Martin Rhonheimer, Ética de la procreación. Ed. Rialp. ISBN:978-84-321-3486-9, 288 pp.
Las amenazas para la vida humana y su dignidad son tan antiguas como la humanidad misma. La despreciabilidad de la mayoría de ellas —la guerra, el asesinato, la tortura, la explotación de los trabajadores, etc.— resulta patente y nadie la discute. Su calificación ética,por tanto, no suele plantear grandes problemas en el terreno de los principios. Otras amenazas para la vida puede que tradicionalmente hayan sido estigmatizadas en igual medida, pero en la sociedad actual parecen encontrar creciente tolerancia, si no incluso aceptación por principio. Tal es el caso, sobre todo de la práctica de dar muerte al fruto de la concepción en el seno materno y de la eutanasia.
La mayoría de las personas excluirá para su conducta personal tanto el aborto como la eutanasia, pero sí están dispuestas a tolerar esa conducta en otras personas y a rechazar una proscripción por la sociedad y por el Estado de esos modos de conducta como discriminadora e intolerante. Esa «tolerancia» no puede dejar de tener grandes consecuencias en el sistema jurídico, y en el modo de pensar y sentir de las personas, y por ello en las estructuras básicas psicosociales de toda una sociedad, pues más que tolerancia es ya reconocimiento.
En los ensayos que presenta el libro se van abordando algunos de esos problemas. Sobre todo el ensayo acerca del aborto y la protección de la vida en el Estado constitucional democrático está dedicado a esa temática. Se tratan modos de comportamiento que constituyen propia y directamente una amenaza para la vida, pero también otros de los que sólo cabe decir eso de forma indirecta: la procreación artificial de vida humana en el tubo de ensayo y la anticoncepción. Tener en cuenta que con frecuencia recurren a la fecundación artifi cial precisamente parejas que a consecuencia de un anterior aborto ya no pueden tener hijos, la práctica común del feticidio y la problemática de los embriones sobrantes no implantados.
El ensayo dedicado la fecundación in vitro(FIV) aspira a arrojar luz sobre un estrato más profundo de la problemática antes mencionada: la relación entre el dominio del hombre sobre el comienzo de la vida y su dominio sobre el final de la misma.
Distinta es la cuestión de la anticoncepción, que aparenta no tener nada que ver con el tema que nos ocupa. Ciertamente en la encíclica Evangelium vitae de Juan Pablo II, se separan claramente aborto y anticoncepción: sólo el aborto se puede considerar propiamente como una transgresión del mandamiento «No matarás» mientras que la anticoncepción se debe incluir en el contexto de la virtud de la castidad. Sin embargo esta encíclica señala que ambas conductas «a pesar de su diversa naturaleza y peso moral, muy a menudo están íntimamente relacionados, como fruto de una misma planta». Aclarar que el autor no quiere injuriar a nadie cuando habla de la anticoncepción. La anticoncepción es un camino erróneo para obtener algo que de suyo puede ser perfectamente correcto e incluso estar exigido, y para el que hay caminos moralmente aceptables: evitar el surgimiento de un ser vivo humano.
El término clave es «responsabilidad procreativa» entendida como responsabilidad respecto del propio comportamiento sexual, de la dimensión del amor humano como parte integrante de la plenitud personal de sentido de ese amor. La separación de los dos signifi cados «amor» y «responsabilidad por la vida» producida por la anticoncepción fomenta una mentalidad que es capaz de considerar como «anticoncepción alternativa», por así decir, el acto de poner fi n violentamente a la nueva vida no deseada. Una vida que ya no se entiende como surgida esencialmente de la unión amorosa entre hombre y mujer, sino como producto secundario planifi cado de una sexualidad que por lo demás no tiene nada en común con la transmisión de la vida, puede —se dirá- ser engendrada legítimamente también de otra forma. La nueva vida humana parece no tener derecho incondicionado a la existencia cuando surge, de modo no deseado ni esperado, como consecuencia de la praxis anticonceptiva. El aborto se convierte así en anticoncepción ex post, y con ello se cierra el círculo entre el hijo no deseado al que se aborta y el deseado al que se engendra en el tubo de ensayo. Ambos son fruto de la misma «cultura de la muerte».
El largo estudio «Sexualidad y responsabilidad » tiene como centro de la argumentación la elaboración del concepto de una virtud moral que aquí recibe el nombre de «responsabilidad procreativa»,que es parte constitutiva de la castidad conyugal y perfección humana en la que se muestra de forma paradigmática y muy destacada la unidad corporal-espiritual del hombre.
Al largo estudio antes citado le sigue como apéndice, un breve artículo que trata de dar respuesta a la cuestión bien concreta y de actualidad , de la toma anticonceptivos en caso de peligro previsible de violación.
El estudio «La instrumentalización de la vida humana. Consideraciones éticas acerca de la fecundación in vitro» muestra el dominio sobre la vida humana desde el lado «positivo», esto es, «productivo». La procreación de vida humana se convierte aquí en un medio para satisfacer el deseo de felicidad de quienes piden que se les haga un «hijo de encargo». La tecnología de la reproducción es una cara de la moneda «dominio sobre la vida», cuya otra cara es el acto de dar muerte en el seno materno a la vida no deseada.
Los dos siguientes trabajos están dedicados al tema del aborto. El primero, «¿Poder absoluto de los no nacidos?» es el intento de refutar sistemáticamente un planteamiento utilitarista tributario de la ética del interés tal como lo defi ende, por ejemplo, Peter Singer y otros. Con base en la argumentación en cuyo centro está la distinción entre «hombre» y «persona» se refuta dicho planteamiento ofreciendo las categorías esenciales que sirven para mostrar que los embriones y los fetos humanos, en su calidad de personas, merecen reconocimiento incondicionado y poseen el correspondiente derecho a la vida.
El último trabajo, finalmente , estudia esa misma cuestión del derecho de los no nacidos a la vida, esta vez desde el punto de vista de la filosofía política, es decir, de la filosofía del Derecho y del Estado. Se trata de saber hasta qué punto y por qué incumbe al Estado proteger efi cazmente la vida no nacida., tratando de responder a la pregunta de cómo se plantea la cuestión de la protección de la vida y de la argumentación político-jurídica-ética coherente, en el marco y sobre el terreno del moderno Estado constitucional democrático, en el que la cuestión de la relación entre leyes civiles y moral debe abordarse de modo bien matizado. La cuestión es de considerable complejidad y el autor la trata considerando la relación entre el plano moral y el político-jurídico, posteriormente aborda el cometido de la ley civil a lo largo de la historia, después la doctrina contenida en la encíclica Evangelium vitae y el tratamiento paradigmático que ha dado la jurisprudencia a esta cuestión en los EE.UU. y en Alemania, posteriormente se exponen las estrategias argumentativas destinadas a impedir la función del estado de proteger a los no nacidos, para, finalmente y siguiendo la Evangelium vitae, presentar una argumentación que aspira a mostrar por qué la protección estatal de los no nacidos tiene que ser considerada como una acuciante exigencia del bien común.
El lector puede echar en falta trabajos sobre cuestiones actuales como la tecnología genética o la clonación. Desde el punto de vista moral las cuestiones éticas que plantean no son nuevas, se derivan de una actitud frente a la vida humana decisivamente fomentada por una praxis abortista generalizada y por la exigencia de un supuesto derecho a tener hijos. Tenemos además el irrebatible factum de laexistencia de un número ya inabarcable de embriones sobrantes crioconservados. Para el autor, el dilema de estos últimos sólo se puede resolver si se trata de evitar por completo su surgimiento, ya que, de hecho la dignidad personal de esos embriones es pisoteada y despreciada y ese atentado contra su dignidad es ya irreparable.
Lourdes Mendiburu Belzunegui Doctora en Medicina. Especialista en Medicina Interna. Master en Bioética.