Aunque el escepticismo de los científicos pueda ser por la ética de usar células madre embrionarias o por su potencial terapéutico, pocos se oponen al derecho de otros a investigar. Incluso investigadores de células madre adultas tienden a argumentar en favor de una libertad sin restricciones para la investigación científica. …
Aunque el escepticismo de los científicos pueda ser por la ética de usar células madre embrionarias o por su potencial terapéutico, pocos se oponen al derecho de otros a investigar. Incluso investigadores de células madre adultas tienden a argumentar en favor de una libertad sin restricciones para la investigación científica. De modo que la arremetida de un respetado biotecnólogo irlandés en el periodo preparatorio de un debate sobre la clonación que va a tener lugar el mes que viene en las Naciones Unidas ha sido recibida con sorpresa. En un artículo de la revista irlandesa Studies el doctor Martin Clynes, director del Instituto Nacional de Biotecnología Celular de la Dublin City University, describe el trabajo con células madre embrionarias como “el más incivilizado y bárbaro campo de investigación”, que viola derechos humanos fundamentales.
El doctor Clynes primero apunta al blanco de su potencial científico. “Pocos científicos serios con conocimiento de la materia realmente esperan que la investigación con células madre embrionarias vaya a traer curas para la enfermedad humana en un futuro próximo; quizá las traiga, algún día, pero precisamente por ello las pruebas están fragmentadas y hay algunos asuntos de seguridad significativos que reciben muy poca atención de los medios. Otras vías de investigación, incluido el uso de células madre adultas, son igualmente prometedoras a pesar de que las curas milagrosas no estén, desafortunadamente, a la vuelta de la esquina. En esta situación, es de sentido común concentrarse en aquellas líneas de investigación que son igualmente prometedoras pero que no involucran la destrucción de embriones.”
Puede que en Irlanda, inevitablemente, se considere la investigación embrionaria como una cuestión religiosa, pero el doctor Clynes insiste en que se trata básicamente de un asunto de derechos humanos. Para alguien sin creencias religiosas, argumenta, el uso y destrucción de embriones humanos es incluso más anti-ético. “Si no tenemos… fe (en la vida después de la muerte), la destrucción de vidas humanas individuales en este estadio primero es la completa terminación de su existencia y de cualquier posibilidad que pudiera haber tenido ““seguramente, la cosa más terrible y prepotente que se pueda infligir a cualquier colectivo humano.”
(Extraído de The BioEdge,133)