En una reciente conferencia (1), el profesor Santiago Grisolía dividía la Historia de la Medicina en tres etapas: la medicina antigua, diagnóstica, con pocos fármacos eficaces; la medicina actual, curativa, con tratamientos para un número cada vez más amplio de enfermedades; y la medicina del futuro, predictiva, gracias a los …
En una reciente conferencia (1), el profesor Santiago Grisolía dividía la Historia de la Medicina en tres etapas: la medicina antigua, diagnóstica, con pocos fármacos eficaces; la medicina actual, curativa, con tratamientos para un número cada vez más amplio de enfermedades; y la medicina del futuro, predictiva, gracias a los avances en el conocimiento de los genes. Su conferencia llevaba por título El Genoma Humano y la Medicina Predictiva..
Grisolía puede considerarse el científico español más comprometido en el Proyecto Genoma Humano puesto que detenta cargos internacionales relacionados con el Proyecto como el de Presidente del Committee for Scientific Coordination de la Unesco y el de Coordinador para Europa. Además ha sido el organizador de dos importantes Workshops internacionales en Valencia: la de octubre de 1.988, cuyos objetivos eran definir el estado actual de los conocimientos sobre la cartografía genética humana y estimular la cooperación internacional, y la de noviembre de 1.990 que trató -además de algunos aspectos técnicos- las repercusiones éticas del Proyecto Genoma Humano.
No es frecuente que los medios de difusión se hagan eco de los proyectos de investigación científica. Pero, desde hace dos años encontramos en ellos muchas referencias al llamado Proyecto Genoma Humano. No siempre las noticias son rigurosas desde el punto de vista científico, ni los lectores están preparados para comprender plenamente lo que una investigación de este tipo representa, ni se valora suficiente y objetivamente su alcance social y ético. Cuando se habla de problemas éticos en un proyecto de investigación, da la impresión de que la ética representa un incómodo obstáculo y una fuente de problemas para el avance de la Ciencia. ¿No es bueno conocer el genoma humano completo?, ¿no es bueno que la medicina pueda prevenir la enfermedades en lugar de limitarse a curarlas? La respuesta a una pregunta planteada de este modo no puede ser más que afirmativa. Ahora bien, las cosas no son así de simples: eso es cierto, pero según, cómo y para qué.
Algunos datos sobre el DNA humano.
Se calcula que el número de células de un humano adulto es del orden de 1014; todas ellas tienen el mismo DNA porque proceden, por simples divisiones mitóticas, del zigoto formado por la fusión de los gametos materno y paterno. En esta molécula de DNA se encuentra toda la información necesaria para sintetizar todas las sustancias -RNA y proteínas enzimáticas, reguladoras y estructurales- que controlan el desarrollo y la actividad biológica del individuo; se denomina gen al segmento del DNA que contiene la información para una determinada proteína.
Desde los primeros días del desarrollo embrionario u ontogénesis las células se van especializando estructural y funcionalmente dando origen a los distintos tejidos y órganos. Las células, que inicialmente son totipotentes, van perdiendo sucesivamente esta capacidad por diversos y bastante desconocidos mecanismos de represión génica: mientras unos genes son activados específicamente en un determinado tejido, otros genes quedan inactivos.
El DNA es una doble cadena de polinucleótidos formada por pares complementarios de las cuatro bases nitrogenadas conocidas como A (adenina), G (guanina), C (citosina) y T (timina). En el hombre, el número de pares de bases (bp) de su DNA se cifra en alrededor de 3.000 millones. La longitud del DNA de una célula humana es de, aproximadamente, 1 metro y su grosor de 2 nm, 2 millonésimas de milímetro. Estos datos son proporcionalmente equivalentes a un cable de 2 mm de grosor con una longitud de 1.000 Km. A esta escala, cada par de bases ocuparía 3 décimas de milímetro.
Cuando la célula ha de dividirse, duplica su molécula de DNA con el fin de repartir una copia exacta a cada una de las dos células hijas en el proceso de mitosis. Para lograr la correcta distribución de estas gigantescas moléculas -que ahora ocupan dos metros de longitud, contenidas en un núcleo de unos 10 micrómetros de diámetro-, la célula empaqueta su DNA en varios órdenes de espiralización valiéndose de proteínas estructurales, hasta formar unos corpúsculos independientes y dobles, denominados cromosomas, que se observan especialmente bien en las metafases mitóticas. El número y forma de los cromosomas es constante y característico de cada especie. Su estructura es extraordinariamente compleja y precisa; aunque no se conoce en detalle su ultraestrucutra ni el mecanismo íntimo de condensación cromosómica, se sabe que los distintos genes se sitúan siempre en la misma posición en los cromosomas. Con distintas técnicas tintoriales es posible diferenciar una alternancia de bandas claras y oscuras en los cromosomas lo que permite determinar con bastante precisión la localización de los distintos genes. En el hombre existen 23 pares de cromosomas en los que se han identificado más de un millar de bandas.
Una grosera estimación del número de genes humanos baraja cifras de entre 50.000 y 100.000. Pero estos 100.000 genes no están situados uno a continuación de otro en el DNA, sino irregularmente repartidos y, además, fraccionados. Desde 1.977 se sabe que en los genes de los animales superiores hay una alternancia de secuencias traducibles (exones) y secuencias no traducibles (intrones). Además existen largas porciones de DNA formadas por secuencias repetitivas, como las secuencias Alu repetidas unas 900.000 veces, sin información génica conocida y probablemente inexistente, cuyo significado biológico tiene perplejos a los investigadores, aunque parece haber acuerdo en que no interviene directamente en la actividad metabólica. En resumen, el DNA de los organismos eucarióticos, entre los que se encuentra el hombre, está formado en casi un 90 % por secuencias sin sentido biológico conocido.
Ciertamente, sólo con los últimos avances en biología molecular ha sido posible plantearse la posibilidad de desmenuzar una estructura tan compleja. De momento, se han identificado unos 5.000 genes, pero sólo cerca de 2.000 se han localizado en los distintos cromosomas. Los genes secuenciados por completos rondan el millar, aunque estas cifras aumentan día a día.
El Proyecto Genoma Humano.
La idea de identificar la secuencia completa del DNA humano completo la lanzó por primera vez Robert Sinsheimer en 1.985 y fue tema de animado debate en el simposio sobre Biología molecular del Homo sapiens celebrado en Cold Spring Harbor (Nueva York) en 1.986.
En octubre de 1.988 tuvo lugar en Valencia la primera reunión internacional sobre el tema, promovida por Santiago Grisolía, director del Instituto de Investigaciones Citológicas de Valencia, aunque el Instituto no trabaja directamente en el Proyecto. Grisolía recibió el premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica en 1.990. A esta primera reunión asistieron unos 200 científicos de talla internacional, entre ellos los premios Nobel Ochoa, Dousset y Smith, aunque no asiste James D. Watson. Sus objetivos eran definir el estado actual de conocimientos sobre el Mapa del Genoma Humano y estimular la cooperación internacional en el proyecto.
En 1.989 el Instituto Nacional de Salud (N.I.H.) de Estados Unidos pone en marcha el Proyecto Genoma Humano, nombrando director a James Watson, el descubridor con Crick de la estructura del DNA. Su objetivo es determinar, en un plazo de 15 años, la secuencia completa de nucleótidos del DNA humano. Para ello se destina un presupuesto de 3.000 millones de dolares, es decir, un dólar por cada base del DNA descifrada, si bien esta cifra es más bien simbólica y no representa más que una aproximación orientativa. Hace cinco años el coste de cada par de bases secuenciadas era de unos cuatro dólares, pero han cambiado mucho las cosas desde los primeros métodos de secuenciación del DNA desarrollados por Gilbert y Sanger en 1.977, que sólo permitían secuenciar 100 bp diarios, hasta los modernos sistemas automatizados en fase sólida, que permiten secuenciar 30.000 bp en el mismo tiempo. La tercera parte del presupuesto global se destina a los equipos y programas informáticos necesarios para almacenar y procesar eficazmente tal volumen de información.
En realidad el programa tiene dos fases: en los primeros cinco años se espera lograr una cartografía génica completa, es decir, determinar la localización exacta de los cerca de 100.000 genes que se supone constituyen el genoma en los 23 pares de cromosomas humanos; en los diez años sucesivos se espera secuenciar completamente los 3.000 millones de pares de nucleótidos de que se compone el DNA humano.
La cartografía genética y la secuenciación del DNA son conceptos distintos, pero relacionados entre si y complementarios. La cartografía es más fácil y puede realizarse rutinariamente por técnicas como la hibridación in situ, pero para ello es necesario disponer de la cadena de DNA o RNA para lo que es necesaria la secuenciación. Todo ello permitiría no sólo un diagnóstico más fino de las alteraciones genéticas, sino también la manipulación del genoma.
En abril del mismo año (1.989) tiene lugar otro congreso, eminentemente técnico, también en Cold Sping Harbor de Nueva York titulado Cartografía y Secuenciación del Genoma, en el que Watson ya tiene un papel preeminente.
Un acontecimiento médico significativo tiene lugar poco después. En septiembre de 1.990 se obtiene la primera autorización en Estados Unidos para realizar una terapia génica en personas. En esas fechas French Anderson extrajo las células de la médula ósea de una niña burbuja incapaz de fabricar el enzima ADA (adenosina deaminasa), necesaria para el funcionamiento del sistema inmune. Las transformó en laboratorio introduciendo el gen mediante un vector viral, y las reimplantó en la paciente con la esperanza de que fabricasen suficiente cantidad de enzima. En los primeros meses parecía que el tratamiento había tenido éxito, pero desgraciadamente, durante este verano se está comprobando una caída progresiva de la curva de actividad del enzima: parece ser que el clon de células transformadas no debía ser troncal, sino algo diferenciado, por lo que no es capaz de perpetuarse.
En noviembre de 1.990 tuvo lugar en Valencia un nuevo congreso sobre el Prpyecto Genoma Humano en el que participaron los premios Nobel Watson, Gilbert y Dausset junto con representantes de distintas confesiones religiosas, de la CEE, UNESCO, etc. El motivo de que se invitase a tan variados representantes se encontraba en que el tema central del congreso era el aspecto ético.
El congreso resultó polémico en algunos aspectos, como cabía esperar de una reunión tan variopinta, aunque se alcanzaron algunas conclusiones generales que se publicaron en toda la prensa con el nombre de Declaración de Valencia, de 14 de noviembre de 1.990 (su contenido puede consultarse en Cuadernos de Bioética, nº 4, p. 6). La verdad es que las conclusiones resultan demasiado generales y no aclaran con precisión algunas de las repercusiones éticas más importantes del tema.
Recientemente la prensa anunciaba que la Organización del Genoma Humano, asociación profesional internacional sin fines de lucro conocida por la sigla GUHO, registrada en Suiza y dirigida por el profesor Victor McKusick, celebrará en octubre de este año (1.991) una reunión patrocinada por el semanario estadounidense Science. En ella, unos 300 especialistas de 50 paises se distribuirán las tareas para localizar los genes involucrados en los mecanismos de inmunidad y tratar de identificar los genes responsables de alteraciones del crecimiento y de otras enfermedades.
División de opiniones
El Proyecto Genoma Humano no ha sido recibido con tanto entusiasmo en el mundo científico como en los medios de comunicación.
Una investigación estaría justificada cuando se cumplieran las siguientes condiciones: a) que el investigador sea competente en el tema de estudio, b) que exista posibilidad de alcanzar un resultado positivo en función de los conocimientos previos, c) que el objeto de la investigación y los resultados que se esperan obtener se encuentren en proporción con los medios empleados, y d) que no haya otros temas más urgentes o con mayor grado de necesidad susceptibles de ser abordados por el equipo investigador; la urgencia de un tema de investigación puede estar basada, por ejemplo, en su interés científico básico, en los beneficios que pueda reportar a la sociedad o en la necesidad de obtener información para futuras investigaciones.
Dando por supuesto que se cumplen los dos primeros puntos, deberían analizarse los dos últimos. Nadie duda del interés científico de conocer a fondo el genoma humano; el problema se plantea en cuestión de prioridades. La principal objeción se basa en que el desciframiento debería hacerse en función de las necesidades científicas, no de forma global e indiscriminada.
La simple secuenciación parece ser un trabajo rutinario y poco creativo, pero además es dudoso que haya proporción entre la información inconexa que se pueda obtener y los medios económicos y humanos utilizados. Se piensa también que iría demasiado dinero para esas investigaciones rutinarias en perjuicio de otros campos de investigación.
Concretamente, parece no tener mucho sentido conocer el orden de los 3.000 millones de pares de bases del DNA, cuando el 90% de ellas son repetitivas y sin significado genético. De hecho, cabe pensar que muchos fragmentos del DNA que serán secuenciados no se sabrá si corresponden a algún gen, o a qué gen en concreto corresponden, o no se podrá determinar qué partes de la secuencia corresponden a intrones, exones o zonas de control génico. En lugar de ello se propone que la cartografía y secuenciación se centre en los genes que la comunidad científica necesita para profundizar en otras investigaciones, en los que permitieran mejorar los productos biotecnológicos y en los que fueran susceptibles de terapia génica.
Por otra parte, se considera que hay muchas cosas más urgentes y básicas que se deberían dilucidar y para las que sería muy necesaria la actividad de todos los centros de investigaión especializados en estos campos. Algunas de estas cuestiones, todavía no resueltas, son las siguientes: mecanismos químicos y estructurales de control de la expresión génica, determinación de los polimorfismos o variaciones individuales de un mismo gen, organización física de los cromosomas en las distintas fases del ciclo celular, función o significado biológico del 90 % de secuencias no traducibles, mecanismos de la respuesta inmunitaria, genes implicados en procesos de desarrollo, descripción de las causas y mecanismos de las mutaciones de protooncogenes a oncogenes, desarrollo de vacunas contra el SIDA y otras enfermedades, etc. etc. etc. A esto debe añadirse la necesidad de que muchos equipos de investigación trabajen en campos que podrían contribuir a paliar las deficiencias en el desarrollo socioeconómico de los paises subdesarrollados, como podrían ser el combate contra viejas enfermedades infecciosas, el desarrollo de la biotecnología o la mejora genética agropecuaria.
En algunas ocasiones se ha querido comparar el Proyecto Genoma Humano con el Proyecto Apolo que permitió al hombre poner el pie en la luna. No hay duda de que es una comparación con el sello megalomaníaco made in USA. Sin embargo, aparte de que la diferencia entre ambos presupuestos es de un orden de magnitud a favor del Apolo, no parece que las escasas aplicaciones prácticas derivadas directamente de la conquista de la luna constituyan un buen argumento para apoyar la conquista del genoma humano. Pero puede decirse, en sentido contrario, que las consecuencias indirectas de tales proyectos, en cuanto a desarrollo tecnológico por ejemplo, justificarían ampliamente sus resultados finales.
Ciertamente, los argumentos pueden no ser demasiado convincentes y, desde luego, son discutibles, pero dejan entrever que los científicos no son unánimes en el apoyo al Proyecto tal como, al menos inicialmente, se ha planteado. Da la impresión de que hay demasiado dinero en juego y demasiada propaganda, dos factores que habitualmente no son buenos aliados de una investigación científica independiente y objetiva. De todas formas, el Proyecto está en marcha y no parece correcto hacer juicios de valor apriorísticos. Los resultados darán la razón a unos u otros. Como en todo avance en el conocimiento de los secretos de la naturaleza lo correcto es felicitarse de ello,… y pensar cómo va a ser utilizado.
Aplicaciones de la secuenciación del genoma humano…
Podría pensarse que el desciframiento del genoma humano es un tema típico de Ciencia básica, como contrapuesto a Ciencia aplicada y, en este sentido, estaría liberado de toda responsabilidad social. Una situación típica de esta problemática la relata el físico y filósofo Werner Heisenberg (2). Estando prisionero de los aliados junto con Otto Hahn, el descubridor de la fisión del Uranio, tuvo lugar el lanzamiento sobre Hiroshima de la bomba atómica preparada por Robert Oppenheimer. Hahn se sentía profundamente deprimido por las consecuencias de su descubrimiento. Otro de los físicos allí confinados planteó la siguiente cuestión: ¿tiene razón Otto Hahn al sentirse, en cierto modo culpable?, ¿somos todos nosotros corresponsables de este desastre? El mismo Heisenberg busca una respuesta tranquilizadora distinguiendo entre descubrimiento científico, que se consigue sin previo conocimiento de sus aplicaciones prácticas, e invento, realizado en orden a una aplicación concreta.
¿A cuál de estas dos categorías pertenece el Proyecto Genoma Humano? Probablemente deberíamos incluirlo en las dos, dependiendo de la intencionalidad de la investigación. La intencionalidad, la finalidad o el para qué es el elemento esencial para determinar la moralidad de un acto humano.
En la compleja red de interacciones de las sociedades desarrolladas, cada vez es más difícil establecer la vieja distinción entre Ciencia básica y Ciencia aplicada. La dependencia de los poderes económicos, ya sean industriales o políticos, obliga a los científicos a seguir las líneas de investigación que esos poderes reclaman para obtener el máximo beneficio, y no los que la propia Ciencia necesita. La Ciencia proporciona una tecnología que, no sólo permite el desarrollo socioeconómico y el bienestar, sino que también es fuente de poder. El uso y el abuso de la Ciencia debe ser, por tanto, algo previsto por el investigador.
En este sentido, la Dra. López Moratalla señala que “es responsabilidad del científico la reflexión acerca de la finalidad de su trabajo en relación al hombre” (3). Como consecuencia de esa reflexión, la comunidad científica y biomédica tiene la obligación de establecer sistemas de control de la investigación y de la incorporación de nuevas terapéuticas. Una de estas iniciativas fue la Declaración de Helsinki de 1.975, elaborada por la Asociación Médica Mundial, sobre los criterios que deben regular la experimentación en seres humanos en la que, entre otros puntos, se establece que “la preocupación por los intereses del sujeto debe siempre prevalecer sobre los intereses de la ciencia y de la sociedad”, y en otro apartado dice: “deben tomarse todas las precauciones para respetar la intimidad de la persona y reducir al mínimo el impacto del estudio sobre la integridad física y mental y sobre la personalidad del individuo”.
En el caso que nos ocupa, es necesario reflexionar sobre las posibles aplicaciones que pueden derivarse del conocimiento del entero genoma humano. Estas posibles aplicaciones podríamos agruparlas en los siguientes cuatro apartados:
A.- Científicas: la preparación de una base de datos sobre la secuencia del DNA humano podrá ayudar a resolver algunas de las cuestiones básicas de la estructura y fisiología celular: control de la expresión génica, mecanismos de diferenciación y especialización, procesos inmunitarios, etc.
B.- Informativas: elaboración de un carnet de identidad genético. El estudio de los genes de un individuo puede mostrar la predisposición a adquirir ciertas enfermedades, o las aptitudes para desarrollar determinado trabajo, por ejemplo. También permite la identificación inequívoca con fines policiales, legales, etc.
C.- Terapéuticas: curar enfermedades genéticas insertando el gen sano o modificando la expresión de los genes nocivos. Cuanto más genes se conozcan, más posibilidades hay de actuar en este sentido. En este apartado se suele incluir también la prevención y el diagnóstico de enfermedades genéticas, con toda la ambivalencia que generalmente se suele dar al significado de esta expresión. Aunque más adelante lo trataremos con detalle, de momento basta decir que, en cierto sentido, el concepto de prevención debería incluirse en el apartado de las aplicaciones eugenésicas.
D.- Eugenésicas: seleccionar positiva o negativamente los individuos en función de su información genética e intentar modificar el patrimonio genético de los gametos para obtener individuos con características predeterminadas.
La gran velocidad a la que avanzan los conocimientos y las posibilidades de manipulación del genoma humano, no puede llevar a descuidar la necesidad de reflexionar, con más detenimiento aún, sobre las consecuencias de las investigaciones y fijar de antemano unos límites a su utilización que salvaguarden la dignidad de la persona humana.
Implicaciones ético-sociales.
Dejando aparte la polémica rentabilidad del Proyecto, es evidente que la información que proporcionará no puede tener más que una valoración positiva en el ámbito de la Ciencia básica. Siempre que en los protocolos de las experiencias se sigan las normas éticas comunes a toda investigación y, más específicamente, las que se puedan realizar en seres humanos, incluídos los embriones, no cabe hacer ningún reparo de carácter ético.
También parece positivo el hecho de que un conocimiento más completo del genoma humano amplíe las posibilidades de la biotecnología molecular para la producción de proteínas puras de uso terapéutico (4). El clonaje de genes humanos activos en microorganismos, como las bacterias, ha superado con éxito la etapa experimental y es utilizada a escala industrial desde hace diez años para la obtención de un número cada vez más amplio de sustancias de interés terapéutico como la insulina humana, el primer producto biotecnológico comercializado con el nombre de Humulín.
Carnet de identidad genético.
La técnicas de cartografía genética mediante mapas de recombinación y de restrición se verán notablemente potenciadas por la secuenciación del DNA, lo que permitirá detectar sutiles diferencias individuales. Actualmente ya es posible determinar inequívocamente la identidad de un sujeto mediante un mapa genético elaborado con sólo tres enzimas de restricción, a partir de una pequeña muestra celular. Se trata de un sistema de identificación tan preciso que despertaría la envidia del detective Bertillon, el descubridor de las huellas dactilares como método de identificación. Por cierto, la Dermatoglifogia o estudio de los surcos y crestas de los dedos y manos, tiene una base genética y es utilizada rutinariamente para la caracterización de los síndromes producidos por muchas alteraciones cromosómicas. El interés por esta técnica en los medios policiales es evidente. Los primeros casos de identificación policial mediante análisis genético fueron los de Colin Pitchfork y Robert Melias en el Reino Unido en 1.987. El mismo año se sienta el primer precedente legal de aceptación como prueba en un juicio del mapa genético del acusado: Tommy Lee Andrews fue condenado por violación y asesinato al probarse que el DNA de la muestra de esperma recogida en la víctima coincidía inequívocamente con el del acusado.
Los soldados del ejército norteamericano llevan colgada del cuello una cápsula metálica con una muestra de sangre que permita su identificación, en caso de baja, comparándola con el mapa de restricción guardado en los archivos. La compañías de seguros tienen una especial interés en conocer las predisposiciones de los clientes a posibles enfermedades para poder determinar con más precisión las pólizas; por supuesto que a una persona con riesgo de adquirir un determinado tipo de cáncer, por ejemplo, le resultará más caro un seguro de vida. Las organizaciones empresariales y sindicales en USA también ven en la identificación genética un medio de distribuir los puestos de trabajo en función de las características de los candidatos y del tipo de empleo. En concreto, se argumenta que de esta forma se podría evitar que personas con riesgo ocupen puestos peligrosos para su salud, como podrían ser ciertas actividades industriales.
De todas formas, es fácil percibir ciertas fisuras en este tipo de argumentaciones que pueden afectar a derechos fundamentales de la persona como el derecho a la intimidad o a la no discriminación por motivos biológicos, en este caso genéticos. Como viene ocurriendo en los últimos años ante los avances en las técnicas biómedicas, sobre todo en el terreno de la reproducción humana, de nuevo el Derecho se verá obligado a ir a remolque del desarrollo biotecnológico. Es necesario un diálogo más eficaz entre las organizaciones científicas, los grupos de bioética y las autoridades legislativas y judiciales, de forma que la legislación se anticipe a una casuística y jurisprudencia caóticas para impedir posibles atentados contra la dignidad y los derechos básicos de la persona.
Esto es aún más necesario cuando algunos hechos recientes han puesto de manifiesto los consecuencias sociales de estas técnicas. Recordemos el caso de la anemia falciforme en Estados Unidos en los años setenta. La anemia falciforme (sickle cell anemia) es consecuencia de una mutación puntual en el gen de la b-globina localizado en el brazo corto del cromosoma humano número 11; parece tener origen africano y afecta especialmente a la población negra norteamericana. El gen mutado bs es recesivo, por lo que la grave enfermedad sólo se expresa en individuos homocigóticos recesivos. Los heterocigóticos portadores, que son sanos y además resistentes al paludismo aunque ligeramente anémicos, constituyen el 8 % de los individuos de color en USA. El diagnóstico mediante técnicas de DNA recombinante permiten la identificación del genotipo de los padres y también del feto a partir de células obtenidas por amniocentesis (5, 6).
En los años setenta, las autoridades sanitarias norteamericanas promovieron una campaña de detección del gen bs entre la población negra que, además de numerosos abortos, provocó otras disfunciones sociales inesperadas. En la opinión pública se generó la sensación errónea de que los individuos portadores eran enfermos potenciales. Como consecuencia, las pólizas de seguro se hicieron más caras para estas personas y seis compañías de aviación les prohibieron viajar en sus vuelos. Algunas empresas empezaron a realizar el control genético de los empleados descartando a los portadores del gen bs para ocupar los puestos que tendrían contacto con determinadas sustancias químicas. Durante diez años estuvo prohibido a estas personas el acceso al puesto de piloto de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos (7).
Si estas han sido las repercusiones de una de las primeras utilizaciones de las técnicas de detección genética para un sólo gen, es fácil imaginar la complejidad de las consecuencias sociales y éticas que se esconden detrás de un análisis exaustivo del patrimonio genético de los seres humanos. La Declaración de Valencia recoge algunas recomendaciones en este sentido: se debe “asegurar que la información genética sea utilizada para mejorar la dignidad del individuo” y, en el punto séptimo, “como un principio general, la información genética de un individuo debe ser investigada y revelada sólo con la autorización del individuo o su representante legal”. Son vagas declaraciones de principios que exigen una inmediata concreción.
Terapia génica
Lo mismo podría decirse de la llamada terapia génica, destinada a la sustitución de un gen alterado por el gen normal para permitir, por ejemplo, la síntesis de un determinado enzima. El fracaso que acompañó al primer intento de terapia génica en humanos, realizado por el Dr. Cline a dos pacientes afectados de talasanemia en 1.981, desató una fuerte reacción en la comunidad médica norteamericana para que se exigieran estudios previos en animales y suficientes garantías de éxito antes de someter a los pacientes a riesgos innecesarios. Actualmente, su aplicación parece quedar restringida a la transformación de células fácilmente accesibles sobre las que se pueda realizar un control previo de la eficacia del transplante de genes, como pueden ser las de la médula ósea, hígado o fibroblastos. La posibilidad de aplicar la terapia génica en estos u otros tejidos debe asegurar que el gen transplantado se introduzca en las células adecuadas y no sea eliminado, que se exprese en la proporción adecuada, sin defectos ni excesos perjudiciales, y, por último, que, tanto el gen transferido como los fragmentos de DNA del vector utilizado, se inserten en un lugar del genoma celular que no provoque mutaciones, inactivaciones o defectos en la expresión de otros genes (8).
El éxito que parece haber alcanzado el Dr. Anderson en la primera terapia génica realizada con autorización oficial en 1.990, no permite pensar que se haya superado la etapa puramente experimental y que no deban tenerse en cuenta, con todas sus exigencias, las disposiciones de la Declaración de Helsinki sobre la experimentación en seres humanos. Un criterio de valoración ética fácilmente comprensible y aplicable a la manipulación génica de celulas somáticas es la de considerarla semejante a la manipulación del cuerpo humano. El quinto precepto del Decálogo y la misma Ley Natural no sólo prohibe matar, sino también mutilar, automutilarse, suicidarse, torturar, etc. En este sentido y con los mismos criterios de licitud según las circunstancias, el transplante y la modificación de genes se puede comparar al transplante de órganos y a las intervenciones quirúrgicas.
La terapia génica aplicada al hombre en fase embrionaria debe excluirse por el momento, puesto que la fragilidad del embrión, la dificultad del diagnóstico y las consecuencias imprevisibles de una inserción errónea son mucho mayores que en adultos. En este aspecto, es importante que una consideración restricitiva sobre el valor de la vida humana embrionaria no pueda determinar la decisión de asumir riesgos injustificados sobre la vida o integridad física del embrión que no serían admisibles en un adulto. Una actitud de este tipo propiciaría una mentalidad en la que el capricho de los padres sobre las características de los hijos determinara la decisión de ciertas manipulaciones genéticas que, en caso de resultar fallidas, desembocarían en abortos provocados o in causa, constituyendo un verdadero control de calidad de los seres humanos. La polémica surgida recientemente en España sobre la elección del sexo de los hijos se vería multiplicada por la posibilidad de elegir hijos de ojos negros o cabello rubio, por ejemplo.
En el último punto de la Declaración de Valencia de 1.990 se hace distinción entre la terapia génica en células somáticas y en células de la línea germinal: “estamos de acuerdo con que la terapia genética con células somáticas puede ser utilizada para el tratamiento específico de enfermedades humanas. La terapia genética de la línea germinal presenta obstáculos técnicos y no existe un consenso ético. Proponemos más discusiones sobre las cuestiones técnicas, médicas y sociales de este punto”. Después del congreso, el premio Nobel Jean Dausset hizo pública una crítica particular a las conclusiones señalando que no se dejó clara la prohibición de manipular genéticamente las células de la línea germinal y del embrión; en el estado actual de nuestros conocimientos teóricos y técnicos, el resultado de estas manipulaciones es altamente inseguro y peligroso para el embrión y para la dignidad humana. Además, Dausset añadió otras consideraciones que trataremos más adelante: “se corre el riesgo de que algún poder político decida crear una raza más efectiva desde su propio punto de vista, de la misma forma que hoy día se crean vacas que dan más leche o carne que las normales. La terapia génica germinal abre la puerta de la manipulación política y amenaza con convertir a los seres humanos en una raza de esclavos”.
Por otra parte, suponiendo la posibilidad técnica de una acción exclusivamente terapéutica -no eugenésica- sobre las células germinales, es difícil, por el momento, valorar la licitud moral de esta intervención, aunque debería tener en cuenta también las normas éticas relacionadas con las manipulaciones de la procreación humana como, por ejemplo, la fecundación artificial. Es de esperar que en esta materia se pueda oir pronto la voz esclarecedora del Magisterio de la Iglesia, como ocurrió en el caso de la fecundación in vitro.
Eugenesia
Aunque el Proyecto Genoma Humano parece tener una finalidad puramente científica de carácter documental -esto es, conocer en su totalidad la secuencia del DNA humano-, a nadie se le oculta que tal volumen de datos se orienta a conocer en mayor grado toda la información hereditaria transmisible de padres a hijos. En este sentido, el objeto de la Genética moderna no difiere en nada del de la Genética clásica de comienzos de siglo. En algunos comentarios que hace la prensa divulgadora y no pocos científicos sobre esta materia, también se detectan posiciones de carácter sociológico que tienen mucho en común con las derivadas de los primeros pasos de la Genética como Ciencia. Pienso que no está de más recordar algunas de estas coincidencias para no cometer el viejo error de pretender interpretar la ética desde la ciencia; un error que estamos en peligro de volver a cometer a la vista de la ambigua frase de Jean Bernard recogida por P. Thuillier en un reciente artículo (9): “lo que no es científico no es ético”. Recordemos que Bernard es presidente del Comité nacional francés de ética.
Los matices pueden ser distintos, pero más importantes son las coincidencias de fondo entre las ideas eugenistas galtonianas y algunos aspectos de la moderna medicina social. La eugenesia científica propuesta por Galton en 1.883 se fundamentaba en la estadística demográfica, en el concepto darwinista de selección de los más aptos y en una ideología de carácter socializante que invocaba la necesidad de que las leyes, incluso en su aspecto coactivo, protegiesen a la sociedad de la proliferación de los indeseables o débiles. Se trataba de aplicar al hombre, desde las instancias de poder, una selección intencional equivalente a la selección natural que el ambiente provoca en los animales y plantas; su objetivo es evitar el desarrollo de los individuos degradados física o psicológicamente.
En toda la primera mitad de siglo, hasta la caída del nacionalsocialismo, las ideas eugenistas se situaban en la vanguardia de los ambientes intelectuales y eran sostenidas por personalidades científicas como Pearson, Baur, Correns, Goldschmidt, Lenz, Haldane, Fisher, Muller o Carrel que defendían científicamente propuestas como evitar la mezcla de las razas humanas superiores con las inferiores (sic), considerar enemigos del Estado a los ciudadanos más mediocres, construir una aristocracia biológica hereditaria, crear centros eutanásicos para los delincuetes peligrosos o esterilizar a los parados. Algunas de estas propuestas no quedaron encerradas en las páginas de las importantes revistas o círculos eugenistas, sino que desembocaron en medidas legislativas como, por ejemplo en Estados Unidos a principios de siglo, la esterilización obligatoria de los degenerados hereditarios o las restricciones a la inmigración de individuos de determinadas razas o con nivel mental inferior (7, 10).
El acceso al poder del nazismo en Alemania en 1.933 lo único que hizo fue llevar a la práctica de forma masiva las ideas eugenistas, basándose en su carácter pretendidamente científico (11). El que Hitler perdiera la Segunda Guerra Mundial llevó consigo una condena de la eugenesia; pero, haciendo un ejercicio de historia-ficción, cabe preguntarse: ¿se habría producido ese desprestigio de la eugenesia si los alemanes hubiesen vencido? ¿no sería la eugenesia una necesidad científico-social incontrovertible, con todas las características de ciencia oficial que Kuhn da a sus paradigmas (12)?
Estas inquietantes preguntas no pueden responderse fácilmente alegando que la ciencia nazi era una mala ciencia y, por tanto, sería desechada en el futuro. La crítica que recientemente se ha hecho sobre la incorrecta metodología científica de algunos horribles experimentos realizados por médicos nazis con prisioneros de los campos de concentración, se refiere únicamente a algunas de esas investigaciones como, por ejemplo, los estudios sobre hipotermia realizados por el Dr. Rascher. Pero esto no significa que ninguno de los treinta proyectos de investigación realizados en los campos de concentración fueran incorrectos científicamente hablando y que ninguna de sus conclusiones fuera aceptable. De hecho, muchos de estos trabajos han sido citados en otras publicaciones (9).
Si bien estos experimentos concretos pueden ser más o menos criticables desde el punto de vista de la metodología científica, no ocurre así con la eugenesia, puesto que no es un experimento, sino una teoría científico-social. El lastre ideológico del nacionalsocialismo puede ser eliminado fácilmente de la eugenesia sin que sus presupuestos teóricos cambien lo más mínimo; una vez hecho esto, sólo es necesario buscar un nuevo ámbito de aplicación procurando que las víctimas sean menos reconocibles para no exasperar la sensibilidad de los críticos. Esto es precisamente lo que está ocurriendo en ciertos ambientes científicos y lo que las nuevas técnicas biómedicas permiten llevar a la práctica con formas cada vez más refinadas.
La nueva eugenesia ya no va contra determinadas grupos étnicos o sociales; no lo permitiría la fuerte sensibilidad hacia los derechos humanos que se ha generado tras la constatación del terrible holocausto de la Segunda Guerra Mundial. Ha ello han contribuído notablemente las fotografías de las masacres y las declaraciones de los supervivientes. Por eso ahora la eugenesia sólo puede triunfar dirigiéndose hacia los que no reconocemos como humanos, aunque lo sean. Las plagas del aborto y la eutanasia y las campañas de esterilización en paises en vías de desarrollo, ¿qué son sino auténtica eugenesia negativa pura? Y los bancos de esperma de grandes científicos o intelectuales y la compraventa de embriones humanos sanos mediante FIVET ¿qué es sino auténtica eugenesia positiva pura?
Ahora la nueva eugenesia nunca utiliza este término para denominarse a sí misma, pero sus argumentos no son esencialmente distintos de los primitivos: es necesario proteger a la sociedad de la proliferación de los genes alterados peligrosos. Evidentemente, el conocimiento en profundidad de los genes humanos permitirá detectar mucho mejor y en mayor número todos esos genes indeseables y por tanto prevenir su transmisión. En principio la idea es muy sugestiva y éticamente aceptable… si los medios utilizados para conseguirlo fuesen correctos y la selección de los genes buenos y malos fuese objetiva. Pero, por desgracia, frecuentemente no se cumplen ninguna de esas dos condiciones.
El desarrollo de la amniocentesis (13) permite efectivamente una detección precoz de muchas alteraciones genéticas y, con el mejor conocimiento del genoma y las técnicas de diagnóstico génico, su número aumentará espectacularmente. El concepto de prevención ha sufrido últimamente una preocupante mutación semántica. Prevención significa poner los medios para evitar que se declare una enfermedad en un sujeto o en una comunidad. En lo referente a la prevención de las enfermedades genéticas, en muchas ocasiones el significado es esencialmente distinto: no se trata de evitar una enfermedad, sino de eliminar al que ya está enfermo. Quizás en un futuro, todavía un poco lejano, será posible detectar enfermedades genéticas en el embrión precoz y curarlas mediante terapia génica o microcirugía, pero hoy por hoy, la principal prevención, en muchos casos, es el aborto.
Aparte de las consideraciones de carácter personal derivadas del egoismo implícito en la sociedad hedonista que llevan a rechazar un hijo problemático, la justificación del aborto ante malformaciones se basa muchas veces en que la Medicina tiene un aspecto social. Pero no puede ovidarse nunca que, si bien lo anterior es cierto, su aplicación es siempre personal. La prevención se refiere al individuo antes que a la sociedad, porque un individuo enfermo no hace enfermar a la sociedad; lo que hace enfermar a una sociedad es la eliminación de los débiles. Los derechos de la persona prevalecen siempre sobre los de la sociedad, como deja bien claro la Declaración de Helsinki y como es proclamado por las constituciones de todos los paises. El drama del aborto, aparte de una tremenda injusticia, es la manifestación de un gran empobrecimiento cultural: significa renunciar a la capacidad de la inteligencia y de la voluntad humanas para sostener a los desvalidos físicos, psíquicos o sociales. Y en el ámbito científico-médico, proponer el aborto como solución conduce imperceptiblemente a retrasar la búsqueda de soluciones dignas de la persona humana y a claudicar ante el reto que significa encontrar remedios eficaces para las alteraciones genéticas.
Otra cuestión aún más inquietante surge como consecuencia de la posibilidad de detectar un número creciente de genes. La cuestión es ¿hasta donde llegar en la selección de los individuos por sus características genéticas?; y esto bajo dos aspectos: primero ¿cuándo una alteración génica debe considerarse tan grave que, utilizando una terminología propia de los defensores del aborto, genere una vida no digna de ser vivida? y, segundo, ¿qué otras características de los individuos con base genética, aunque no deletéreas, deberían evitarse? El problema se plantea ahora con más urgencia cuando algunas personalidades científicas como el Dr. Jacobson, pionero de la amniocentesis, aconsejaba el aborto para aquellos casos en que se previera un cáncer a la edad de 40 o 50 años, o como el premio Nobel W. Sockley que proponía esterilizar a los individuos con cociente intelectual bajo, o como B. Glass, expresidente de la American Association for the Advancemente of Science, que sugería el aborto para los individuos XYY por su tendencia a la agresividad (7).
Además de las enfermedades propiamente genéticas, como las provocadas por alteraciones cromosómicas o por mutaciones, un número indefinido pero elevado de otras enfermedades tienen una base genética, como han demostrado diveros estudios sobre concordancia de enfermedades psiquiátricas en gemelos univitelinos y en grupos familiares (1). ¿Cuántos de nosotros no seremos portadores de alguna o algunas alteraciones genéticas que nos predisponen a la alergia, al insomnio, al cáncer o a cualquier otra enfermedad o que limitan nuestras posibilidades físicas o intelectuales? Si se avanza por este camino, ¡quizás a algunos de nosotros no nos dejarían ver la luz si nos tocase nacer dentro de 15 años!
Es verdaderamente difícil establecer los límites a la selección de genes. Más bien debería ser imposible, porque seleccionar genes quiere decir seleccionar personas, en tanto que el genoma humano es la base bioquímica de la identidad personal de los seres humanos (14). Si difícil es determinar cuando un gen es perjudicial, más lo es establecer algún criterio sobre otras características más generales como la capacidad intelectual, el altruísmo, la bondad o la capacidad para determinadas labores; todas estas características, suponiendo que se aclarase el porcentaje de componente genético que poseen, son siempre caracteres multifactoriales en los que intervienen numerosos genes y factores ambientales y culturales. Y, aún suponiendo que estos elementos pudieran individualizarse, no sería nada fácil determinar que características son las más deseables y en qué medida cada una de ellas: ¿belleza, fortaleza, capacidad matemática, honradez, habilidad manual o sensibilidad artística?
Hay muchas críticas de carácter científico sobre algunos de estos argumentos. Por ejemplo, sobre la peligrosidad de que se deterirore el acervo génico de la humanidad o la eficacia de la esterilización eugenésica (10) o el valor del cociente intelectual para medir el carácter hereditario de la inteligencia (15). Pero como son puntos muy delicados, no es suficiente esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos; es necesario que las medidas legislativas se adelanten a la aplicación de todas estas medidas, porque ya no se trata de ciencia-ficción sino de realidades inmediatas previsibles a corto plazo.
La concepción del hombre que subyace en los defensores de estas ideas es puramente reduccionista y utilitarista. Es reduccionista porque la ciencia se considera como lo único puede dar soluciones a todas las exigencias de la criatura humana y, al verse incapaz de abarcarlo todo, lo que hace es rebajar al hombre a sus propios límites. Y es utilitarista porque el hombre queda reducido a la categoría de lo útil. Es considerado sólo como objeto y no como sujeto, y, para ellos, la dignidad de la persona humana no es absoluta, sino relativa.
En el caso del hombre, las ciencias sólo pueden tratar al hombre como cosa, como objeto. Por eso la ciencia tiene que renunciar a la pretensión de saber lo que el hombre debe ser. Cuando la Ciencia no renuncia a ello, está dejando de ser Ciencia y empieza a realizar un fraude, el fraude de convertir al sujeto en objeto.
Pienso que la valoración ética sobre el alcance de la manipulación del genoma huamano se debe hacer teniendo en cuenta los siguientes principios básicos en los que todos, probablemente, estemos de acuerdo, porque son el fundamento de toda la cultura occidental: 1) respetar la dignidad humana, 2) salvaguardar la identidad personal de cada individuo, 3) salvaguardar la naturaleza biológica común de todos los hombres, 4) aceptar la igualdad absoluta en la dignidad de todos y cada uno de los seres humanos y 5) no discriminar a nadie por motivos biológicos.
James Watson decía sobre el Proyecto Genoma Humano que “ha sido más fácil convencer a los científicos mayores que a los jóvenes”. Probablemente es porque los jóvenes científicos investigan para conocer y los mayores para dominar. Esperemos que la juventud se imponga. Cito unas palabras del profesor Léjí¨une recogidas en la prensa hace unos años: “es necesario que las sociedades modernas empiecen a comprender que la Ciencia en sí no es ni útil ni perjudicial, pero puede ser una cosa u otra según sea utilizada para servir al hombre o para degradarlo… El verdadero peligro está en el hombre; en el desequilibrio cada vez más inquietante entre su poder que va en aumento y su prudencia que va disminuyendo” (16).
Referencia bibliográficas
1. Santiago Grisolía.El Genoma Humano y la Medicina Predictiva . Conferencia en el ciclo sobre “El cáncer, prevención y futuro”, Orense, 28 de mayo de 1.991.
2. Werner Heissenberg. Diálogos sobre la Física Atómica. Ed. B.A.C., Madrid (1.975)
3. Natalia López. Etica de la investigación científica.. En Deontología Biológica, Facultad de Ciencias de la Universidad de Navarra, 231-241 (1.987)
4. Julian Davies. La ingeniería genética. Mundo Científico, 71, 704-713 (1.987)
5. J. A. Phillips III et al. Prenatal diagnosis of sickle cell anemia by restriction endonuclease anlysis: Hin dIII polymorphims in g-globin genes extend test applicability… Proc. Natl. Acad. Sci. USA, 77, 2.853-2.856 (1.980)
6. R. F. Geever et. al. Direct identification of sikle cell anemia by blot hybridization. Proc. Natl. Acad. Sci. USA, 78, 5081-5.085 (1.981)
7. Pierre Thuillier. La tentación de la eugenesia. Mundo Científico, 38, 774-785 (1.984)
8. Natalia López y Esteban Santiago. Tecnología genética aplicada al hombre. En Deontología Biológica, Facultad de Ciencias de la Universidad de Navarra, 327-332 (1.987)
9. Pierre Thuillier. Los experimentos nazis sobre la hipotermia. Mundo Científico, 110, 212-219 (1.991)
10. Alvaro del Amo. Eugenesia. En Deontología Biológica, Facultad de Ciencias de la Universidad de Navarra, 333-340 (1.987)
11. Benoí¯t Massin. Del Eugenismo a la “Operación eutanasia”: 1.890-1.945… Mundo Científico, 110, 206-212 (1.991)
12. Thomas S. Kuhn. The Structure of Scientific Revolutions. University of Chicago Press (1.962). Traducción castellana en Ed. Fondo de Cultura Europea, Madrid (1.989)
13. S. H. Orkin. Genetic di
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Completamente de acuerdo porque no es mas que mierda la ciencia tanto como la iglesia siento que en general es hora de dar el siguiente paso