El artículo profundiza en la enseñanza de la encíclica Humanae Vitae considerando las nuevas filosofías y teologías del cuerpo que se han desarrollado durante los cincuenta años desde la aparición de la encíclica. Entre las consecuencias de la revolución sexual está el estrechamiento de la forma en que se viven nuestras relaciones. Pablo VI, al hablar de los diferentes significados del acto conyugal, al explicar estos significados en términos relacionales (unitivos y procreativos) y al declarar su unidad, afirmó la existencia de un “lenguaje del cuerpo”.
El lenguaje del cuerpo sexuado coloca a la persona en una red de relaciones que son capaces de sostener el desarrollo de su identidad a lo largo del tiempo. Además, acerca a la persona a una confesión de fe en el Creador, que es el origen último del significado del cuerpo. Esta perspectiva deja en claro las formas contrastantes de vivir el cuerpo: con el uso de anticonceptivos, por un lado, y mediante el recurso a períodos infértiles, animados por la virtud de la castidad, por el otro. De este estudio, queda claro cuán débil es la lectura de Humanae Vitae que se centra solo en su espíritu, sin prestar atención a su letra. Cada lectura de Humanae Vitae que no es una lectura literal termina siendo una lectura incorpórea.
Publicado en Anthropotes 34 (2018)