El 2 de Febrero se aprobó en la Cámara de los Comunes del Reino Unido una petición formulada por la Human Fertilisation and Embryology Authority (HFEA) sobre un método de obtención de embriones humanos por fecundación in vitro, a partir de tres parentales (dos madres y un padre). La peculiaridad consiste en que antes de la fecundación in vitro, se produce un óvulo híbrido, utilizando el núcleo de un óvulo y el citoplasma de un segundo óvulo, para después fertilizarlo in vitro con esperma del padre.
La técnica persigue facilitar el que las madres portadoras de enfermedades debidas a alteraciones en el ADN mitocondrial puedan tener hijos. Para ello se utilizan dos óvulos, el primero de la madre, solo aportaría el ADN nuclear, y el segundo, de una donante, al que previamente se habría desprovisto de su núcleo, solo aportaría el citoplasma.
Hay que recordar que en la fecundación humana, como en la de los organismos superiores con reproducción sexual, el cigoto que se produce recibe todo el citoplasma a través del gameto femenino. El espermatozoide no aporta citoplasma. El genoma nuclear se constituye a partir de la fusión de los pronúcleos del gameto femenino y el masculino. Es decir, el cigoto, la primera realidad corporal de la vida humana posee dos tipos de información genética, la del núcleo y la del citoplasma, siendo la primera cuantitatita y cualitativamente más importante. El ADN nuclear de cada gameto tiene unos 3.175.000.000 de pares de bases nucleotídicas, lo que equivale a la información de unos 21.000 genes repartidos en 23 piezas, -los cromosomas-, mientras que el ADN extranuclear, citoplásmico o mitocondrial se reduce a unos anillos de ADN de unas 16.569 pares de bases, que encierra la información de 37 genes. De este modo, la información mitocondrial respecto a la del núcleo se limita a menos del 0,1% de la información genética.
Sin embargo, las mitocondrias, que solo se transmiten por vía materna, tienen un papel relevante dado que aportan la información necesaria para la síntesis de moléculas que intervienen en el metabolismo celular. Los mitocondrias son las baterías de las células, de tal modo que las alteraciones en determinados genes mitocondriales puede determinar la transmisión de algunas enfermedades relacionadas con el metabolismo celular. Esto sucede en una proporción de 1 en 5.000 niños nacidos vivos, Entre las enfermedades raras debidas a estas alteraciones del ADN mitocondrial figura una encefalomielopatía mitocondrial (MELAS), la atrofia óptica Leber (NOHL), y otras de mayor o menor importancia, que pueden producir un deterioro progresivo de determinados órganos después del nacimiento.
Lo que se persigue con la producción de los embriones de tres parentales es obviamente evitar la transmisión de mitocondrias portadoras de genes alterados. Según sus promotores, el objetivo no es crear niños perfectos, sino niños sanos. Sin embargo, lo que hay que preguntar en clave bioética es cuál es el precio. Cambiarle las mitocondrias a un óvulo no se ha hecho nunca y lo más inquietante de esta tecnología es saber si esta arriesgada operación tendrá consecuencias para la salud del niño que nazca. Cuestión que no sabremos hasta que no se produzca el nacimiento y su desarrollo posterior.
Veamos, paso a paso, los escollos técnicos y las objeciones éticas.
En primer lugar, está por ver la posibilidad de éxito del traslado del núcleo de un óvulo a otro. La técnica, que se ha denominado “trasplante pronuclear”, tropezará con tantas o más dificultades que la técnica de la “transferencia nuclear”, desarrollada para obtener clones, del que recordaremos el relativo éxito de la malograda oveja ‘Dolly’ y los frustrados intentos llevados a cabo con embriones humanos, salvo en el caso anunciado a mediados de 2013 por el investigador Shoukrat Mitalipov en la Universidad de Oregón. Si hay dificultades en el trasplante de núcleos somáticos a óvulos, cómo no los va a haber entre óvulos. En cualquier caso, si esto fuese posible, el reemplazo del núcleo del óvulo de una donante por el del óvulo materno no estaría planteando mayores problemas éticos, que los relativos a la necesidad de contar con muchos óvulos y el modo de obtenerlos. No habría serias objeciones éticas en lo que se refiere al producto de estas manipulaciones, que por tratarse de gametos, no afectarían a una vida humana. Un gameto no es equivalente a un embrión, sino anterior a la creación del embrión.
Los verdaderos problemas vendrían a continuación, ya que supuesto se lograse el trasplante pronuclear de un óvulo a otro, lo que viene después es la utilización del óvulo híbrido conseguido para producir, ahora sí, un embrión por los métodos habituales de fecundación in vitro o inyección intracitoplásmica (ICSI) que se practican desde hace años. Este paso podría parecer más fácil, aunque está por ver en qué proporción surgirían embriones viables y en qué condiciones son viables. Sin que se pueda aventurar nada, lo más probable es que haya que repetir la manipulación de los óvulos y la fecundación in vitro hasta conseguir un embrión viable, dejando por el camino numerosos embriones humanos. Aquí si estaríamos ante un gran problema ético, al tener que descartar embriones humanos, que no son sino vidas humanas en la fase inicial de su desarrollo. Es difícil aventurar el resultado, pero si la fecundación in vitro tiene un éxito de un 28-30% en los laboratorios en que se lleva a cabo, y de las manipulaciones de los embriones que se realizan en el llamado “diagnóstico genético preimplantatorio” solo son aprovechables un 2% de los embriones manipulados… ¿cuál será la proporción de embriones triparentales viables?
Un problema a considerar es el de contar con óvulos suficientes para repetir los intentos. Tanto si la técnica diera resultado como si no, aumentará la demanda de donantes de óvulos, con todas sus consecuencias. Hay que recordar que las donantes de óvulos han de someterse a tratamientos hormonales, lo que conlleva riesgos conocidos, como el llamado “síndrome de estimulación ovárica”, con consecuencias a veces muy graves para la salud de las donantes.
Si a pesar de todo se superasen todos los inconvenientes y se llegasen a obtener los embriones triparentales, la gran duda vendría a continuación. ¿Cuáles serían las consecuencias de la manipulación celular y genética para la viabilidad y salud de las vidas humanas procedentes de esta tecnología?
Aquí hay que advertir sobre algo de lo que se habla poco, pero que es una realidad de la medicina pediátrica actual. Cada vez se conoce más y mejor la influencia negativa que pueden ejercer determinados factores ambientales como inductores de las llamadas modificaciones epigenéticas, que pueden alterar el normal desarrollo embrionario y fetal. En este sentido, se ha extendido la preocupación por el aumento de casos de neonatos procedentes de las técnicas de fecundación in vitro que muestran bajo peso en el nacimiento y un incremento de 3 a 6 veces de determinados síndromes y enfermedades infantiles [1,2]. Aunque la mayoría de los niños procedentes de la fecundación in vitro tienen un desarrollo normal, lo que parece demostrado es que las condiciones de los cultivos pueden afectar de forma importante a la impronta de marcas epigenéticas en los genes del embrión durante el desarrollo embrionario [3].
En el caso de los niños triparentales la manipulación es aún mayor que en la simple fecundación in vitro. Dado que se trata de una nueva tecnología, no hay seguridad ni hay manera de saber cuál sería el impacto en la salud de los niños que salieran adelante, producidos con esta tecnología.
Ante toda esta serie de inconvenientes ¿quién es capaz de garantizar la salud de los niños de origen triparental?, ¿es ético lanzarse o prestarse a una aventura tecnológica con tan pocas garantías de éxito y tanta inseguridad para la salud de los niños?, ¿es éticamente aceptable todo lo que parece técnicamente posible?
Finalmente, hay otras objeciones de carácter ético no menos importantes a tener en cuenta. La tecnología de los bebés triparentales abre un campo que hasta ahora estaba vedado, el de la manipulación de la línea germinal. Se realiza una operación encaminada a obtener un resultado en un descendiente, con todas las dudas que suscita una alteración en un hijo, por factores incontrolados durante la manipulación de la información genética procedente de los parentales.
Esto además abre otra vía de gran calado, ya que lo que se hace con la intención de mejorar la salud de los hijos, podría ser el primer escalón para intentar otro tipo de aventuras con el fin de intervenir o “mejorar” otro tipo de caracteres… Estaríamos sentando las bases de una nueva eugenesia.
[2] De Baun, M.R., Niemitz, E.L., Feinberg A.P. «Association of in vitro fertilization with Beckwith–Wiedemann syndrome and epigenetic alterations of LIT1and H19», en American Journal Human Genetics 72 (2003), 156–160
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