El Principio de Precaución en Bioética (G. Tomás Garrido)

6.6k
VIEWS

keywords: principio precaución, dignidad humana, principio bioética, principialismo, derechos humanos, 1. Introducción. En la investigación y en los avances tecnológicos se ha aplicado con cierta frecuencia  la moratoria, en el sentido de aplazar la puesta en marcha de algún descubrimiento o proyecto, o  su aplicación. Pero últimamente, y más en el …


keywords: principio precaución, dignidad humana, principio bioética, principialismo, derechos humanos,


 

1. Introducción.

En la investigación y en los avances tecnológicos se ha aplicado con cierta frecuencia  la moratoria, en el sentido de aplazar la puesta en marcha de algún descubrimiento o proyecto, o  su aplicación.

Pero últimamente, y más en el campo de la bioética, la literatura cita, aunque no haya tenido una definición formal, el principio de precaución, entendiéndolo en el más genuino sentido etimológico, es decir, la reserva o cautela para evitar o prevenir los inconvenientes, dificultades o daños que puedan temerse.

A continuación se explicitan algunos ejemplos significativos en el que se  alude al principio de precaución, para después examinar su significado y proyectar alguna orientación sobre su utilización.

2. Unos datos.

1. La Declaración Bioética de Gijón 2000, fue elaborada y propuesta por el Comité cientí­fico de la SIBI, al terminar el Congreso Mundial de Bioética, celebrado el 20-24 junio del 2000. En ella se parte de los supuestos contenidos en:

-la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948;

-la Declaración Universal de la UNESCO sobre el Genoma Humano y los Derechos del Hombre del 11 de noviembre de 1997;

-la Convención de Asturias de los Derechos Humanos y la Biomedicina del Congreso de Europa del 4 de abril de 1997.

Se recuerda en el preámbulo cómo de los rápidos progresos de la biologí­a y de la medicina, surge la imperiosa necesidad de asegurar el respeto de los derechos humanos y del peligro que las desviaciones de estos progresos podrí­an conculcar; también se afirma que corresponde a la Bioética aclarar la opinión sobre las consecuencias de todo tipo de los avances cientí­ficos y técnicos.

Desde estas perspectivas, el Comité Cientí­fico hace 15 observaciones y recomendaciones, de las que no todas tienen el mismo calado ético, y que, algunas, exigirí­an cierta cautela, antes de ser suscritas como válidas para todos y para siempre.

Es de interés el n.12, que copio a continuación; y cuyo párrafo final, constituye el objeto de este estudio.

Dice así­:

Los productos alimenticios genéticamente transformados deben comportar la prueba, de acuerdo con el conocimiento cientí­fico del momento, de que no son perjudiciales para la salud humana y la naturaleza, y se elaborarán y ofertarán en el mercado con los requisitos previos de información, precaución, seguridad y calidad.

Las biotecnologí­as deben inspirarse en el principio de precaución. (el subrayado es mí­o).

2. Unos meses antes de esta Declaración, el 29-I-2000, los delegados de los 133 paí­ses representados firmaron en Montreal el Protocolo Internacional de Bioseguridad, cuyo objetivo podrí­a resumirse como garantizar un nivel adecuado de protección de la diversidad biológica, teniendo en cuenta la salud humana frente a la entrada en un paí­s de organismos vivos modificados genéticamente, ya sea para experimentación o para su puesta en el mercado. El Protocolo supone un importante avance para la seguridad de los consumidores y el medio ambiente. Acepta implí­citamente el principio de precaución, pero su aplicación puede resultar muy difí­cil si algunos paí­ses se ven obligados a cumplir los compromisos adquiridos en los Acuerdos de Comercio Internacional.

3. Asimismo, el 12 de febrero del año 2001 pasará, sin duda, a la Historia como la fecha en que se anunció a la Humanidad la noticia de haber alcanzado el objetivo de conocer la estructura completa del ADN (ácido desoxirribonucleico) que constituye el patrimonio genético de la especie humana.

El simple conocimiento del genoma de una persona puede comportar evidentes implicaciones con consecuencias negativas, por ejemplo: problemas en el mercado de trabajo al ser puesta en evidencia – en un informe pedido por la empresa- alguna tara genética que hace predecible una mayor susceptibilidad a un determinado tipo de enfermedad o una esperanza mayor o menor de vida; problemas derivados de un mayor control sobre la persona por parte del Estado; problemas, si las compañí­as de seguros piden el informe genético de los clientes. El ser humano corre el peligro de convertirse en un ser de cristal, sin intimidad biológica. Por otra parte la tecnologí­a del ADN recombinante proporciona a los cientí­ficos la capacidad de insertar ADN de un organismo (o ADN “sintetizado” en el laboratorio) a otro organismo, lo que suscita legí­timas preocupaciones sobre el correcto uso de estos conocimientos, precisamente  por la capacidad, en muchos casos, de predecir la probabilidad o incluso la certeza de adquirir o tener una enfermedad, años o décadas antes de poder disponer de un tratamiento eficaz; el diagnóstico genético prenatal, con todo lo que supone la posibilidad de que el simple conocimiento de que un feto esté afectado o sea portador de una enfermedad genética pueda convertirse en causa de aborto, y el riesgo de una aplicación eugenésica de estos conocimientos es evidente, así­ como las posibles alteraciones en el equilibrio ecológico del mundo natural.

4. En nombre del principio de precaución, el 30 de mayo del 2001, en Francia, ha salido a la luz el proyecto de ley que, por precaución, incluye la esterilización de los discapacitados mentales graves. Quizás, junto con esta precaución, se quiere salvaguardar un cierto confort social, al aceptar esta auténtica agresión, que es, como se ha dicho por expertos, un paso más hacia la eugenesia de Estado.

5. En una zona argentina recientemente ha habido una importante discusión entre los grupos ecologistas de ese paí­s, las 57 comunidades indí­genas y el gobierno nacional  en relación con la mejora del tendido eléctrico. Para el gobierno supone un una mejora en un servicio público, y por lo tanto en la calidad de vida; para los indí­genas supone destruir su cosmovisión ancestral, de ser un pueblo diferente que se dedica a la agricultura, a la pesca, a la artesaní­a; para los ecologistas es un ecocidio mortal porque supone a la larga la desaparición de esas comunidades. Otra vez, la precaución parece como un elemento  importante en la resolución del conflicto.

6. También en Argentina ha surgido una  dialéctica ocasionada con el funcionamiento de dos centrales nucleares. Está agotada  más de la mitad de su vida útil con minas que acumulan toneladas de residuos radioactivos y otro tanto en las centrales nucleares. En el año 96, el Presidente de la Comisión Nacional de Energí­a atómica, deseaba que antes de 5 años se contara con un basurero nuclear. El conflicto se originó acerca del lugar en el que colocarlo, complicado después con la intervención de ONGs, y problemas legislativos í€ qué aconseja la precaución?

6. Por último, el término precaución es empleado en la opinión pública. La experiencia enseña que la ciencia, la vida diaria, la mass media, no andan muy bien hermanados. Así­ como los cientí­ficos aluden a la falta de rigor de los profesionales de los medios de comunicación, los periodistas, suelen prescindir de los auténticos  avances cientí­ficos para quedarse en los sensacionalismos.

A su vez,  también nos dice que en la vida ordinaria nadie puede acumular tanto conocimiento de todos los campos, como para establecer una jerarquí­a adecuada en su proceder profesional, personal y social; pero sí­ puede contar y apropiarse ciertas pautas, que le ofrezcan la integridad e integración de lo que precisa. A mi entender, es esa la función de la precaución, de modo, que, valga la redundancia de las palabras, esa precaución facilite a todos, una ciencia a la altura de la ética, una ética a la altura de la ciencia.

3. Una interpretación de estos hechos a la luz de la bioética principlista y de la bioética personalista

Toda valoración de tipo ético, es decir sobre la bondad o la maldad del actuar humano concreto debe hacerse a la luz de un determinado sistema de referencia. La bioética, ha de articularse del mismo modo.  Además, la Bioética cada vez más plantea, o mejor dicho, trata de amparar, no sólo los problemas éticos relacionados con el hombre sano o enfermo, sino también las relaciones que surgen con la familia, la comunidad, y los otros seres vivos, que forman su entorno, y todo el ecosistema.

Precisamente por ellos la confluencia de campos diversos en la Bioética, y la procedencia pluridisciplinar de su contenido, ha hecho que se vayan  elaborando sistemas bioéticos. Quizás los m”¡s importantes son la Bioética principlista -con sus implicaciones deontologistas y utilitaristas- y la Bioética personalista. En ambos se han buscado unos principios  con cierto carácter universal para resolver los dilemas planteados. En ninguna de estas dos corrientes figura el principio de precaución, pero resulta novedoso, que en la actualidad, explí­citamente  autores comprometidos en una u otra corriente, lo citan,  a la hora de resolver esas cuestiones.

3.1. Bioética principlista

La Bioética principlista se rige por los dos principios básicos de la Medicina: el principio de beneficencia y el de no-maleficencia, a las que añadió el de autonomí­a y el de justicia.

El principio de beneficencia compromete a hacer el bien en  todas y a cada  una de las acciones que se realizan, pues dañar no puede estar presente  de manera consciente.

Por el principio de la no maleficencia se obliga a no hacer ningún mal.

El principio de justicia en su sentido primigenio es el que deberí­a ejercer la sociedad a través de sus instituciones de salud, y equivale a una justicia distributiva, es decir, la distribución equitativa de bienes escasos  en una comunidad. De alguna manera es como si la ética no pudiera pronunciar ningún juicio de valor sobre lo que cada persona hace a nivel privado, y sólo debe pronunciarse en las acciones con repercusión social.

El principio de autonomí­a, viene a ser la aceptación del otro como agente moral responsable y libre para tomar decisiones; de ahí­  derivó la necesidad de información al paciente y, por parte de éste, firmar el protocolo del consentimiento informado.

Estos principios son considerados  a modo de normas morales autónomas que se imponen al sujeto por su propia fuerza o por su deber; tiene pues una orientación de una deontologí­a pluralista por una lado, o bien de un utilitarismo de la forma. Realmente, mas que principios fundamentales son principios sistemáticos para acogerse a criterios extrí­nsecos morales, polí­ticos y prudenciales, puesto que lo que  se busca es encontrar solución a los dilemas bioéticos desde una perspectiva asumible por el conjunto de la población. La concepción de la Bioética desde estas perspectivas es la de la resolución de conflictos, cuyo objetivo suplanta a la esencial categorí­a ética del bien por el decisionismo, que afecta sólo superficialmente a la acción humana y a su contenido moral, y se interesa en realidad por el cálculo utilitarista de sus resultados.

Por lo tanto si, como hemos reflejado, cualquier opción ética requiere una imagen del mundo y del hombre y la bioética también lo exige,  esta realidad no parece aportada por  la ética de los principios.

Es decir, la bioética principlista no  fundamenta una respuesta sobre el bien, sino que busca  normas que permitan  convivir en una sociedad pluralista con personas que no piensan lo mismo, y adem”¡s evitar el sumo mal, todo lo cual es muy lí­cito y loable,  pero no puede dar m”¡s razones sobre el auténtico bien del hombre.

Además, esta comprobado que la aplicación  de estos cuatros principios no resuelve algunos de los problemas bioéticos más espinosos; por lo que es previsible que a”“adir un nuevo principio, el  de precaución, aunque sea con un carácter secundario, quizás m”¡s que contribuir  para  la resolución  de los nuevos dilemas éticos puede preveerse que se complique aún más  las respuestas al dilema. Incluirlo serí­a una ampliación de un código de conducta.

3.2. Bioética personalista

Con respecto a la bioética personalista, la referencia clave es la consideración del valor de la vida humana como bien primario y fundamental, aunque no sea el primer bien.

La bioética personalista, supone un tipo de reflexión en la que sin suprimir las normas, se va mucho más allá; supone no tanto el cumplimiento de una norma, sino una congruencia de vida,  que no desatiende el elemento esencial de la ética, tal como se plantea en la tradición aristotélica, es decir, la felicidad, el bien. Toda arte y toda investigación, y del mismo modo toda acción y elección, parecen tender a algún bien; por esto se ha dicho que el bien es aquello a que todas las cosas tienden. Pero parece que hay alguna diferencia entre los fines, pues unos son actividades, y los otros, aparte de éstas, ciertas obras; en los casos en que hay algunos fines aparte de las acciones, son naturalmente preferibles las obras a las actividades. Pero como hay muchas acciones, artes y ciencias, resultan también muchos los fines: en efecto, el de la construcción naval es el barco; el de la estrategia, la victoria; el de la economí­a, la riqueza; el de la medicina, la salud”. (Aristóteles).

Los principios que se suelen enumerar en la Bioética personalista son para ayudar a la vida moral, como especificaciones del ideal de la vida buena, y se presentan como guí­as  generales que requieren el ejercicio de  la virtud, del bien de la persona, con tal fuerza, que sin ella, no se hace ni una correcta  evaluación de la razón práctica ni de la perfección final del acto. Por otra parte, resultan más genéricos, por lo que la aplicación a los hechos concretos no siempre resulta clarividente. Son los siguientes:

-el valor fundamental de la vida humana

-el principio de totalidad o principio terapéutico

-el principio de libertad y de responsabilidad

-y, por ultimo, el principio de socialización y de subsidiariedad.

Aunque no figure explí­citamente el  principio de precaución,  como en cada uno de  los que existentes subyace la ontologí­a que los justifica, incluirlo, como incluir  cualquier otro que dé sentido al valor de la vida (por ejemplo, se ha hablado en algunos casos del principio del respeto a la debilidad), lo que hace no es añadir un nuevo parámetro, sino que reconduce con el desarrollo de un nuevo aspecto una situación en la que el hombre sigue siendo siempre el sujeto moral, que  en su actuar trata de encontrar una relación con el mundo, que garantice su felicidad.

No se trata, como en el caso de la Bioética principlista, de aumentar el  código de conducta sino que, al influir desde dentro, despliega el ámbito prudencial del ejercicio de la libertad. La persona prudente es la que lleva una “vida lograda” o feliz.

Mientras que la Bioética principlista se basa en una ética de la tercera persona, la Bioética personalista responde a una ética de la primera persona por lo que conlleva el dinamismo moral de la conducta, en la que el comportamiento es una continua concreción de una imagen del bien humano.

3.3. Una consecuencia

 De estos planteamientos se deduce que en la Bioética principlista, como en las demás de corte utilitarista y consecuencialistas, el principio de precaución anunciado, serí­a un parámetro más que añadir, mientras que en la Bioética personalista, este principio no hay que añadirlo, sino que emerge de su contexto, como en un futuro pueden hacerlo otros. Más que un principio ajeno que añadir, es una actitud, un bien, una virtud que hay que explicitar y aplicar.

4. Del principio de precaución a la actitud prudencial en la actuación

Mi propuesta o sugerencia es la no necesidad de establecer este principio  para la toma de decisiones en los dilemas bioéticos porque, al hacerlo, sólo parece crear una moratoria limitadora impersonal, mientras que, si parece altamente conveniente reforzar y reafirmar la actitud prudencial, con sus distintos armónicos, también de cautela, de modo que la limitación  necesaria o sugerida ante una cuestión, conlleve y establezca un despliegue de los significados auténticos de esos datos y de sus aplicaciones.

Mientras que la sola precaución serí­a una aporí­a, la deliberación prudencial actuará con un abanico de posibilidades, a veces, supondrá apertura, que nos  lleva a convertirnos en mil personas diferentes sin dejar de ser nosotros mismos;  otras  supondrá precaución, también para  evitar que no demos todo por válido con una visión caleidoscópica y fútil y que no sólo nos ha de conducir a evitar conclusiones apresuradas, sino que definitivamente contribuirá a que la biotecnologí­a se adapte al hombre, en vez de producir un hombre a su medida.

El desarrollo de la prudencia, como el de toda virtud, no tiene lí­mites, sin embargo,  de acuerdo con el desarrollo de este trabajo, y en relación con su hermanamiento con el llamado principio de precaución señalamos algunas orientaciones  aplicables a ambas corrientes bioéticas:

1. En cualquier ámbito social, y muy particularmente para tratar los avances de la ciencia con cierto respeto, admiración y cautela, se  necesita precisamente eso: precaución; los significados más profundos, los más valiosos, se descubren cuando se procede con un tratamiento más delicado; si lo esencial no se enriquece con el matiz se desvirtúa.

2. El cuidado de las pequeñas normas éticas que deben observarse en la investigación cientí­fica, sencillamente porque la historia muestra cómo en la génesis de las grandes aberraciones existe, por lo general, en fase inicial, un desprecio de estos digamos matices y detalles.

3. El equí­voco concepto de  dignidad es el único fundamento compartido en todos los tratados internacionales; la  misma Convención Europea de Bioética cita tres veces la palabra dignidad en su preámbulo, de modo que llega a ser la palabra clave para la bioética europea; la precaución en este caso, serí­a como el aporte humilde de cada cual de reconocer la razón del otro. Es decir, la valoración del sentido relacional de la persona que conducirí­a a una riqueza de unificación entre las distintas perspectivas que evidentemente tiene el término dignidad humana, y que en definitiva, se manifestarí­a al menos en evitar toda relación que pueda convertirse en la explotación de un sujeto por otro.

4. El reconocimiento de la condición material del hombre (sin relacionarse con el mundo, el hombre no puede realizar su existencia) es constitutivo de esta actitud prudencial, cuya aplicación inmediata es anteponer las relaciones naturales, propia de su misma condición personal, a las relaciones de artificio que, por su libertad puede pueden convertir la ciencia en cientifismo y, en último término, en totalitarismo.

5. La relación entre la actuación humana y la integridad del mundo natural es el meollo de la conciencia ecológica y condición indispensable para el progreso; ética y ciencia concuerdan en la visión de un universo armónico. La precaución  en el contraste de pareceres acerca de las diversas visiones que se han forjado desde el Ecologismo; deberá establecer las lí­neas para que el hombre, ante la naturaleza -de la que participa y a la que supera- no sea su depredador, sino su fiel administrador.

6. El rápido progreso en su carácter ambivalente, exige  prudencia, precaución; pero sobre volver a descubrir que la sugerencia de la reflexión ética reside  precisamente en mostrar el carácter precioso de las cosas, de cada ser, en la que la única y auténtica tragedia es que el hombre no tome conciencia del valor de su libertad, y no sepa emplearla adecuadamente en los desafí­os que su vivir le  ofrece.

7. La falta de discernimiento, que es en sí­ una de las formas más peligrosas del error; la prudencia nos hará precavidos ante términos que, por su exuberancia, pueden conducir a un selvático caos intelectual; términos como información y formación; no responden a un mismo significado, aunque, de alguna manera, para estar formados no es superfluo contar con información y, de del mismo modo, filtrar o desplegar una información recibida, de acuerdo al grado de formación que se posea.

8. Precaución y racionalidad se hermanan en el amor apasionado a la verdad y a la libertad, que exige una actitud prudencia y un talante abierto ante las incógnitas y lo impredecible del progreso La ciencia en general y la investigación en particular son posibles porque existe una realidad objetiva fuera de nosotros y porque esa realidad es cognoscible. Evidentemente, esto no significa que sea fácil de conocer; es más, en ocasiones, hay que admitir que hay dificultades intrí­nsecas en los fenómenos observables que pueden limitar las posibilidades que el hombre tiene de abarcarlos en su totalidad. Pero, en cualquier caso, una visión idealista a ultranza del mundo, que no admitiera una realidad objetiva fuera del sujeto, no sólo cercenarí­a por su base la posibilidad de culminar con éxito una investigación, sino que harí­a de toda actividad cientí­fica algo carente de sentido.

9. En el contexto social del progreso cientí­fico, las posibilidades de intervención del Estado, o incluso su autorización para el desarrollo de determinados proyectos, suele venir avalados al menos por los aspectos constitucionales, económicos y, muy particularmente, en nombre de los derechos de la libertad individual. Sin olvidar que en un estado democrático las leyes pueden ser sancionadas en virtud del voto de la mayorí­a; es de especial relevancia, ahí­ intervienen virtualidades de la prudencia, o del principio de precaución, el no dejarse avasallar; la ley está por encima de los mecanismos democráticos y legislativos, la ley natural, inscrita en el corazón del hombre, es punto de referencia normativa de la misma ley civil, y por tanto será siempre la medida de la legitimidad de cualquier voto democrático mayoritario. El proceso democrático no puede ser reducido a un puro mecanismo de regulación empí­rica de intereses diversos y contrapuestos Quien afirma que, a veces, es necesario aceptar tal papel reductivo a falta de algo mejor, para asegurar la paz social, alcanza un cierto aspecto de la verdad; pero así­, sin una base moral objetiva, ni siquiera la democracia puede asegurar una paz estable. El fundamento de la democracia no es una filosofí­a relativista, sino la afirmación de una fundamental congruencia entre tal verdad sobre la persona humana y la cultura moderna de los derechos del hombre. La autoridad estatal y la ley no son capaces de crear la sociedad,  aunque estén en  condiciones de proteger – o destruir mediante una irresponsable pasividad y tolerancia- los presupuestos esenciales del progreso cientí­fico y social.

5. A modo de testimonio.

La investigación, el avance tecnológico, con sus ambivalencias, de alguna manera puede y debe tener un rostro humano, y los principios que han de orientar la ética en tiempos de desarrollo hay que buscarlos en primer lugar en la  misma persona  y en los principios que regulan sus interrelaciones naturales y sociales. El valor inalienable de la persona humana, fuente de todos los derechos humanos y de todo orden social. El ser humano debe ser siempre un fin y nunca un medio, un sujeto y no u un objeto, tampoco producto de comercio.

 Estas afirmaciones no contradicen la constante búsqueda de las garantí­as sociales, legales y culturales, pero precisamente  para que la persona mantenga su centralidad, sin destruir la tradición, pero dispuestos prudencialmente a la adopción  de nuevos  estilos de trabajo, de vida y de organización de las comunidades.

Un claro exponente de esta actitud  prudencial es la reflejada por dos grandes sabios: Max Weber (1919, “El polí­tico y el cientí­fico”), y  J. David Smith (Departamento de Desarrollo Humano del Lyneburg College de Virginia)

-Expone Weber: “Es, por el contrario, infinitamente conmovedora la acción del hombre maduro, de poco o de muchos a”“os, que eso no importan, que siente realmente y con toda su alma esta responsabilidad por las consecuencias y actúa conforme a una ética de la responsabilidad, y que al llegar un cierto momento dice: no puedo hacer otra cosa, aquí­ me detengo”.

-La cita del Profesor Smith corresponde al final de su ponencia al Segundo Workshop Internacional sobre el “Proyecto del Genoma Humano: ética”, y dice así­: “Este observador cree que el mayor reto planteado por el Proyecto del Genoma Humano radica en realizar su trabajo y aportar los beneficios de sus esfuerzos a un mundo de personas, cuyo ser es mucho mas que la suma total de sus componentes biológicos. Para estar por encima de las tentaciones y de los peligros que encierra el determinismo biológico, debemos seguir considerando a las personas  como agentes de libertad y de dignidad. En mi opinión debemos comprometernos, en primer lugar, con los derechos y valores básicos humanos. Aunque la capacidad de intervenir convenientemente en las vidas de los demos parezca ser lo mejor para ellos y para la sociedad; aun cuando las “necesidades percibidas de nuestros tiempos” parezcan instarnos con apremio para actuar de forma rápida y eficaz, ello debe ser así­.

El albedrí­o moral y ético es atributo de las personas, no de la ciencia ni del método cientí­fico. Reconocer que somos agentes éticos y morales, y que las decisiones de lo que debemos hacer en contraposición con lo que podemos hacer, recae sobre nosotros como personas es un hecho que intimida realmente. Por otra parte, es fascinante”.

En resumen, la actitud prudencial, mejor que el principio de precaución, es necesaria no solamente para el avance de una  investigación técnica y cientí­fica sino, muy principalmente, para el desarrollo de una investigación sabia.

6. Bibliografí­a

Alesdair, M. “Tres versiones de la ética”. Rialp, 1992

Barrio, J.M. “La Bioética entre la resolución de conflictos y la relación de ayuda”. Cuadernos de Bioética, Vol.XI, n.43, 2000

Caffarra, C. ” Etica General de la sexualidad”. EIUNSA,1995

Castro, E. “El Nacional”, Argentina 18-VI-2001

Espinos, A.  “Transgénicos” Conferencia Facultad de Medicina, Valencia, XI-2000

Franco, L. “Verdad y Veracidad”. Retos actuales en Bioética, SVB, 2000

Garcia Sierra, P. “Diccionario Filosófico Español”, Biblioteca Filosofí­a en español, Oviedo, 1999        

.Hernandez Yago, J. “Manipulación del Patrimonio Genético”. Retos actuales en Bioética. SVB, 2000

Rhonheimer, M. “Derecho a la vida y Estado moderno” Ed. Rialp, 1998

Schiappacasse, E. Bioética web. Universidad de Valparaí­so

Serrano, J.M. “Los principios en la Bioética“. Cuadernos de Bioética, n.12, 1992

www.ecodigital.como.ar/energí­a nuclear. htm.

ZENIT, agencia 16-VI-01. El rostro humano de la globalización. Juan Pablo II

(Ponencia en el III Congreso Nacional de Bioética, publicado en La Bioética en el Milenio Biotecnológico)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Curso de Iniciación a la Bioética

Podrás hacerlo a tu ritmo

Mi Manual de Bioética

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies