería proveer todos los medios positivos para morir como de la misma forma proveyó de todos los medios positivos para nacer.[40]  A fin de cuentas, el que muere es el “Yo”, y éste debería estar por encima de cualquier paternalismo, sea médico, filosófico, legal, ético, religioso…

Aquí se verían involucrados los principios bioéticos de autonomía   -otra vez-, y los de beneficencia, no-maleficencia y justicia.  En cuanto al principio de beneficiencia, que hunde sus raíces en el juramento hipocrático de la medicina tradicional,  tiene que ver con el esfuerzo para realizar el bien que se pueda, y eso puede entrar en conflicto con el anterior.

Con referencia al principio de no-maleficencia, sería el que impide dañar a la persona o ser humano.  El uso de la biotecnología   -al final-   suele entrar en conflicto con el principio de autonomía.  Bien usado, este principio de no-maleficencia no haría daño   -sino todo lo contrario-  a la persona que ha decidido ser autónomo en el momento de su vida, ya que satisface la voluntad (autonomía, beneficencia) del solicitante.

En cuanto al principio de justicia, va relacionado con la distribución equitativa de los recursos.  Dado los costos   -de todo tipo-   que acarrean los procesos de final de la vida, volver al principio de autonomía mediante el cuál el “Yo”  ha decidido disponer de su vida, beneficiaría al resto de “nosotros-vosotros” social y económicamente hablando[41].

  

Eutanasia y  “Yo-entorno ecológico”

El ser humano es   -además de un ser personal, familiar y social-   un ser ambiental o ecológico.  Vive, existe, en un medio biológico. 

No hace falta insistir en la  situación de crisis medioambiental por la que atraviesa el hombre y el planeta, no sólo en el presente sino en el futuro que está ahí si no hay cambios importantes. La contaminación del aire, la pérdida de la capa de ozono, el cambio climático, la emisión de CO2, los pesticidas, la deforestación, los metales pesados y tóxicos, la erosión del suelo, la salinización, la contaminación del agua, la extinción de especies, la desigualdad económica y social, la diferencia norte-sur, los problemas demográficos, la cuestión de los residuos, entre otros, está llevando a la degradación medioambiental y a la destrucción del hábitat.[42]

Esta situación de la que “Yo” soy en parte responsable, afecta directamente al asunto que se está tratando en tanto que las cuestiones relativas al final de la vida están afectando también a nuestros recursos, ya que nuestro mundo occidental  -contrariamente que en los países pobres-    están consumiendo y utilizando una gran parte de los mismos en la asistencia sanitaria que pudieran ser insostenibles.  Algunos autores hablan, incluso, de desenfreno inflacionista de la tecnología médica.[43]

Por ello, otra vez el “Yo” debiera tener la capacidad de elegir la renuencia a la tecnología médica para prolongar la vida o  -mejor-   la muerte, máxime si el tratamiento prescrito resulta totalmente fútil tanto en las coordenadas de espacio-tiempo, como en las de cantidad-calidad  Y, por otro lado, tal vez la medicina debería buscar otros caminos y objetivos.

Aquí se verían involucrados, además del principio bioético de autonomía  -¡cómo no…!-   y, especialmente el de justicia.  El reparto y puesta al alcance a todos los que tienen “derecho”, y derechos tienen todos ya que todos somos seres humanos, se ve aquí seriamente amenazado y en la práctica transgredido de forma injusta.

Dicho lo anterior, se pasa ahora a ofrecer algunos criterios ante la eutanasia y el suicidio asistido, que surgen como consecuencia o implicación de lo anteriormente escrito.  Aunque previamente, vale la pena resaltar y mencionar   -de nuevo-   qué se quiere decir por eutanasia y por suicidio asistido   -también la limitación terapéutica-, ya que el debate público, sea profesional o no, la mezcla de definiciones y descripciones enturbia las concepciones.

Por “eutanasia” se entiende toda acción u omisión de un médico u otro personal sanitario bajo su supervisión, que causa de forma directa la muerte de una persona que padece una enfermedad incurable.  Por “suicidio asistido” se entiende la ayuda provista por un médico u otro personal bajo su supervisión a una persona enferma quien se causa la muerte, tanto si aquél se limita a aconsejar a prescribir el medio (ayuda indirecta) como si lo acompaña en el momento de realizarlo; en el caso de que no pueda hacerlo por limitaciones de carácter físico, se trata de cooperación necesaria (ayuda directa). Por “limitación terapéutica” se entiende la actuación de limitar, no iniciar o retirar una medida de soporte vital aunque ésta pretendiera y consiguiese retrasar el momento de la muerte[44].

Así pues, los criterios sugeridos serían los siguientes:

(1)  El ser humano adulto y competente tiene derecho a decidir sobre la disposición de la vida de manera libre.[45]

(2)  El principio de dignidad de la persona y el principio de autonomía y libertad de la misma permite la disponibilidad de la vida para morir dignamente.

(3)  La voluntad de la persona para escoger con libertad los caminos a seguir en cuanto a las decisiones a tomar en cuanto al final de la vida es digna de respeto.

(4)  La expresión de la voluntad de la persona en cuanto a sus decisiones tocante al final de la vida es necesaria y recomendable, aunque sea de manera verbal.

(5)  Dicha expresión de la voluntad del ser humano queda establecida de manera clara y objetiva en una “Instrucción Previa” o “Testamento Vital” para los diferentes entes sociales implicados (uno mismo, familia, médicos, juristas, bioeticistas, religiosos y otros)

(8)  Asimismo, desde la autonomía de la persona éste tiene derecho a recibir una información clara y completa de su estado clínico, teniendo la oportunidad de consentir o rechazar cualquier tratamiento.

(7)  La sociedad    -en general-   y los especialistas   -en particular-, necesitan romper con el tabú de la muerte y el espejismo de la inmortalidad, reconociendo y asumiendo con naturalidad que la muerte forma parte de la vida.

(8)  El legislador ha de reconocer que la regulación actual del Código Penal en su artículo 143 es insuficiente, aunque garantice mecanismos adecuados que aseguren la claridad y transparencia de la actuación profesional[46]

(9) El ciclo biológico, ecológico y ambiental de la vida y la existencia humana incluye la muerte.

(10)Se sugieren los siguientes criterios de actuación en situaciones médicas al final de la vida en casos de sujetos competentes:

*El paciente ha dejado constar de una manera clara y reiterativa su voluntad a través de un documento de voluntades anticipadas o    -incluso-    de forma verbal.

 *El paciente ha sido informado de cuáles son las alternativas, diagnóstico, pronóstico, terapias, cuidados paliativos, u otros.

*El paciente sufre una enfermedad incurable y terminal, que produce un sufrimiento y un dolor, ya sea psíquico o físico, severo.

*Los familiares cercanos apoyan solidariamente las decisiones del paciente.

*El médico está convencido de que el paciente está en fase terminal irreversible, aún incluyendo un posible estado de afectación emocional.

*La relación y comunicación médico-paciente es clara, respetuosa, libre, de manera que aquél pueda tener un perfil diáfano de la situación, y que la petición es voluntaria, sin coacciones ni intereses.

*El médico consulta con un médico externo para confirmar todas las situaciones y circunstancias mencionadas.

*Un comité bioético refrenda las circunstancias y situaciones mencionadas, así como evalúa el procedimiento realizado.

*El proceso está medicalizado bajo control sanitario, asegurando que sea seguro, rápido e indoloro. 

*Toda esta historia biográfica y clínica está documentada de forma clara y detallada, según los protocolos establecidos.

Sin duda, para asumir todo lo anterior es necesario hacer pedagogía de la “vida” y de la “muerte” desde una destabuización de las mismas (“vida” y “muerte”), y desde todos los ámbitos educativos (familia, escuela, universidades, medios de comunicación social, y otros) y desde todas las disciplinas (filosofía, ética, ciencias, bioética, medicina, religión, y otros). [47]

 Como se decía al comienzo del presente trabajo, toca   -a la luz de la investigación realizada y el contexto dado-   un posicionamiento claro, definido, convencido, referente al complejo dilema bioético acerca de la eutanasia y suicidio asistido.  Dicho posicionamiento no pretende ser exclusivista ni definitivo.  Y esto porque   -por un lado-   la exclusividad dogmática es muy difícil en estos asuntos, ya que tienen siempre una dimensión subjetiva muy importante.  Y   -por otro-  todo es contingente, y puede que una toma de postura hoy llegue a devenir en otra en diferente momento, circunstancias y tiempo.  Por lo tanto, sólo pretende ser una postura respetuosa y dialogal.

  No obstante, y a día de hoy, el presente autor cree   -intuitiva y argumentadamente-    que la  eutanasia y el suicidio asistido[48] debiera ser una opción personal de cada  individuo  (adulto y responsable).  A pesar de que el “Yo” no vive una vaciedad relacional sino que existe también en referencia, enfrente a, cabe, con un “Tú”, con un “Nosotros-Vosotros”, con un “Entorno Ambiental”    -incluso con un “Él-Trascendente”-, tiene la libertad y autonomía para decidir acerca de y gestionar el último tramo del fin de su vida y existencia, con referencia a la eutanasia y el suicidio asistido   -tal y como se han definido y descrito en el presente trabajo-, en sintonía con los criterios y/o pequeñas propuestas presentados en las páginas anteriores.

   Para este autor, todos los principios de bioética consensuados   -beneficencia, no-maleficencia, justicia-    pueden tender, bien entendidos, a acentuar el papel principal del principio de autonomía de la persona, que le permite tomar decisiones de forma libre, racional, reflexiva, intuitiva, pasional, ponderada, contextual   -no-tuteladas-    en cuanto a su calidad de  vida y/o disponibilidad vital.  No es cuestión de “no quiero vivir más igual a ‘no quiero vivir más… ¡¡¡así…!!!” (Diego Gracia); ni “se muere mal…cuando los que cuidan no están formados…cuando la muerte se deja a lo irracional, al miedo, a la soledad…” (Consejo de Europa).  No.  Es cuestión de que “Yo” decido implicarme   -si quiero-   en las decisiones tocante a mi muerte, que…  a la postre…   ¡¡¡ es  la  mía…!!!

                     Por lo tanto   -para finalizar-,  y en la vertiente relativa al Derecho, la opción personal del autor estaría también en pro de   -al menos-  la despenalización de la eutanasia y de la ayuda al suicidio, en una situación en la que el sujeto ha dejado constancia de su voluntad en referencia al final de su existencia y su vida.  Y eso es posible hoy, prácticamente en todas las Comunidades Autónomas del Estado Español ya que tienen[49]  Además, y fundamental, clarificar esto sería ideal[50]. Así que…

 
“Te deseo una buena, serena y dulce muerta”  (Giorgio Todde)


[2] Véase, como un ejemplo reciente, la práctica de transplantes de riñón con sangre incompatible realizados por primera vez en España en el Hospital Clínic de Barcelona.  Ángeles Gallardo, www.elperiodico.com , 23 de noviembre de 2006.

[3] Eso decía Milagros Pérez Oliva, redactora jefa en temas de salud de El País en ese mismo diario el 30 de mayo de 2005, en un artículo de investigación titulado “Morir en España”, pág. 17ss. A día de hoy, mueren en España cada año 380.000 personas.

[4] Aterra pensar que buen número de “homicidios” tratados como casos de violencia doméstica, tienen que ver directamente con situaciones y contexto de enfermedades terminales:  “la maté para que no sufriera”, dijo un hombre de 75 años que mató a su esposa en un geriátrico de Alicante.  Véase www.elperiofico.com , 17 de octubre de 2006; también el caso de un anciano con 89 años de Oviedo que se suicidó después de matar a su esposa de 80 que sufría Alzheimer, www.elperiodico.com , miércoles 13 de diciembre de 2006. Obsérvese el artículo de la escritora Mónica Zgustova, “Violencia o Ternura” haciéndose eco de esta situación, www.elpais.com , 7 de febrero de 2007.  No se puede entrar en la argumentación, pero al autor le parece que aquí     -como en muchos otros y diferentes casos, incluso en el contexto hospitalario cuasi-cotidiano-  sí podrían existir situaciones de “pendiente resbaladiza” pero en el sentido de practicarse “eutanasias”, “suicidios asistidos”, “homicidios”, que el autor  los podría ver o no      -según el caso-   como tal.  Lo mejor sería normalizar y legislar la situación.

[5] Sin olvidar otros casos.  Fuera de nuestras fronteras:  Baby Doe; Arthur Koesler; Karen Ann Quinlan; Nancy Cruzan; Diane Pretty; Vincent Humbert; A.R. Crew; Terry Schiavo; y  últimamente, Piergiorgio Welby.  Dentro de nuestras fronteras, además de R. Sampedro, Jorge León Escudero; Jesús Félix N.; Madeleine Z.; y tantos otros anónimos.

[6] Mónica C. Velaza, El País, 9 de mayo de 2006. También, Carlos E. Cué, www.elpais.com , “El PSOE descarta en el Congreso la petición de ICV de debatir la Eutanasia”, 8 de febrero de 2007.  Y esto, a pesar que forma parte del Programa Electoral de PSOE.  El autor piensa que “con la que está cayendo” en el tejado del PSOE por parte del PP y de la ICR, el Gobierno no quiere abrir otro frente en este momento.

[7] Mónica Velaza. Ibid.

[8] Cuando estoy ultimando estas páginas, Inmaculada Echevarría ha fallecido en un Hospital Público (14 de marzo de 2007, 21:00 h.), habiéndosele quitado el respirador que la mantenía con vida, y favoreciendo su voluntad y deseo.  Véanse diferentes artículos de prensa de esos días.  Se hace evidente que el debate, pues,  sigue abierto y candente. (Véase la trayectoria histórica del caso en la prensa escrita y otros))

[9] Véase CIS y OMC, 2002.  Estadísticas “informales” pueden verse en varios diarios, El País, El Periódico, El Mundo, 20 Minutos, La Voz de Galicia, y otros. Parece que dos de cada tres jóvenes españoles lo ven como algo normal.

[10] www.eutanasia.ws.  Véanse artículos varios del Presidente de DMD, Salvador Pániker; el Presidente de DMD-Madrid, Dr. Fernando Marín; y la ex-Presidenta de DMD-Barcelona,  Sra. Aurora Bau, entre otros.

[11] Observatori de Bioética y Dret, “Documento sobre la disposición de la propia vida en determinados supuestos:  Declaración sobre la Eutanasia”, 2005

[12] Bioètica & Debat, “Hacia una posible despenalización de la Eutanasia”, 2005.

[13]CCBC.  “Informe sobre la Eutanasia y la Ayuda al Suicidio”, 2006

[14] Milagros Pérez Oliva, “La hora de la Eutanasia”, El País, 8 de octubre de 2006.

[15] www.elperiodico.com , 28 de diciembre de 2006; www.lavanguardia.es , 28 de diciembre de 2006

[16] www.diariomedico.com, 13 de febrero de 2007.

[17] Ver un amplio glosario terminológico en José A. Cuenca T.  “Intuiciones sobre el Final de la Vida” y las referencia mencionadas, tesina presentada en el IBB-URL para la obtención del Master en Bioética, págs. 9-11, y referencias  -especialmente O.M.C.-.

[18] A pesar que Salvador Urraca propone tres posturas en Eutanasia, Hoy:  Un Debate Abierto, págs. 31-39, el autor piensa que la tercera se solapa con la primera, y que quedarían   -en el último análisis-   dos posturas:  la que argumenta desde el concepto de “inviolabilidad y santidad de la vida” y la que argumenta desde el concepto de “calidad y libre disponibilidad de la vida”.  Cf. Cuenca, Idem., págs.12-16.

[19] No se puede entrar aquí en el debate sobre si los no dotados de algunas discapacidades pudieran implicar el ser o dejar de ser “persona” y/o “ser humano”.

[20] Véase el magnífico artículo de M. Hauser y P. Singer, “¿Moralidad sin Dios?”, La Vanguardia, 11 de abril de 2006.  También, Jonathan Dancy, “El intuicionismo”, Peter Singer, ed.  Compendio de Ética, págs. 555-566, tomado de www.educa.rcanaria.es.

[21] Podrían ponerse muchísimos ejemplos, pero se prefiere que el lector lo haga.

[22] Véanse los diferentes posicionamientos filosófico-éticos-morales en su desarrollo histórico.  P. Admiraal, en D.C. Thomasma y T. Kushner, ed. De la Vida a la Muerte, págs 227-235.  También, en cuanto a “dignidad”, F. Torralba, ¿Qué es la Dignidad Humana?,  págs. 59-84.

[23] Cf. Victoria Camps, La voluntad de Vivir, págs. 201 y ss.

[24] Santa Biblia, Génesis, capítulos 1 al 3. Desde la lectura de estos textos se puede desprender que el ser humano es un ser en relación, y una relación pluridimensional:  Relación con Dios (Yo-Él), relación consigo mismo (Yo), relación con el otro (“Yo-tú”, “Yo-nosotros-vosotros”) relación con el medio ambiente (“Yo-entorno ambiental”)

[25] No se va a entrar en la cuestión de la distinción “Dios” y “teología”, y el “theo-panteísmo”  religioso      -sea del tipo que sea-  que intenta penetrar en la antropología y la autonomía del ser humano.

[26] Tal vez por ello, en el diálogo bioético más cercano a nuestros días se observa la renuencia de la presencia de teólogos, cuando la Bioética se nutrió de su pensamiento y participación en el inicio de la misma.  Mencionado por F. Abel en el curso “Master en Bioética”, Instituto Borja de Bioética, 2006.

[27] Con F. Torralba, Ibid., pág. 95.  Además, no se entiende que para cualquier formulación y fundamentación filosófica se recurra a filósofos   -lo que  parece muy correcto-   desde los presocráticos hasta los postmodernos, y no se puedan tomar referencia de los pensadores bíblicos (e.g. Eclesiastés, Job, y otros).; el autor propone que también deben tenerse en cuenta a estos pensadores.

[28] De la misma manera, tal vez lo que le falte al discurso teológico   -casi siempre realizado desde el “No”, desde el Dogma, desde el autoritarismo, desde la verdad inmutable, desde el alejamiento, entre otros-   es un cambio de método y de paradigma.  Como ejemplo, véanse las aportaciones de diferentes teólogos contemporáneos y sus intentos.   Véase, a modo de ejemplo y centrado en asuntos cristológicos, José A. Cuenca, Cristología Actual y Filipenses 2:6-11, págs. 23-89, 1992.  Asimismo, José A. Cuenca, “Lenguajes y conceptos. Hacia una UEBE(Unión Evangélica Bautista de España)  para comienzos del s. XXI”, págs. 1-7, 2003.

[29] Victoria Camps, Ibid, pág. 207.  El autor sugiere que la respuesta “No-a-todo-por-principio” con el que suelen responder las Iglesias Institucionales, especialmente la ICR, ante las situaciones y retos contemporáneos de todo tipo, abonan esta posición.

[30] Javier Sábada, Diccionario de Ética, pág. 90.

[31] Incluso Gianni Vattimo, filósofo de la postmodernidad, da un papel muy relevante a la Religión   -el autor entiende aquí este término en el mejor de los sentidos y lejos de la institucionalización de la misma-.  “El futuro es la religión”, dijo Vattimo en una conferencia pronunciada recientemente en el CCCB de Barcelona.   www.portalcomunicación.com , 12 de marzo de 2007.

[32] El esquema va a ser “Yo”, “Yo-tú”, “Yo-nosotros”, “Yo-entorno ambiental”, obviando el “Yo-Él” en este momento por considerarlo   -en principio, y para esta ocasión-   innecesario.  Véase Martin Buber, Yo, Tú , Caparrós Editores (1923), E. Mounier, Manifiesto al Servicio del Personalismo, Ed. Taurus  (1938).

[33] Salvo excepciones.  Según Schopenhauer, el conocimiento de la muerte y del dolor de la vida ha dado el impulso más fuerte a la reflexión filosófica y a las explicaciones metafísicas del mundo; si no fuera así, a nadie se le ocurriría cuestionarse por la vida.  Citado por E. Bonete, ¿Libres para Morir?, pág. 15.  En cambio, nótese a uno de los “profetas” de la postmodernidad, Joaquín Sabina:  “Pero sin prisas que a las misas de réquiem nunca fui aficionado, que el traje de madera que estrenaré no está siquiera plantado, que el cura que ha de darme la extremaunción no es todavía monaguillo…”, en “A mis 40 y 10”, en el CD  “19 días y 40 noches”.  También, Sabina:  “Cuando la muerte viene tras mi pista, me escapo por pies…”, “Güisqui sin Soda”, en el CD  “Juez y Parte”.  Véase a P. Ariès, El Hombre ante la Muerte, Madrid (1984), para observar la llamada “tabuización” de la muerte en nuestra sociedad.  Muchos especialistas del campo médico están de acuerdo en que la muerte es un tabú.

34 Hans Küng, Morir con Dignidad, 1997.

[35] S. Miles, “Muerte personal y muerte médica”, en D. Thomasma y T. Kushner,  De la Vida a la Muerte, págs. 181-187.

[36]Véase Cuenca, “Intuiciones Sobre el Final de la Vida”, págs. 9-11 y referencias.

[37] Sólo como un ejemplo reciente y directo en cuanto al tema, véanse los reportajes de El País con respecto a Madeleine Z. “Quiero dejar de no vivir”, “Esperaré a Madeleine con un ramo de lilas”, “Mi libertad es morir con dignidad”, www.elpais.com , 17 y 18 de enero de 2007.  También, la entrevista con Inmaculada Echevarría “Para ser libre tienes que luchar”, www.elpais.com , 15 de marzo de 2007. Ambas declaran abiertamente que hay amigos y amigas que son un “otro” más que  -incluso-    los propios hijos.

[38] Idem.

[39] Véase algunos aspectos médicos mencionados por diferentes autores en distintos artículos editados por D.C. Thomasma y T. Kushner, De la Vida a la Muerte, págs. 188-280.

[40] El relato de C.K. Cassel, “El suicidio asistido por el médicos:  ¿progreso o peligro?”, en DC Thomasma y T Kushner. Ibid., pág. 248, acerca de la experiencia de los “tiwi”, un pueblo nómada que no conoció la escritura, es muy interesante desde varios puntos de vista.

[41] Véase “Longevidad y Dependencia en España:  Consecuencias sociales y económicas”, Fundación BBV, enero 2007.  Vicente Ortún y Jaume Puig-Junoy, “És sostenible el model sanitari a Catalunya?”, Revista Econòmica de Catalunya, págs. 181-189.

[42] Cf. La “Declaración de Kyoto”, y otras.  También el video y libro de Al Gore  “Una Verdad Incómoda” entre muchos otros.   sobre la situación del ecosistema.  En el mes de noviembre del pasado año, un programa divulgativo del C-33 de TVCat. ponía de manifiesto que consumimos en un segundo el crudo que la Tierra había generado en miles de años.

[43] Eric J. Cassel, “La escoba del brujo:  el desenfreno de la tecnología médica”, en Thomasma y Kushner,  Ibid. 196-209.

[44] Véase Cuenca, Ibid., págs. 9-11, y referencias.

[45] Los casos de incompetencia se dejan para ulterior reflexión.

[46] No se ha podido entrar en temas de Derecho.  Se remite a C. Rodríguez-Aguilera, “El derecho a una muerte digna”, en J. Gafo, ed., La Eutanasia y el Arte de Morir, págs. 95-111.  También, diferentes artículos en  S. Urraca, ed. La Eutanasia Hoy.  Un debate abierto, págs. 205-269.  CCBCat.  Informe sobre la Eutanasia y la Ayuda al Suicidio, págs.  119-130.  Como dice P. Singer, “La regulación en Holanda ha mejorado la asistencia médica de los enfermos incurables”, “Right-to-die issue need not be incoherent”, The Japan Times, 22 de enero de 2007; también, “La opción de Madelaine”, Editorial de El País, 18 de enero de 2007.

[47] Veáse el “Manifiesto” de The World Federation of Right to Die Societies, Tokio 2004/Toronto 2006.  www.worlddrtd.net.

[48] Los paliativos no lo resuelven todo, especialmente no resuelve todo aquello que está relacionado con mi libertad y dignidad.

[49]Véase www.eutanasia.ws, “Situación del Testamento Vital en España”

[50]Podría evitar cualquier tipo  -de ambos lados-   de “pendientes resbaladizas”, y estaríamos en un contexto progresista y normal.


 Comunicación, presentada en el V Congreso Internacional de Bioética en el marco de la SIBI en mayo 2007

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