EL SIDA 100 CUESTIONES Y RESPUESTAS SOBRE EL “SÍNDROME DE INMUNODEFICIENCIA ADQUIRIDA” Y LA ACTITUD DE LOS CATÓLICOS febrero de 2002 ÍNDICE Prólogo Introducción I. La medicina ante el SIDA (nn. 1 a 21) II. La sociedad ante el SIDA (nn. 22 a 45) III. El Estado ante el SIDA (nn. 46 a 73) IV. El profesional …
EL SIDA
100 CUESTIONES Y RESPUESTAS
SOBRE EL “SÍNDROME DE INMUNODEFICIENCIA ADQUIRIDA”
Y LA ACTITUD DE LOS CATÓLICOS
febrero de 2002
ÍNDICE
I. La medicina ante el SIDA (nn. 1 a 21)
II. La sociedad ante el SIDA (nn. 22 a 45)
III. El Estado ante el SIDA (nn. 46 a 73)
IV. El profesional sanitario ante el SIDA (nn. 74 a 86)
V. La moral ante el SIDA (nn. 87 a 100)
¿Por qué la enfermedad? ¿Por qué a mí o a uno de mis seres queridos? Son interrogantes que sacuden la conciencia del hombre en cualquier época y lo sitúan irremediablemente ante el misterio dramático de su existencia. ¿Por qué el SIDA? Es una concreción de esas cuestiones dolorosas; es un grito angustiado de tantos hombres y mujeres de hoy.
En este texto un amplio equipo de especialistas -médicos, juristas, moralistas, etc.- convocados por la Conferencia Episcopal Española, intenta responder con rigor a los difíciles interrogantes encerrados en esta llaga actual del SIDA. La problemática es penosa y acuciante; su consideración abarca múltiples aspectos: sanitarios, sociales, políticos, educativos, psicológicos, éticos, etc. Agradecemos a la Asociación Española de Farmacéuticos Católicos, la publicación de este estudio.
¿En qué sentido ha de orientarse la respuesta del creyente ante esta terrible enfermedad? “Para los que creen en Dios y confían en Él, la aparición del SIDA, en vez de ser un escándalo o una razón para la desesperación es, más bien, un estímulo para el trabajo, la solidaridad, la purificación interior y la propia salvación” (El SIDA: Algunas reflexiones cristianas. Nota Pastoral de la Comisión Permanente del Episcopado Español, 12 de junio de 1987).
El sufrimiento del prójimo enfermo contiene, en primer lugar, una llamada a la compasión. La compasión de Dios hacia el hombre, manifestada en la entrega de Jesucristo hasta la muerte en la Cruz y la victoria de la resurrección, ha cambiado el sentido del sufrimiento humano, haciendo posible la plena esperanza. “En el programa mesiánico de Cristo, que es a la vez el programa del reino de Dios, el sufrimiento está presente en el mundo para provocar amor, para hacer nacer obras de amor al prójimo, para transformar toda la civilización humana en la civilización del amor” (Juan Pablo II, Carta apostólica Salvífici doloris, n. 30).
Mons. Juan Antonio Reig Pla
Obispo de Segorbe-Castellón y
Presidente de la Subcomisión Episcopal
para la Familia y la Defensa de la Vida
de la Conferencia Episcopal Española
Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal (Hch 10,38). De este modo resume la Iglesia la misión de Jesucristo en este mundo y reconoce la impresión profunda que dejó su paso en aquellos que convivieron con Él. Así la Iglesia aprende su propia misión que está enmarcada en la respuesta al problema del mal, porque (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 309): No hay un rasgo del mensaje cristiano que no sea en parte una respuesta a la cuestión del mal.
El problema del mal sigue siendo en la actualidad un escándalo para muchos hombres. Nuestro tiempo ha experimentado de un modo muy agudo el alcance del dolor en la historia. La rapidez y capacidad de los medios de comunicación y la importancia que han adquirido las relaciones internacionales ponen ante nuestros ojos multitud de desastres y de sufrimientos, nos muestran patentemente la imagen de un mundo envuelto en el dolor y el sufrimiento.
Un modo equivocado de reaccionar sería acostumbrarse, y considerar que es un problema “de los demás”. La extensión del pretendido “Estado de bienestar”, que reduce el bien común a alcanzar un determinado nivel de vida, a veces adormece la conciencia de los ciudadanos respecto a este problema; pero el crecimiento de las organizaciones humanitarias y el voluntariado social son indicadores precisos de que el dolor es un problema latente en nuestra sociedad y que reclama la respuesta de los corazones generosos.
Dentro del marco del sufrimiento y la experiencia del mal, ha aparecido en nuestros días un nuevo fenómeno: el SIDA, una enfermedad grave, de difícil tratamiento en nuestros días y altamente contagiosa fundamentalmente a partir de determinadas “conductas de riesgo”. Se trata de la epidemia más devastadora que ha sufrido jamás la humanidad (véase el informe de la ONU: UNAIDS, en: www.unaids.org ). Su rápida extensión obliga a la sociedad, al Estado y a los organismos médicos a la puesta en marcha de planteamientos globales e intervenciones eficaces para poder combatir la epidemia. La Iglesia no puede estar al margen de la lucha contra esta enfermedad y es consciente de que lo específico de su respuesta lo encuentra a partir de lo que ha aprendido de Cristo. Es Él con sus palabras y sus obras el que guía el camino de la Iglesia que pasa por el hombre.
La actividad curativa es parte fundamental de la manifestación mesiánica de Cristo: Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia (Mt 9,35). Las curaciones son un signo manifiesto de la actuación del Padre en medio del mundo. Es Él el que se acerca al hombre que yace en el camino (cfr. Lc 10,29-37), a aquél que no tenía a nadie que lo ayudase (cfr. Jn 5,7), para cumplir en ellos la salvación que procede del Padre. Lo hace en un ambiente social en el que se hallan vinculadas la enfermedad y el pecado. Por ello, al sufrimiento de la enfermedad se le añadía un desprecio al enfermo al que se le consideraba pecador y se valoraban sus dolores como un justo castigo a su pecado. El natural rechazo del mal se dirigía así de modo injusto a generar un rechazo al enfermo que lo padecía.
Frente a esta postura, las curaciones de Jesús son un signo, no sólo por los hechos curativos en sí mismos, sino por el modo de hacerlos y los destinatarios de los mismos. Sus curaciones en sábado que asombran a los fariseos, indican no una revolución contra la Ley, sino su pretensión de redimensionarla en torno a la verdad del hombre. La referencia ética pasa a centrarse en testificar en el amor al prójimo el amor a Dios: Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’ (Ga 5,14).
Uno de los hechos más significativos de esta actividad es la curación de leprosos, una enfermedad dolorosa, contagiosa y mortal en su época a la que al rechazo que existía ante el enfermo se añadían los castigos de la impureza ritual y la exclusión social (cfr. Lv 14). Los leprosos constituían un grupo social totalmente apartado del trato con los demás y despreciado por considerarlo un castigo divino sobre ellos. Jesucristo, por el contrario, no rechaza a los leprosos sino que busca su curación. Va a considerar superada toda discriminación por motivo de enfermedad y manifiesta así el amor de Dios hacia los enfermos. Por eso la curación de los leprosos está explícitamente mandada en la misión pastoral de los discípulos (Mt 10,8).
Es la misma actitud que Jesús muestra ante los pecadores y que desconcierta a sus contemporáneos. Es una revelación de su misión salvífica que se funda en el amor al hombre: No necesitan médico los que sanos, sino los enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores (Mc 2,17).
Por ello, la visión de Jesús llega más allá de la simple curación de la enfermedad, para indicar una liberación del hombre que alcanza el fondo del problema. No acaba con la curación física sino que busca el reconocimiento agradecido de la gracia concedida. Es la queja de Jesús cuando sólo uno de los leprosos curados volvió para darle gracias; sólo él oyó las palabras de salvación: tu fe te ha salvado (Lc 17,19). El problema más profundo no es el del mal físico de la enfermedad, sino el pecado del hombre que lo arrastra tantas veces a muchos excesos y a maltratar la dignidad humana, propia y ajena. La esperanza que Jesús ofrece ante el dolor del hombre incluye el establecimiento de una nueva comunidad en la que tienen lugar las primicias del Reino de los Cielos, en la que es esencial la acogida de todos los hombres (cfr. Col 3,11). Así se libera al hombre de una enfermedad más escondida y más profunda, la soledad, la desesperación y la tristeza que llevan en sí una semilla de muerte (cfr. 1 Co 7,10). Toda curación se enmarca así en el anuncio de la liberación del pecado y de la muerte que Jesús realiza en el Misterio Pascual, de su muerte y resurrección.
Así lo han entendido los cristianos, por la propia liberación que experimentan en su encuentro con Cristo. Por eso, su misión ante el enfermo no es otra sino la de acercarlo a Jesús en un encuentro rodeado de fe y esperanza. Así lo vemos ejemplificado en otra curación, la del paralítico (Mc 2,1-12). Como aquellos hombres que llevaban al paralítico, llenos de fe, los cristianos en esta labor han de superar diversas dificultades: la de la gente que impide el encuentro con Cristo, los obstáculos que sobrevienen y el peligro de la situación. Jesús ensalza la fe de los que le presentan el enfermo y es la fe la que inicia todo el hecho salvador.
Jesús conoce el corazón del hombre (Jn 2,25), la fe de cada uno y los juicios del corazón (Mc 2,8). Frente a la hipocresía de los que sólo juzgan por sus criterios mezquinos, que no les interesa la curación del hombre, sino la justificación de su ideología, Jesús comienza proclamando la salvación de los pecados por la fe: “hijo, tus pecados te son perdonados” (v. 5). Éste es el problema radical que mira la salvación del hombre en su integridad y que escandaliza a aquellos que consideran imposible la inocencia. En consecuencia, la Iglesia no tiene miedo ante la incomprensión en su misión de proclamar el Evangelio de la salvación y la vida a todos, porque cree en la acción de Dios en nuestro mundo.
Así ha comprendido la Iglesia su propia misión. Ha de llevar a cabo su anuncio por medio de hechos salvadores que alcancen una relevancia social. Entiende que la solución al problema del sufrimiento humano no está únicamente en el empleo de medios técnicos y sociales, que alivian el dolor o que incluso curan la enfermedad. Es el corazón del hombre el que está enfermo y es de su enfermedad interior de donde brotan tantos males y dolores: “las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas esas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre” (Mc 7,21-23). Sólo desde esta consideración moral se hace justicia al corazón y a la verdad del hombre. No se pueden solucionar los problemas humanos sólo a base de esperanzas científicas que se vuelven ineficaces para resolver los problemas de fondo, es necesario abordar con seriedad ese mismo fondo en donde se revela la verdad del hombre.
Así ve la Iglesia, también, el problema actual del SIDA, una enfermedad en la que se expresa no sólo la inseguridad ante un peligro grave que afecta a muchos hombres y mujeres, sino un auténtico problema moral de una sociedad que está enferma y que, a veces, hipócritamente quiere dar sólo soluciones técnicas a un problema cuyo origen y desarrollo tiene un componente moral ineludible. Una enfermedad ante la que a veces se evita llegar a la raíz moral del problema como si fuera un hecho irrelevante. Una enfermedad que causa en la sociedad discriminaciones injustas hacia los afectados, tantas veces los más inocentes como son los niños.
La Iglesia se sabe –humildemente- experta en humanidad, conocedora del corazón del hombre. Por eso la Iglesia confía en la respuesta que su mensaje va a encontrar entre los hombres a pesar de todos los condicionamientos contrarios, de una sociedad que pretende ser neutra en los temas de una “ética privada” que se deja a la conciencia de cada individuo y se encuentra, a veces, incapaz de ofrecer una orientación eficaz ante un problema grave.
La tarea es de toda la comunidad cristiana, pues el problema afecta a la sociedad en todos sus niveles. Debe ser una respuesta generosa ante un reto de tal calado. Esta clarificación se quiere ofrecer en este documento, hecho, como en otros casos semejantes, mediante la formulación y la respuesta a 100 cuestiones-clave, esta vez las que se despiertan a partir del SIDA. En ellas se consideran los elementos fundamentales que quedan afectados por esta enfermedad: la sociedad, el Estado, los profesionales sanitarios y la valoración moral de todo el problema.
Pedimos a María, salud de los enfermos, que guíe estos intentos a buen término y se llegue a una prevención eficaz de la epidemia del SIDA, a un tratamiento verdaderamente humano de los afectados y al anuncio de la salvación y de la paz a todos los hombres.
1. ¿Qué es el SIDA?
Es la enfermedad que se desarrolla como consecuencia de la destrucción progresiva del sistema inmunitario (de las defensas del organismo), producida por un virus descubierto en 1983 y denominado Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH). La definen alguna de estas afecciones: ciertas infecciones, procesos tumorales, estados de desnutrición severa o una afectación importante de la inmunidad.
2. ¿Por qué se llama SIDA?
La palabra SIDA proviene de las iniciales de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, que consiste en la incapacidad del sistema inmunitario para hacer frente a las infecciones y otros procesos patológicos. El SIDA no es consecuencia de un trastorno hereditario, sino resultado de la exposición a una infección por el VIH, que facilita el desarrollo de nuevas infecciones oportunistas, tumores y otros procesos. Este virus permanece latente y destruye un cierto tipo de linfocitos, células encargadas de la defensa del sistema inmunitario del organismo.
3. ¿Cómo se transmite la infección por VIH?
Las tres vías principales de transmisión son: la parenteral (transfusiones de sangre, intercambio de jeringuillas entre drogadictos, intercambio de agujas intramusculares), la sexual (bien sea homosexual masculina o heterosexual) y la materno-filial (transplacentaria, antes del nacimiento, en el momento del parto o por la lactancia después).
Con menor frecuencia se han descrito casos de transmisión del VIH en el medio sanitario (de pacientes a personal asistencial y viceversa), y en otras circunstancias en donde se puedan poner en contacto, a través de diversos fluidos corporales (sangre, semen u otros), una persona infectada y otra sana; pero la importancia de estos modos de transmisión del virus es escasa desde el punto de vista numérico.
4. ¿Qué diferencia hay entre ser portador y ser enfermo de SIDA?
Se llama portador a la persona que, tras adquirir la infección por el VIH, no manifiesta síntomas de ninguna clase. Se llama enfermo de SIDA al que padece alguno de los procesos antedichos (infecciosos, tumorales, etc), con una precariedad inmunológica importante. Tanto el portador como el enfermo de SIDA se denominan seropositivos, porque tienen anticuerpos contra el virus que pueden reconocerse en la sangre con una prueba de laboratorio.
En líneas generales, desde que una persona se infecta con el VIH hasta que desarrolla SIDA, existe un período asintomático que suele durar unos 10 años. Durante este tiempo el sistema inmune sufre una destrucción progresiva, hasta que llega un momento crítico en que el paciente tiene un alto riesgo de padecer infecciones y tumores.
Se estima que, por término medio, existen alrededor de 8 (de 5 a 12) portadores por cada enfermo de SIDA.
5. ¿Cuántos portadores existen en el mundo?
Según la última estimación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), a finales de 2001 existían 40 millones personas infectadas de VIH; 21.8 millones han muerto ya; durante ese año hubo 3 millones de muertos. El 95% del total de portadores vive en países en vía de desarrollo, más de 25 millones en el África subsahariana; donde hay, además, más de 12 millones de niños huérfanos a causa del SIDA. En este último continente hay países en los que el 25 % de sus habitantes y el 30% de las mujeres embarazadas, son seropositivos.
En España, según los datos de 1998, hay alrededor de 130.000 portadores del VIH, aunque esta cifra podría alcanzar los 200.000, pues realmente es muy difícil calcular adecuadamente el número de infectados. En junio de 2001 habían fallecido más de 32.000 personas, siendo ya la primera causa de muerte entre los varones de 25 a 39 años. En junio de 2001 el total de enfermos de SIDA eran 61.028.
6. ¿Todo portador del VIH será un día enfermo de SIDA?
En ausencia de tratamiento la evolución natural de la enfermedad por el VIH aboca necesariamente al desarrollo de SIDA al cabo de unos años. Así ocurre actualmente, por desgracia, en los países subdesarrollados.
Sin embargo, con la aparición en el año 1996 de la nueva y potente terapia combinada anti-retroviral se consigue controlar el deterioro inmunológico producido por el virus y, como consecuencia, prevenir el desarrollo de SIDA. Actualmente no es posible predecir el futuro a largo plazo de estos pacientes que, sin embargo, han visto prolongada su supervivencia con los nuevos tratamientos. Estas terapias, a pesar de su eficacia, no están exentas de serios inconvenientes: toxicidad, difícil cumplimiento, disminución de su eficacia (el virus puede hacerse resistente) y elevado coste económico. Todos estos factores hacen que, hoy por hoy, no sea posible pronosticar si un paciente concreto, actualmente en tratamiento, va a desarrollar SIDA en el futuro.
7. ¿Significa esto que el SIDA es incurable?
La erradicación del VIH en los paciente infectados no parece posible con los tratamientos actuales. Propiamente hablando, hoy el SIDA es incurable. Sin embargo, muchos de los procesos oportunistas que comprometen la vida de los pacientes con SIDA tienen tratamiento eficaz. Además, la administración de fármacos anti-retrovirales ha permitido alargar considerablemente la supervivencia de los sujetos seropositivos, de manera que la enfermedad se ha convertido en un proceso crónico.
A pesar del amplio desarrollo que ha alcanzado la investigación de esta enfermedad en los últimos años, no parece aún cercana la posibilidad de disponer de una vacuna eficaz.
8. ¿Cuáles son esos fármacos que se utilizan en la actualidad contra el SIDA?
En el momento actual hay alrededor de 15 fármacos que se están utilizando en el tratamiento de la infección por el VIH. El tratamiento incluye la combinación de varios fármacos antirretrovirales que evitan el deterioro inmunológico y suprimen la replicación viral. La terapia antirretroviral (TAR) es compleja, pues supone la administración de al menos tres fármacos (triple terapia) con un elevado número de tomas y de comprimidos por día, que producen efectos adversos, interaccionan con otros fármacos y que deben de tomarse en presencia o ausencia de alimentos.
El nombre genérico –o principio activo- de los medicamentos inhibidores nucleósidos de la transcriptasa inversa son: la zidovudina, didanosina, zalcibatina, estavudina, lamivudina, abacavir zialgen, cuyos nombres comerciales son Retrovir, Videx, HIVID, Zerit, Epivir, Zialgen. De los medicamentos inhibidores no nucleósidos de la transcriptasa inversa son: nevirapina, delavirdina y efavirenz, y sus nombres comerciales son Viramune, Rescriptor y Sustivida. Los ihibidores de la proteasa son: indinavir, ritonavir, saquinavir y nelfinavir, y sus nombres comerciales son: Crixizan, Norvir, Invirasey Viracept.
Con estos fármacos se consigue una reducción del progreso de la enfermedad y de la aparición de infecciones oportunistas, con lo que se ha logrado una extraordinaria reducción de la mortalidad y de los ingresos hospitalarios de los pacientes VIH positivos. Se comprende, por la complejidad de la medicación, la importancia de una exacta dosificación y administración. Tres días sin tomar correctamente la medicación pueden ser suficientes para hacer fracasar el tratamiento. Asimismo se ha de cuidar con esmero el estado nutricional del enfermo VIH (+), pues condiciona el curso de la enfermedad. En efecto, una malnutrición aumenta la morbilidad por alterar el normal funcionamiento del organismo ya que empeora la tolerancia al tratamiento.
Estos fármacos tienen un gran coste motivado por las prolijas y exhaustivas investigaciones que han desarrollado las grandes industrias farmacéuticas. Gracias a ellas, en los países desarrollados, se puede decir que el SIDA se ha convertido en una enfermedad crónica, y aunque en la actualidad incurable ha dejado de ser mortal.
La tragedia es en los países pobres, especialmente de Africa, que no tienen medios económicos para sufragar unos gastos tan importante. La Convención sobre el SIDA que tuvo lugar en Sudáfrica, el año 2001, de los países afectados de Africa, auspiciada por la ONU, ha denunciado la situación que padecen: hoy por hoy el SIDA es la primera causa de mortalidad de dicho continente, dada la imposibilidad de obtener fármacos asequibles a su economía, pues el coste de la medicación está valorado en una media de un millón cien mil pesetas a millón y medio (6610 – 9000 euros), por persona y año. En consecuencia, se reclama el abaratamiento de dichos fármacos, así como la posibilidad de fabricación de medicamentos genéricos de dichos principios activos. Por desgracia, la realidad sigue siendo muy desoladora.
9. ¿Continúa extendiéndose la epidemia?
Sí. La OMS estima que actualmente hay un incremento de más de 15.000 nuevos infectados por día, y se produjeron 5.3 millones de nuevas infecciones en el año 2001. El ritmo de crecimiento de la epidemia en los países del Tercer Mundo es mucho más rápido que en los países industrializados.
España es uno de los países de Europa con mayor incremento de casos al año; puede estimarse que aproximadamente unos 20 jóvenes se infectan cada día por el VIH en nuestro país.
Sin duda, la morbilidad y mortalidad del SIDA han disminuido notablemente. Sin embargo, coincidiendo con el control de la enfermedad gracias a los nuevos fármacos anti-retrovirales, estamos asistiendo a un incremento en la aparición de nuevos contagios. Este hecho probablemente es debido al clima de confianza en la opinión pública producido por las nuevas terapias, que lleva a muchas personas a no evitar conductas de riesgo.
Por ello, cuando se quiere realizar un juicio sobre la expansión de esta enfermedad, hay que valorar por separado ambos aspectos: evolución clínica de los pacientes e incidencia de nuevos infectados. Así pues, no se pueden realizar juicios excesivamente optimistas sobre la expansión de esta enfermedad, valorando únicamente los avances terapéuticos conseguidos, si paralelamente no se consigue disminuir también el número de nuevos infectados, especialmente los contagiados por vía heterosexual, cosa que por el momento no se está consiguiendo.
10. ¿Se puede cuantificar el riesgo de contagio del VIH por transfusiones de sangre contaminada?
Sí. Se infectan más del 90 por ciento de los receptores de sangre procedente de portadores del VIH. Desde 1987 es obligatorio en España excluir a estos donantes, y desde esas fechas puede decirse que el riesgo de infección por transfusiones se ha reducido casi por completo.
11. ¿Cómo se intenta evitar el contagio por esta vía?
Mediante dos procedimientos: la exclusión de donantes con prácticas de riesgo de infección por VIH, y la investigación sistemática de anticuerpos en todas las donaciones de sangre. Lo primero se logra con cuestionarios de autoexclusión a todos los donantes; lo segundo es ya norma obligada desde 1987 en la mayoría de los países desarrollados.
Otras recomendaciones para los bancos de sangre son: restringir al máximo posible el número de transfusiones; transfundir sangre del menor número posible de donantes distintos; reclutar preferentemente donantes de sexo femenino; promover la donación por parte de sujetos previamente conocidos como VIH negativos.
Así y todo, existe un riesgo residual mínimo de contagio del VIH a partir de donantes en el llamado período de ventana, es decir, en el tiempo en que el donante está recientemente contagiado pero todavía su organismo no ha generado anticuerpos contra el virus; este período suele durar entre tres y seis semanas.
12. ¿Es grande el riesgo de infección en los drogadictos?
Sí. Se contagian más del 90 por ciento de los consumidores de drogas que intercambian jeringuillas con personas infectadas. La mayoría de las personas infectadas y enfermas en España lo han sido por esta vía. Según los datos epidemiológicos más recientes, son casi el 60% del total de diagnósticos de SIDA.
13. ¿Cómo se intenta reducir el contagio entre drogadictos?
Se han intentado dos tipos de medidas: las que buscan reducir el uso de drogas por vía venosa, y las que pretenden reducir el intercambio de jeringuillas, cuando fracasa lo anterior. Entre las acciones del primer grupo está la administración oral de metadona, como sustitutivo de la droga endovenosa; entre las del segundo grupo está todo lo orientado a hacer fácil el acceso a jeringuillas nuevas, como su administración gratuita a los drogadictos.
Pero estas propuestas mantienen a los drogadictos en su dependencia y no son propiamente preventivas, sino limitativas de la epidemia de SIDA. Con las drogas “sustitutivas” y con el reparto de jeringuillas permanecen el problema central de la dependencia y de la aceptación del grave mal de la toxicomanía.
El modo más digno y adecuado de evitar el contagio entre drogadictos es ayudarles a abandonar la adicción. En este sentido trabajan muchas comunidades terapéuticas de apoyo.
14. ¿Es muy alto el riesgo de infección en los homosexuales?
En los homosexuales que practican el coito anal ese riesgo es muy elevado, sobre todo en el receptivo, y más aún cuando se mantienen contactos sexuales con varias parejas (promiscuidad homosexual). También hay posibilidad de transmisión del VIH mediante “sexo oral” (7% de los casos de homosexuales en San Francisco).
Los varones homosexuales fueron el grupo más afectado al inicio de la epidemia de SIDA, precisamente porque coincidían en ellos las relaciones sexuales de muy alto riesgo (como el coito anal) y la elevada promiscuidad.
15. ¿Qué propuestas existen para reducir la transmisión del VIH asociada a la homosexualidad?
En primer lugar, abstenerse de este comportamiento sexual, que es, obviamente, el modo absolutamente eficaz para prevenir esta vía de contagio. Esta es la verdadera prevención. Una terapia adecuada puede ayudar a equilibrar la vivencia de la sexualidad.
Pueden ser útiles, las siguientes medidas propuestas con frecuencia: no mantener relaciones sexuales con sujetos seropositivos; evitar la promiscuidad; rechazar el coito anal; y, en situaciones especiales, utilizar el llamado preservativo.
16. ¿Cuál es el riesgo de transmisión por relaciones heterosexuales?
La probabilidad de infección por el VIH después de una única relación heterosexual varía desde el 1/1000 al 1/10, aunque para los hombres que tienen relaciones con prostitutas infectadas la probabilidad de contagio puede elevarse al 3% – 5%.
Entre parejas heterosexuales que no tienen contactos sexuales con otras personas, y en las que el varón está infectado y la mujer no, la posibilidad de contagio después de dos años de relaciones sexuales normales, aún utilizando el preservativo, es de aproximadamente un 5%.
El contagio heterosexual es hoy, a nivel mundial, la principal vía de contagio del virus del SIDA. En los países en vía de desarrollo del 75% al 85% de los infectados lo son por contactos heterosexuales. En los países desarrollados este porcentaje es menor, aunque la vía heterosexual es la segunda causa de contagio.
En España, según los datos de 2000, el 22% de los nuevos contagiados lo han sido por contactos heterosexuales, aunque cabe destacar que esta vía adquiere un especial relieve en las mujeres, ya que representa aproximadamente el 40% de las nuevas infecciones.
17. ¿Cómo se intenta reducir la transmisión heterosexual del SIDA?
Hay unanimidad entre los científicos en que sólo la abstinencia sexual y las relaciones monógamas con persona no infectada aseguran la no transmisión del SIDA. Para los que quieran asumir el grave riesgo de mantener relaciones sexuales fuera de la monogamia con persona sana, la recomendaciones habituales son: utilizar el preservativo; evitar las relaciones sexuales con personas posiblemente infectadas; evitar las relaciones sexuales traumáticas, etc.
18. ¿Es eficaz el “preservativo” para evitar la transmisión del VIH?
Con toda objetividad se puede afirmar que el preservativo reduce las posibilidades de contagio por el VIH, pero no las elimina del todo. Existen numerosos estudios que lo confirman. El preservativo reduce el riesgo de infección por el VIH alrededor del 80% en términos relativos. En parejas en las que uno de los miembros está infectado el porcentaje de contagio en un año, usando el preservativo oscila entre el 1.5% y el 17%.
Las causas por las que el preservativo puede fallar son: ruptura, deslizamiento, mala utilización, así como la contaminación de la superficie externa del preservativo y la permeabilidad del látex a microorganismos, que aumenta en ocasiones por el clima, la temperatura y la humedad. Por tanto, es gravemente erróneo, desde el punto de vista científico, equiparar la utilización del llamado preservativo a “sexo seguro”.
19. ¿Cómo es que los porcentajes de seguridad del preservativo presentan estas diferencias tan grandes?
Porque es imposible realizar una evaluación exacta de su eficacia, al estar vedada cualquier posibilidad de diseñar experimentos prospectivos para medir su efecto protector. Ninguna Comisión de Deontología podría aprobar jamás un experimento clínico en el que se comparasen dos grupos, uno que usase preservativo y otro que no lo utilizase, en el que sujetos inicialmente no infectados mantuvieran, durante un período de tiempo determinado, relaciones sexuales con otros infectados, a fin de evaluar la tasa precisa de protección proporcionada por el preservativo. Por lo tanto, los porcentajes de protección serán siempre estimativos y con amplios márgenes de diferencia entre unas apreciaciones y otras.
Lo que no admite error, en todo caso, es que el preservativo reduce el riesgo de contagio del VIH, pero no lo elimina.
20. ¿Cuál es el riesgo de contagio en los hijos nacidos de madres seropositivas?
La transmisión ocurre más frecuentemente durante el final de la gestación. La probabilidad de que se produzca la infección en ausencia de profilaxis es de aproximadamente del 25-35% en los países en desarrollo y del 15-25% en los desarrollados. Actualmente, en este aspecto es donde más se ha avanzado en desarrollar adecuadas medidas preventivas y se ha conseguido reducir el riesgo de transmisión de madrea a hijo a menos del 5%.
21. ¿Qué medidas existen para reducir la transmisión materno-filial?
Los bajos riesgos descritos anteriormente se logran si:
a) Se administra zidovudina a la madre desde el principio del segundo trimestre hasta el final del embarazo e intraparto, y al recién nacido durante las 6 primeras semanas.
b) Se realiza la cesárea.
c) Se suprime la lactancia materna.
d) Se acorta el período entre la ruptura de membranas y el parto.
Está justificado, por tanto, no sólo tratar con zidovudina a toda madre gestante seropositiva, sino hacer una detección sistemática del VIH a toda embarazada (pidiendo previamente su consentimiento informado). Dado el aumento de la prevalencia del VIH en las madres de recién nacidos, son necesarios el consejo y la oferta sistemática de la prueba del VIH en todas las mujeres embarazadas.
22. ¿Es el SIDA una enfermedad específicamente distinta de las hasta ahora conocidas?
El SIDA tiene muchos aspectos comunes con otras enfermedades que han producido pánico en la historia: carácter contagioso, resultado fatal a largo plazo, extensión rápida hasta constituir una verdadera pandemia. Pero junto a estos caracteres, el SIDA tiene un elemento que hace de esta dolencia algo específicamente distinto: su transmisión va ligada a menudo a comportamientos reprobados por la moral, como son el consumo de drogas, la conducta homosexual y la promiscuidad sexual. Si estableciéramos alguna comparación entre el SIDA y alguna otra enfermedad reciente, la referencia podría ser la sífilis antes del descubrimiento de los antibióticos.
Por su carácter incurable, al menos hoy por hoy, hay un aspecto del SIDA que lo convierte en algo singular: por la responsabilidad moral que puede suponer el haberlo contraído y el poderlo transmitir a otras personas, se cae en la cuenta de las consecuencias del ejercicio de la libertad. Además, el SIDA plantea ante nuestra civilización dos cuestiones adicionales, con una intensidad que hoy no es en absoluto frecuente: por un lado, lo inevitable de la muerte; por otro, las limitaciones de la ciencia y de la técnica, que no tienen respuesta eficaz para todo.
Por un comprensible mecanismo psicológico, mientras existe posibilidad de curación el hombre tiende a alejar de sí la perspectiva de la muerte y basa su seguridad en la eficacia de la ciencia y de la técnica. Pero el SIDA confronta con la necesidad de admitir que la naturaleza plantea límites morales: es propio de la verdad de la libertad humana el asumir las consecuencias, a veces irreparables, de los propios actos; la muerte es la perspectiva vital de todos, y la ciencia y la técnica no son la panacea que lo resuelva todo. De ahí el pánico generalizado que el SIDA produce en nuestros días, y que plantea la necesidad de reflexionar sobre lo correcto o erróneo de algunos elementos culturales que configuran la mentalidad contemporánea.
23. ¿Puede decirse, pues, que en el problema del SIDA existe un aspecto que podríamos llamar cultural?
Sí, por dos razones: la primera es que, en las sociedades desarrolladas, la enfermedad y la muerte se consideran como poco menos que fracasos de los que hay que huir a todo trance, y, en estas condiciones, se tiende a poner en la ciencia y la técnica toda la esperanza; pero el SIDA pone de manifiesto que eso no es suficiente: aunque los avances científicos y técnicos ayuden mucho a la calidad de vida y al bienestar social, tienen unos límites y no pueden anular la responsabilidad del hombre, que debe asumir las consecuencias de sus actos.
La segunda razón es que, al no conocerse para este mal un tratamiento curativo médico eficaz, surge la idea de que sólo puede ser combatido con medidas preventivas tendentes a lograr cambios en la conducta personal; lo cual plantea la cuestión de los valores éticos, es decir, de los criterios últimos de lo que se puede hacer y lo que no se debe hacer. Eso pone en cuestión algunos prejuicios de la cultura moderna como un ejercicio de la libertad sin restricciones ni valores, la irrelevancia social de algunos comportamientos que se llaman privados, etc.
En este sentido, el SIDA, además de una enfermedad, produce un fenómeno cultural que incita a la sociedad contemporánea a replantearse todo un sistema de valores que algunos daban por supuestos. Los criterios necesarios en materia de conductas preventivas del SIDA parecen afectar así, de una forma peculiar, a algunas de las consideradas libertades individuales.
24. ¿Cómo puede afectar a las libertades individuales la prevención del SIDA?
Los que viven en sociedades desarrolladas ya no están acostumbrados a imponerse auto-limitaciones en su conducta ni siquiera para evitar poner en peligro su vida o su salud, especialmente en lo que se suele llamar libertad sexual. La auto-limitación en las conductas personales como medida preventiva sólo se acepta en materia de accidentes (seguros, cinturones de seguridad, casco para motoristas, mineros o trabajadores de la construcción, etc.), y en algunos comportamientos muy concretos, como el hábito de fumar. Pero en el caso del SIDA, el autocontrol en algunos comportamientos con finalidad profiláctica -rechazo del consumo de ciertas drogas y, sobre todo, de las prácticas homosexuales o de la promiscuidad sexual- se considera por algunos una intromisión inaceptable en la autonomía del individuo.
25. ¿Por qué la exclusión de conductas de riesgo se considera en unos casos como una intromisión, y en otros, no?
Porque el consumo de drogas y los comportamientos sexuales están considerados por quienes participan de esta mentalidad como una manifestación primigenia y absoluta de la libertad que define al hombre y, por lo tanto, como esenciales a la autonomía del individuo.
En consecuencia, esta mentalidad dificulta una actitud coherente de lucha social contra la transmisión del virus ligada al consumo de drogas, ya que muchos legitiman el consumo privado aunque sean partidarios de perseguir su tráfico.
En cuanto a la transmisión por vía sexual, se tiende a negar que existan criterios objetivos para juzgar que determinadas conductas sexuales implican riesgos para la salud.
26. ¿Y no sería lógico que la extensión del mal diera origen a un cambio profundo en la mentalidad social, y que las conductas de riesgo -como la promiscuidad sexual o el consumo de drogas- fueran rechazadas mayoritariamente?
En efecto, así parece. Pero la relación que se establece entre las “conductas de riesgo” de contagio del SIDA y las libertades individuales (como el ejercicio de la autodeterminación en materia sexual), hacen que cualquier intervención de los poderes públicos que tienda a reducir la práctica de las primeras se considere una extralimitación o, en su caso, una vulneración de la neutralidad ética exigible -según esta mentalidad- al Estado.
Este planteamiento de la cuestión hace del SIDA una enfermedad que suscita problemas sociales muy singulares y distintos de los que se producen con otras enfermedades. El SIDA y toda la problemática social y el debate que lleva consigo sólo puede comprenderse en este peculiar contexto cultural en las sociedades occidentales a finales del Siglo XX.
Además, las personas que tienen conductas de riesgo tienden a centrar su vida en dichas conductas y a desatender irresponsablemente el riesgo que corren y en el que ponen a otros. Y hay que considerar que se da un intervalo de tiempo frecuentemente largo entre la contaminación por el virus y el descubrimiento de la misma. Durante ese tiempo ha podido infectar a muchas personas sin saberlo.
La peculiar epidemiología del SIDA hace que sea una auténtica pesadilla para la prevención, porque el período desde que el paciente se infecta hasta que empiece a ser contagioso es sólo de días, mientras que el de incubación, antes de que se desarrollen los síntomas (portador sano), dura unos 10 años.
27. ¿Cuáles son las características principales de este contexto cultural en relación con el SIDA?
Entre los años 60 y 70 se desarrolla en esas sociedades (y, como eco, en muchas otras) la denominada “revolución sexual”. Su idea central es la separación radical de los conceptos de amor conyugal y sexualidad humana, de sexualidad y procreación. Se piensa, erróneamente, en una libertad separada de todas las tendencias naturales, de modo que el cuerpo humano no tendría un valor moral propio, sino que el hombre sólo sería libre cuando reelabora el significado de tales tendencias según sus preferencias, imponiendo sobre las leyes de la naturaleza su propio arbitrio. Eliminado el aspecto procreativo, propio de la verdad moral del amor conyugal y de la biología y naturaleza sexual, su verdad completa queda falseada, como ocurriría si se redujese el amor sexual al mero aspecto reproductor. De esta manera, la homosexualidad o la promiscuidad sexual pasan a constituir opciones alternativas equiparables al ejercicio de la sexualidad en el matrimonio, en lugar de ser conductas contrarias a las leyes de la sexualidad humana.
Este modo de pensar elimina la diferencia moral entre actos naturales, conformes con la dignidad de la persona humana, y actos no naturales, contrarios a esa dignidad y a la naturaleza del ser humano. Elimina, en consecuencia, toda referencia ética acerca de cualquier conducta sexual, de forma que ya no es posible establecer ninguna distinción entre lo que está bien y lo que está mal en esta materia.
En estas condiciones, al legitimar cualquier conducta sólo por responder a la libertad entendida como mera ausencia de restricciones, la sociedad se auto-desarma, porque ha renunciado a las claves que permiten hacer un juicio sobre la ética de las conductas personales, y queda paralizada a la hora de luchar contra la raíz moral de lo que ya es una verdadera pandemia, porque sólo puede actuar contra algunas de sus manifestaciones periféricas. Este desarme moral de la sociedad se traduce en la impotencia de los poderes públicos para actuar. El resultado inevitable de esta situación es que la infección no cesa de extenderse.
28. Y la drogadicción, ¿también es un fenómeno propio del contexto cultural de nuestro tiempo?
Aunque el consumo de sustancias estupefacientes o alucinógenas viene de muy atrás y formó parte de los usos de algunas antiguas civilizaciones (orientales e indígenas americanas, principalmente), los fundamentos culturales de su uso en nuestros días y en países económicamente desarrollados no provienen de aquellos tiempos remotos, sino que se insertan en el marco que acabamos de considerar. Pretender erróneamente afirmar la propia libertad frente a toda tendencia natural, junto a una mentalidad según la cual sentirse bien y triunfar en las situaciones más competitivas son los principales objetivos de la vida, constituyen el caldo de cultivo para la extensión de la drogadicción.
Debido a las consecuencias económicas y sociales que acarrea la drogadicción (puerta de muchos delitos, degradación física y psicológica de los adictos, graves problemas familiares, etc.), los poderes públicos encuentran más apoyo social para luchar contra este fenómeno, y lo hacen con más intensidad que contra los efectos socialmente perniciosos de la irresponsabilidad sexual; pero, al igual que en este caso, sólo lo hacen por sus consecuencias y en algunos aspectos circunstanciales, no contra sus causas profundas, que, como queda dicho, son efecto de este clima social proclive a considerar cualquier actitud ante la vida como opción alternativa, tan respetable como cualquier otra.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la drogadicción, por sí misma, no es un vehículo de transmisión del SIDA, sino que lo es sólo el intercambio de jeringuillas en el uso de drogas administradas por vía endovenosa. Pero en la medida en que se extiende este tipo de drogas, aumenta sin remedio también el riesgo de contagio.
29. Entonces, ¿cómo se combate socialmente el SIDA en la actualidad?
Se combate, o, mejor dicho, se pretende combatir, desde un modelo que podría calificarse de ideológico, que se inspira básicamente en una supuesta neutralidad absoluta del Estado en todo lo concerniente a las conductas privadas de los individuos, por funestas que sean socialmente sus consecuencias. Y cuando éstas se dejan sentir visible y dramáticamente, los poderes públicos no pueden con facilidad e incluso no quieren, volverse atrás en la ideológica aceptación igualitaria de todos los comportamientos en la sociedad. Aun conociéndose claramente y sin lugar a dudas las conductas de riesgo que deberían desterrarse para evitar la transmisión del virus (drogadicción, promiscuidad sexual), los gobernantes se limitan a recomendar estrategias o técnicas que permitan continuar con esos hábitos, pero con menor riesgo: por ejemplo, no intercambiar jeringuillas o utilizar preservativos.
30. Y esto, ¿es suficiente, o no lo es?
Es por completo insuficiente, porque de esta manera se intenta poner una especie de remiendo al problema que, sin embargo, no se resuelve en verdad. Además, es gravemente peligroso para la sociedad, como se encarga de demostrarlo la pura estadística, que acredita que después de las campañas masivas y las inversiones crecientes de fondos públicos que conocemos, no cesa de aumentar el número de personas infectadas. Y quizás no es exagerado decir que este modo de concebir la lucha contra el SIDA es responsable, en buena medida, de la expansión de la epidemia.
31. ¿Significa todo esto que la sociedad tendría que considerar necesaria no sólo la prevención de los efectos, sino también de las conductas o los comportamientos irregulares que dan origen a la expansión del SIDA?
Así debería ser en buena lógica. Pero la conexión que fácilmente surge entre conductas de riesgo y comportamientos considerados tradicionalmente como inmorales en virtud de convicciones religiosas, hace que cualesquiera medidas de censura social o legislativa respecto de estas conductas sean interpretadas en nuestro presente contexto cultural como la imposición de una moral o una religión particular y, en consecuencia, como un intento de regreso a épocas inquisitoriales o de defensa de fundamentalismos ideológicos intransigentes.
32. ¿Y es correcta esta forma de enfocar la prevención del SIDA?
No, porque decir que ciertas conductas relacionadas con el sexo o las drogas suponen un riesgo para la vida no es una afirmación moral o religiosa, sino la constatación de algo evidente. El hecho de que esta constatación coincida con los planteamientos morales de determinadas religiones sólo significa que éstas son muy congruentes con la verdadera naturaleza de las cosas. Por lo tanto, cuando la sociedad o los poderes públicos actúan frente a dichas conductas teniendo presente la evidencia, no se están plegando a ninguna imposición religiosa, sino que, al tomar decisiones, se limitan a respetar la realidad.
Por sorprendente o absurdo que pueda parecer, en muchas de las polémicas sobre la prevención del SIDA no subyace otra cosa que la obstinación en el error de negar la evidencia de los datos, ya que éstos van contra algunos arraigados prejuicios de la sociedad actual.
33. Entonces, ¿es inevitable que el SIDA siga propagándose más y más, al menos en las sociedades que viven con este sistema de valores?
No lo es, pero es difícil evitarlo mientras no se cambie toda esta mentalidad: una enfermedad que se difunde a través de comportamientos. Así ocurre con los drogadictos, para quienes el SIDA es una amenaza a lo que ellos consideran un estilo de vida alternativo. También es el caso de algunos homosexuales, que ven en toda medida de profilaxis un ataque a sus pretensiones de conferir a sus relaciones el valor de una relación heterosexual o, incluso, el del mismo matrimonio.
34. ¿Cuál podría ser entonces un enfoque correcto de la lucha social contra el SIDA?
De entrada, además de combatir científica, clínica y humanamente la enfermedad, es preciso aceptar, como un hecho, que en la gran mayoría de casos existe una interdependencia entre infección por el virus del SIDA y determinados comportamientos o estilos de vida. Todos los ciudadanos deben sentirse implicados en la prevención de esta grave pandemia. Y especialmente los grupos y personas considerados de mayor riesgo de poder ser infectados.
35. ¿Se puede concretar la prevención social contra el SIDA?
Hay dos tipos de prevención, que deberían conjugarse armónicamente. Por una parte, la que podríamos llamar prevención primaria fundamental, orientada a prevenir el arraigo de la enfermedad, que debe inspirarse en una visión de la sexualidad humana acorde con el bien integral de la persona y que incluye:
a) la educación y formación de las virtudes, sobre todo en la adolescencia, en la integración de la dimensión sexual en el conjunto de la personalidad; y
b) la evitación de riesgos para la propia salud y para la propia vida.
Esta visión, necesariamente, ha de rechazar cualquier teórica neutralidad frente al valor ético y las implicaciones sociales de las distintas conductas de la persona. Esta es la prevención social básica del problema del SIDA, la más descuidada por los poderes públicos en nuestros días.
Hay después un procedimiento de reducción del daño: se trata de una posición médico-epidemiológica que, sin recusar la bondad y la lógica de la prevención primaria, sostiene que en situaciones muy concretas de inminente contagio y cuando sean ineficaces los planteamientos de autodominio, se pueden utilizar medios que, aun no modificando los comportamientos desordenados, y persistiendo el riesgo, puedan al menos disminuir sus efectos.
36. ¿Se podría concretar más la prevención primaria fundamental del SIDA?
Una prevención primaria debe abordar dos tipos de medidas. Unas primeras, orientadas a los grupos de riesgo, pero ampliables a toda la población, que informen de forma correcta e integral acerca de las causas del SIDA y de las circunstancias que lo promueven y difunden. Esta información ha de ser veraz y real, lo que exige no reducirla ni manipularla con la intención de defender los tabúes y los mitos ideológicos de la revolución sexual. Por tanto, en estas campañas informativas debe decirse que, salvo en los casos accidentales (transfusión de sangre contaminada, por ejemplo) o en la transmisión del virus de la madre al hijo aún no nacido, el SIDA es una enfermedad que se adquiere a la carta, por así decirlo, ya que es seguro que no se va a contraer si se ponen los medios adecuados para impedir el contagio.
Pasó, afortunadamente, el tiempo en que en algunas sociedades desarrolladas, concretamente la española, se consideraba el consumo de drogas (especialmente las erróneamente llamadas blandas) como algo inocuo. Pero debe insistirse en que la mejor manera de prevenir el SIDA es, en relación con la conducta sexual, el ejercicio de la abstinencia y mantener relaciones íntimas sólo en el seno del matrimonio con persona no infectada.
El segundo tipo de medidas se orienta a la educación -especialmente de los adolescentes- acerca de la dimensión sexual de la persona, que se base en una visión de esta realidad integrada en el conjunto de la personalidad, y no en la supeditación de la persona a su faceta sexual. De este modo será posible acercarse al fondo de una de las principales causas detonantes del SIDA, que es la infra-cultura de la promiscuidad sexual. Se trata de fomentar estilos de vida sanos, acordes con la integración moral de las dimensiones físicas y psíquicas de la persona humana, donde se destaque el sentido de la sexualidad y su significado en el marco de la vida conyugal, y donde se evidencie toda la tragedia humana que puede estar detrás de unos comportamientos frívolos aparentemente lúdicos (que suelen promoverse entre los más jóvenes) que pueden conducir a la promiscuidad sexual y a la droga y, por medio del SIDA, a la frustración y a la muerte.
37. Pero esto, ¿no significa entrometerse en la vida privada de los individuos?
Ciertamente, no. Lo que significa es asumir la responsabilidad social de frenar el arraigo de conductas o modos de vida que ponen en peligro grave la salud de un gran número de ciudadanos. La expansión creciente del SIDA por vía heterosexual, en nuestro ámbito, es un importante argumento que debe ser invocado para la protección de ese bien que es la vida de los ciudadanos, que se pone en riesgo en la medida en que se avalan estilos de vida que aumentan las situaciones de riesgo.
38. ¿Tienen los educadores una responsabilidad en la lucha contra el SIDA?
Indudablemente. La educación para vivir de forma serena y alegre la realidad sin recurrir a las drogas y la sexualidad propia en la preparación para el amor responsable, es el único camino para la plena madurez personal. En el camino desviado, en la falsa información, en la ilusión de “paraísos artificiales” o de un falso “sexo seguro”, está la amenaza del SIDA, de la drogadicción, de otras enfermedades de transmisión sexual y en muchos casos la realidad de la muerte.
39. ¿Cuáles son los valores educativos que deberían promoverse como primer frente ante la expansión del SIDA?
Como queda dicho, el primer medio de prevención educativa es transmitir a los m&aacut
Comments 11
tengo duda
el sida daña tu aprendizaje?
renpondan por favor
no
Buenas he tenido muchas parejas sexuales demasiados , mis parejas últimas han tenido embarazó de otras personas y sus exámenes de vdrl y vih han salido bien sin ninguna enfermedad estos resultados son fiables
tengo artrosis a la rodilla estoy en tratamiento (6) meses tomando glucosamina condroitina , se que este medicamento la usan para
“curar” o controlar el vih(sida) , el medico me ha pedido q me haga un prueba d vih.Mi pregunta es : despues d tomar este medicamen
to (6 meses) me hare la prueba d vih , la glucosamina condroitina altera los resultados d ser portador , o no ser portador del vih? respondanm porfa gracia.
ojo ahi mismo al cumplir los 6 meses sigo tomando la glucosanima condrotina , y me hare la prueba d vih el medicamento mencionado
altera los resultados d ser portador , o no ser portador del vih?. responder por favor gracia.
Debería preguntar a su médico
No se que edad tienes. La artrosis prematura podría darse en pacientes con vih ya que esta infección facilita que muchos tipos de patologías se manifiesten en edades más tempranas de lo habitual. Puedes hacerte la prueba con tranquilidad ya que la glucosamina no altera los resultados, de hecho, pocas medicaciones tienen capacidad de alteración de las pruebas de detección de vih
99 si daño a alguien no es mi problema MÉXICO ES LIBRE DE EXPRECION los catolicos piensan mal en la biblia no dice nada sobre homosexuales en genesis todo el libro dice Dios creo al hombre y a la muje mas no dice, Dios creo ala mujer,hombre,homosexuales,heterosexuales, solo dice AL HOMBRE Y DE LACOSTILLA DEL HOMBRE SE CREO LA MUJER
Y eso que no por ser católicos todos pensamos mal de los homosexuales pendejo respeta a los demás
gracias son muy buenas GG
muy buena informacion