En el contexto de las enfermedades neurodegenerativas el médico está llamado a satisfacer, más que en otras áreas, no sólo la simple demanda de salud, sino sobre todo la necesidad de asistencia que expresa una exigencia de relación. Al esquema síntoma-diagnóstico-tratamiento-sanación, en estos casos el cuidado debe sustituir un esquema abierto e incierto en la duración y en los resultados. Se trata de un modelo llamado “medicina del incurable“, que tiene como objetivo combatir la lucha contra el malestar debido a la enfermedad en vez de la lucha contra la enfermedad. En esta perspectiva, el compromiso para garantizar una calidad de vida al enfermo significa por sí mismo atención a su dignidad, que se expresa en actuar siempre hacia él tratándole como una persona, es decir como protagonista de su vida y, por lo tanto, en reconocer su derecho a ser asistido en sus dimensiones corporal, psíquica y espiritual. En este modelo reviste especial importancia tanto dialogar con el paciente, aunque afectado desde el punto de vista cognitivo, como promover la esperanza, con la convicción de que el ser humano, si tiene el apoyo adecuado, es todavía capaz, incluso en situaciones extremadamente críticas, de transformar su experiencia en una oportunidad de crecimiento, gracias a la construcción de nuevos –aunque frágiles– equilibrios.
Publicado en Cuadernos de Bioética XXVI 2015/3ª