Vulnerabilidad infantil

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Hace tan solo unos días, la prensa británica informaba del fallecimiento de Bronson Battersby, un bebé de tan solo 2 años, encontrado junto al cuerpo de su padre, también fallecido por un ataque cardíaco. El pequeño murió de hambre y deshidratación tras convivir más de una semana con el cadáver de su padre sin que, aparentemente, nadie lo haya podido evitar.

La madre del niño había abandonado el domicilio familiar tras una pelea con el padre y no veía a su hijo desde las navidades. La familia estaba bajo la supervisión de los servicios sociales británicos por la frágil situación de salud del padre. De hecho, la trabajadora social había ido varias veces al domicilio sin obtener respuesta. Por ese motivo, decidió llamar a la policía y finalmente, el 9 de enero se hallaron los cadáveres de ambos.

La realidad es que nadie tiene explicación para este suceso inenarrable que no debería haberse producido jamás. El ayuntamiento de Skegness, localidad donde vivían ambos, ha abierto una investigación oficial para determinar si se produjo una negligencia por parte de los servicios sociales, encargados de visitar una vez a la semana a la familia.

La imagen del pequeño sin vida abrazado a las piernas de su padre quedará grabada para siempre en la mente de todos. Precisamente, días después, el primer ministro británico Rishi Sunak hacía referencia explícita a este caso en la sede parlamentaria, alegando enérgicamente que “algo así no podía ocurrir en Reino Unido”. No obstante, para el pequeño Bronson, el hecho de vivir en un país como Reino Unido, con un nivel de vida elevado y el apoyo de servicios sociales en las instancias necesarias, no ha servido para paliar o amortiguar la situación de extrema vulnerabilidad de esta familia.

Tampoco ha servido de gran cosa la Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas que afirma que “los Estados se comprometen a asegurar al niño la protección y el cuidado que sean necesarios para su bienestar y asegurarán que las instituciones, servicios o establecimientos encargados del cuidado o la protección de los niños cumplan las normas establecidas en materia se seguridad y sanidad”.

La vulnerabilidad, factor determinante que ha desencadenado este trágico final, es un concepto bioético de primer orden que afecta a todos los seres humanos y que tiene diversas vertientes. Por ese motivo, debería estar en el centro del debate ético actual. No en vano, desde la bioética, es posible analizar este caso desde el punto de vista de protección de la vida y el reconocimiento de la extrema vulnerabilidad que atenaza la condición humana.

El término “vulnerabilidad” procede etimológicamente del latín “vulnus”, que significa “herida”, es decir, a nivel ontológico y biológico, sería la susceptibilidad a ser dañado o herido. No obstante, también existe una vulnerabilidad producida socialmente, que puede estar relacionada con problemas económicos, sanitarios, sociales o psicológicos. Tal como afirma Florencia Luna, la vulnerabilidad no es un concepto monolítico y estático, sino dependiente de las circunstancias. Por ese motivo, su propuesta de “vulnerabilidad en capas” resulta especialmente atractiva para indicar que diferentes factores se pueden acumular en la condición vulnerable de cualquier persona.

El caso del niño británico aglutina ambos tipos de vulnerabilidad y por ello, invita a realizar una reflexión profunda sobre las condiciones de vida y de muerte de los seres humanos.

Mientras continúa el debate sobre la eutanasia y la muerte asistida en muchos puntos del globo, personas inocentes como el pequeño Bronson pierden la vida incluso antes de poder iniciarla, por situaciones de extrema vulnerabilidad.

La vida, ese precioso tesoro que se debe proteger, es un concepto que los griegos entendían de dos maneras:

  1. Como zoé, nuda vida, expresable por el simple hecho de vivir, como todos los seres vivos.
  2. Como bíos, vida finita del zoon politikón, del ser social, que indicaba la forma o manera de vivir de un individuo o grupo en la polis, nacida con vistas al vivir bien.

La muerte de un bebé por hambre y deshidratación en un “país rico” aúna ambas acepciones, dado que Bronson no pudo disfrutar de una vida biológica (zóe) a causa de que su vida en sociedad (bíos) careció de los elementos básicos para la supervivencia. Siguiendo a Florencia Luna, esta familia aglutinaba varias capas de vulnerabilidad: falta de recursos económicos, problemas de salud y desavenencias familiares. Todas ellas han formado una carga demasiado pesada que ha desembocado en este terrible final.

El escenario de la pandemia del COVID-19 que puso en jaque la salud global, también en los países ricos, dejó escenarios de muerte en solitario sin el apoyo de familiares y seres queridos y en condiciones de extrema vulnerabilidad, que provocaron duelos cronificados y problemas psicológicos de larga duración.

El bioético Zohar Lederman apunta, a este respecto, que una muerte en soledad es “una mala muerte” y que la sociedad en su conjunto debe garantizar el derecho a no morir en soledad, disponiendo del cuidado y la atención necesarias al final del trayecto vital.

El caso de Bronson Battersby presenta, de nuevo, el escenario de una muerte en soledad debida a falta de recursos y pone de manifiesto que la vulnerabilidad sigue siendo el factor de riesgo más importante de los seres humanos. Y que los grupos vulnerables son todos aquellos que en un momento determinado de la vida no disponen de los recursos básicos para la existencia.

En una sociedad más preocupada por los avances científicos y por la mejora del ser humano, llama poderosamente la atención el fallecimiento de un niño por inanición en un país que dispone supuestamente de todos los recursos necesarios para “vivir bien”.

Solo mediante una visión solidaria, justa y empática será posible proteger el “derecho a no morir en soledad” y poner límites , de este modo, a la vulnerabilidad infantil para evitar la muerte de un bebé al inicio de su vida.

Comments 2

  1. Beatriz Palancar Hermosilla says:

    Que horrible noticia. Gracias por hacerla llegar de alguna forma.
    Lo que no estoy de acuerdo es que repita una y otra vez que el niño ha muerto por inanición y deshidratación en un país rico, NO, el niño ha muerto porque ha estado desatendido. Porque con esa edad depende en todo de alguien ADULTO.
    Saludos

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