Selección genética de embriones y dignidad humana Angela Aparisi MirallesDirectora del Instituto de Derechos HumanosUniversidad de Navarra Hace algunos días, los medios de comunicación informaban de que en EE.UU se había conseguido seleccionar un embrión cuyo genoma no poseía el gen causante de un determinado tipo de Alzheimer. Tal selección se …
Selección genética de embriones y dignidad humana
Angela Aparisi Miralles
Directora del Instituto de Derechos Humanos
Universidad de Navarra
Hace algunos días, los medios de comunicación informaban de que en EE.UU se había conseguido seleccionar un embrión cuyo genoma no poseía el gen causante de un determinado tipo de Alzheimer. Tal selección se había llevado a cabo mediante diagnóstico preimplantatorio -efectuado en un proceso de fecundación in vitro-, y había permitido escoger, de entre quince, a un embrión que no había heredado la enfermedad.
Muchos se felicitaron ante lo que denominaron un “nuevo logro” de la ciencia genética. Sin embargo, algunos científicos, más conocedores del tema, respondieron que la selección embrionaria no es ninguna novedad. Es más, reconocieron públicamente que se realiza en muchas clínicas de fecundación in vitro en España.
Lo cierto es que la “selección genética” ya aparecía recomendada en el conocido Informe Warnock, elaborado en 1982 por iniciativa del Gobierno inglés, que ha inspirado profundamente la legislación inglesa y española sobre técnicas de fecundación artificial. Por otro lado, hace ya algunos años, los científicos que trabajaban en el Proyecto Genoma Humano advirtieron sobre la posibilidad de una progresiva exacerbación de la mentalidad eugenésica. Watson, premio Nobel y una de las figuras más prestigiosas de la genética moderna, propuso que, al menos el 3% de los fondos atribuidos a financiar el Proyecto Genoma Humano se destinara, entre otras cosas, al estudio y la prevención del peligro de esta “nueva eugenesia”.
El diagnóstico preimplantatorio, ¿antesala de la selección?
En la actualidad existe, en algunos países, una fuerte polémica sobre el tema. De hecho, el 31 de mayo de 2001, tuvo lugar un duro debate en el Parlamento alemán, en el que se enfrentaron el canciller Gerhard Schrí¶der y el presidente del país, Johannes Rau, sobre la posibilidad, entre otras, de legalizar el diagnóstico preimplantatorio. Frente a la postura favorable del canciller, Johannes Rau criticó duramente la legalización de la selección de embriones afirmando que “la eugenesia, la eutanasia y la selección son conceptos que están relacionados con la mala memoria de Alemania”. Y añadió: “¿Quién garantiza que el diagnóstico preimplantatorio no abrirá, de par en par, las puertas a la selección?”.
Cuando se habla de eugenesia conviene distinguir claramente dos supuestos, no siempre bien diferenciados: por un lado, los intentos, éticamente loables, de extirpar enfermedades. La lucha contra las enfermedades humanas no puede ser considerada, en sentido propio, una modalidad de eugenesia. Por el contrario, la ideología eugenésica, propiamente dicha, parte de unos concretos presupuestos antropológicos: el valor intrínseco de un ser humano, en este caso del embrión, se hace depender, fundamentalmente, de sus características genotípicas. En cualquier caso, el rechazo a la patología o al “defecto genético” se hace extensivo al portador del mismo. Partiendo de estos presupuestos, es claro que la “nueva eugenesia” implica un reduccionismo antropológico radical, al tiempo que conlleva una gran carga discriminatoria y lesiva de la dignidad humana. El valor del embrión humano queda reducido a la calidad de su genoma, considerado, por otro lado, no más valioso que el de cualquier otro ser vivo.
Como ha señalado el prestigioso genetista Jacques Testard, la realidad es que el diagnóstico preimplantatorio conduce a la exclusión “indolora” de posibles niños gracias al examen de concebidos, decenas de veces más numeroso que el de los fetos sometidos al diagnóstico prenatal. Esto ha llevado a evitar el nacimiento de niños con características genéticas que no justifican oficialmente el aborto. Asimismo, ha empezado a aplicarse, aparte de a las enfermedades monogénicas, a afecciones poligénicas, es decir, a simples factores de riesgo. Para este científico, es importante subrayar que actualmente en el diagnóstico preimplantatorio no existe ningún tipo de freno. Los “controles de calidad genética” de embriones son una realidad y se han convertido en una práctica potencialmente ilimitada. En este sentido, Michael Kirby, miembro del Comité Internacional de Bioética de la UNESCO se pregunta: ¿Dónde comienza y dónde acaba este proceso de eliminación de la vida humana? ¿Puede admitirse este intento de erradicación de cualquier mínimo defecto genético eliminando al mismo ser humano?
Pero el problema se va a agravar en un futuro no muy lejano. Algunos investigadores han afirmado que dentro de pocos años se habrán podido crear técnicas de análisis de ADN que permitan examinar toda la dotación cromosómica de un embrión y detectar así cualquier defecto o fragilidad hereditaria inimaginable, e incluso cualquier tipo de dato constitutivo de origen genético (color de los ojos, pelo, base genética de la estatura, etc.). Por ello, la información genética obtenible desde el instante de la fusión del óvulo con el espermatozoide, que da lugar a un nuevo ser humano, será de un calibre insospechado. En EE. UU., Capron ha destacado que este tipo de pruebas serán sistemáticamente realizadas a los concebidos. Para este autor, incluso la continuación de los seguros de salud podrá hacerse depender de la decisión de abortar, ya que las compañías no van a querer hacerse cargo de los gastos generados por una descendencia enferma o con probabilidades de enfermar. Aunque esta práctica aún no se ha extendido, para este autor es de esperar que en sociedades tan competitivas y economicistas como las actuales tal exigencia se convierta en algo rutinario.
No todo lo que se puede hacer debe hacerse
Frente a ello, cabría señalar que el valor de un ser humano no puede hacerse depender de la calidad o las características de su genoma, sino del mero hecho de pertenecer a la especie humana. En realidad, todo poseedor de un genoma humano, aunque sea considerado “defectuoso”, debe ver reconocida su dignidad radical. En este sentido, el preámbulo de la Convención sobre los Derechos Humanos y la Biomedicina, del Consejo de Europa, establece “la necesidad de respetar al ser humano, no sólo como individuo sino también en su pertenencia a la especie humana”, reconociendo la importancia de garantizar su dignidad. Y en la misma línea, el artículo 2, apartado a) de la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos, mantiene que “cada individuo tiene derecho al respeto de su dignidad y derechos, cualesquiera que sean sus características genéticas”. En su punto b) afirma que “esta dignidad impone que no se reduzca a los individuos a sus características genéticas y que se respete su carácter único y su diversidad”.
En definitiva, puede mantenerse que, en buena medida, el destino de la humanidad vendrá fuertemente determinado por la respuesta a la pregunta de si el embrión humano es una cosa, un ser humano o una entidad intermedia todavía por definir. Lo que estamos debatiendo es, en suma, la misma noción de ser humano y el significado de su dignidad. El respeto a esta dignidad genera que, en el ámbito científico, no todo lo que se puede hacer se deba hacer.