La nueva ley aprobada en el estado de Nueva York permite abortar por cualquier motivo en las primeras 24 semanas del embarazo, o después si el feto no es viable o si existe riesgo para la vida o la salud de la madre. Iniciativas similares se están tramitando en las asambleas legislativas de Nuevo México, Rhode Island y Vermont, mientras que en la de Virginia no ha prosperado. Todas ellas han sido impulsadas por legisladores del Partido Demócrata, cada vez más identificado con la causa abortista.
Para la periodista del New York Times Vivian Wang, el momento actual recuerda al encendido debate que, a mediados de los 90, desató el partial birth abortion, como llamaron los provida al aborto que provoca la muerte del feto por succión del cerebro en el sexto o séptimo mes de embarazo. “El rechazo [de la opinión pública] a esta práctica fue tan firme que los demócratas de la Cámara de Representantes se unieron a los republicanos para votar a favor de una prohibición federal a este tipo de abortos en 1995 y, de nuevo, en 1997”. El presidente demócrata Bill Clinton vetó ambos proyectos de ley. Pero incluso él –sostiene Wang– quiso alejarse del extremismo cuando dijo que el aborto debía ser “seguro, legal y poco común”.
Por entonces, el aborto era un drama para muchos políticos demócratas. Lo que contrasta con el ambiente festivo que rodeó a la firma de la ley de Nueva York el pasado 22 de enero, en el 46 aniversario de Roe v. Wade, la sentencia del Tribunal Supremo que legalizó el aborto a petición en todo el país. El gobernador demócrata Andrew Cuomo hizo iluminar el rascacielos One World Trade Center, levantado en el lugar del atentado del 11-S, y dijo que la nueva ley enviaba “un claro mensaje de que, pase lo que pase en Washington [sede del gobierno federal], las mujeres de Nueva York siempre tendrán el derecho fundamental a decidir sobre su cuerpo”.
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