Biocracia y la encíclica Laudato Si’. Un breve comentario desde el punto de vista genético

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  1. INTRODUCCIÓN: LA REVOLUCIÓN DEL ADN

  El año 1944 representa un hito fundamental en la historia de la Genética porque, al interpretar Avery y colaboradores el fenómeno genético de la transformación bacteriana, se identificó al ácido desoxirribonucleico (ADN) como la base molecular de la herencia: los genes son ADN. No obstante, la comunidad científica se mostraba reacia a aceptar tal hecho porque estaba muy arraigada la creencia de que los genes tenían que ser proteínas y tuvieron que transcurrir todavía otros ocho años más hasta que, en 1952, otra evidencia experimental distinta (la infección de bacterias con virus radiactivos) ratificaba la identificación del ADN como material hereditario (Hershey y Chase, 1952). Al año siguiente, en 1953, fue cuando Watson y Crick propusieron su modelo estructural de la doble hélice. A partir de entonces el progreso de la ciencia Genética ha sido continuo y acelerado, pasando de los abstractos “factores hereditarios” mendelianos a los genes tangibles y manipulables: los genes son fragmentos más o menos largos de ADN que se pueden identificar y aislar de entre toda la masa molecular de ADN que constituye el genoma de un organismo, se pueden caracterizar (es decir, conocer el mensaje genético que llevan), transferir de unas células a otras y de unos individuos a otros, sean o no de la misma especie. Se trata, pues, de la manipulación genética, entendiendo el término “manipular” como “operar con las manos o con cualquier instrumento”, como lo define la Real Academia Española de la Lengua, y no en algún otro sentido peyorativo posible.

Las consecuencias básicas y aplicadas que se han derivado de la identificación del ADN como material hereditario son de tal envergadura que ha supuesto un cambio de paradigma pocas veces igualado en la historia de la Ciencia. Se puede decir que en la historia de la Genética hay un “antes del ADN” y un “después del ADN” que la dividen en dos lapsos de tiempo más o menos equivalentes: desde 1865 en que Mendel hizo públicos sus experimentos y 1900 en que se “redescubren” las leyes de Mendel hasta 1944 -el “antes del ADN”- y desde 1944 hasta nuestros días, el “después del ADN”.

  Este descubrimiento del ADN no sólo ha influido en la Genética en particular, sino también en la Biología en general e incluso en la Sociedad. Con la perspectiva de los años ya transcurridos, los historiadores y filósofos de la Ciencia han incluido ya en su discurso el papel de la Revolución del ADN como un hito fundamental en la Historia de la Humanidad junto con otra revolución coetánea con ella como es la Revolución de la Informática (sociedad de la información), lo mismo que en tiempos pretéritos fueron fundamentales la Revolución de la Agricultura, la Revolución Industrial y la Revolución Tecnológica. Así como el desarrollo de la técnica llevó a la Humanidad hacia una Tecnocracia, la revolución del ADN está produciendo en cierto modo una “Biocracia” a través de la Biotecnología.

  1. BIOCRACIA

            El sufijo griego “–cracia” significa “dominio” o “poder”. En la historia de la Humanidad, los países han sido gobernados por distintos sistemas políticos como son la teocracia, gerontocracia, aristocracia, plutocracia, tecnocracia o democracia. El término “biocracia” -que no figura en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (23ª edición, 2014) ni en el Vocabulario Científico y Técnico de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (3ª edición, 1996) ni en la Enciclopedia de Bioderecho y Bioética (coord. C. Romeo Casabona, 2011) ni en la Enciclopedia Británica (2012) ni en Wikipedia (2015)- se ha venido utilizando en algunos países, especialmente en el entorno latinoamericano, siempre en relación con la política de conservación de la naturaleza, el medio ambiente y los recursos naturales (“de la democracia a la biocracia” o “democracia de la naturaleza”). Resulta ciertamente interesante consultar las innumerables referencias en Internet (Google).

Se han propuesto diversas definiciones de Biocracia. Por ejemplo, como concepto político se la ha definido como el “gobierno para la vida en que el pueblo ejerce la autoridad en harmonía con la Naturaleza”. O también, en un sentido más bien peyorativo, como “presiones de quienes no reconocen ningún freno al progreso de la ciencia” (en la entrada Bioética jurídica, Wikipedia, 2015). Sin embargo, desde un punto de vista genético, en el presente artículo por Biocracia quiero significar “el influyente papel que la aplicación de los descubrimientos relacionados con el ADN -la ‘revolución del ADN’, la ‘manipulación genética’– puede llegar a tener en el desarrollo e interrelación de los países a través de su economía”. En un sistema mundial capitalista de mercado la economía es el motor de los países que funciona mediante el carburante del dinero. Por eso, la riqueza que emana de la Biotecnología puede condicionar -o está ya realmente condicionando- las relaciones sociopolíticas a escala mundial.

Por Biotecnología se entiende “cualquier técnica que utilice organismos vivos o parte de los organismos para fabricar o modificar productos, mejorar plantas o animales o desarrollar microorganismos para usos específicos”. La potencialidad de la biotecnología estriba en

– producir cantidades ilimitadas de substancias de las que nunca se había dispuesto con anterioridad

– conseguir grandes cantidades de productos que antes se obtenían en pequeñas cantidades

– el abaratamiento de los costes de producción

– una mayor seguridad en los productos obtenidos

– utilizar nuevas materias primas, más abundantes y menos caras

            Aunque no toda la Biotecnología tiene que ver con la Genética, en su gran mayoría sí; de ahí que la “revolución del ADN” pueda ser considerada como fundamento de la Biocracia.

            La investigación con células troncales y sus posibles aplicaciones en la terapia celular de la Medicina Regenerativa, la transgénesis en plantas (cultivos transgénicos) y en animales (granjas farmacéuticas, xenotrasplantes, ratones transgénicos como modelo animal de enfermedades humanas) y la Genómica (Proyecto Genoma Humano y sus aplicaciones en la Medicina, Genómica ambiental, Genómica sintética) son los campos de vanguardia en la investigación genética actual. De todos ellos, para los propósitos de este artículo, seleccionaremos solamente el caso de las plantas transgénicas, tal como se describe a continuación:

  • PLANTAS TRANSGÉNICAS

            En 1798, Thomas Robert Malthus predijo una catástrofe para la humanidad dado que el crecimiento demográfico seguía una progresión geométrica mientras que los recursos alimentarios crecían en progresión aritmética (“Un ensayo sobre el principio de población”, 1798, 1ª ed.; 1803, 2ª ed.; 1826, 6ª ed.). El 31 de octubre de 1999 la población mundial alcanzó los 6.000 millones de habitantes y el 31 de octubre de 2011 la población mundial llegó a los 7.000 millones, ¿cuál seguirá siendo el ritmo de crecimiento demográfico? Aunque la profecía de Malthus no se ha cumplido, sin embargo en la actualidad el hambre afecta a 1.000 millones de personas en el mundo y se estima que para 2050 se necesitará un 70 % más de alimentos. La mejor utilización de los recursos agropecuarios es fundamental para vencer en la lucha contra el hambre.

Transgénesis

La transmisión de la información genética en los organismos superiores se produce normalmente de padres a hijos vía reproducción sexual (transmisión vertical), sin embargo la trangénesis permite la transmisión horizontal de la información genética ya sea mediante técnicas de microinyección del ADN, utilización de vectores virales, bombardeo de células con microproyectiles portadores de ADN, etc. Los genes (transgenes) que se transmiten por estas técnicas pueden proceder de la misma o de distinta especie o, incluso, reino biológico; sin embargo, muchas veces se restringe el término de transgénico a aquellos individuos que han incorporado en sus genomas genes de otras especies mediante técnicas de transmisión horizontal.

En los programas de Mejora de Plantas interesa en ocasiones incorporar un gen determinado a una cierta variedad para dotarla, por ejemplo, de resistencia a un patógeno o darle cierta calidad. El método convencional consiste en realizar un primer cruzamiento con un individuo que lleve el gen deseado y luego, mediante un proceso continuado durante varias generaciones de cruzamientos con individuos del genotipo original (retrocruzamiento) y selección para el carácter (gen) que se quiere introducir, se puede llegar a obtener, tras un proceso más o menos largo, individuos con el genotipo original al que se ha añadido el gen deseado. Este método convencional tiene varios inconvenientes como son las muchas generaciones necesarias y en ocasiones la limitación que supone la reproducción sexual cuando lo que interesa es introducir el gen de otra especie, ¡y con más razón si esta otra especie ni siquiera pertenece al reino vegetal sino que se trata de una especie bacteriana o animal!

Las técnicas de ingeniería genética molecular suponen un método alternativo de incorporación de un gen deseado en el genoma de una planta mediante la obtención de plantas transgénicas. No obstante, no debe olvidarse que, una vez introducido el gen deseado, los procesos de selección son similares a los empleados en los métodos convencionales de la Mejora.

La transgénesis o transferencia génica horizontal en plantas se puede realizar utilizando el ADN-T (transferible) del plásmido Ti (inductor de transformación) de la bacteria Agrobacterium tumefaciens que produce los tumores o “agallas” en las heridas que se originan en las plantas. En el proceso de infección, el ADN-T tiene la propiedad de poder pasar de la célula bacteriana a las células de las plantas, incorporándose al ADN de los cromosomas de éstas. Dicho de forma muy esquemática, la manipulación genética en este caso consiste en incorporar al ADN-T el gen que se desee introducir en la planta. La mayor eficacia de la técnica se consigue utilizando cultivos celulares de hoja o de tallo que son capaces de regenerar plantas adultas completas a partir de células que han sido genéticamente modificadas (transformadas) usando como vector el ADN-T.

Otras técnicas de transferencia de genes consisten en la introducción del ADN en protoplastos (células desprovistas de la pared celulósica por medios enzimáticos o químicos) utilizando el polietilenglicol o la electroporación. También se puede introducir el ADN en las células por bombardeo con microproyectiles (biobalística) formados por partículas de oro o tungsteno recubiertas con ADN del gen deseado. En cualquier caso, después se induce la regeneración de la planta adulta a partir de los protoplastos o de las células tratadas

De todos es conocida la controversia social sobre la utilización de las plantas transgénicas, especialmente por la actitud contraria de organizaciones ecologistas y otros grupos de presión a partir de 1996 en que se cultivaron por vez primera a escala comercial, aduciendo peligros medioambientales y para la salud. ¿Cuáles pueden ser los riesgos potenciales?

  · Efecto directo sobre el hombre

– La proteína codificada por el transgén no debe ser tóxica para el hombre

– Posibles efectos alergénicos

– La aprobación de los productos transgénicos debe ser analizada caso por caso

  • Efecto ambiental

–   Dispersión incontrolada de la descendencia de la planta transgénica

– Transferencia del transgén a otras variedades no transgénicas o a otras especies afines

–   Inducción de resistencia a los productos transgénicos por parte de los agentes patógenos y plagas

        En esta especie de guerra incruenta que se ha desatado entre los que están a favor y los que están en contra, las batallas se suceden con resultados cambiantes para cada bando. No obstante, los datos estadísticos mundiales parecen mostrar un incremento continuo de la utilización de los cultivos transgénicos.

            La utilización de los cultivos transgénicos, como una técnica más dentro de la Mejora Genética de Plantas, puede contribuir a incrementar la producción no sólo entre los países desarrollados, sino también de los países en vías de desarrollo. A continuación se recogen los datos correspondientes al año 2014 aportados por el International Service for the Acquisition of Agro-biotech Applications (ISAAA Brief nº 49, febrero 2015) (Clive, 2015):

Los cultivos transgénicos en el mundo en 2014

Período 1996-2014

            Durante los 19 años transcurridos entre 1996 y 2014, la superficie total mundial de cultivos transgénicos se ha multiplicado 107 veces, pasando de 1,7 MHa en 1996 a 181,5 MHa en 2014, que representa el 12,1 % de la superficie cultivable del todo el mundo (1.500 MHa) (MHa, millones de hectáreas)

 

Año 2014

País                                     MHa       Especies cultivadas

  1. Estados Unidos             73,1       Maíz, soja, algodón, colza, remolacha,                                                                                              alfalfa, papaya, calabacín, patata
  2. Brasil                             42,2       Soja, maíz, algodón
  3. Argentina                       24,3       Soja, maíz, algodón
  4. India                               11,6       Algodón
  5. Canadá                          11,6       Colza, maíz, soja, remolacha
  6. China                               3,9      Algodón, papaya, chopo, tomate                                                                                                       pimienta dulce
  7. Paraguay                         3,9       Soja, maíz, algodón
  8. Pakistán                          2,9       Algodón
  9. Sudáfrica                         2,7       Maíz, soja, algodón
  10. Uruguay                          1,6       Soja, maíz
  11. Bolivia                             1,0       Soja
  12. Filipinas                           0,8       Maíz
  13. Australia                          0,5       Algodón, colza
  14. Burkina Faso                   0,5       Algodón
  15. Myanmar                         0,3       Algodón
  16. Méjico                             0,2       Algodón, soja
  17. España                            0,1       Maíz
  18. Colombia                        0,1       Algodón, maíz
  19. Sudán                             0,1       Algodón
  20. Honduras                   < 0,05       Maíz
  21. Chile                          < 0,05       Maíz, soja, colza
  22. Portugal                     < 0,05       Maíz
  23. Cuba                          < 0,05       Maíz
  24. República Checa       < 0,05       Maíz
  25. Rumanía                    < 0,05       Maíz
  26. Eslovaquia                 < 0,05       Maíz
  27. Costa Rica                 < 0,05       Algodón, soja
  28. Bangladesh               < 0,05       Berenjena

                         Total:  181,5 MHa

En la Unión Europea, la superficie cultivada de maíz transgénico en 2014 por 5 países (España, Portugal, República Checa, Rumanía, y Eslovaquia) alcanzó las 143.016 Ha de maíz Bt (un 3% menos que en 2013). España está a la cabeza de los países europeos con 131.538 Ha de maíz transgénico (lo cual representa el 92% del total cultivado en Europa).

En 2014, unos 18 millones de agricultores de 28 países del mundo que representan el 60% de la población mundial (20 en vías de desarrollo y 8 países industrializados, entre estos 5 de la UE) cultivaron una superficie total de 181,5 millones de hectáreas (MHa), frente a los 175,2 MHa del año 2013, lo cual supone un incremento absoluto de 6,3 MHa equivalente a un aumento de superficie cultivada del 3,6 %. Los países en desarrollo cultivaron unos 96 MHa (53 % del total). Por tercer año consecutivo superan a los países desarrollados.

 El 90% de los agricultores (unos 16,5 millones) que cultivan plantas transgénicas fueron pequeños agricultores pertenecientes a países en vías de desarrollo: por ejemplo, 7,1 millones en China y 7,7 millones en India. Además, unos 600.000 en Pakistán, 400.000 en Myanmar, 250.000 en Filipinas y 100.000 en Burkina Faso (datos de 2011).

El número total de países en los que se cultivan plantas transgénicas ha ido creciendo gradualmente: 6 en 1996, 9 en 1998, 13 en 2001, 16 en 2002, 18 en 2003, 17 en 2004, 21 en 2005, 22 en 2006, 23 en 2007, 25 en 2008, 25 en 2009, 29 en 2010, 29 en 2011,28 en 2012, 27 en 2013 y 28 en 2014. El número de países en vías de desarrollo (20) con cultivos transgénicos supera al de países industrializados (8).

Unos 4.300 millones de personas (el 60 % de la población mundial, 7.200 millones) viven en países que cultivan plantas transgénicas.

Cultivos transgénicos

            Por especies, los cuatro cultivos transgénicos más importantes en 2014 fueron:

  • la soja con 91,02 MHa, que supone el 82 % de la superficie total de las 111 MHa cultivadas de dicha especie, representa el 50,1 % de los cultivos transgénicos,
  • el maíz con 55,2 MHa, que supone el 30 % de la superficie total de 184 MHa cultivadas de la especie, representa el 30,4 % de los cultivos transgénicos,
  • el algodón con 25,16 MHa, que supone el 68 % de la superficie total de 37 MHa cultivadas de dicha especie, representa el 13,9 % de los cultivos transgénicos,
  • la colza con 9,0 MHa, que es el 25 % de la superficie total de 36 MHa cultivadas de dicha especie, representa el 4,9 % de los cultivos transgénicos.

En 2014, el maíz transgénico se cultivó en 17 de los 28 países, el algodón en 15, la soja en 11, la colza en 4, la papaya resistente a virus en 2 (USA y China), la remolacha azucarera en 2 (USA y Canadá), la alfalfa, el calabacín y la patata en 1 (USA), la berenjena en 1 (Bangladesh) y el chopo, tomate y pimiento dulce en 1 (China). En invernadero se cultivan el clavel en 2 (Australia y Colombia) y la rosa en 1 (Japón).

Tolerancia a herbicidas y resistencia a insectos

Durante el período 1996-2014, la tolerancia a herbicidas fue de manera sistemática la característica dominante, seguida de la resistencia a insectos y de ambos caracteres simultáneamente.

            En 2014, la tolerancia a herbicidas supuso más de 100 MHa, lo cual supone el 55,1 % del total de superficie cultivada con transgénicos.

            La resistencia a insectos (cultivos Bt) ocuparon unos 25 MHa que equivalen al 13,7 % del total de la superficie cultivada con transgénicos.

            Las variedades con dos caracteres acumulados (HT y Bt) se cultivaron en unas 51 MHa que equivalen al 28,1 % de la superficie total de transgénicos. Es de notar que esta superficie sigue claramente la tendencia iniciada en 2008 de superar a la de resistencia a insectos solamente.

Valor económico

El valor global de la semilla transgénica en 2014 fue de 15.700 millones de US $ que representan un 35% del valor global de la semilla comercial (45.000 millones de US $).

Un estudio realizado en 2011 estimó que el coste total del descubrimiento, desarrollo y autorización de una variedad transgénica es de 135 millones de US $.

La exportación por Argentina de la soja transgénica a China en la crisis económica de 2001 de aquel país es un buen ejemplo del papel de la biocracia.

  1. LA ENCÍCLICA LAUDATO SI’ Y LA BIOCRACIA

A pesar de su contenido eminentemente medioambiental, en la reciente encíclica del Papa Francisco (“Laudato si”, 2015) no aparece el término biocracia aunque, dado su origen latinoamericano, hubiera sido lo más lógico.

Las palabras del papa recogidas en la encíclica “el paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política” (n. 109) concuerdan plenamente con las que yo mismo utilicé al definir el término “biocracia” desde un punto de vista genético que se han recogido en párrafos anteriores.

En el mismo orden de ideas, la encíclica (n. 104) dice que “…la biotecnología, la informática y el conocimiento de nuestro propio ADN…nos dan un tremendo poder. Mejor dicho, dan a los que tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero.” Esta afirmación encaja en la definición de biocracia propuesta al principio del presente trabajo.

Los apartados números 130 a 136 de la encíclica están dedicados a la “innovación tecnológica a partir de la investigación”. El papa Francisco recuerda que ya en 1981 Juan Pablo II, en un Discurso a la Pontificia Academia de Ciencias, valoraba el aporte “del estudio y de las aplicaciones de la biología molecular, completada con otras disciplinas, como la genética, y su aplicación tecnológica en la agricultura y la industria” (n. 131). Añade después la encíclica (n. 133) que “es difícil emitir un juicio general sobre el desarrollo de organismos genéticamente modificados (OMG), vegetales o animales, médicos a agropecuarios” señalando a continuación que “…los riesgos no siempre se atribuyen a la técnica misma sino a su aplicación inadecuada o excesiva.”

En relación con los cultivos transgénicos, la encíclica (n. 133) comienza recordando que aunque “el inicio de los cereales transgénicos estuvo en la observación de una bacteria que natural y espontáneamente producía una modificación en el genoma de un vegetal…en la naturaleza estos procesos tienen un ritmo lento, que no se compara con la velocidad que imponen los avances tecnológicos actuales…” Se refiere el texto al descubrimiento del comportamiento de la bacteria Agrobacterium tumefaciens a la que nos hemos referido anteriormente. Antes de seguir adelante me gustaría comentar que en el texto de la encíclica sólo se hace referencia a “cereales transgénicos” y sería bueno recordar que los cultivos transgénicos más extendidos son la soja (sembrada en 91 millones de hectáreas, MHa), el maíz (55 MHa), el algodón (25 MHa) y la colza (9 MHa). De los cereales clásicos (trigo, cebada, centeno, avena, arroz, maíz, sorgo, mijo), por el momento sólo en el maíz se han conseguido variedades comerciales transgénicas.

En el siguiente apartado (n. 134), la encíclica parece que toma partido en contra de los cultivos transgénicos, aunque con cierta prudencia. Así, dice: “Si bien no hay comprobación contundente acerca del daño que podrían causar los cereales transgénicos a los seres humanos, y en algunas regiones su utilización ha provocado un crecimiento económico que ayudo a resolver problemas, hay dificultades importantes que deben ser relativizadas”, denunciando a continuación que “en muchos lugares, tras la introducción de estos cultivos, se constata una concentración de tierras productivas en manos de pocos debido a la progresiva desaparición de pequeños productores que, como consecuencia de la pérdida de las tierras explotadas, se han visto obligados a retirarse de la producción directa. Los más frágiles se convierten en trabajadores precarios, y muchos, empleados rurales terminan migrando a miserables asentamientos de las ciudades”. Este planteamiento social sin duda que le es familiar al papa Francisco porque ya en 2005 la Comisión Episcopal de Pastoral Social de Argentina emitió un informe sobre el tema (“Una tierra para todos”, junio 2005). Aquí debemos recordar que Argentina, tras Estados Unidos y Brasil, es el tercer país del mundo en superficie cultivada (24,3 millones de hectáreas) con cultivos transgénicos (soja, maíz, algodón).

Plantea además en el mismo apartado (n. 134) otros problemas:

  • “La expansión de la frontera de estos cultivos arrasa con el complejo entramado de los ecosistemas, disminuye la diversidad productiva y afecta el presente y el futuro de las economías regionales”. En mi opinión muchos de los problemas con que se penaliza a los cultivos transgénicos (monocultivo, disminución de la variabilidad como consecuencia de que las variedades más productivas monopolizan la producción) son aplicables también a los cultivos obtenidos por métodos de mejora convencionales.
  • “En varios países se advierte una tendencia al desarrollo de oligopolios en la producción de granos y de otros productos necesarios para su cultivo”. Creo que implícitamente se está aludiendo a compañías biotecnológicas como Monsanto que produce variedades transgénicas tolerantes a cierto herbicida y, además, fabrica el herbicida, haciendo así un doble negocio.
  • “La dependencia se agrava si se piensa en producción de granos estériles que terminaría obligando a los campesinos a comprarlos a las empresas productoras.” En este punto creo que la redacción de la encíclica se ha dejado llevar por un asesoramiento incorrecto porque hace una referencia implícita a los llamados “genes terminator” productores de androesterilidad que, de ser introducidos en los genotipos de las variedades transgénicas, sí que obligarían al agricultor a no poder producir su propia semilla de siembra, pero esa posibilidad se zanjó de raíz ante la alarma levantada por algunos grupos ecologistas anti-transgénicos y en la actualidad no se contempla su utilización.

Sin embargo, “la liberación del paradigma tecnocrático reinante se produce de hecho en algunas ocasiones. Por ejemplo, cuando comunidades de pequeños productores optan por sistemas de producción menos contaminantes, sosteniendo un modelo de vida, de gozo y de convivencia no consumista” (n. 112). La encíclica señala (n. 129) que “las economías de escala, especialmente en el sector agrícola, terminan forzando a los pequeños agricultores a vender sus tierras o a abandonar sus cultivos tradicionales”, añadiendo que “las autoridades tienen el derecho y la responsabilidad de tomar medidas de claro y firme apoyo a los pequeños productores y a la variedad productiva”. Desde un punto de vista bioético, aquí se podría mencionar el manifiesto suscrito hace años por misioneros jesuitas en África que se oponían a la introducción de los cultivos transgénicos en aquellos lugares de agricultura de supervivencia porque decían que la agricultura biotecnológica obligaría a los nativos a meterse en el engranaje económico de una agricultura desarrollada que iría en contra de sus costumbres.

En el apartado n. 135, la encíclica hace un llamamiento a “…considerar todos los aspectos éticos implicados. Para eso hay que asegurar una discusión científica y social que sea responsable y amplia, capaz de considerar toda la información disponible y de llamar a las cosas por su nombre.” Ciertamente, desde el año 1996 que comenzó el cultivo de las plantas transgénicas a gran escala (1,7 MHa, que se han multiplicado más de 100 veces hasta los 181,5 MHa cultivadas en 2014) el enfrentamiento entre defensores y detractores de los cultivos transgénicos no ha cesado, pasando por periodos de mayor o menor virulencia. Por eso me parece muy sensata la afirmación que hace el papa Francisco denunciando que “a veces no se pone sobre la mesa la totalidad de la información, que se selecciona de acuerdo con los propios intereses, sean políticos, económicos o ideológicos.” En la guerra incruenta de los cultivos transgénicos se han producido muchas batallas con victorias parciales de uno u otro bando; no obstante, los datos estadísticos expuestos al principio de este comentario parecen muy elocuentes para sacar conclusiones.

La encíclica lleva como subtítulo “sobre el cuidado de la casa común”. Si tuviéramos en cuenta que en la realidad nosotros no hemos heredado la Tierra de nuestros padres, sino que la hemos pedido prestada a nuestros hijos, nos comportaríamos dentro de un contexto bioético de responsabilidad pensando en las futuras generaciones, según la ética de la responsabilidad de Hans Jonas. Jurídicamente se dice que lo que no existe no tiene derechos y las futuras generaciones, ciertamente, no existen todavía. Sin embargo, aunque ellas no tuvieran derechos nosotros sí tenemos una responsabilidad hacia ellas y esa responsabilidad está incluida en el subtítulo de la encíclica: “cuidar de la casa común” entendida en su más amplio sentido (los seres vivos y la naturaleza inanimada). La encíclica plantea también los derechos de las generaciones futuras (n. 109).

En este contexto la encíclica dice que “…tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto” (n. 120). Siempre me ha llamado la atención que muchas personas o grupos comprometidos con la defensa de la naturaleza en general y de los animales en particular sean, sin embargo, partidarios del aborto. Una incongruencia humana más entre tantas otras. Algo parecido dice la encíclica más adelante (n. 136): “es preocupante que cuando algunos movimientos ecologistas defienden la integridad del ambiente, y con razón reclaman ciertos límites a la investigación científica, a veces no aplican estos mismos principios a la vida humana. Se suele justificar que se traspasen todos los límites cuando se experimenta con embriones humanos vivos…cuando la técnica desconoce los grandes principios éticos, termina considerando legítima cualquier práctica.”

Lo dicho anteriormente se puede encuadrar en la problemática de la “libertad de investigación”. Cuando se oye decir que “la ciencia es imparable” todo el mundo acepta que el aserto es cierto porque es perfectamente constatable el progreso científico continuo. Sin embargo, el aserto tiene una segunda interpretación: “la ciencia es imparable porque los científicos no están dispuestos a parar”, en cuyo caso podemos encontrarnos con problemas éticos.

Se dice que “tratar de detener el progreso científico es como querer poner puertas al campo; es decir, imposible” porque “todo lo que se pueda hacer se hará”. No obstante no debemos olvidar que “no todo lo que es técnicamente posible, puede que sea éticamente deseable” y que “el fin no justifica los medios”.

La afirmación expuesta anteriormente de que “todo lo que se pueda hacer, se hará” puede hacerse más agresiva cuando se transforma en que “todo lo que se puede hacer, hay que hacerlo”, cayendo así en un “imperativo tecnológico”. A este respecto podemos recordar lo que decía Hans Jonas (1979) en su obra “El Principio de Responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica”. Decía así: “La tesis de partida de este libro es que la promesa de la técnica moderna se ha convertido en una amenaza, o que la amenaza ha quedado indisolublemente asociada a la promesa … Lo que hoy puede hacer el hombre –y después, en el ejercicio insoslayable de ese poder, tiene que seguir haciendo– carece de parangón en la experiencia pasada”.

Para finalizar este breve comentario genético sobre la encíclica Laudato si’ me parece oportuno resaltar que el papa Francisco alerta sobre el peligro del reduccionismo científico señalando que “la especialización propia de la tecnología implica una gran dificultad para mirar el conjunto. La fragmentación de los saberes cumple su función a la hora de lograr aplicaciones concretas, pero suele llevar a perder el sentido de la totalidad…una ciencia que pretenda ofrecer soluciones a los grandes asuntos, necesariamente debería sumar todo lo que ha generado el conocimiento en las demás áreas del saber, incluyendo la filosofía y la ética social.”

  1. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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LACADENA, J.R. (con aportaciones de Víctor A. Castro y Ricardo Andrés Roa-Castellanos). 2015. Bio/Gen/Ética: Biocracia, Biotecnología y Bancos de Germoplasma. En (Roa-Castellanos, R.A.; Capó Martí, M.A.; Delgado Mateo, J.M., coordinadores) “Biocracia. Primera aproximación Biopolítica desde la Medicina, la Biojusticia y la Bioética”. Universidad Internacional SEK (Ecuador), pp. 485-499.

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Juan-Ramón Lacadena
Profesor Emérito de la Universidad Complutense, Madrid, España
jrlgbucm@bio.ucm.es


[i] Algunos de los temas tratados en el presente trabajo han sido tomados de:

Lacadena, J.R. (2011). Genética y Sociedad. Discurso Inaugural del Curso 2010-2011, Real Academia Nacional de Farmacia, Madrid, 147 pp.

Lacadena, J.R. (con aportaciones de Víctor A. Castro y Ricardo Andrés Roa-Castellanos) (2015) Bio/Gen/Ética: Biocracia, Biotecnología y Bancos de Germoplasma. En (Roa-Castellanos, R.A.; Capó Martí, M.A.; Delgado Mateo, J.M., coordinadores) “Biocracia. Primera aproximación Biopolítica desde la Medicina, la Biojusticia y la Bioética”. Universidad Internacional SEK (Ecuador), pp. 485-499


Este artículo se ha publicado en el Número XVIII Especial de Bioética de la Revista Jurisprudencia Argentina, 2016, págs. 40-48

Comments 2

  1. jovi says:

    Muy buen resumen

    • fjramiro says:

      Muchas gracias por su comentario. Indudablemente el profesor Lacadena en una autoridad y un gran divulgador

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