Para el tratamiento médico de la infertilidad se utiliza la inseminación artificial y la estimulación ovárica mediante fármacos. Otros enfoques más agresivos utilizan técnicas de reproducción asistida donde se manipula externamente el huevo o los espermatozoides; es el caso de la fertilización in vitro o la inyección intracitoplasmática de esperma. …
Para el tratamiento médico de la infertilidad se utiliza la inseminación artificial y la estimulación ovárica mediante fármacos. Otros enfoques más agresivos utilizan técnicas de reproducción asistida donde se manipula externamente el huevo o los espermatozoides; es el caso de la fertilización in vitro o la inyección intracitoplasmática de esperma. Está claro que estos procedimientos incrementan marcadamente el riesgo de embarazo múltiple y con ello, la posibilidad de que el parto sea prematuro y de bajo peso (< 2.500 g). Los resultados de un estudio publicado en NEJM demuestran que también en los embarazos únicos conseguidos mediante reproducción asistida existe un mayor riesgo de que el recién nacido sea de bajo peso. El trabajo, realizado por investigadores del CDC (EE UU), utiliza datos de población general referida a los nacimientos producidos en 1996 y 1997 mediante reproducción asistida (42.463) frente a un grupo control de nacimientos ‘naturales’ (3.389.098). Los 137.000 procedimientos consiguieron un 27% de nacidos vivos con un 57% de embarazos múltiples en los que el bajo peso tuvo una incidencia similar a las gestaciones múltiples ‘naturales’. Sin embargo, en los embarazos únicos concebidos mediante reproducción asistida, el riesgo de bajo peso era 2,6 veces mayor que en la población general (6,5% vs 2,5%). Este dato es aún más significativo si consideramos que no se incluyen en el análisis los nacimientos prematuros (algo más frecuentes en la reproducción asistida). Los niños nacidos durante 1997 mediante técnicas de reproducción asistida supusieron el 0,6% del total de nacidos de madres mayores de 20 años y sin embargo, constituyen el 3,5% de los nacimientos de bajo peso y el 4,3% de los de muy bajo peso durante ese mismo período. Para los autores del trabajo este mayor riesgo no se explica por diferencias entre las dos poblaciones comparadas respecto a la edad gestacional al nacer, la edad de las madres y otros factores considerados. Para ellos, el incremento del riesgo podría estar directamente relacionado con el propio tratamiento de infertilidad. Se han propuesto varios mecanismos responsables como el uso de gonadotropina humana en estos procedimientos o la mayor frecuencia de hipertensión gestacional en estas mujeres. Por otro lado, en los embarazos conseguidos mediante reproducción asistida se han observado niveles alterados de proteínas endometriales y una mayor incidencia de alteraciones estructurales de la placenta. Finalmente, algunos estudios sugieren que en este tipo de embarazos se recurre más a la cesárea programada. El segundo estudio, analiza simultáneamente los registros australianos de defectos congénitos, partos y procedimientos de reproducción asistida entre 1993 y 1997. Los autores intentan evitar de esta manera problemas metodológicos de trabajos previos en los que las muestras eran demasiado pequeñas o no existía homogeneidad en el seguimiento de los recién nacidos. Describen cómo al año de edad, la incidencia de defectos congénitos graves en estos niños es del 9,0% frente al 4,2% en la población general. Para los investigadores, los factores que podrían influir en esta diferencia son: la edad avanzada de las parejas estériles, los fármacos utilizados para inducir o mantener el embarazo en sus fases iniciales y las técnicas en sí mismas. El editorial que acompaña a estos trabajos hace dos consideraciones importantes. Por un lado, aunque el riesgo es superior a la población general, la incidencia de problemas de bajo peso o defectos congénitos en los nacidos mediante reproducción asistida es aceptablemente baja. Se cuestiona también la utilización de estas técnicas cada vez más frecuentemente en parejas ‘teóricamente’ estériles (se incrementaron un 37% entre 1995 y 1998 en EE UU). Para el editor, las agresivas campañas de marketing y el aumento en el número de centros privados que realizan estos procedimientos pueden estar contribuyendo a la utilización de las mismas por parejas que en realidad no lo necesitan con los consiguientes nacimientos injustificados de niños con problemas. NEJM Marzo 2002; vol:346: 725-30; 731-37 y 769-70 Publicado en MEDSCAPE.ELMUNDO.ES.- |
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